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Ni izquierda ni derecha

Por Leonard Read

(The original article, in ENGLISH, is available here).

“¡Eres raro, no eres ni de izquierda ni de derecha!”. Esta observación, hecha después de un discurso que di, mostró una visión poco común. Fue raro, porque era muy extraño escuchar a alguien que llegara a esa conclusión por su cuenta. Y fue perspicaz porque fue precisa.

La mayoría de la gente parece siempre estar buscando términos simplistas y simplificadores, de generalizaciones cómodas y prácticas, pues les ayudan en sus discursos y definiciones. Estos términos se utilizan para reemplazar definiciones tediosamente largas y complejas. Sin embargo, es fundamental tener cuidado a la hora de elegir los términos, pues es común que estas simplificaciones generen trucos semánticos y producen un alivio a los que los utilizan. Me temo que este es el caso de los términos “izquierda” y “derecha” cuando definimos a los libertarios, porque como espero demostrar, ni estamos en la derecha ni en la izquierda con respecto a todo el espectro ideológico aceptable de nuestra era.

“Izquierda” y “derecha” describen, cada uno, posiciones autoritarias. La libertad no tiene ninguna relación horizontal con el autoritarismo. La relación entre el libertarismo y el autoritarismo es vertical; va mucho más allá de la putrefacción de hombres esclavizando a otros individuos. Pero empecemos desde el principio.

Hubo un momento en que la “izquierda” y la “derecha” eran nombres apropiados y nada inexactos para las diferentes ideologías. Los primeros izquierdistas eran un grupo de representantes recién elegidos para la Asamblea Nacional Constituyente de Francia, a principios de la Revolución Francesa en 1789. Fueron etiquetados “izquierdistas” simplemente porque, por casualidad, estaban sentados en el lado izquierdo de la cámara legislativa francesa.

Los legisladores que estaban sentados en el lado derecho eran llamados los del partido de la derecha o derechistas. los derechistas o “reaccionarios” abogaban por un gobierno nacional altamente centralizado, leyes especiales y privilegios para los sindicatos y otros grupos y clases; monopolios estatales en los sectores estratégicos y básicos para la vida, y la continuación de los controles gubernamentales sobre los precios, la producción y distribución. — Dean Russell, The First Leftist [Irvington-on-Hudson, N.Y.: Foundation for Economic Education, 1951], p. 3.

Los izquierdistas de la época eran, para todos los propósitos prácticos, ideológicamente similares a lo que hoy podríamos llamar “libertarios”. Ya que los derechistas representaban la ideología opuesta: estatistas e intervencionistas -en resumen, autoritarios. “Izquierda” y “derecha” en Francia, durante el período 1789-90, eran términos que presentaban, al mismo tiempo, una mayor comodidad semántica y un alto grado de precisión.

Pero luego vinieron los jacobinos autoritarios, y el término “izquierdista” fue expropiado rápidamente por ellos, empezando a tener un significado opuesto. “Izquierdista” pasó a convertirse en sinónimo de igualitarista, siendo después asociado con las vertientes del socialismo marxista: comunismo, socialismo, fabianismo. ¿Qué pasó, entonces, con el término “derechista”? ¿Dónde encajaría ahora, después de esta rotación semántica del término “izquierdista”? Los camaradas de Moscú se encargaron de esta tarea, y en su beneficio: cualquier cosa que no fuera comunista o socialista se decretó y se anunció como “fascista”. Por lo tanto, cualquier ideología que no encajaba totalmente dentro de la etiqueta de comunista (izquierda) pasó a ser popularmente llamado fascista (derecha).

Esta es la definición de fascismo según el diccionario Webster: “Cualquier programa destinado a la creación de un régimen autocrático centralizado nacional con políticas nacionalistas y seriamente comprometidos en un intenso programa de reglamentación de la industria, comercio y finanzas; con una rígida censura y una energética supresión de la oposición”.

¿Cuál es, en la práctica, la diferencia entre comunismo y fascismo? Ambas son claras formas de estatismo y autoritarismo. La única diferencia entre el comunismo de Stalin y el fascismo de Mussolini es un detalle insignificante en la estructura organizacional. ¡Pero uno es de “izquierda” y el otro es de “derecha”! Entonces, ¿dónde deja eso a todo libertario en un mundo en el que los términos fueron definidos por Moscú? El libertario es, en realidad, todo lo contrario del comunista. Sin embargo, si el libertario usa los términos “izquierda” y “derecha”, estará cayendo en la trampa semántica de convertirse en un “derechista” (fascista) por el simple hecho de no ser un “izquierdista” (comunista). Eso sería un suicidio semántico para los libertarios, una invención artificial que automáticamente excluiria su existencia. Mientras los comunistas y los socialistas sigan utilizando esta definición, hay varias razones para los libertarios evitar usarla.

