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La Cheka, el abuso de poder de la policía secreta del gobierno comunista

En 1917 la situación de la Rusia post zarista, tras el derrocamiento del Gobierno Provisional por parte de los bolcheviques, era caótica. Era un momento muy complicado de manejar para el reciente gobierno comunista de Lenin. Existían muchos enemigos políticos y también se sucedían los actos vandálicos, los saqueos, las manifestaciones…

Los socialrrevolucionarios (enemigos de Lenin), otras facciones políticas contrarias al nuevo gobierno, los huelguistas y obreros descontentos con la situación actual provocaban disturbios y manifestaciones, a los que Lenin respondía con puño de hierro.

Para controlar estas y muchas otras situaciones consideradas peligrosas y contrarrevolucionarias se creó la Cheka (en castellano: Comisión Extraordinaria De Todas las Rusias para Combatir la Contrarrevolución, la Especulación y el Abuso de Poder), la cual creció en sus atribuciones y en su brutalidad de forma muy rápida.

Estaba dirigida por Félix Dzerzhinsky (del que hablaremos luego más ampliamente). La Cheka era heredera de la Okhrana, el Servicio de Seguridad zarista, también brutal y muy dura en sus actuaciones, pero que pronto quedaría eclipsada par las inhumanas acciones y las bestiales represalias que protagonizaría la Cheka de Dzerzhinsky.

La Cheka actuaba contra todo aquel que consideraba enemigo de la Revolución, y creedme cuando digo que la horquilla de gente a la que se acusaba de este concepto se amplió de forma potencial.

Los sucesos definitivos que radicalizaron aún más a la Cheka fueron el asesinato de Moses Uritsky (jefe de la Cheka de Petrogrado) y el posterior intento de asesinato de Lenin, ambos en 1918. Las represalias fueron brutales y despiadadas.

En el entierro de Uritsky se veían pancartas donde ponía !viva el Terror Rojo!

La pena de muerte que había sido abolida en 1917 tras el derrocamiento del Zar, pero a petición de la Cheka fue reinstaurada y utilizada de forma sistemática por la propia Cheka, a parte de las continuas torturas a los que los “enemigos de la Revolución” eran sometidos para sonsacar nombres de enemigos y planes antigubernamentales.

Para acabar con la “conspiración contrarrevolucionaria” Dzerzhinsky ordenó miles de asesinatos por un periodo de tres años.

La Cheka actuaba como juez y verdugo, asesinando, torturando y encarcelando sin piedad a miles de personas, las cuales nunca sabremos si eran culpables de los delitos que les atribuían.

No era casualidad que muchos dirigentes regionales de la Cheka fueran psicópatas sin escrúpulos, gente sádica y retorcida como Gleb Bokii, que se jactaba de haber fusilado a 800 personas y encarcelado a más de 6000, también era conocido por sus frecuentes agresiones sexuales a prisioneras.

La Cheka utilizaba varios métodos terribles para cumplir sus objetivos, los cuales iban desde dejar sin cartillas de racionamiento, a torturas brutales, a ejecuciones sumarias y reclusiones en campos de concentración donde las condiciones de vida y de trabajo eran inhumanas y deplorables.

Mataban a la gente fusilándola, quemándola viva, ahogándola, ahorcándola…muchas veces después de haberla torturado incansablemente.

La Cheka era tan sádica y brutal que incluso Lenin (que la había apoyado sin fisuras) sabía que algo tenía que cambiar, ya que los propios bolcheviques la temían.

Así que en 1922, tras varios años de sembrar el terror, fue eliminada de forma definitiva y se procedió a la creación de otra organización en su sustitución, la GPU (posteriormente OGPU) , aunque Félix Dzerzhinsky continuó al frente.

El jefe de la Cheka fue un joven obrero con una ideología socialista

Félix Dzerzhinsky

y marxista, fue encarcelado en innumerables ocasiones y liberado en 1917 tras el éxito de la Revolución.

