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LA VIUDA DEL INTELECTUAL.

Murió un intelectual de un pequeño pueblo y, después de algún tiempo, la comunidad convenció a la viuda, que era muy devota, de que debía casarse casarse de nuevo.

Dado lo pequeño del pueblo, el único candidato disponible era el carnicero.

La viuda se mostró al principio muy reticente porque estaba acostumbradaa vivir con un intelectual, pero, tras escuchar los consejos de todos, finalmente aceptó.


Se celebró el matrimonio y la fiesta se prolongó hasta la madrugada del domingo, entonces el carnicero le dijo a su mujer y ex viuda:

– Mi madre siempre dijo que los domingos hay que ir a la iglesia, pero que antes es un precepto practicar el sexo.

Y lo hicieron.

Después de la iglesia pasaron el día fuera y, cuando volvieron a la casa, el carnicero le dijo:
– Según mi padre, es también un precepto terminar el domingo haciendo sexo, mejor antes de cenar.


Y lo hicieron de nuevo.

Una vez en la cama, dispuestos ya para dormir, él le dijo:


– Lo que te dije antes, lo decía mi padre, pero, sin embargo, mi abuelo  mantenía el precepto de hacer sexo después de cenar, ya metidos en la cama y con la luz apagada…


Y lo hicieron otra vez.


Finalmente se quedaron dormidos, pero por la mañana del lunes, nada más despertarse, el carnicero le dijo a su mujer y ex viuda:

 

– ¡No te lo había dicho! pero mi tía Rosario dice que un devoto de verdad siempre empieza la semana teniendo sexo.


Y lo hicieron una vez más.

Cuando la ex viuda fue al mercado, se encontró con una amiga que le preguntó:


– ¿Qué tal con tu nuevo marido?*

– Bueno…. mira… un intelectual realmente no es… pero… ¡¡ viene de una familia maravillosa !!

VIUDA2

 

FOLLARME A UNA CHICA ENCIMA DE LA LAVADORA.

 

Esta es la amarga historia de un sueño roto: uno de tantos sueños que acabaron pisoteados y enterrados bajo la desangelada rutina cotidiana. Una triste historia que quiero compartir con ustedes. No busco compasión (podéis metérosla por el puto culo); si acaso, una brizna de humano consuelo.

Todo comenzó en una cafetería. Acudí a una cita que tenia con una chavala a la que había conocido días antes en el chat. Tras hablar un par de veces por teléfono con ella, se me antojo como una joven desinhibida y desenfadada, con muchas ganas de encontrar un novio: la presa perfecta. Al llegar al local, la encontré sentada esperándome. No era fea, cosa que ya sabía por la foto de carné digitalizada que me había mandado a través del IRC, pero estaba muy gorda, así que descarte de entrada entablar cualquier tipo de relación sentimental o sexual con ella. No soy de los que buscan la perfección física en la pareja, ni de los que rechazan una bien repartida voluptuosidad en el cuerpo de la mujer, pero cuando una dama pesa lo suficiente como para aplastarme y despanzurrarme algo en mí reacciona generando un cauteloso rechazo. Son cosas del instinto natural. Iniciamos, no obstante, una amena charla, en la que ella, tal como había hecho durante las conversaciones telefónicas previas al encuentro, intento incitarme a la pasión hablando de posturitas para hacer el amor, escenarios eróticos, trucos sexuales y no se cuantas chorradas mas. A la última chica que consiguió ponerme caliente en una cafetería le basto con pedirme la cucharilla de mi taza para disolver el azúcar, rechupetearla al acabar de mover el café para, supuestamente, limpiarla y colocarla de nuevo en mi platillo: si, me empalme allí mismo. Pero la gorda no tuvo tanta suerte, por más que intento darle un toque picante a aquella cita. El caso es que en un momento dado hablo de un escenario sexual bastante extraño: follar encima de una lavadora mientras la misma centrifuga, estando el chico sentado sobre la tapa de la maquina y la chica a horcajadas encima de él. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al imaginarme a aquella mole de carne sentada sobre mis piernas mientras un electrodoméstico hacia vibrar mi pandero. Pasada una hora, terminé aquello con un “ya te llamare otro día”, cosa que no hice.

De vuelta a casa, considere el tema de la fornicationis per machina. No encontré el asunto especialmente excitante, pues lo que la naturaleza varonil pide es sacar y meter el gusano, permitiendo que los testículos cuelguen cual badajo campanero y acompañen acompasadamente con su alegre vaivén a los movimientos de la cadera y los gemidos de la amada. Pero supuse que a las mujeres les habría de encantar, pues ellas se corren bien pronto si les vibra el chumino.

