Etiqueta: «CUENTOS SUFÍS»

LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: «La lista» / THE INGENIOUS STORIES OF THE MULLÁH NASRUDIN: «The list»

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La situación ya era desesperada. Nasrudin había sido mordido por un perro rabioso y los médicos no estaban seguros si se había empezado el tratamiento a tiempo, para salvarlo. Atribulados y después de una última consulta en la materia, ingresaron en la sala y le comunicaron la verdad: que podría desarrollar la hidrofobia y que sus posibilidades eran bastante malas. 

En lugar de parecer molesto por la noticia, Nasrudin pidió un lápiz y papel y comenzó a escribir largo y tendido. Después de hora y media de escritura constante, su enfermera le preguntó: 

—¿Qué escribes, Mullah? ¿Es tu voluntad o una carta a tu familia? 

—No, dijo Nasrudin, es la lista de personas que voy a morder.

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The situation was already desperate. Nasrudin had been bitten by a rabid dog and the doctors were not sure if the treatment had been started on time, to save him. Troubled and after a final consultation in the matter, they entered the room and told him the truth: that he could develop hydrophobia and that his chances were pretty bad.

Instead of looking annoyed by the news, Nasrudin asked for a pencil and paper and began to write long and hard. After an hour and a half of constant writing, his nurse asked him:

– What are you writing, Mullah? Is it your will or a letter to your family?

-No, said Nasrudin, it’s the list of people I’m going to bite.

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LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: El padre del rey / NASRUDIN’S MULLÁH INGENIOUS TALES: The king’s father

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EL rey entrevistaba a un centenar de candidatos a ocupar el puesto de astrólogo de la corte. A cada uno de ellos le pidió que leyera su destino en las estrellas.

—¡Serás el mayor gobernante que el mundo ha conocido!, sentenció uno.

—Vivirás cien años, salmodió otro.

Cada hombre se esforzaba por dar una lectura más favorable que el anterior. Finalmente, le tocó a Nasrudín impresionar al monarca.

—Tus hijos y tu esposa tienen buena salud. Y tu padre vivirá hasta los noventa años, dijo el Mullah.

—¡Eso es imposible!, dijo el rey con un bufido. Mi padre murió hace años, a los cincuenta y cinco años.

—Las estrellas nunca mienten, insistió Nasrudín.

—¿Cómo te atreves?, dijo enfurecido el rey. ¡Te haré encarcelar por tu impertinencia!

—Pero Majestad, respondió el Mullah Nasrudín, ¿cómo puedes estar absolutamente seguro de la identidad de tu padre verdadero?

Nasrudín fue nombrado astrólogo de la corte.

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ENGLISH

The king interviewed about a hundred candidates for the position of astrologer at the court. Each of them asked him to read his destiny in the stars.

«You will be the greatest ruler the world has ever known!» Said one.

«You will live a hundred years,» chanted another.

Each man endeavored to give a more favorable reading than the previous one. Finally, it was Nasrudin’s turn to impress the monarch.

«Your children and your wife are in good health. And your father will live to be ninety years old, said the Mullah.

«That is impossible!» Said the king with a snort. My father died years ago, at fifty-five.

«The stars never lie,» Nasrudin insisted.

«How dare you!» Said the king, enraged. I will imprison you for your impertinence!

«But Your Majesty,» replied Mullah Nasrudin, «how can you be absolutely sure of the identity of your true father?»

Nasrudin was appointed court astrologer.

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LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: Una vieja manta / NASRUDIN’S MULLÁH INGENIOUS TALES: An old blanket (Spanish-English)

Con motivo de su cumpleaños, Tamerlán obsequió a cada uno de sus cortesanos con una enorme caja. Cuando los consejeros y la nobleza abrieron sus regalos, encontraron ropas cosidas con hilo de oro y adornadas con piedras preciosas. Pero cuando el Mullah Nasrudín, que recientemente había perdido el favor real, desenvolvió su regalo encontró una vieja manta de asno en su interior.

—Compasivo Alá, gritó, presencia la generosidad de Tamerlán, que ha honrado a su siervo con el manto que se ha quitado de su propia espalda.

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ENGLISH

On the occasion of his birthday, Tamerlán presented each of his courtiers with a large box. When the counselors and the nobility opened their gifts, they found clothes sewn with gold thread and adorned with precious stones. But when Mullah Nasrudin, who had recently lost the royal favor, unwrapped his gift he found an old ass blanket inside.

-«Awesome, Allah,» he shouted, «witness the generosity of Tamerlán, who has honored his servant with the mantle that has been removed from his own back.

LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: «Tiranos sucesivos»

Durante varias semanas el Mullah Nasrudín no había pagado su deuda al terrateniente local. Cierto día, el noble acudió a cobrar su renta y, viendo que Nasrudín no podía pagar, dijo a sus hombres que cogieran los muebles del Mullah como pago.

Cuando mesas y sillas estaban siendo cargadas en el carro, Nasrudín se puso de rodillas y empezó a suplicar:

—¡Oh, Alá misericordioso, concede al amo de estos hombres la vida eterna!

—¿Tratas de enfurecerme aún más con tu sarcasmo?, preguntó el noble.

—El sentimiento procede del corazón, respondió Nasrudín. Cuando tu padre vivía todavía, todo hombre de la aldea rogaba por su pronta defunción. Pero cuando tú te convertiste en señor y demostraste ser mil veces peor que él, comprendimos nuestro error. Ahora pedimos a Dios que te haga vivir para siempre. ¿Quién nos dice que tu sucesor no resultará mil veces peor que tú?

LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: «La muerte de Tamerlan» y otro de regalo.

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—Si eres un verdadero místico, dijo Tamerlán a Nasrudín, tus poderes te permitirán determinar la fecha exacta de mi muerte.

Sabedor que el malvado emperador acostumbraba a recompensar a los portadores de malas noticias con la horca, Nasrudín respondió:
—Tengo detalles importantes del día en que morirás, pero antes de comunicártelos debo tener tu palabra de que cualesquiera que sean esos detalles no dejarás caer tu cólera sobre mí.

—¡La tienes!

—Morirás el día de una celebración pública, ¡oh, cénit del poder! Habrá baile en la calle y festejos en cada ciudad y pueblo del imperio.

—¿Cómo puedes estar seguro, sabio?

—Porque el día en que caigas mal enfermo, el pueblo se alegrará y las celebraciones se prolongarán, sin duda, durante el resto de tus días y hasta después de ellos.

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LA MENTIRA

Su Majestad imperial, el sha-in-sha, ya cansado de sus pasatiempos habituales, levantó una enorme copa con joyas incrustadas y dijo:
—Quien sepa decir la mentira más escandalosa recibirá este trofeo como recompensa.

Pronto, el imam de la corte, un hombre de amplia circunferencia y traje resplandeciente, se levantó.
—¡Majestad! No puedo permitir que esta competición se celebre. Nunca pasó una mentira por mis labios, porque sé que la falsedad es un vicio malo y repugnante muy deplorado por Dios.

El rey sencillamente se rió y se dirigió a Nasrudín.
—Mullah, todos nosotros sabemos que eres un impostor, ¿por qué no comienzas tú?

—Oh, Majestad, me encantaría ganar ese brillante premio, pero, por desgracia, no tengo ninguna posibilidad.

—¿Te quieres explicar?

—¿Pues, cómo puedo competir con el imam? Sin duda él ha dicho una mentira infinitamente mayor de la que un simple aficionado como yo podría proponer.

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LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: Historia de pescadores

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Cierta tarde el Mullah Nasrudin estaba pescando acompañado de su amigo, el panadero del pueblo.

Al tiempo sacó una gran trucha. La puso en su cesta y volvió a lanzar el anzuelo. Su amigo estaba tan celoso de la pesca del Mullah que se la quitó del cesto y se la metió en el bolso. Pocos minutos después se desperezaba y decía:
—Estoy demasiado cansado para continuar; creo que volveré a casa. Nasrudín se despidió de él y probó suerte un rato más. Pero pronto también decidió volver a su casa. Cuando había recogido su caña y su red, abrió el cesto para echar un vistazo a su trucha y vio que había desaparecido. Comprendiendo que su amigo le había quitado el pez, volvió a casa maquinando la forma de recuperarla. De paso, prefirió entrar a tomar el té con sus amigos, y al rato vio que el panadero entraba en la tetería.

—Hoy cogí una trucha de tres palmos de largo, comentó Nasrudín.
El panadero no dijo nada.
—Ahora que recuerdo, estaba bastante más cerca de los cinco palmos que de los tres, continuó el Mullah.
El panadero se mordió los labios, no atreviéndose a poner en tela de juicio la exageración de Nasrudín.
—¡Cuando digo cinco, realmente quiero decir diez!, gritó el Mullah. En realidad, ¡era casi tan grande como mi asno de las orejas a la cola!
Incapaz de soportar las mentiras por más tiempo, el panadero abrió su manto y puso la trucha sobre la mesa.
—¡Qué fanfarrón eres, Nasrudín! ¡Que vea todo el mundo que el pez tiene menos de dos palmos de largo!