Siendo dirigente de la Cheka se le conocía como Félix de hierro, y no se le llamaba así por casualidad, tenía una voluntad inquebrantable y un fanatismo absoluto por la causa comunista, vivía de una forma completamente austera, apenas comía, ni dormía ni tenía gastos superfluos (al contrario de otros de sus compañeros de la cúspide comunista) y era un completo adicto al trabajo, pasaba el día (y la noche) recopilando informes y ordenando ejecuciones.

Era una persona de cabeza fría pero un “trabajador” implacable por la Revolución, con lo que esto implica en cuanto a los asesinatos y el sufrimiento que causó.

Murió en 1926 por un infarto tras un discurso. En la KGB se le consideraba un ídolo y un ejemplo.

El gobierno de Gorbachov derribó la estatua que había del en Moscú, pero el actual gobierno ruso ha repuesto su estatua en el Ministerio del Interior .

FUENTE: Tras la nube de Oort

Katyn: genocidio con la firma de Stalin

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En la URSS de Stalin no había problemas con la población disidente ni con los prisioneros: o al gulag o a la fosa.

Después de firmar el pacto de amistad con Adolf Hitler, Stalin apuñaló por la espalda a los polacos el 17 de septiembre, dieciséis días después de que Alemania atacase por el oeste.

La máquina de propaganda bolchevique funcionó perfectamente y repartió sus consignas a comunistas de todo el mundo: la URSS sólo había acudido para proteger a las minorías ucranianas y bielorrusas. El problema fue para el Ejército Rojo y la policía secreta, la NKVD, mandada por Lavrenti Beria: qué hacer con las decenas de miles de oficiales capturados. Se habían rendido más de 200.000 militares.

La NKVD los distribuyó en varios campos de concentración construidos a toda prisa. De acuerdo con el historiador Donald Rayfield (Stalin y los verdugos), en ellos muchos polacos murieron de hambre, frío y enfermedades; otros miles fueron convertidos en esclavos: 25.000 fuerin enviados al Cáucaso para construir carreteras y 11.000 más a las minas de Ucrania. También se entregó a los alemanes 43.000 polacos que provenían de la zona ocupada por los primeros.

El más duro castigo para los reaccionarios

A Beria y a Stalin les sorprendió que los polacos no se resignasen a la cautividad y la muerte lenta. Tanto los militares como sus familias reclamaban derechos como el de recibir correspondencia (que los alemanes no negaban a sus compatriotas presos) y pedían amparo a las embajadas. Añadían que si la URSS estaba en guerra con Polonia tenían que ser tratados de acuerdo a la Convención de Ginebra, pero que si entre ambos países había estado de paz su detención era ilegal.

El 5 de marzo de 1940 Beria declaró al Politburó que los polacos eran «enemigos recalcitrantes del poder soviético», incapaces de ser reeducados, por lo que proponía aplicarles «el castigo más severo: el fusilamiento». Seis miembros del Politburó votaron ese mismo día a favor del exterminio en masa. Stalin fue el primero en firmar la orden; le siguieron Voroshílov y Molotov. Se trata de uno de los escasos documentos en que uno de los genocidas del siglo XX se responsabilizó por escrito del exterminio de quienes había escogido por enemigos.

Parte de las ejecuciones se realizaron en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk, que ha dado nombre al genocidio, pero también las hubo en las cárceles de las ciudades de Kalinin y Jarkov.

Se calcula el número de asesinados en casi 22.000, de los que un 8% eran judíos, además de otros grupos nacionales como ucranianos y bielorrusos. Junto a los capellanes católicos también cayó el principal rabino del Ejército polaco.

En el colmo de la hipocresía, en una reunión en Moscú en diciembre de 1941, Stalin, el padrecito de los pueblos, espetó al general Sikorski, primer ministro del Gobierno polaco en el exilio y jefe de sus fuerzas armadas, que los oficiales que reclamaba habían escapado a pie a Manchuria.