Unos meses mas tarde, conocí a una chica muy mona y comenzamos una relación amorosa relativamente estable. Tras follármela de todas las formas posibles y practicar con ella todas las guarrerías concebidas -mas algunas de las inconcebibles-, me acorde del tema de la lavadora, y se me metió en la cabeza que tenia que probar aquello.

Por aquel entonces, compartía piso con otros tres estudiantes. Vivíamos en un primero con pleno acceso al patio del edificio; de hecho, nuestra lavadora se encontraba justamente allí. Esta parecía haber sido fabricada entre la primera y la segunda revolución industrial. Cuando empezaba a centrifugar sufría una suerte de tembleque epiléptico; un trance mecánico que la ponía en movimiento, de tal manera que se iba paseando ella sola por todo el patio hasta que acababa el centrifugado. Siempre pensaba al verla en dicho estado que cualquier día me iba a tocar salir a la calle a buscarla:

–Oiga, una lavadora con unos gayumbos dentro, ¿no la ha visto usted pasar por aquí?
–No.
–Señor guardia. Mi lavadora me ha robado mis gayumbos rojos de la suerte. ¡Por el amor de Dios, haga algo y no se me quede mirando así!

Y de pronto, aquel escandaloso y tembloroso cacharro se convirtió a mis ojos en un aparato de inusitadas virtudes eróticas. El acto de meter y sacar mi ropa del bombo adquirió entonces una significación especial. Además, cuando cerraba la puerta lo hacia con tacto y cariño, y no de una patada, como tenia por costumbre.

El gran problema era que estaba, como ya he dicho, en el patio, a la vista de todo el vecindario. Cualquiera que se asomara a las ventanas interiores de su vivienda podía sorprendernos allí, enganchados en pelota picada como dos conejitos. Había, no obstante, una solución fácil: perpetrar el fornicio de madrugada, confiándole nuestra intimidad a la oscuridad y al buen hacer de Morfeo con todos los vecinos. Pero aun quedaban un par de detalles por resolver: el ruido de la lavadora y los rebuznos amorosos de mí pareja, muy dada a berrear durante el acto. A ella siempre podía amordazarla:

–Cariño, te voy a tapar la boca con un calcetín y nos vamos a subir encima de la lavadora a las cuatro de la mañana para follar. ¡Veras que divertido!
–¡Oh, si! Me corro solo de pensarlo. Que sea con el calcetín que llevas puesto.
–¿El izquierdo o el derecho?
–El de tu puta madre.

Bueno, tal vez bastara con pedirle simplemente que no gritara. Pero… ¿y el ruido de la lavadora? ¿Cómo iba a conseguir que aquel trasto no despertara a todos los habitantes del edificio, incluidos mis propios compañeros? Pensé que tal vez engrasándola toda entera… O probando a centrarle un poco el eje… O quizá nivelándola un poco… Puede que apretando tuercas aquí y allá… Pero, amigos míos, fue pasando el tiempo sin animarme en ningún momento a probar cualquiera de estas soluciones. De alguna manera, la idea de aquel capricho fue dando tumbos entre la materia gris mi cerebro, hasta que paso a un aparente olvido.

Meses mas tarde, trajeron al piso una lavadora nueva. Y es que los vecinos protestaban frecuentemente por el ruido que provocaba la que teníamos, por lo que el casero decidió acabar con las quejas al respecto. Era de marca alemana, y tenía un diseño muy atractivo. Toda ella parecía querer decir: soy sexy y eficiente. El día que me toco estrenarla, mecánicamente metí mi ropa dentro del bombo, coloque el programa adecuado –que en mi caso es invariablemente el de “Ropa muy sucia”; entiéndase como un eufemismo- y la puse en marcha. Aquello empezó a funcionar acompañado de un silencio perfecto: mi gata hace más ruido cuando anda. Entonces me quede absorto a la vez que contrariado, mirando el electrodoméstico con un cierto resquemor, notando que en mi alma se abría una especie de vacío emocional, una amarga sensación de fracaso… hasta que me acorde de aquel viejo capricho, y caí en la cuenta de que la nueva lavadora no era apta para las labores erótico-festivas porque no vibraba en absoluto. Buscando un alivio, gire el mando hasta ponerlo en el modo de centrifugado. Nada. El bombo daba vueltas vertiginosamente pero aquello no se movía lo mas mínimo. Además, el sonido emitido no era mayor que el zumbido de una mosca. “¿Y ahora que? ¿Me meto dentro y me tiro a las churris ahí?“, pensé. Fue cuando me empecé a mosquear. Di unas cuantas vueltas alrededor del trasto, buscándole un punto débil. Le pegue una patada en la parte de atrás, intentando descentrarle el eje. No lo conseguí.”¡Malditos alemanes!”, farfulle. Le pegue otras dos patadas sin mayor fortuna. “Perfeccionistas de mierda”, añadí. No se en que momento perdí el control de mis actos. Lo único que recuerdo con algo de claridad es que acabe pegándole puñetazos a aquel jodido cacharro mientras gritaba a grandes voces cosas como: “Tu no vas a poder conmigo, hija de puta”, “Los alemanes me vais a chupar la polla, desalmados”, “Me voy a follar a todas vuestras hijas aquí encima, cabrones”… y no se cuentas burradas mas.