Un gran problema que se planteará en el caso que el libertario opte por usar la terminología izquierda- derecha es la gran tentación que esta postura crea para aplicar la doctrina del término medio. Durante casi veinte siglos, el hombre occidental aceptó la teoría aristotélica de que la posición sensata está entre dos extremos, que hoy es conocida como la posición moderada, conciliadora, la tercera vía, o simplemente el centro. Si los libertarios utilizan los términos “izquierda” y “derecha”, ellos serán calificados como extrema derecha por el simple hecho de ser extremadamente distantes en sus creencias del comunismo. Pero la “derecha” es un término que pasó a ser exitosamente identificado con el fascismo. Por lo tanto, cada vez más personas creen que la postura sensata sería en algún lugar entre el comunismo y el fascismo, ya que ambos significan autoritarismo.

Pero la doctrina de término medio no puede aplicarse indiscriminadamente. Por ejemplo, es una doctrina lo bastante sensata cuando se está decidiendo, de un lado, el total ayuno y, de otro, la gula extrema. Pero es claramente una locura cuando se quiere decidir entre no robar nada o robar 1.000 dólares. El término medio recomendaría robar 500 dólares. Luego, el término medio no es más sensato ni racional cuando se aplica al comunismo y al fascismo (dos etiquetas para el mismo autoritarismo) que cuando se aplica a dos tipos de robo. El libertario no tiene nada que ver con la “izquierda” o “derecha”, simplemente porque él desdeña cualquier forma de autoritarismo -el uso del aparato estatal para reprimir y controlar la creatividad del individuo y el espíritu empresarial.

Para él, comunismo, fascismo, nazismo, fabianismo, asistencialismo -toda forma de igualitarismo- se adapta en la descripción definitiva que Platón, quizás cínicamente, nos dio siglos antes de que cualquiera de estos sistemas coercitivos se desarrollaran:

El más grande de todos los principios es que nadie, hombre o mujer, debe prescindir de un líder. tampoco la mente de un individuo deberá habituarse a dejarse hacer cualquier cosa ni por iniciativa propia, ni por celo, ni siquiera por placer. tanto en la guerra como en la paz, a su líder deberá dirigir su mirada y seguirle fielmente. e incluso las cosas más pequeñas deben ser objeto de algún liderazgo. por ejemplo, él debe levantarse, moverse, lavarse o comer… sólo si se le ordena hacer tal cosa… en resumen, deberá enseñarle a su alma, a través de la costumbre y la práctica repetida, a nunca soñar en actuar de forma independiente. en efecto, debe enseñarle a su alma a ser totalmente incapaz de ello.

Pasando por encima de la degradación

Los libertarios rechazan este principio y, al hacerlo, no se colocan ni a la derecha ni a la izquierda de los autoritarios. Ellos, como los espíritus humanos, se liberan, suben -están arriba- de esta degradación. Su posición en el espectro ideológico, si tuviéramos que utilizar analogías direccionales, sería encima -como un vapor que se separa del estiércol y se eleva a un ambiente sano. Si la idea del extremismo se aplica a un libertario, que se base en qué tan lejos está de sus creencias y de la oposición a las tentaciones autoritarias.

Establezca este concepto de emergencia, de liberación -que es el sentido mismo del libertarismo-, y el significado de la doctrina del término medio pasará a ser inaplicable, porque no es posible tener una posición a medio camino entre el cero y el infinito. Y es absurdo sugerir que podría serlo.

¿Qué términos simples los libertarios deberían aplicar para distinguir las variedades de “izquierdistas” y “derechistas”? No conseguí inventar ninguna, pero hasta que lo consiga, me contento con decir que “yo soy libertario”, y yo estoy dispuesto a explicar la definición de este término para cualquier persona que busque significados en lugar de etiquetas.


