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Los terroristas islámicos no son pobres y analfabetos, sino ricos y con estudios/Islamic Terrorists not Poor and Illiterate, but Rich and Educated

por Giulio Meotti
4 de Diciembre de 2016

Los terroristas parecen ser modelos de integración exitosa. Mohamed Buyeri (izquierda), el terrorista marroquí-holandés que disparó letalmente, apuñaló y degolló al cineasta Theo van Gogh (derecha) en 2004, era
Los terroristas parecen ser modelos de integración exitosa. Mohamed Buyeri (izquierda), el terrorista marroquí-holandés que disparó letalmente, apuñaló y degolló al cineasta Theo van Gogh (derecha) en 2004, era «un muchacho bien educado con buenas perspectivas», dijo Job Cohen, el alcalde de Ámsterdam.

A la investigación holandesa le siguió otra de Francia, que sumó más pruebas para la hipótesis que contradice la postura progresista de que, para derrotar al terrorismo, Europa debe invertir en oportunidades económicas e integración social. Dunia Buzar, directora del Centro para la Prevención, la Desradicalización y el Seguimiento Individual (CPDSI), una organización francesa que trata con el radicalismo islámico, estudió los casos de 160 familias cuyos hijos habían abandonado Francia para luchar en Siria. Dos tercios pertenecían a la clase media.

Estos resultados desmantelan el mito del proletariado del terror. Según un nuevo informe del Banco Mundial, «los reclutados por el Estado Islámico están mejor educados que sus compatriotas».

La pobreza y la privación no son, como dijo John Kerry, «la causa raíz del terrorismo». Tras estudiar los perfiles de 331 reclutados de una base de datos del Estado Islámico, el Banco Mundial halló que el 69 % tiene ha cursado como mínimo estudios secundarios, mientras que una cuarta parte son licenciados universitarios. La inmensa mayoría de esos terroristas tenía trabajo u oficio antes de unirse a la organización islamista. «Las proporciones entre los administradores, pero también los combatientes suicidas, aumentan con la educación», según el informe del Banco Mundial. «Además, los que se ofrecen voluntarios como terroristas suicidas puntúan de media como el grupo más educado».

Menos del 2 % de los terroristas son analfabetos. El estudio también apunta los países que proveen al ISIS de más reclutas: Arabia Saudí, Túnez, Marruecos, Turquía y Egipto. Al analizar la situación económica de esos países, los investigadores han encontrado que «cuanto más ricos son los países, más probabilidad hay de que provean de reclutas extranjeros a la organización terrorista».

Otro informe explicaba que «los países más pobres del mundo no cuentan con unos niveles excepcionales de terrorismo».

A pesar de las evidencias, el mantra progresista insiste en que el terrorismo islámico es fruto de la injusticia, la pobreza, la depresión económica y la agitación social. Nada más lejos de la verdad. La tesis de que la pobreza alimenta el terrorismo está muy extendida hoy en Occidente, desde el economista francés Thomas Piketty al papa Francisco. Es probable que su popularidad se deba a que se aprovecha del sentimiento de culpa colectiva occidental, y pretende racionalizar algo que parece que a Occidente le cuesta aceptar: que a los terroristas no les mueve la desigualdad, sino el odio hacia la civilización occidental y los valores judeocristianos de Occidente. Respecto a Israel, esto representa lo siguiente: ¿Qué hacen los judíos en una tierra que –a pesar de que durante 3.000 se la ha denominado Judea– consideramos que se le debería dar a los terroristas palestinos? Y seguramente estos terroristas se preguntarán por qué deberían negociar, cuando pueden conseguir que se les dé todo lo que quieran.

Para los nazis, la «raza inferior» (los judíos) no merecía existir, sino ser gaseada; para los estalinistas, los «enemigos del pueblo» no tenían derecho a seguir viviendo, y tenían que morir por los trabajos forzados o el frío en el Gulag; para los islamistas, es el propio Occidente el que no merece existir y tiene que ser destruido.

Es el antisemitismo, y no la pobreza, lo que llevó a la Autoridad Palestina a bautizar a una escuela como Abu Daud, el cerebro de la masacre de los atletas israelíes en las Olimpiadas de Múnich.

