Delitos de odio: una excusa para imponer métodos de censura propios de dictaduras / Hate crimes: an excuse to impose censorship methods of dictatorships

Politically Correct icon. Political correctness symbol. Censor f

politicamente-correcto-libertad-expresion

¿TODO VALE PARA QUE ALGUNOS NO OIGAN AQUELLAS OPINIONES QUE NO LES AGRADAN?

Los países occidentales están adentrándose en una peligrosa espiral con la excusa de perseguir ciertas fobias. Parece que todo vale con tal de reprimir lo que algunos tachan de “odio”.

El odio ya era una circunstancia agravante en el Derecho penal

La mayoría de los políticos y de los medios tratan de convencernos de que la sociedad necesita armarse legalmente para combatir contra esas fobias sociales porque, según dicen, el odio mata. Hay que decir que todo país democrático ya dispone de herramientas legales para castigar aquellos delitos que son motivados por el odio. Por ejemplo, en España el Código Penal de 2015 contempla en su Artículo 22 una serie de circunstancias agravantes que llevan a incrementar la pena impuesta a determinados delitos. Entre esos agravantes figura el siguiente: “Cometer el delito por motivos racistas, antisemitas u otra clase de discriminación referente a la ideología, religión o creencias de la víctima, la etnia, raza o nación a la que pertenezca, su sexo, orientación o identidad sexual, razones de género, la enfermedad que padezca o su discapacidad.” Así pues, ya existen en nuestro Derecho penal las herramientas para perseguir ese tipo de conductas como debe hacerse en una democracia: dejando que sean los jueces quienes apliquen las leyes.

Nos imponen leyes de excepción que ejecutan políticos y no jueces

Sin embargo, la mayoría de los políticos y de los medios, empujados por ciertos grupos de presión, están consiguiendo imponernos una serie de normas que convierten a los políticos acusadores y jueces. Políticos y periodistas nos aseguran que el castigo de esos “delitos de odio” por la vía administrativa es una necesidad imperiosa ante la amenaza que suponen esos delitos. Curiosamente, entre esos políticos y medios hay algunos que rechazan las leyes antiterroristas aplicadas por jueces porque, según ellos, son leyes de excepción, es decir, normas creadas vulnerando el ordenamiento constitucional para conseguir delitos por mera voluntad política. Este mismo año un partido de ultraizquierda, Podemos, ha intentado legalizar la apología del terrorismo, con el argumento de que ese tipo penal “habla mal de nuestra calidad democrática”. Sin embargo, ese mismo partido pretende aprobar ahora una “Ley Mordaza” que crea delitos de opinión y deja su castigo en manos de políticos, y no de jueces, algo propio de dictaduras.

Critican la ‘Ley Mordaza’ y luego piden una con la excusa de perseguir el ‘odio’

En una clara muestra de esa idea de que todo vale para perseguir las opiniones que no les gustan, Podemos ha includo en su “Ley Mordaza” aspectos que criticó en una ley presentada por el PP y que la formación de ultraizquierda tachó, de hecho, de “Ley Mordaza”. Lo que revela esta forma de actuar es la descaradamente arbitraria forma de entender la ley que tiene nuestra clase política, rechazando o aceptando ciertos preceptos legales no por la bondad del precepto en sí, sino en función del propósito que se busca con su imposición: es el viejo y aberrante principio de que el fin justifica los medios. En el caso de la ultraizquierda, además, la promoción de ese tipo de leyes se enmarca en una doble moral que ya viene de muy atrás. Y es que esa ultraizquierda critica la censura franquista pero no tiene reparos en apoyar dictaduras como las de Cuba y Venezuela, sin mostrar ni el más mínimo atisbo de vergüenza.