I AM NEITHER LEFT-WING NOR RIGHT-WING
I HAVE COMMON SENSE… WHICH IS DIFFERENT

SOBERANÍA INDIVIDUAL EN LUGAR DE PATERNALISMO ESTATAL / INDIVIDUAL SOVEREIGNTY IN LIEU OF STATE PATERNALISM (SPANISH-ENGLISH)

Escrito por Luis I. Gómez

¿Existe, en esta Europa de las socialdemocracias, algún resto de propiedad privada? Hablo de propiedad en el verdadero sentido de la palabra: entendida como la verdadera generadora de individualidad, como autonomía personal, aquello que confiere al producto de lo que hacemos una impronta reconocible y asignable a una persona, no me refiero al sistema legal-estatal de concesión de licencias. No les hablo de derechos abstractos amablemente concedidos por el Estado, les hablo de los espacios privados en los que sólo su voluntad cuenta y a los que los demás sólo podríamos acceder bajo condiciones muy especiales dictadas por el “dueño”. Esta forma de entender “propiedad”, o soberanía individual si lo prefieren, cada vez es más ajena al europeo moderno, cada vez más escasa. Y, tal vez por ello, cada vez más valiosa.

El ciudadano de hoy ha sido declarado oficialmente menor de edad. Él y sus acciones ya no son el punto de partida de la dinámica social, sino que forma parte de una masa social GESTIONADA. Menor de edad y gestionado, el ciudadano debe plegarse a los dictados de quienes dirigen la maquinaria social,  maquinaria en la que es visto como un simple número y cuya única función es la de obedecer los objetivos políticos y sociales fijados.

El ciudadano debe comprar coches eléctricos y gastar su dinero en subvenciones para su implementación, debe fumar menos o no hacerlo en absoluto, moverse más en bicicleta o caminar, comer más sano, elegir a los partidos políticos correctos y defender una opinión política “socialmente aceptada”, fomentar las ONG verdes, vivir más ecológicamente, comprar café de comercio justo, beber menos alcohol, no olvidar revisar su estado censal, no poseer armas, jamás jugar a “juegos violentos” en su PC, dedicar la mitad de sus ingresos para el estado, evitar los alimentos transgénicos, educar a sus hijos tal y como el estado nos dice que se debe educar adecuadamente,  escribir de manera “igualitaria”, convertirse en donante de órganos, denunciar los “anuncios sexistas”, construir su casa en los principios de la “eficiencia energética” y, por último pero no menos importante, denunciar cualquier violación de las “leyes de la comunidad” a través de las Redes Sociales, Este es fundamentalmente el fruto del “orden libre y democrático” al principio del siglo 21.

Desde el punto de vista pedagógico-terapéutico – la socialdemocracia es terapia y pedagogía- los GESTORES no pueden abandonar a su destino a los miembros negligentes. Después de todo, ellos se autocomprenden como la encarnación de la razón y, por tanto, reconocen en lo “irracional” su peor enemigo. Perseverantes, se fijan como objetivo educar a estos “herejes sociales” para convertirlos en buenos conciudadanos, educándoles políticamente y en la mejora de su conciencia social, convirtiéndoles en demócratas sinceros, prudentes usuarios de las carreteras, estudiantes “críticos” o votantes fieles; entonces, y sólo entonces, tendrán derecho a una vida plena entregada al servicio de los demás. De la “gente”.

El espacio público y privado se disuelven y mezclan lentamente pero con contundencia, fruto de la labor pedagógico-terapéutica de decenios. Ya nadie se corta un pelo a la hora de mostrar su esfera privada: exibicionistas convulsivos, contamos qué comemos, cómo gastamos el dinero, con quien estamos de fiesta y si fulanito  ligó con menganita. Al mismo tiempo, vemos cómo los asuntos privados se transforman en materia estado. Los “gestores” ya discuten en sus sillones parlamentarios temas que hasta no hace mucho eran exclusivos del ámbito privado: si podemos fumar y cuánto y dónde, qué debemos/podemos beber y comer, que chistes deben hacernos gracia y qué podemos decir acerca de los problemas políticos y sociales, no sea que, alejados de la “corrección política”, debamos ser convenientemente reeducados. La supuesta autoridad y superioridad moral de la clase política es algo ampliamente aceptado como verdad por la gran mayoría, hecho este absolutamente irracional e incompresible, sólo apenas justificable desde la intensa indoctrinación a que estamos sometidos.

