Etiqueta: MAJADERÍA

La inclusión: un asunto que no puede ser obligatorio 🌐🗣️ 

YO, NATURALMENTE, NI HE USADO, NI USO NI TENGO LA INTENCIÓN DE USAR LENGUAJE INCLUSIVO

El comportamiento de carácter obligatorio y sumiso que pretende el progresismo, es inaceptable como aberrante.

MARIA GABRIELA LARA G Y DESTACADAS

Día a día somos bombardeador por discursos que nos exigen ser cada día más empáticosmás inclusivos… Pero no como algo humano; sino más bien como imposición que responde ahora más a una moda que a la propia naturaleza de todos.

La manipulación ideológica es una de las herramientas que el progresismo, o esta nueva izquierda, a perfeccionado en uso durante estos últimos años. La necesidad está en ser capaces de diferenciar lo que realmente es, entre todo el saco de excusas y nuevos conceptos que se inventan.

Para adentrarnos en estas difíciles aguas, contamos con la colaboración de Jennifer Barreto-Leyva quién desde su experiencia nos ampliará más los falsos discursos que se han promovido estos últimos años.

Y como siempre, las noticias están a tu disposición. Todo lo que acontece te lo traemos hasta tu comodidad. ¡Feliz inicio de semana!

Equipo Destacadas .

Desde hace exactamente tres años a la fecha, el término inclusión se encuentra en todas partes. Fue cuando la Agenda 2030 tuvo su momentum en una situación planificada a dedillo con la que sometieron al mundo entero a encierros, productos experimentales y una larga lista de abusos como parte del proceso de aceleración e implementación de esta agenda.

Por Jennifer Barreto-Leyva

Término éste, que ha sido usado en exceso, en despropósitos y manoseado de todas las formas existentes.

Sin embargo, al menos para mi, éste no es un tema nuevo.

Para mi la inclusión fue parte de mi vida desde siempre, es lo normal en mi manera de ver la vida, así me educó mi padre y es lo que aplico en cada pensamiento y decisión de mi vida.

La inclusión de verdad, no la progresista.

Me enseñó mi padre desde niña, siempre con amor, que debía amar y respetar a todos por igual, que nadie era menos que nadie, que a nadie se le debía discriminar o maltratar, y que tampoco aceptara vejaciones de nadie.

Este tema estuvo muy presente en mi hogar, y ha sido centro de mi vida.

Por mi peso y mis cejas he sido objeto desde niña de vejaciones y discriminaciones, que pasan desde el plano familiar, escolar hasta el personal. Algo tan inocuo como mi peso y cejas, han sido el cheque en blanco que muchísima gente se ha atrevido a tomar a motus propio, para hacer cosas tan indeseables como amenazas de muerte, todo lo tengo registrado.

No he sido la única en el mundo afectada por este tema, pero sí la más vocal.

Y así como me han discriminado, vejado y hecho cosas irrepetibles por mis cejas y peso, existen personas sordas, ciegas, más bajas que el promedio, afrodescendientes, con discapacidades de toda índole, y cualquier otro tópico que los haga resaltar de las masas, que puede verse perfectamente espejeadas en mis palabras.

La energía, atención y el tiempo en estos recientes tres años, se nos ha ido entre asombros y condenas a las verdaderas barbaridades que ha propuesto el progresismo en nombre de la inclusión.

Locuras desde borrar términos sagrados como madre y padre, hasta sustituir mujeres por hombres que se autoperciben como tal.

Y esto apenas empieza…

Estudiando el tema con mucha cabeza fría y profunda observación, me temo que en esto se ha fallado considerablemente y que por no prestar atención a estos temas, hacer mofa y/o minimizarlos, el progresismo encontró el nicho perfecto por donde entrar, hacer de las suyas y adueñarse de la conversación.

Si hoy el progresismo se ha salido con la suya en imponer un tema que debería ser de estricta voluntad e iniciativa personal de cada quien, es porque existe una evidente necesidad que no está siendo cubierta y tratada.