Se dicen liberales pero apoyan leyes dictatoriales

Pero si ese cinismo es lo que cabe esperar de la extrema izquierda, lo más chocante es ver como otros que se dicen demócratas y moderados se suben al carro de la censura e incluso pretenden ser los más aventajados en su imposición. Me refiero concretamente a formaciones como el Partido Popular y Ciudadanos, que a menudo presumen de liberales pero que el año pasado apoyaron, junto a Podemos y al PSOE, una de esas “leyes mordaza” en Madrid. Una ley que no resiste ni el más leve análisis desde un punto de vista democrático: viola la libertad de expresión y la libertad de educación, usurpa funciones exclusivas de los jueces e incluso vulnera el derecho a la presunción de inocencia, exigiendo que sean los acusados quienes prueben que no son culpables, cuando lo único legítimo en una democracia es que sea el acusador quien tenga que probar su acusación. Este método acusatorio es propio de regímenes totalitarios como el nazismo y el comunismo, y deja a los ciudadanos totalmente indefensos ante cualquier desaprensivo que quiera servirse de una falsa acusación para someter a alguien a un calvario legal.

Permiten matar a hijos por nacer pero prohíben decir que si tienen pene son niños

Lo más alarmante es que normas similares se han aprobado ya en otras muchas comunidades autónomas. Con esas normas, España está cayendo por una pendiente resbaladiza hacia la tiranía. Una tiranía en la que pretenden prohibir el mero hecho de afirmar, por ejemplo, que los niños tienen pene y las niñas tienen vulva. Es decir, quieren censurar a quien diga que existen dos sexos (y no 37) o que el sexo lo define la biología, y no el entorno cultural, convirtiendo la afirmación contraria en un dogma legal y tipificando toda discrepancia en un delito. Afirmar lo obvio hoy es tachado “odio” y te convierte en blanco de la censura. Sin embargo, no hay ningún problema en extender el odio a España, en decir que matar a hijos por nacer es un “derecho” o en promover el odio de clase o la cristianofobia, por citar cuatro manifestaciones de odio bien vistas por el progresismo y que han provocado multitud de muertes. Pero contra ese odio, real y cada vez más extendido, no ponen en marcha ninguna ley. La doble vara de medir que usan es escandalosa.

El ‘odio’ como excusa para desatar una caza contra los discrepantes

Si lo que acabo de señalar desde el punto de vista legal ya es grave, las consecuencias a nivel social y mediático no lo son menos. Animados por esas leyes liberticidas, los hinchas de los partidos que las han aprobado se han lanzado a la caza del discrepante, con especial entusiasmo en el caso de los más extremistas. Esa persecución se está notando especialmente en Internet. Las redes sociales se han convertido en un nuevo circo romano en el que los fans de la nueva censura insultan, amenazan e incluso desean la muerte al que les contradice. Esta ola de fanatismo ha registrado un aumento espectacular en estos últimos dos años. Si antes el tachar a alguien de “fascista” era la excusa más habitual para que los llamados “antifascistas” insultasen, amenazasen y agrediesen a cualquiera, ahora la acusación de “odio” se ha convertido, paradójicamente, en la señal para desatar campañas de odio contra los que no opinan como dicta la élite política y mediática.

Periodistas que actúan como si fuesen comisarios políticos

La élite mediática tiene una especial responsabilidad en las campañas de acoso que se están desatando en Internet e incluso en las calles. El cada vez mayor nivel de señalamiento y manipulación está convirtiendo a muchos periodistas en auténticos comisarios políticos, que se creen con autoridad para dictarnos lo que podemos opinar y lo que no, so pena de ser el blanco de sus iras (y de sus mentiras). Han ayudado a propagar palabras-policía como ultracatólico, ultraconservador, islamófobo, machista, homófobo y transfóbico, con las que van definiendo lo que tienes que pensar y lo que no. Poco importa que seas un católico y un conservador a secas, que no odies a las mujeres, ni a los homosexuales, ni a los transexuales ni a los musulmanes. Esas palabras-policía se lanzan indiscriminadamente contra todo el que no piensa como dicta la élite mediática, con la misma ligereza con la que el bolchevismo purgaba a aquellos a los que señalaba como “contrarrevolucionarios”. El problema para esa élite política es que los señalados conforman un colectivo social tan amplio que está creciendo el hartazo ante esos señalamientos. Basta con ver los comentarios de los lectores en muchos diarios digitales para comprobar el creciente alejamiento entre la élite mediática y su audiencia, porque ésta última no necesita a los medios para percibir e interpretar lo que pasa en la calle: para algo tiene ojos y oídos. Esa rebelión frente a la manipulación se ha hecho notar, por ejemplo, en la victoria electoral de Trump en EEUU, una victoria inesperada y contra la que se había conjurado la amplia mayoría de los medios. Veremos cuánto tarda en ocurrir algo así en Europa, porque lo que no pueden esperar esas élites políticas y mediáticas es que nos quedemos callados y sin rechistar mientras nos pisotean.