Los ciudadanos soberanos no deberían ser persuadidos sobre qué productos, personas o formas de diversión tienen que evitar. No, debemos atrevernos a pensar de nuevo y percibir lo que nos parece razonable, y proclamar nuestra opinión con confianza a los cuatro vientos. Porque la vida privada, el compromiso ofensivo y combativo con lo que nos es propio y nos hace singulares, rompe las exigencias políticas de los ingenieros sociales y les priva del monopolio de la supremacía moral. En estos tiempos que corren, preservar nuestra soberanía individual y el espacio de propiedad en que la desarrollamos es un acto subversivo, que debe ser dignificado. Lamentablemente, es bastante infrecuente.

inglaterra

ENGLISH VERSION

Is there, in this European social democracies, some other private property? I speak of property in the true sense of the word: understood as the true generator of individuality and personal autonomy, that which gives the product of what we do a recognizable and assignable mark a person, I mean the legal-state system licensing. I do not speak kindly of abstract rights granted by the State, I speak of private spaces where only his will own and that others could access only under very special conditions dictated by the «owner». This understanding of «property» or if you prefer individual sovereignty, is becoming increasingly foreign to modern European, increasingly scarce. And perhaps therefore increasingly valuable.

The citizen today has been officially declared a minor. He and his actions are no longer the starting point of social dynamics, but part of a social group MANAGED. Underage and managed, the citizen must bow to the dictates of those who run the social machinery, in which is seen as a simple number and whose only function is to obey the established political and social objectives.

The citizen must buy electric cars and spend their money on subsidies for implementation, should smoke less or not at all, move bike or walk, eat healthier, choose the correct political parties and defend a political opinion «socially accepted «promote green NGOs, live greener, buy fair trade coffee, drink less alcohol, do not forget to review your census state, not possessing weapons, never play» violent games «on your PC, spend half their income the state, to avoid GM foods, educate their children as the state tells us to be educated properly, write «egalitarian» way, become an organ donor, denouncing the «sexist advertising», build your house in principles of «energy efficiency» and, last but not least, report any violation of the «laws of the community» through social networks, this is primarily the result of «free and democratic order» at the beginning of the century twenty-one.

From the pedagogical point of view and therapeutic – social democracy is therapy and pedagogy, managers can not leave their fate to the heedless members. After all, they autocomprenden as the embodiment of reason and therefore recognized as «irrational» your worst enemy. Persevering, they set the objective to educate these «social heretics» to become good citizens, educating them politically and improving their social conscience, making them sincere democrats, prudent road users, students ‘critical’ or faithful voters; then, and only then, they will be entitled to a full life dedicated to the service of others. From the people».

The public and private space dissolve and mix slowly but forcefully, the result of decades-therapeutic pedagogical work. And no one hair is cut when showing your privacy: You exhibitionist convulsive, what we eat, how we spend money, with whom we are celebrating and if fulanito ligated with Menganita. At the same time, we see how private matters become subject state. The «managers» and discussed their parliamentary seats topics that until recently were exclusive private sphere: if we can smoke and how much and where, what should / can drink and eat that jokes should make us grace and what can we say about political and social problems, lest, away from the «political correctness», we should be suitably retrained. The alleged authority and moral superiority of the political class is something widely accepted as true by the vast majority, made this absolutely irrational and incomprehensible, just barely justifiable from the intense indoctrination to which we are subjected.

Sovereign citizens should not be persuaded about which products, persons or forms of entertainment have to avoid. We must not, dare to think again and perceive what we think is reasonable, and our opinion confidently proclaim to the four winds. For privacy, offensive and combative with what we own and makes us unique commitment, break the political demands of social engineers and deprives them of the monopoly of moral supremacy. In these times, preserve our individual sovereignty and space property that we developed is a subversive act, which must be dignified. Unfortunately, it is quite uncommon.

Interés propio no es egoísmo.

POR: 

CAPITALISMOLas relaciones de mercado se critican constantemente como egoístas o codiciosas, con recompensas al egoísmo que las hacen éticamente dañinas. Como dijo Friedrich Hayek: “la creencia de que el individualismo aprueba y estimula el egoísmo humano es una de las muchas razones por las que le desagrada a mucha gente”. Sin embargo esa acusación es falsa.

Los mercados si implican gente con intereses propios avanzando conjuntamente hacia sus objetivos, a menudo sin siquiera conocerse, pero buscar el interés propio no es lo mismo que ser egoísta.

La gente tiene intereses poderosos

Los economistas suponen que los individuos tienen intereses propios. Eso significa sencillamente que hay algunas cosas que preocupan a la gente: algunos fines les importan más que otros. Su consecuencia es que cada persona preferiría mandar (es decir, tener el poder para decidir sobre su uso) sobre más recursos que sobre menos, porque eso nos permite avanzar hacia cualquier fin que valoremos más en la práctica de lo que podríamos en otro caso. Pero valorar el mando sobre la disposición de más recursos no es un enfoque monomaníaco cobre uno mismo.