Se cargó el crimen a los alemanes

Un oficial alemán adscrito a labores de inteligencia en el Grupo de Ejércitos Centro, el general Rudolf von Gersdorff, recibió en 1943 informes sobre los enterramientos realizados en Katyn. En abril, los alemanes excavaron la zona y descubrieron miles de cadáveres (serían poco más de 4.000), con el tiro en la nuca marca de la NKVD.

El ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, montó una de sus mejores operaciones. Llevó al bosque a varios periodistas para que difundiesen la noticia; también organizó una comisión internacional de investigadores, que incluía a la Cruz Roja Internacional, que aseveró que los cuerpos pertenecían a militares polacos asesinados (por objetos como diarios, cartas y periódicos) en torno a abril y mayo de 1940.

Los soviéticos replicaron que los alemanes eran los exterminadores, que éstos, en su maldad, habían exhumado los cadáveres, introducido los objetos en las ropas y vuelto a enterrarlos, antes de convocar a los periodistas y los médicos.

Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt tomaron partido por la versión de Stalin. El paso siguiente fue hacer callar al Gobierno polaco en el exilio, por cuya causa los aliados habían ido a la guerra y que combatía a los nazis desde septiembre de 1939.

Józef Czapski, aristócrata y pintor, oficial del Ejército que debido a su fama fue salvado de la muerte por intercesión del duce Benito Mussolini, investigó la suerte de sus compatriotas. En su libro En tierra inhumana escribió que en el Tribunal de Nüremberg se produjo

un suceso sin precedentes en toda la historia del derecho y de la jurisdicción en el mundo civilizado: el acusado de haber cometido un crimen se lo imputó a otro y lo juzgó por él.

En Minsk, según Rayfield, los soviéticos ahorcaron a varios oficiales alemanes por el delito de haber masacrado a los polacos.

En Occidente, el desprecio a los polacos que no se sometieron a Stalin llegó al punto de que el Gobierno laborista británico no les invitó a participar en el desfile de la victoria, celebrado en Londres en 1946.

Durante las décadas siguientes, la matanza de Katyn fue una de las líneas rojas que marcaban la división entre los comunistas y sus compañeros de viaje, por un lado, y los anticomunistas, por el otro. Quienes dudasen de la versión soviética, recibían las marcas de anticomunistas viscerales, agentes de la CIA y hasta de pronazis.

Czapski sostiene que un elemento que influyó en la desgana de los anglosajones y los franceses para buscar la verdad fue su vinculación con el nazismo.

No puede ser únicamente consecuencia de la campaña de la prensa comunista, tan susceptible en este punto y tan agresiva con cualquiera que se atreva a hablar con objetividad del tema. Diré más: sobre este asunto planea la sombra de Goebbels y de su propaganda histérica, un recuerdo que oscurece los contornos de la imagen y hace que toda información sobre Katyn parezca sospechosa.

Y es que todo lo que tocó Hitler es sospechoso.

Entre las matanzas cometidas por Stalin que Jruschov le atribuyó en el discurso que pronunció en el XX Congreso del PCUS en 1956, aunque incluyó las grandes purgas, no citó Katyn. El reconocimiento por los soviéticos de que habían cometido genocidios en la guerra contra la bestia nazifascista habría despojado a los comunistas del mayor elemento propagandístico de que disponían: su sacrificio para eliminar a Hitler.

Reconocimiento por la URSS

El régimen soviético se negó a reconocer su autoría hasta finales de los años 80. Los esfuerzos polacos, incluso bajo el comunismo tambaleante, empezaron a horadar la muralla de mentiras. El 13 de abril de 1990 Mijaíl Gorbachovreconoció que la NKVD había asesinado a los militares polacos y presentó sus condolencias a la nación polaca. Ese mismo año el presidente ruso, Boris Yeltsin, entregó numerosos documentos al presidente polaco, Lech Walesa.