inglaterra

Western countries are entering a dangerous spiral with the excuse of pursuing certain phobias. It seems that everything is worth with such to repress what some brand of «hatred».

Hate was already an aggravating circumstance in criminal law.

Most politicians and media try to convince us that society needs to arm itself legally to fight against these social phobias because, they say, hatred kills. It must be said that every democratic country already has legal tools to punish those crimes that are motivated by hatred. For example, in Spain, the Penal Code of 2015 contemplates in Article 22 a series of aggravating circumstances that lead to increase the penalty imposed for certain crimes. These include: «Committing the offense on the basis of racist, anti-Semitic or other discrimination concerning the victim’s ideology, religion or belief, ethnicity, race or nation, sex, orientation or identity Sexual, gender, disease or disability. «Thus, there are already in our criminal law the tools to pursue such behaviors as should be done in a democracy: leaving the judges to enforce the laws.

We impose exceptional laws enforced by politicians and non-judges.

However, most politicians and the media, pushed by certain lobbyists, are getting to impose a series of rules that make politicians accusers and judges. Politicians and journalists assure us that the punishment of these «hate crimes» by administrative means is imperative to the threat posed by these crimes. Curiously, among those politicians and means there are some who reject the antiterrorist laws applied by judges because, according to them, they are laws of exception, that is, rules created violating the constitutional order to obtain crimes by mere political will. This same year an ultra-left party, Podemos, has tried to legalize the apology of terrorism, with the argument that this criminal type «speaks badly about our democratic quality.» However, the same party intends to approve a «Gag Law» that creates crimes of opinion and leaves its punishment in the hands of politicians, and not of judges, something typical of dictatorships.

They criticize the ‘Gag Law’ and then ask for one with the excuse of pursuing ‘hate’.

In a clear example of this idea that everything is worth pursuing the opinions they do not like, Podemos have included in their «Gag Law» aspects that criticized in a law presented by the PP and that the formation of ultra-left crossed, in fact, Of «Gag Law». What reveals this way of acting is the blatantly arbitrary way of understanding the law that has our political class, rejecting or accepting certain legal precepts not because of the goodness of the precept itself, but in function of the purpose that is sought with its imposition: The old and aberrant principle that the end justifies the means. In the case of the ultra-left, in addition, the promotion of this type of laws is framed in a double moral that already comes from far behind. And is that ultra-left criticizes the Franco censorship but has no qualms to support dictatorships like those of Cuba and Venezuela, without showing even the slightest hint of shame.

They call themselves liberals but they support dictatorial laws.

But if that cynicism is what we expect from the extreme left, the most shocking thing is to see how others who say they are Democrats and moderates get into the car of censorship and even pretend to be the most advantageous in their imposition. I am referring concretely to formations like the Popular Party and Citizens, who often boast of liberals but who last year supported, together with We and the PSOE, one of those «gag laws» in Madrid. A law that does not withstand the slightest analysis from a democratic point of view: it violates freedom of expression and freedom of education, usurps the exclusive functions of judges and even violates the right to presumption of innocence, demanding that they be the defendants Who prove that they are not guilty, when the only legitimate thing in a democracy is that it is the accuser who has to prove his accusation. This accusatory method is characteristic of totalitarian regimes such as Nazism and Communism, and leaves the citizens totally defenseless against any unscrupulous who wants to use a false accusation to subject someone to a legal calvary.

They allow to kill children to be born but they prohibit to say that if they have penis they are children.