Volví a tomar conciencia de mis actos cuando oí una voz que me llamaba por mi nombre. Al volverme, vi a mis tres compañeros de piso mirándome desde la puerta del patio asombrados a la vez que asustados… y a todos los vecinos asomados a sus ventanas. Golpee disimuladamente con el pie derecho el suelo del patio, probando si con ello conseguía abrir un agujero en la tierra para bajar a esconderme al infierno y quedarme allí acurrucado, tapándome la cara con las manos.

Y esta es mi historia. Si alguien tiene una lavadora vieja y nerviosa, le propongo que pruebe el curioso escenario sexual y lo disfrute. Yo ando ya en el ocaso de mi juventud, camino de una adusta madurez, y he dejado caer ciertos sueños en las profundidades de la desesperanza y de la frustración. Porque la vida es “asin”, ¡y que se le va a hacer!

~~~w0w~~~

PD1: De la obra Cuentos, misivas irreverentes y malas hierbas, inscrita en el Registro Territorial de la Propiedad Intelectual de Andalucía.

PD2: Podéis escuchar el audio del articulo desde aquí. Cortesía de Tomás Galindo y su equipo del programa radiofónico “La Papelera”, emitido en Radio Tular Irratia.

FUENTE: Blog.innerpendejo.net

LA DELICADEZA DEL BURRO.

 

Érase un león y un burro que, por esas cosas de la vida,

estaban solos en la selva… sin compañeras… y ya bastante necesitados.
 
Entonces el león le propone al burro que hagan el amor entre ellos.
 El burro le responde que no tiene problema…

Por supuesto, el león pide ser el primero porque es el rey de la selva..


Entonces el burro ve que el león saca un frasco y se
empieza a untar algo en el pirrin… y le pregunta qué es, y el león le dice: vaselina… para que no te produzca ardor en la coliflor….


Hacen el amor… todo bien…


Ahora me toca a mí, dice el burro… y el león se da vuelta y ve que además de vaselina, el burro tenía otros dos frascos y se estaba poniendo vaselina en la base del pirrín… otra pomada en el medio, y la tercera en la punta…


El león le pregunta qué es éso que se está poniendo… y el burro le responde:


Mira, es vaselina para que no te arda la COLIFLOR, vick vaporub para que no te arda el PECHO, y finalmente amoxicilina de 500 mg. para la GARGANTA irritada….

..

SANDALIAS PARA HACER EL AMOR SALVAJEMENTE‏

Una pareja de recién casados va a pasar la luna de miel a Pakistán. Allí,mientras pasean por el mercado, oyen a un vendedor de Sandalias que parece escapado de las Mil y una Noches.

– Bengan, baisanos, bengan a mi humilde diendita, aquí bodrán combrar algo fabuloso -los incita.

El joven matrimonio entra y allí el vendedor les muestra un Par de sandalias a las que les atribuye poder mágico.

‘Con ellas, bodrán hacer el amor salvajemente, como gamellos enfurecidos’ les dice.

La mujer se tienta por el comentario del vendedor, pero el hombre, atlético y viril, dice que no las necesita

-‘Bruébalas, baisano, no te arrebentirás’- insiste el vendedor.

Como su mujer esta cada vez más interesada, el hombre termina por acceder (como le ocurre a todos los hombres). Y de repente..apenas se las ha calzado……, ¡¡una mirada feroz se dibuja en su rostro!!.. ¡¡unas ansias incontenibles!!… ¡una furia que su esposa jamás había visto! Veloz como una fiera en celo, el joven marido agarra al vendedor paquistaní por las nalgas, le baja los pantalones y se arroja sobre él para violarlo.

-‘¡¡¡Bará, bará, bará, gabrón!!!’- grita desesperado el vendedor con lágrimas en los ojos: -‘¡¡Te las busiste al revés, hijo de buta,

te las busiste al revés!!!

LAS CONVERSACIONES GUARRONAS DEL MESSENGER

Al parecer, la siguiente conversación tuvo lugar en algún lugar de la red a través del cliente de mensajería instantánea AIM
 
GuyGuy: Estoy tan jodidamente muerto, colega.
Bilbo22: ¿Qué pasa?
GuyGuy: Bueno, esto va a necesitar una explicación.
Bilbo22: Dale.