En 2005 el Parlamento polaco aprobó una resolución reclamando a Rusia que calificase el exterminio de esos 22.000 polacos como genocidio. El presidente Putin lo llamó «crimen político» en una entrevista en un diario polaco. En 2010 Putin y el presidente polaco, Donald Tusk, acudieron juntos al monumento de Katyn y la televisión rusa emitió la película polaca del mismo título que describe la matanza. En noviembre de ese año la Duma aprobó, con la oposición de los diputados comunistas, una resolución en la que se afirmaba que las muertes fueron ordenadas por Stalin.

El enfrentamiento entre Rusia y Europa de los últimos años también ha afectado a este asunto. Moscú no ha desclasificado aún los archivos pendientes. Y, cómo no, los comunistas rusos vuelven a mostrar su capacidad para mentir al seguir manteniendo la versión de que los asesinos fueron los nazis.

NOTA: Y es muy curioso ver como la propaganda nazi y la comunista ES PRACTICAMENTE IGUAL. SU ESTÉTICA ES LA MISMA:

La desconocida literatura sobre el horror en el Gulag soviético

La desconocida literatura sobre el horror en el Gulag soviético

Avatar de javierdelcampomBlog de Javier del Campo

Se sabe mucho de los campos nazis pero no se quiere recordar el Gulag”, afirmaba hace unos meses la escritora checa Monika Zgustova, que ha publicado La noche de Valia, novela basada en los testimonios de mujeres que padecieron el Gulag soviético. A la vez, de mayo a septiembre, se ha inaugurado en el Museo Histórico Alemán (DHM) de Berlín la exposición GULAG. Spuren und Zeugnisse 1929-1956 (Huellas y testimonios 1929-1956), organizada por la sociedad Memorial y la Fundación alemana conmemorativa de los campos de concentración de Buchenwald y Mittelbau-Dora (SGBM-D), en cooperación con la Fundación Palacio de Neuhardenberg. La sociedad Memorial se fundó en 1988 con el objetivo de investigar el sistema del Gulag en la URSS, acrónimo de Glavnoe Upravienie Lagere, la Dirección General de Campos de Trabajo, organismo que se encargaba de gestionar los más de 500 campos que había en la…

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¿En el “leninismo amable” a los 5 millones de muertos por hambre les darán un bombón?

LENIN

Uno de los grandes mitos históricos de la izquierda es que a diferencia de Stalin, que sería el “malo”, Lenin fue “bueno”. La falsificación de su figura ha llegado a tal extremo que en una gira por Argentina, país llevado a la ruina por las recetas socialistas, uno de los fundadores de Podemos ha dicho que“estamos en una fase donde necesitábamos un leninismo amable”.

¿Franco no, Lenin sí?
¿Libertad para qué?

Lenin: fundador de un régimen de terror y brutal represión

El dirigente de Podemos, Juan Carlos Monedero, ha tenido al menos la honradez de reconocer que la expresión es un “un oxímoron”. Y es que hablar de leninismo amable resulta tan absurdo como hablar de nazismo majo, de maoísmo delicado o de fascismo pacífico. La realidad histórica del leninismo es mucho más siniestra de lo que algunos creen. Lenin fue el creador de la primera dictadura comunista, un régimen antidemocrático en el que no había libertad de expresión, ni libertad de reunión, ni libertad de prensa ni otros derechos humanos elementales, empezando por el más importante de todos: el derecho a la vida. Durante la dictadura de Lenin se fundó la siniestra Cheka, responsable de la represión, tortura y asesinato de miles de personas por motivos políticos. Si la Policía secreta del Zar, la Ojrana, tenía 15.000 miembros, la Cheka bolchevique llegó a superar los 280.000, que cometieron toda clase de atrocidades: desde arrancarle la piel a tiras a sus víctimas hasta ejecutarlas por lapidación o crucifixión, método este último que tuvieron que soportar miles de sacerdotes y religiosos asesinados por los agentes de la Cheka, que contra ellos también usaron otros métodos de tortura y asesinato no menos dolorosos, entre los que el historiador ruso Alexander Nikolaevich Yakovlev ha citado el estrangulamiento, el horror de arrojar a los reos a calderos de brea hirviente, ahogarlos en el hielo, arrancarles el cuero cabelludo, obligarles a ingerir plomo fundido, etc.Más de un millón de personas fueron asesinadas por motivos políticos o religiosos durante lo que se conoce como el Terror Rojo, por su similitud al Terror jacobino de la Revolución Francesa.