Siempre se habló de esto por cumplir con cuotas o calendarios sociales, pero no con el verdadero convencimiento y comprensión de que se debe tratar a todos con respeto, brindar oportunidades e involucrarlos socialmente por igual. Si tenemos dos centavos de honestidad en el cuerpo, aceptaremos nuestra mea culpa.

Echemos un vistazo solamente en la región. Nuestros países son bastante hostiles en todo sentido con personas con discapacidades, aquí cabría una larga lista de cosas que pudieran señalarse.

La situación la capitalizó estupendamente la mafia arcoiris, tomando de bandera el pretender aceptación e inclusión y ¡voilá! se cierra el ciclo.

Encontraron la excusa perfecta para victimizarse más y usar a otros en su carrera, la cual marcha estupendamente gracias al miedo de la gente y la poca resistencia que han encontrado, pero de esto hablaré en otra oportunidad.

Se instrumentalizó este tema con la suma y ayuda de muchas manos y factores. Imposiciones, manipulaciones y miedos fueron la mezcla perfecta para hacer de algo que debe ser enseñado en casa, y aplicado o no de forma espontánea y natural, como una política obligatoria para todos.

El tema de la inclusión, fue la ejecución de una manera bastante sencilla, de la teoría que explica y propone la Ventana de Overton, el umbral perfecto por donde se pretende regular y normalizar aberraciones como un padre que da a luz, o un menor de edad cambiando de sexo, entre otras de las muchas “peculiaridades” de esta propuesta de amor con garrote.

El comportamiento de carácter obligatorio y sumiso que pretende el progresismo, es inaceptable como aberrante

Por combatir todo esto, cosa que es extremadamente necesaria, nos hemos deshumanizado mucho, al punto de que ya atrás quedaron conversaciones civiles donde la gente disentía sin mayor problema, inclusive con gente afin ideológicamente hablando, muchos tienen miedo y cuidado de hablar por las consecuencias que esto puede tener. Entonces, y permitanme el cinismo, no vamos por el mejor camino que digamos.

Es imperativo crear estrategias en lugar de mantener el constante responder reaccionario que hemos tenido a la fecha.

Mofarnos de un problema o minimizarlo, no hará que desaparezca, y por mantener esa actitud, el progresismo ha capitalizado absolutamente todo, sin la mínima obstaculización de sus gestas. Nos tienen medidos a dedillo, nos conocen.

Me atrevo a tocar este tema de forma sencilla para el entendimiento de todos, que tanto he postergado en tocar, sabiendo que seré leída o escuchada con atención, y es por ello que me tomo el riesgo a traer a la sensatez a la mesa.

Y si bien es cierto que los conservadores no hemos tenido un mecanismo de defensa preventivo con la agenda de “diversidad e inclusión” y que hemos hecho lo que buenamente hemos podido, también debo decir, que bajo ninguna circunstancia debemos permitir que esta propuesta impuesta bajo métodos estalinistas, se termine de instaurar en sociedad o en nuestras vidas.

Que aquello de respetar y amar al prójimo como a uno mismo salga de casa, se aplique porque lo escogemos, y sea coherente con esa misma boca y manos con las que hablamos de Dios.

Porque a la fuerza ni el amor, que es de las cosas más hermosas que tenemos los seres humanos.

Obligado nada, y que se entienda esto bien.

#YoNoUsoLenguajeInclusivo

VÍDEO: Frank Cuesta ESTALLA contra Podemos: “Panda de imb€ciles”

Frank Cuesta ha acudido este miércoles a El hormiguero para presentar su nuevo programa Carreteras salvajes. El presentador aprovechaba la ocasión para opinar sobre algunos aspectos de nuestro país.y se ha mostrado muy crítico con la Lay de bienestar animal del Gobierno. Cuesta deja caer que la han hecho miembros del PSOE y Podemos que no tenían ni idea del tema animal.