Hayek entendía esta confusión escribiendo que:

Si lo exponemos concisamente diciendo que la gente está y tendría que estar guiada en sus acciones por sus intereses y deseos, esto será al tiempo mal entendido o distorsionado en la falta idea de que está o tendría que estar guiada por sus necesidades personales o intereses egoístas, mientras que lo que queremos decir es que se les debería permitir a ellos prosperar en cualquier cosa que piensen que es deseable.

Si todo lo que preocupa a una persona se limita a sí misma, el interés propio de esa persona podría igualarse a egoísmo. Pero si alguien se preocupa por algo o alguien más allá de sí mismo, esto difiere del egoísmo en varias formas distintas.

Por ejemplo, cuando la Madre Teresa usó el dinero de su premio Nobel para construir una leprosería, estaba actuando en interés propio, porque esos recursos se usaron para avanzar en algo que a ella le importaba. Pero no actuó de una manera egoísta.

Los mercados libres obligan a la cooperación a los verdaderamente egoístas

Otra forma de caracterizar la distinción es que mientras que la gente egoísta tiene intereses propios (se preocupan por sí mismos), tener intereses propios no conlleva ninguna implicación de egoísmo. Y el interés propio, sea egoísta o no, es lo que permite que mejore la cooperación social y se beneficien otros, por comportamiento voluntario de mercado. Por eso incluso si alguien implicado en los mercados resulta ser egoísta, de ello no se deduce que los mercados les hagan más egoístas, ni que los mercados amplíen el ámbito del egoísmo en los asuntos humanos.

Como ejemplo, supongamos que Stan es completamente egoísta. Dado que se respetan los derechos de propiedad de otros, Stan solo puede inducir a otros a cooperar voluntariamente con él en impulsar sus planes haciendo que estén mejor que con sus alternativas. No puede coaccionarlos. Así que, a pesar de no preocuparse en absoluto por otros, Stan actúa para avanzar en sus intereses como medio para avanzar en los suyos. Ese es el milagro descrito en la metáfora de la mano invisible de Adam Smith. Aunque alguien sea egoísta, sigue teniendo incentivos para beneficiar a otros cooperando mejor con ellos y mejorando las opciones de estos.

No podemos ignorar lo que hace la gente buena con su dinero

La crítica del “egoísmo” del comportamiento del mercado también se posibilita centrando la atención analítica solo en los intercambio del mercado que tienen lugar. En una visión tan estrecha, no hay diferencia analítica entre el egoísmo y el interés propio, permitiendo a la gente sencillamente olvidar evidencias que desmienten un egoísmo universal. Sin embargo, si consideramos el comportamiento de la gente más allá de una visión microscópicamente estrecha de los intercambios del mercado, vemos enormes evidencias de comportamiento no egoísta, desde preocuparse por familia y amigos a dar cientos de millones de horas y cientos de miles de millones de dólares a caridad, a acciones aisladas de amabilidad. Prácticamente todos exhiben alguna generosidad. Y el potencial para manifestar los espíritus generosos de las personas se expande, no se contrae, por los beneficios mutuos que proporciona el mercado.

Adam Smith lo expone bien en la Teoría de los sentimientos morales, argumentando que:

Por muy egoístas que se suponga al hombre, hay evidentemente algunos principios en su naturaleza que hacen que le interese la fortuna de otro y le resulte necesaria su felicidad, aunque no derive nada de él, salvo el placer de verlo.

Y lejos de apoyar el estrecho egoísmo, concluía que “restringir nuestro egoísmo y consentir nuestros afectos benevolentes constituye la perfección de la naturaleza humana”. En otras palabras, nuestro interés propio incluye el desarrollo de nuestra naturaleza benevolente. El llamado padre de la economía rechazaba el egoísmo en que insisten los críticos del mercado de que este se construye como presunción general y como parte de una buena vida humana.

Está claro que los participantes del mercado no pueden caracterizarse apropiadamente como motivados por la codicia. ¿Qué explica entonces esos falsos ataques? Los ataques vienen cuando alguna gente piensa que sus preferencias deberían imponerse a las preferencias de los propietarios y el control de estos sobre su propiedad. Aun así, son incapaces de conseguir el consentimiento voluntario de los propietarios. Así que dichos propietarios y propiedad deben denigrarse y así los autodenominados reformistas pueden imponer sus preferencias a los propietarios sin advertir que esto pone en evidencia su propia codicia.


Publicado originalmente el 15 de abril de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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