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LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: Palabras repetidas.

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Durante muchos años, los habitantes del pueblo de Nasrudín habían estado agobiados por los elevados impuestos establecidos por el rey del desdichado país, un hombre sin escrúpulos. Los campesinos y los comerciantes estaban obligados a aportar un tercio de sus escasas ganancias a las arcas de palacio. El Mullah Nasrudín, entonces imam de la aldea, estaba tan enfadado por la pobreza y la desigualdad que había a su alrededor que dio un sermón en el que acusaba al monarca de chupar la sangre al pueblo.

Desgraciadamente, uno de los tantos espías del monarca escuchó sus observaciones y se fue a la corte a toda prisa. Poco después Nasrudín fue arrestado y llevado al palacio.

—He oído que te has atrevido a compararme con una sanguijuela, dijo el rey. Como sin duda sabes, los insultos dirigidos a la persona del rey son recompensados con la flagelación pública seguida de prisión.
—Majestad, replicó el Mullah, no te insultaba, simplemente repetía lo que la gente dice en todo el reino.

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LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: El juramento mas fuerte y otra historia.

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El juramento más fuerte

Un día, el imam acusó a Nasrudín de ser un impostor:
—¡Estoy dispuesto a jurar por el Profeta que ni una sola palabra de tus observaciones místicas es verdadera!
—¡Y yo juro por Adán que todo lo que he dicho es cierto!, respondió el Mullah.
Una multitud de curiosos, que decidieron creer al imam y no al Mullah, agarraron a Nasrudín y lo llevaron ante el rey.
—Me han dicho que eres un impostor, dijo el monarca al Mullah. Si descubro que eres también un blasfemo, sufrirás el más terrible de los castigos.
—¡Todo el mundo ha perdido el juicio!, dijo Nasrudín con brusquedad. ¿Cómo puedo ser culpable cuando mi juramento era el más fuerte de los dos? El Profeta era un hombre, pero Adán fue el antepasado de todos los hombres, así que mi juramento supera y anula al juramento que implique a uno de sus descendientes.

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Irse de la lengua

Nasrudín viajaba por la India cuando se encontró con otro viajero en el camino.
—¿De dónde vienes?, preguntó el hombre.
—De Bombay, contestó el Mullah.
—¿Y adónde vas?
—A Delhi, fue la respuesta.
—¿Qué piensas de las gentes que has encontrado en tus viajes?
—En general, la gente normal se ha mostrado amable y hospitalaria, dijo Nasrudín. He oído que el gobernador de Bombay es un tirano. ¡Se dice que es mil veces más opresor que el mismo Gengis Khan!
—¿Y tú sabes quién soy yo?, preguntó el extranjero con voz forzada.
—Soy nuevo aquí, y no he tenido el honor…
—¡Soy el gobernador del que hablas!
—¡Ay de mí! ¡Qué vergüenza que nos hayamos encontrado el día que mi lengua ha decidido actuar sin usar el cerebro!, dijo Nasrudín con tristeza.

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LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: «Dos leñadores»

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Cuenta Nasrudin que cierto día dos leñadores fueron a ver al juez.
—Venimos de vender la leña en el mercado, explicó uno, y mi colega dice que tiene derecho a la mitad de las ganancias.
—¿No es eso justo?, preguntó el juez.
—Lo sería si hubiera hecho un trabajo honrado,contestó el hombre, pero mientras yo trabajaba con el hacha, él se sentó en un tronco y
no hizo nada.
—Mientes, apuntó el otro. Mientras tú blandías el hacha, yo gritaba: ¡dale!, para animarte.
—Puede haber gritado ¡dale!, pero yo hice todo el trabajo duro, dijo el primero.
—Pero no habrías podido seguir sin mi estímulo,afirmó el segundo.
Escuchada las declaraciones, el juez reflexionó, pero por mucho que se esforzaba, no podía llegar a un veredicto.
—¿Me permite Su Señoría?, íntervino Nasrudin después que hubieran transcurrido varios minutos.Tomó una moneda y la tiró al aire. Cayó al suelo con un ¡clink!
—¿Has oído ese ruido?, preguntó al segundo leñador.
—Sí, contestó el hombre.
—Bien, entonces toma ese ¡clink! en pago por tu¡dale! y abandona
el tribunal, decidió Nasrudin.

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