GuyGuy: Muy bien. Mi esposa se vuelve loca cuando eyaculo dentro de ella. Le gusta la sensación del disparo líquido en su interior o algo así, porque esta absolutamente chiflada por el tema. Es como un maldito fetiche.
GuyGuy: De todos modos, la semana pasada se paso totalmente con esto. Estábamos follando, y todo iba muy bien, pero cuando le dije que estaba a punto de correrme ella me agarró del mango, lo saco de un tirón de su vagina, después sacó un puto tarro del cajón de la mesita de noche y recogió mi maldito esperma dentro del mismo.
Bilbo22: ¿Pero qué cojones?
GuyGuy: Así es. Increíblemente jodido.
Bilbo22: No, me refiero al hecho de que me estés contando esta mierda a mí. No quiero oír esto.
GuyGuy: Es importante, amigo, deja que termine de hablar.
Bilbo22: Vale, vale.
GuyGuy: En fin, me estaba preguntando que cojones se traía entre manos y entonces me dice que quiere ir guardando mi semen para tenerlo todo de una vez. Así que mete el frasco en la nevera y me dice que no tendremos más sexo hasta que llene el cacharro por completo.
GuyGuy: Y resumiendo, simple y llanamente no tengo tanto jugo en mi interior, por lo que después de una semana machacandomela para tratar de llenar el frasco, sentía que el pene me iba a explotar. Así que decidí hacer trampa, y complete el frasco con el jabón en crema que ella usa, pues se parece mucho al esperma.
Bilbo22: ¡Oh, Dios mio! Creo que sé como acaba todo esto.
GuyGuy: Así que le di el tarro lleno haciéndome el indignado por obligarme a hacer aquello, y ella me prometió un montón de sexo guarro por ello.
GuyGuy: Luego saca una maldita pera de goma de su tocador, succiona el contenido del tarro con la pera, mete la punta de la pera en su coño, y se lo inyecta todo.
GuyGuy: Y resulta que, al parecer, el jabón quema como un hijo de puta cuando lo introduces en la vagina de una mujer.
Bilbo22: ¡Oh, mierda! ¿Cuando cojones fue eso?
GuyGuy: Hace como diez minutos.
Bilbo22: Entonces, ¿qué carajo estás haciendo en el AIM?
GuyGuy: ¿Estás bromeando? Ella ha estado en el cuarto de baño gritando como un maldito demonio durante los últimos diez minutos.
GuyGuy: Necesitaba aprovechar el momento. Si me mata ahora, tengo un testigo que pueda testificar en su contra.
GuyGuy: ¡Oh, mierda, está saliendo ahora! ¡Si no tienes noticias mías en unos días, llama a la policía!
Bilbo22: Me asegurare de comprobar si tu cuerpo anda bajo el porche.

A MI NOVIA NO LE VIENE LA REGLA

¿Alguna vez han oído decir que cuando estás a punto de morir te pasa toda tu vida por delante? Pues no es el único momento… El otro día mi novia me dijo:

– Cariño, no me viene la regla…

Y yo les aseguro que en ese momento, todo, ¿eh?, pero el pasado y el futuro…

Me vi en una ranchera con cuatro niños yendo al híper. Ya sé que estas cosas pasan… ¡Pero que me pase a mí! ¡A mí!, que cuando me decían:

– Paco se ha casado de penalti. Exclamaba:

– ¡Será gilipollas! ¡Con la cantidad de cosas que hay para que no te pase esto!


Sin ir más lejos la marcha atrás. Es mi método. Ya sé que me envidian. Yo es que soy partidario de lo natural, naturópata, vamos. Soy el Carlos Sainz de la marcha atrás. Un control, una pericia, una concentración… Lo que pasa es que hace dos semanas iba yo a mi marcha… Suave, suave, haciendo la tabla del diecisiete: «Diecisiete por uno diecisiete, diecisiete por dos treinta y cuatro…». ¡Claro!, ¡lo que sea antes que la eyaculación precoz!

Yo tengo una técnica infalible para esto: si veo que voy muy deprisa pienso: «Karmele, Karmele, Karmele…» Y me relajo. Y si veo que la cosa baja pienso: «Claudia Schiffer, Claudia Schiffer, Claudia Schiffer…». Y oye, ¡da gloria verme!