Los atentados de París, cuyo aniversario celebra Francia este mes, fue un ataque desatado por una ideología que no busca luchar contra la pobreza, sino hacerse con el poder mediante el terror. Es la misma ideología islamista que asesinó a los periodistas de Charlie Hebdo y al policía a cargo de su protección; la que obligó al escritor británico Salman Rushdie a esconderse durante una década; que degolló al padre Jacques Hamel; que asesinó a los pasajeros de Londres, Bruselas y Madrid; que asesinó a cientos de judíos israelíes en autobuses y restaurantes; que mató a 3.000 personas en Estados Unidos el 11 de Septiembre; que asesinó a Theo Van Gogh en una calle de Ámsterdam por hacer una película; que comete violaciones masivas en Europa y masacres en las ciudades y desiertos de Siria e Irak; que voló por los aires a 132 niños en Peshawar; y que mata habitualmente a tantos nigerianos que nadie presta atención.

Es la ideología islamista lo que mueve el terrorismo, no la pobreza, la corrupción o la desesperación. Son ellos, no nosotros.

Toda la historia del terrorismo político está marcada por fanáticos con estudios superiores que han declarado la guerra a sus propias sociedades. El genocidio de los Jemeres Rojos en Camboya surgió de las aulas de la Sorbona en París, donde su líder, Pol Pot, estudió los escritos de los comunistas europeos. Las Brigadas Rojas de Italia fueron un complot de unos chicos y chicas ricos y privilegiados de la clase media. Entre 1969 y 1985, el terrorismo mató en Italia a 428 personas. Fusako Shigenobu, líder de la organización terrorista japonesa Ejército Rojo, fue un erudito con estudios superiores en Literatura. Abimael Guzmán, fundador de Sendero Luminoso en Perú, una de las organizaciones de guerrilla más despiadadas, daba clase en la Universidad de Ayacucho, donde concibió la guerra contra «la democracia de las barrigas llenas». Carlos «El Chacal», el terrorista más infame de la década de los 70, era hijo de uno de los abogados más ricos de Venezuela, José Altagracia Ramírez. Mikel Albizu Iriarte, uno de los líderes de la organización terrorista vasca ETA, procedía de una familia rica de San Sebastián. Sabri al Bana, el terrorista palestino que el mundo conoce como «Abu Nidal», era hijo de un rico comerciante nacido en Jaffa.

Algunos de los terroristas británicos que se han unido al Estado Islámico provienen de familias ricas y han ido a las escuelas más prestigiosas de Reino Unido. Abdul Wahid Majid hizo el mismo largo trayecto desde la ciudad inglesa de Crawley a Alepo, en Siria, donde se inmoló. Ahmed Omar Said Sheij, el cerebro del secuestro y asesinato del periodista estadounidense Daniel Pearl, se tituló en la London School of Economics. Kafil Ahmed, que estrelló un jeep cargado de explosivos contra el aeropuerto de Glasgow, había sido presidenet de la Sociedad Islámica de la Universidad de QUeens. Faisal Shahzad, el terrorista que falló en Times Square en Nueva York, era hijo de un alto mando del ejército paquistaní. Zacarías Musaui, el vigésimo autor de los atentados del 11-S, se había doctorado en Economía Internacional en la Universidad South Bank de Londres. Sajid Badat, que quiso hacer estallar una bomba en un vuelo comercial, estudió Optometría en la Universidad de Londres. Azahari Husin, el terrorista que preparó las bombas en Bali, estudió en la Universidad de Reading.

El MI5 británico revelo que «dos tercios de los sospechosos británicos tenían un perfil de clase media, y los que quieren convertirse en terroristas suicidas son a menudo los más educados». La mayoría de los terroristas británicos también tienen mujer e hijos, desmontando otro mito, el de que los terroristas son unos fracasados sociales. Mohamed Sidique Jan, uno de los terroristas suicidas del 7 de Julio de 2005, estudió en la Universidad Metropolitana de Leeds. Omar Jan Sharif obtuvo una beca en el King’s College antes de llevar a cabo un atentado suicida en el paseo marítimo de Tel Aviv en 2003. Sharif no buscaba la redención económica, sino asesinar al mayor número posible de judíos.

