La parada de los monstruos

Una vez disipado el hedor a orín con el que la celebración del “orgullo gay” ha impregnado el centro de la capital de España, es hora de hacer un análisis sobre los sucesos acaecidos durante este fin de semana en Madrid. Ahora, que ya se han recogido las 124 toneladas de basura con las que estos fastos agasajaron a los madrileños, podemos hacer, sin olores a meados y a cerveza derramada, una reflexión reposada sobre tan particular evento.

Debe ser que mentalidades retrógradas y reaccionarias, como la del que escribe estas líneas, no llegan a apreciar la trascendencia y singularidad de la celebración del “orgullo”. Aferrados, de forma recalcitrante, al heteropatriarcado somos incapaces de valorar el conmovedor espectáculode centenares de miles de personas deambulando por el centro de Madrid –la mayoría sin rumbo alguno-, en un impresionante macro botellón y miccionando en cada esquina y en cada portal.

Únicamente las personas de mentalidad abierta, como la alcaldesa Manuela Carmena, pueden deleitarse restregándose con masas sudorosas y hediondas en una calurosa tarde de julio. Los partidarios de la feminización de la sociedad y las mentes liberadas sí que pueden encontrar elevación espiritual, al contemplar a los maromos y maromas de las carrozas del “orgullo” frotándose unos con unos y unas con unas.

Y es que la ideología de género es una ventana abierta para el disfrute de esta festividad de la posmodernidad y de banderas arcoíris clavadas en el culo. Son este tipo de celebraciones con las que el modelo social de la globalización viene a sustituir la Navidad y otro fechas trasnochadas.

Más allá de ironías, solamente podríamos calificar el proselitismo y la apología de la homosexualidad que venimos padeciendo, y de forma muy especial en estas fechas, como agresiva e insultante hacia las personas de condición heterosexual. Carteles en las estaciones de metro, en las marquesinas de autobús, vallas publicitarias, propaganda institucional y publicidad privada sugerente e insinuante. Toda una campaña que viene a decir: “sé homosexual o sé lesbiana, es lo moderno, es lo actual, es lo morboso, no seas un casposo”.

El actual modelo económico, cerebro y motor del modelo político, también cuenta con un modelo social. Ya no sólo quieren que compremos más, que nos decantemos por tal o cual producto o que consumamos en esto o lo otro. El grado de intromisión en nuestras vidas es tal que se han propuesto, y lo están consiguiendo,di rigir –por medio del bombardeo mediático y de la enseñanza- la condición sexual de millones de personas.

¿Y para qué? Pues para llevar a las poblaciones autóctonas de Europa occidental a la extinción física. La ecuación es simple: “sé homosexual o sé lesbiana y no tengas hijos, los refugiados llaman a nuestras puertas y hay que darles la bienvenida”. Esto, queridos lectores, se llama sustitución y genocidio inducido. Sí, somos esos execrables “blancos, delgados y católicos” exterminables y, al parecer, origen -incluso para el Pleno del Ayuntamiento de Getafe- de todos los males del universo.

El “orgullo gay” no es un día de reivindicación de ningún derecho, es la exaltación del relativismo absoluto y del “todo vale”, es la consagración de la ingeniería social que lleva a nuestras sociedades a la autodestrucción. Un espectáculo denigrante e incalificable para toda persona, sea cual sea su condición sexual, con un mínimo de civismo, dignidad y decencia.

Miguel Sardinero

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