Most alarming is that similar rules have already been approved in many other autonomous communities. With these rules, Spain is falling down a slippery slope towards tyranny. A tyranny in which they pretend to prohibit the mere fact of affirming, for example, that the children have penis and the girls have vulva. That is, they want to censor whoever says that there are two sexes (and not 37) or that sex is defined by biology, not the cultural environment, making the opposite statement into a legal dogma and typifying any discrepancy in a crime. Affirming the obvious today is labeled «hate» and makes you the target of censorship. However, there is no problem in extending hatred to Spain, in saying that killing unborn children is a «right» or in promoting class hatred or Christianophobia, to cite four manifestations of hate well seen by progressivism and Which have led to a multitude of deaths. But against this hatred, real and increasingly widespread, they do not implement any law. The double measuring rod they use is scandalous.

The ‘hatred’ as an excuse to unleash a hunt against discrepants.

If what I have just pointed out from the legal point of view is already serious, the consequences at social and media level are no less. Encouraged by these libertarian laws, the supporters of the parties that have approved them have thrown themselves into the pursuit of the dissenting, with special enthusiasm in the case of the most extremist. That persecution is especially noticeable on the Internet. Social networks have become a new Roman circus in which fans of the new censorship insult, threaten and even want death to contradict them. This wave of fanaticism has seen a dramatic increase in the last two years. If before to brand someone as «fascist» was the most common excuse for the so-called «antifascists» to insult, threaten and attack anyone, now the accusation of «hatred» has become, paradoxically, the signal to unleash Hatred against those who do not think as dictated by the political and media elite.

Journalists acting as if they were political commissars.

The media elite has a special responsibility in the harassment campaigns that are unleashing on the Internet and even on the streets. The increasing level of signaling and manipulation is turning many journalists into real political commissars, who believe with authority to dictate what we can say and what not, under penalty of being the target of their anger (and their lies) . They have helped to spread word-police as ultracatholic, ultraconservative, islamophobic, macho, homophobic and transphobic, with which they define what you have to think and what not. It matters little that you are a Catholic and a conservative to the dry, that you do not hate women, or homosexuals, transsexuals or Muslims. These police words are thrown indiscriminately at anyone who does not think as dictated by the media elite, with the same lightness with which Bolshevism purged those whom he called «counterrevolutionaries.» The problem for this political elite is that the people in question make up a broad social group that is growing tired of these signals. It is enough to see the comments of the readers in many digital newspapers to verify the growing estrangement between the media elite and its audience, because the latter does not need the media to perceive and interpret what happens in the street: for something has eyes and ears . This rebellion against manipulation has been noted, for example, in Trump’s electoral victory in the United States, an unexpected victory against which the vast majority of media had been conjured up. We will see how long it takes for such a thing to happen in Europe, because what these political and media elites can not expect is that we remain silent and unconvinced while we are trampled underfoot.

FUENTE/SOURCE: Outono.net

ARTÍCULOS RELACIONADOS MUY INTERESANTES / VERY INTERESTING RELATED ARTICLES (SPANISH)

5 ejemplos de discursos de odio que sí caben en el concepto progre de libertad de expresión

Hipocresía: hablan de ‘Ley Mordaza’ los que llaman ‘odio’ a criticar la ideología de género

15086466_1461659420518728_1600262074_n

7

 

5 comentarios sobre “Delitos de odio: una excusa para imponer métodos de censura propios de dictaduras / Hate crimes: an excuse to impose censorship methods of dictatorships

    1. Y además, un detalle que se pasa mucho por alto, equiparan democracia a libertad como si fueran lo mismo y no lo son.

      Desde el mismo momento en que un individuo debe aceptar lo que ha dictaminado la mayoría, ya no se puede hablar de libertad, ese individuo ha tenido que ceder en cuanto a su libertad.

      Luego la democracia no es un sistema perfecto, no hay ninguno, de la democracia se puede decir que es «el menos malo de todos» y, desde luego, una democracia «social», da menos libertad que una democracia liberal

      Por supuesto, yo estoy con la segunda.

      Le gusta a 1 persona

Deja un comentario