Esto es hablar con sensatez, pero claro, la izmierda de eso no tiene, imbéciles es poco, majaderos como mínimo. Da gusto oirle hablar, todo tiene sentido, y lo deja bien claro, lamento que el doblaje al inglés, bueno, en general los doblajes de YouTube, no terminan de convencerme, espero que podáis entenderlo, pues es puro sentido común, todo lo contrario que lo que predica eso que llaman «progresismo» y que de progreso NO TIENE NADA, AL CONTRARIO, ES PURO INVOLUCIONISMO.

No perder detalle, de verdad que merece la pena, sentido común en lugar de gilipolleces infantiloides respaldadas por una pequeña élite de hijos de …. que no pretenden otra cosa que llevarnos hacía la sociedad que describe George Orwell en su novela «1984»

El supermercado público de Ione Belarra será la ruina del españolito en dificultades

#PodemosBasura #PodemosChusma #PodemosMugre

«Todas estas promesas incrementan el gasto público, pero no generan riqueza nacional, lo que siempre obliga a que la Agencia Tributaria tenga que recaudar más y cometa más injusticias con los ciudadanos más esforzados»

La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra y la ministra de Igualdad, Irene Montero EUROPA PRESS / Gustavo Valiente.

Por Rubén Arranz en VozPopuli

Antonio (por llamarle de alguna forma) es un joven español cuya familia es especialista en el equilibrismo financiero. Su madre trabaja de dependienta y su padre -de 55 años- cobra un subsidio de desempleado de larga duración. Lo complementa con alguna ñapa en negro que sirve para llegar a fin de mes. Antonio es universitario y no pudo disfrutar de una beca Erasmus porque su cuantía era muy baja y su familia no podía prestarle apoyo con los gastos de su estancia en otro país. Tampoco pudo acompañar a sus amigos en el largo mes de Interrail que pasaron hace un año, entre sacos de dormir en estaciones de tren, bocadillos de mortadela y episodios seminales. Antonio si acaso viaja con alguna oferta de aerolínea de bajo coste y nunca por más de 100 horas. Los veranos ‘los estudia’ y los trabaja y, como hormiga, mira a las cigarras viajeras con cierto desprecio mientras el sudor gotea bajo su camisa y sueña con la suerte, ese concepto tan abstracto y tan lejano.

Estos días, ha leído en sus redes sociales que el Gobierno pagará una parte de la próxima aventura en ferrocarril de sus compañeros y ha pensado: “Ellos ya se lo podían permitir y yo tampoco iba a poder irme un mes. Vaya tontería. Vaya forma de comprar votos”.

A la familia de Antonio no le cuentan la verdad quienes hablan estos días de justicia social para convencerlos de que deben votar a su partido el próximo 28 de mayo. Resulta tentador que un Gobierno regale cheques-viaje, perritos piloto, bonificaciones de 400 euros y rentas universales. «Algo caerá», piensa su padre, mientras pide a su mujer 5 euros para tabaco, no sin tragarse cierta ración de la típica frustración de quien se siente un perdedor.

Por si fueran pocas las referencias gubernamentales a la tierra prometida, Ione Belarra ha anunciado recientemente que Podemos quiere constituir empresas públicas para todos los sectores estratégicos. Entre ellos, el de los supermercados. “Esta propuesta no le gustará a Juan Roig”, expresaba este domingo Pablo Echenique. Y la madre de Antonio pensaba: “Con lo difícil que es llegar a fin de mes, pese a lo que trabajo, y con lo que han subido los precios, quizás sea bueno votar a quienes nos defienden de verdad y quieren que paguemos menos en el súper”.

Lo que no le cuentan los portavoces de Podemos a la familia de Antonio es que todas estas promesas incrementan el gasto público, pero no generan riqueza nacional, lo que siempre obliga a que la Agencia Tributaria tenga que recaudar más y cometa más injusticias con los ciudadanos más esforzados. Generalmente, para que las hormigas asuman las cargas que las cigarras rechazan.