El propio Lenin dio su aprobación a muchos de estos crímenes, como por ejemplo el asesinato en masa de 50.000 prisioneros “blancos” y civiles en Crimea a finales de 1920, a tiros o por ahorcamiento, en una de las mayores masacres de la Guerra Civil Rusa. Las víctimas de este crimen se habían entregado, según relata Robert Gellately, tras la promesa bolchevique de que habría una amnistía para ellos si se rendían.

Provocando hambrunas para usarlas con fines políticos

Pero las ejecuciones no fueron el único método de exterminio usado por Lenin y sus secuaces. Uno de los más terribles fueron las hambrunas. Como recordaba mi paisano Mario Noya en un excelente artículo en 2011, la hambruna de 1921-22 afectó a unos 27 millones de personas, y mató a entre 3 y 5 millones. Esta eliminación en masa de seres humanos mediante el hambre no sólo se hizo de forma intencionada, sino que incluso se buscó con ella un fin antirreligioso, como escribía Lenin en una carta al Politburó el 19 de marzo de 1922: “Con tanta gente hambrienta que se alimenta de carne humana, con los caminos congestionados de centenares y de millares de cadáveres, ahora y solamente ahora podemos (y en consecuencia debemos) confiscar los bienes de la Iglesia con una energía feroz y despiadada. (…) Todo indica que no alcanzaremos nuestro objetivo en otro momento, porque solamente la desesperación generada por el hambre puede acarrear una actitud benévola, o al menos neutra, de las masas [hacia] nosotros.” Este uso de las hambrunas como método para conseguir objetivos políticos ya lo había adelantado Lenin en 1891, cuando se negó a colaborar con una campaña de ayuda a los hambrientos de la ciudad de Samara. Según Lenin el hambre tiene “numerosas consecuencias positivas”, pues “destruye no solamente la fe en el Zar, también en Dios”.

El ‘leninismo amable’ de Podemos

A la vista de estos hechos, cabe preguntarse si los dirigentes de Podemos buscan sacar tajada política de la miseria y la desesperación a la que están empujando sus recetas ideológicas a millones de personas en países como Venezuela y Argentina. Si como ha ocurrido otras veces a lo largo de la historia cuando se han aplicado los disparates que sostiene la ultraizquierda, en España también se repitiesen los dramáticos hechos que acompañaron el nacimiento de la dictadura soviética de la mano de Lenin -hambrunas provocadas por el poder, campos de concentración, asesinatos en masa por motivos políticos, confiscación masiva de la propiedad privada, etc.-, ¿qué quiere decir Monedero cuando habla de “leninismo amable”, tal vez que piensa regalar un bombón a la gente que mate de hambre Podemos con sus recetas? ¿Habrá también un bombón de consuelo para los que se vean privados de su libertad de expresión y de manifestación como ocurre en su adorada Cuba? ¿Y a los ejecutados por motivos políticos, tal vez, sus verdugos se los cargarán con una afable sonrisa? A día de hoy reivindicar a un dictador y asesino como Lenin debería estar tan mal visto como reivindicar a Hitler, pero está claro que la izquierda se cree con patente de corso para saltarse las exigencias de decencia democrática que dirige a los demás.

FUENTE: Outono.net

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