Prácticamente todos los cabecillas de las organizaciones terroristas internacionales son hijos del privilegio, que llevaron vidas doradas antes de unirse a las filas terroristas. Quince de los diecinueve terroristas del 11-S provenían de distinguidas familias de Oriente Medio. Mohamed Ata era hijo de un abogado en El Cairo. Ziad Jarrah, que estrelló el vuelo 93 en Pensilvania, pertenecía a una de las familias más ricas del Líbano.

Nasra Hasan, que escribió un documentado perfil de unos terroristas suicidas palestinos para The New Yorker, explicó que «de 250 terroristas suicidas, ninguno era analfabeto, pobre o estaba deprimido». Las personas sin trabajo, al parecer, son siempre las menos propensas a apoyar los atentados terroristas.

Europa y Estados Unidos les han dado todo a estos terroristas: oportunidades educativas y laborales, ocio popular y placeres sexuales, salarios y riqueza y libertad religiosa. Estos terroristas, como el «terrorista de la ropa interior», Umar Faruk Abulmutalab, hijo de un banquero, no han conocido un solo día de pobreza en su vida. Los terroristas de París rechazaron los valores seculares de la liberté, egalité y fraternité; los yihadistas británicos que atentaron en Londres y ahora combaten por el Califato rechazaron el multiculturalismo; el islamista que mató a Theo Van Gogh en Ámsterdam repudiaba el relativismo danés y Omar Matin, el soldado del ISIS que convirtió el Pulse Club de Orlando en un matadero, dijo que quería purgarlo de lo que para él era una licenciosidad libertina y de, al parecer, sus propios impulsos homofílicos.

Si Occidente no comprende cuál es la verdadera fuente de este odio, y en su lugar se contenta con falsas excusas como la de la pobreza, no ganará esta guerra que se está librando contra nosotros.

A Eiffel pongo por testigo.

PARIS

No deja de ser evidente para todos observar un curioso fenómeno que se da en este trozo de tierra, que tanto amamos, pero que a veces, y parafraseando a Machado, nos hiela el corazón. Me refiero a la simpatía manifiesta hacia el mundo musulmán, incluso justificando su vertiente más extrema del terrorismo,  que ciertos sectores de nuestra sociedad llegan a apoyar abiertamente; culpando incluso a las víctimas. Es más, su veta sectaria jamás han mostrado más que desprecio hacia las víctimas, lo que indica un rabioso cainismo, rayando la locura, y muy cercano al síndrome de la mujer maltratada: algo malo les hemos hecho y por eso nos matan es lo que intentan justificar. Ello actúa como trampolín hacia el racismo positivo, con lo cual poco hacen por integrar a nadie. Será que les interesa que no se integren.

Este curioso fenómeno se muestra más virulento entre ciertos sectores de la hipersubvencionada izquierda más “progre” de salón, champagne y caviar, en perfecta comunión con otras facciones de una izquierda rabiosamente antisistema y extremista. Si unos se pasean sin ningún pudor por el buenismo más pasteloso de las fracasadas alianzas de civilizaciones, los otros azuzan el fuego de la destrucción de nuestro sistema social para imponer su nuevo orden mundial; donde ellos, claro está, ocuparían los nichos vacantes de poder.

Tanto los que pertenecen a ese exclusivo club de artistas y actores mediocres; ya que de no serlo no necesitarían el trampolín de la subvención y eco mediático de causas buenistas, como los que se apuntan a esa izquierda extrema antisistema, muestran todos una veneración casi religiosa ante todo aquello que tenga sabor a musulmán. Si por ellos fuese les entregarían todas nuestras plazas de toros, nuestras iglesias y catedrales para que pudiesen imponer sus mezquitas y su forma de vida sobre nosotros. Y sin pudor alguno salen en procesión con parafernalia religiosa a defender unos derechos supuestamente inalienables pertenecientes a los que degüellan, asesinan, crucifican o queman vivos a unos infelices que han tenido la mala suerte de coincidir en espacio y tiempo con los musulmanes equivocados en el momento equivocado.