Esto es lo que provoca que la jefa de la madre de Antonio no pueda contratar a otra trabajadora; o que su padre no tenga grandes opciones de salir del agujero del paro por la vía del autoempleo. En ambos casos, el Estado pone sobre los emprendedores la pesada losa de la tributación desmedida. La que -dicen- sirve para pagar los hospitales, carreteras y colegios. Esos que cada vez se encuentran en peor situación, sin que nadie haya propuesto un debate serio sobre la forma de gestionarlos en el medio y largo plazo. Aquí no se habla de eso. Aquí se reparten subvenciones y se desafía a la inteligencia de los ciudadanos con propuestas como la de los supermercados públicos.

Personas fáciles de engañar

Estas iniciativas siempre resultan peligrosas porque suelen calar entre los desencantados. Las personas que deben ocuparse de su supervivencia no tienen tanto tiempo para informarse sobre los ‘asuntos públicos de relevancia’ como quienes pueden procrastinar y liberarse en su sindicato. Llenar el frigorífico, reunir el dinero necesario para pagar las facturas y ahorrar un poco por si se rompe la lavadora provoca demasiados quebraderos de cabeza y no permite concentrarse, muchas veces, en la reflexión profunda y el análisis pormenorizado de los discursos estatalistas de Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y Cristina Fallarás.

Pero convendría aclarar que sus razonamientos son falaces, dado que la base de las sociedades prósperas no se encuentra en la política ministerial, sino en las relaciones comerciales y de colaboración de los individuos que las conforman. Cuanto mayor sea el volumen de ellas, mejor le irá a un territorio y más dinero tendrán sus habitantes. Cuanto más se impida el libre comercio, mayor dependencia del Estado habrá y más temor a los recaudadores de impuestos, que cada vez pedirán más a los contribuyentes. 

Medidas como las que proponen Belarra y Pedro Sánchez -ni que decir la estupidez de Yolanda Díaz de dar 20.000 euros de herencia universal a los jóvenes- incrementan la factura, pero no generan beneficios, lo que provocará que a Antonio le cobren más IRPF del primer sueldo que perciba cuando termine la universidad y acceda a un trabajo cualificado, lo que dificultará su ahorro y sus proyectos personales.

Y todo ese sistema tan injusto -que paraliza el ascensor social y sangra a las clases medias- impedirá que su padre se gane la vida como autónomo, dado que entre cuotas e impuestos no le será rentable. Tampoco ayudará a sus potenciales clientes, que también estarán obligados a pagar al Estado casi hasta por respirar. Reitero: lo que les quite Hacienda no lo invertirán en la economía doméstica.

La desesperanza en un Estado socialista

También puede ocurrir algo peor, y es que el empleador que iba a contratar a Antonio quizás se lo piense dos veces a la vista de que el Gobierno cada vez pone más cargas a los empresarios, así que el muchacho probablemente se vea con un título en la mano, pero sin la capacidad de progresar. En esas condiciones, pensará: «O repartidor de Glovo u opositor«. Quizás tenga suerte y consiga una plaza pública en unos años, a base de tesón y esfuerzos por agarrar la moral para que no descienda hasta el subsuelo en los largos días de estudio. Entonces, conseguirá un trabajo indefinido, pero con un sueldo normalucho que pagarán el resto de los contribuyentes. Incluida su madre cuando vaya al supermercado y le cobren el IVA de cada producto.

«La solución podría ser un supermercado público», le dicen en Podemos. La iniciativa ha sido un desastre allá donde se ha aplicado. La URSS cayó entre desabastecimiento, estanterías vacías y colas en la calle, a 10 grados bajo cero, por una barra de pan o un paquete de arroz. En Cuba, este fin de semana disparaban con cañones de agua a los manifestantes en Guantánamo por lamentar la decisión del Gobierno de privar de carne de pollo a los menores de 13 años. En Venezuela, Hugo Chávez vendía en televisión frigoríficos al ‘precio justo’ determinado por la revolución. Ahora, el país es tan pobre y el bolivar está tan devaluado que no hay muchas más opciones que hacer una sopa con papel moneda para llenar el estómago de forma barata.