Bueno, como decía, iba yo a mi marcha, diecisiete por una diecisiete, diecisiete por dos treinta y cuatro y me llevo tres… Y en el momento clave a ella le dio la tos, y claro, empezó a agitarse y me rompió el ritmo. Yo controlo, ¡pero si ella se pone a improvisar! De todas maneras tiene que ser un retraso. Como mucho se me pudo escapar un espermatozoide, ¡dos todo lo más! ¡También sería casualidad que encontrasen el camino, con la oscuridad que tiene que haber allí!

El caso es que cuando ella te confiesa: «Todavía no me ha venido», te acojonas. Te acojonas tanto que no dices más que tonterías:

– A lo mejor te ha venido y no te has dado cuenta.

– A lo mejor tú te has vuelto imbécil y tampoco lo sabes.

En esas situaciones es cuando se demuestra que los tíos no tenemos ni idea. Nosotros confundimos el método Ogino, con el índice Nikkei:

– Oye tú estás segura de que has contado bien los días, mira que este año es bisiesto.

– Ya, en febrero, pero es que estamos en octubre.

– A lo mejor lo llevas arrastrando desde entonces.

– A ti sí que te arrastraban los huevos, que te da todo igual.
– Huy, qué borde estás. ¡Eso es que te va a venir!


Pero no le viene. Y tu vida cambia. Por la calle no ves más que embarazadas. Bueno, te cambia hasta el humor. Antes, cuando salían en televisión anuncios de compresas, hacías bromas. Ahora no. Ahora se hace un silencio en el salón, una tensión, un mal rollo… Sólo se oye: «Tun, tun, tun, tun, tun, tun, tun… uuuu iiii… ¿A qué huelen las nubes…?». ¿A qué huelen las nubes? ¡A Dodotis!

Estás tan nervioso que no puedes ni trabajar. La llamas cada cinco minutos:

– ¿Ya?

– ¡No! Y deja de llamar que me pones nerviosa.

Así es que te metes en Internet a buscar información. «A ver, regla punto com». Y te sale la Cofradía de la Virgen de la Regla con Rocío Jurado a la cabeza. «No, vamos a probar otra cosa… Retraso punto es». Y te sale Iberia. «Joder, cada vez vamos peor…». Y cuando desesperado pones «Penalti punto com» y te sale José María García… lo dejas. Y es que en Internet no se navega, se naufraga, porque nunca encuentras nada. Y la vuelves a llamar:

– ¿Ya?

– Que noooo, pesao.

Así es que te compras la revista «Ragazza», que has visto que viene un artículo que se llama «La regla, tu mejor amiga». «Vaya, por fin algo científico». Y lees: «El estrés y los nervios pueden retrasar la regla». «Pues ya está, voy a tranquilizarla», te dices. Y la llamas:

– ¿Dígame?

– Ommmmm…

– ¿Quién es?

– Te pesan los párpados…

– Pero tío, ¿tú estás tonto?

– Ommmmm… Imagínate una pradera, con pajaritos… pío, pío, pío… «¡Coño, me ha colgado! ¿Así como le va a venir la regla?… Si es que no colabora». Ya no sabes qué hacer.

Cuando llega a casa y llama a la puerta antes de abrirle le dices por el telefonillo:

– Cariño, ¿ya?, cariño, ¿ya?, cariño, ¿ya?

– ¡Quieres abrirme!

Cuando entras en casa con el Predictor en la mano, ella brama:

– Como salga el circulito, te la corto… ¡Carlos Sainz!

Por cierto ¿por qué se llama Predictor el Predictor? ¡Si no predice nada! Cuando sale el circulito ella ya está embarazada! Si fuese Predictor tendría que haberme avisado antes. Yo creo que en vez de Predictor se debería llamar Terminator.

¿Y lo lento que es? En esos diez minutos te acuerdas de todos los circulitos que han marcado tu vida: los ceros de Matemáticas, las albóndigas de la mili, el Círculo de Lectores, el condón que no te pusiste… Llega un momento en que estás tan nervioso que no quieres ni verlo, y te vas al salón a intentar relajarte: «Diecisiete por uno diecisiete, diecisiete por dos treinta y cuatro… Ommmm, pío, pío, pío… ¡Karmele, Karmele, Karmele!».

Menos mal que no salió el circulito. Y claro, con la alegría del momento… Nos liamos, nos liamos… Pero después del susto lo hicimos con condón. Porque, según el prospecto, un condón es muy seguro, tiene un 97 por cien de fiabilidad. Así que no hay problema, cuando lleve 97 kikis me lo cambio y ya está.