Ante los atroces crímenes cometidos en París los franceses se levantaron como una solo voz al himno de la Marsellesa, y los perroflautas en comitiva procesionaria les acusan a ellos, a los patriotas, de terroristas por no dejarse asesinar impunemente. Por estas latitudes los bien pagados pancarteros profesionales vuelven a martillearnos con el mantra del “No a la Guerra” , como si los pueblos amasen las guerras porque sí y las madres desearan enviar a sus hijos al sacrificio. Pero ya el simple hecho de que cierto sector del mundo izquierdista salga vociferante en comitiva procesionaria a la calle  implica que disfrutan de poder, algo de lo que los ciudadanos de a pie que pagamos nuestros impuestos religiosamente y trabajamos carecemos. No nos engañemos, después del franquismo los españoles no hemos tenido ni un solo átomo de poder.

Dudo que los okupas paguen ni la luz y mucho menos impuestos, pero no carecen de móviles, tablets y ordenadores de última generación; dominan las redes sociales; y al no tener que someterse como nosotros a la disciplina de un horario y calendario de trabajo pueden desplazarse cuando quieran al país y ciudad donde les manden a romper escaparates, quemar coches o contenedores  en un tiempo récord; y disponen de un dinero y tiempo del que los trabajadores carecemos. ¿De dónde sale tanto dinero y tanto poder? Grecia, por ejemplo, ardía por los cuatro costados y así se mostraba en las redes sociales antes de que la izquierda tomase el poder. Es la primera pregunta que debemos plantearnos. ¿Quién paga a los pancarteros, voceros, rompe escaparates, pirómanos y quema coches profesionales? ¿Quién paga su amplio eco mediático ante cualquier tropelía que se les ocurre hacer, pero cuya importancia queda amplificada exponencialmente como si de hechos transcendentales se tratasen? Porque si a Vd, amigo lector, se le ocurre la mala idea de romper un escaparate o quemar un coche seguro que la policía lo coge y un juez le multará y se lo hará pagar. Además, Vd. nunca saldrá por televisión. Pero ellos no solo se van de rositas sino que el protagonismo ante los grandes medios de comunicación está garantizado. No me extraña que protesten ante la ley mordaza.

Para mejorar las cosas, queda por plantear ¿de dónde proviene esa fascinación y adoración de esa izquierda extremista hacia el Islamismo, llegando incluso a justificar los ataques terroristas de París o los trenes de Madrid?

De entre todas las conjeturas, apliquemos la navaja de Ockham y escojamos la más sencilla, pues ésta tiene más probabilidades de ser la cierta. Hemos de considerar que ambos extremismos tienen en su punto de mira un objetivo común, pero por motivos distintos. Ambos extremismos constituyen, ante todo,  una ideología, cuya único y principal objetivo consiste en la destrucción de nuestra cultura occidental; de nuestra forma de vida. Si para unos el capitalismo es el monstruo a abatir, para los otros el enemigo que han mantenido durante más de 1400 años es el cristianismo y cualquier otra religión y forma de vida que no sea la suya. Si unos sueñan con izar la bandera roja de la hoz y el martillo sobre la cúpula de San Pedro o el Capitolio, los otros desearían izar la bandera de la media luna. Y sobre todo, su odio se centra en nuestra cultura y nuestra forma de vida. Ambos extremismo desean nuestra destrucción y aniquilación total como sociedad: unos con objeto de imponer el Comunismo y los otros con objeto de imponer el Islamismo. Ambos, de esclavizarnos y aniquilarnos y ambos han demostrado ser capaces de aplicar el genocidio a quienes se les oponían. He aquí una sencilla explicación: los enemigos de mis enemigos son mis amigos, pero de momento. Luego los destruiré también. No nos extrañemos de las simpatías aparentes de los unos hacia los otros, de los “No a la Guerra” y de la caída de gobiernos ante atentados, como ya nos ocurrió una vez.

Evidentemente, no a todas las guerras que en este momento se estén dando en contraposición a una en particular, pero siempre y sin excepción la libertad tiene un precio y siempre existirán facciones que deseen arrebatárnosla. Nuestra defensa ante estas atrocidades está en nuestra unión. En la unión de la nación española, tal como muy bien han ejemplarizado los franceses. Está en una #EspañaUnida

Vicente Jiménez

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