A Antonio y a su familia les dirán estos días que hay que votar al PSOE y a Podemos porque son los partidos del pueblo. Son los que reparten el dinero público entre los pobres y los que distribuyen equitativamente los recursos públicos. En Europa, esa filosofía política ha implicado el incremento imparable de las deudas y la creación de sociedades adocenadas y subvencionadas que acaban pudriéndose en su propia mediocridad mientras despotrican contra los Amancio Ortega, Juan Roig o Iberdrola de turno por el mero hecho de ser empresarios y, por tanto, de estar asociados a la codicia y la esclavitud de los proletarios.

En otras latitudes, las vertientes radicales de esa ideología han traído resultados mucho más dramáticos. Tanto, que cualquiera de sus habitantes hubiera matado por trabajar en un Mercadona con un sueldo base de 1.400 euros y 15 pagas. Que son mucho más de lo que ofrecen quienes son incapaces de crear sociedades prósperas Los intentos de colectivizar los recursos que se obtienen a partir de las relaciones comerciales han derivado históricamente en desastre, dado que no hay mayor derrochador de dinero público que el Estado que se deja llevar por las ocurrencias socialistas. Tampoco es nuevo este debate. Los escolásticos ya hablaban del ‘precio justo’ y los intelectuales de mediados del siglo XVI se preguntaban el porqué la riqueza que se obtenía en las colonias se destinaba a guerras lejanas y no a garantizar la prosperidad en España. La respuesta por estos lares ha sido siempre similar: la ceguera, las manías y la impericia gubernamental ha aplastado las buenas ideas de otros muchos.

Sobra decir que el modelo que proponen Podemos y el PSOE ni crea prosperidad ni arregla las necesidades de los pobres. Sin duda, es necesario que existan unos impuestos justos para que Antonio pueda estudiar y ascender en la sociedad hasta poder encontrar un trabajo o montar una buena empresa con la que poder pagarse el Interrail o un viaje a Cancún con sus padres. Pero quienes hoy le prometen el oro y el moro son los que más difícil le pondrán el conseguir ese objetivo. Pero eso no lo dicen en los mítines que Antonio y sus padres escuchan cuando ponen el telediario del fin de semana.

La Sirenita racista

Disney es un agente político de la izquierda woke en general, y del Partido Demócrata en particular, y es la principal encargada de reescribir la cultura para que se ajuste a esta narrativa progresista del enfrentamiento.

Por  Ignacio M. García Medina

El estreno del tráiler de la nueva versión en live action de La Sirenita de Disney ha desencadenado una polémica en redes sociales de proporciones diluvianas. El hecho de que Disney haya elegido a una actriz negra para interpretar a la otrora pelirroja y blanquísima Ariel ha conseguido que el tráiler acumule millones de puntuaciones negativas en YouTube, mientras que quienes defienden a Disney, acusan a los detractores de racistas.

Si las muestras de descontento del público hacia Disney por su enésima alteración de un clásico como La Sirenita están siendo masivas, no menos contundente está siendo la campaña por parte de la compañía y sus medios afines para desacreditar a los críticos, a quienes tachan de racistas y, cómo no, ultraconservadores.

Una de las principales armas arrojadizas contra los críticos son los vídeos virales en los que niñas negras reaccionan emocionadas al tráiler de La Sirenita, diciendo cosas como “¡es negra! ¡es como yo!”.

Curiosamente, muchos de los medios que hoy reproducen estos vídeos apelando al sentimentalismo bajo titulares como “la inclusión es importante”, o “la tierna reacción de unas niñas al ver el tráiler de La Sirenita”, son los mismos medios progresistas que hace unos años también calificaban como “tierno y emocionante” un vídeo viral en el que dos hermanas blancas ni siquiera reparaban en el color de su nueva hermanita adoptiva negra, acompañándolo del lema “los niños no nacen racistas”.

También se está haciendo viral un vídeo de una niña mexicana que sostiene una muñeca de La Sirenita pelirroja de la versión de 1989 que, tras ver el nuevo tráiler, se entristece y dice que esa no es Ariel. Sin embargo, esta reacción sentimental de la niña, no sólo no es considerada por lo comentaristas como tierna o emotiva, sino que es calificada de racista (a pesar de ella no ser pelirroja y ser “latina”), e incluso acusan a la niña de estar condicionada por su madre.

¿En qué quedamos? ¿Lo racista es reparar en el color de la piel y no en el contenido del carácter —como decía Martin Luther King— o lo contrario? ¿Por qué se prejuzga a la niña mexicana y su madre como racistas por darse cuenta del cambio, y no a las niñas negras y sus progenitoras por darle tanta importancia y trascendencia a la raza?

Indudablemente, entre quienes prejuzgan la nueva versión de La Sirenita habrá racistas, al igual que puede haberlos entre quienes la alaban, pero los intentos de Disney y los medios de izquierda por determinar quién es racista y quién no, hace sospechar que nos encontramos ante una maniobra política, que resulta especialmente abyecta por utilizar a los niños.

Si un niño varón dijera que no juega al videojuego Tomb Raider por no sentirse identificado con el personaje de Lara Croft, se le tacharía a él y a quienes lo han educado como misóginos, o incluso dirían que es un homófobo con masculinidad frágil, u homosexual de clóset. Sin embargo, la narrativa progre, que se llena la boca con la palabra empatía, insiste en que sólo puedes sentirte plenamente identificado con personajes de tu misma raza, sexo y orientación sexual.

La Sirenita, Disney y el marxismo cultural

Este tipo de incongruencias son fruto de las políticas identitarias que ha abrazado la izquierda, que no son otra cosa que una actualización y ampliación de la idea marxista de la lucha de clases. La dialéctica marxista enfatizaba el enfrentamiento entre proletarios y dueños de los medios de producción —trabajadores y empresarios—, y ahora ha extrapolado esta lucha a hombres contra mujeres, negros contra blancos, homosexuales contra “cisgénero”, etc.

La izquierda vive del enfrentamiento y de alimentar el sentimiento de victimismo y envidia de las minorías que creen que les votarán, y hará todo lo posible para perpetuar y alimentar toda diferencia.

Disney es un agente político de la izquierda woke en general, y del Partido Demócrata en particular, y es la principal encargada de reescribir la cultura para que se ajuste a esta narrativa progresista del enfrentamiento.

Puede que La Sirenita acabe siendo un remake fotograma a fotograma de la original, con la única variación del color de la piel de algunos de los protagonistas —como hicieron con El Rey León, que es casi calcada—, pero también es muy probable que Disney no deje pasar la oportunidad de hacer cambios más profundos en la trama y desarrollo de los personajes —como hicieron con Pinocchio—, para adaptar la historia al relato que interesa al progresismo.

Seguramente, toda esta polémica alrededor del color de Ariel no sea más que una maniobra publicitaria y una cortina de humo para que, o bien no reparemos en los cambios ideológicos profundos en la moraleja que seguramente llevarán a cabo, o bien para acusar de racistas a quienes los denunciemos.

Conociendo los caminos del wokeismoDisney no desaprovechará la oportunidad que le brinda La Sirenita para subvertir y deconstruir los valores originales del cuento.

Seguramente lanzará mensajes muy diferentes en cuanto al amor romántico, por ser poco feminista; alterará la relación padre-hija, para hacerla menos “heteropatriarcal“; redimirá de alguna manera a la villana Úrsula, para no incurrir en la “gordofobia” ni en la “transfobia“; y el Príncipe Eric abandonará su “masculinidad tóxica“, abdicará y se convertirá en tritón, porque Ariel ya era perfecta siendo sirena y no tiene por qué volverse humana ni perpetuar anacronismos como la monarquía. Guarden estas predicciones.

«Black? My daughter is black?»