Etiqueta: TECNOLOGÍA

🍎😒 | Apple de la discordia

Photo by Mackenzie Marco on Unsplash

La inquietante agenda transhumanista revelada en el polémico anuncio de Apple

POR: DESTACADASRORY BRANKER, Y MARIA GABRIELA LARA G

El reciente y muy criticado anuncio publicitario de Apple para su nueva iPad Pro ha desatado una ola de indignación que va más allá de las preocupaciones habituales sobre consumismo y desperdicio. A través de sus inquietantes imágenes de destrucción sistemática, este anuncio parece revelar una agenda transhumanista mucho más siniestra impulsada por una de las compañías tecnológicas más poderosas del mundo.

La secuencia visual central muestra cómo objetos que representan la cultura, el arte y la creatividad humana – instrumentos musicales, juguetes, obras de arte y más – son aplastados sin piedad por una prensa hidráulica industrial. Esta destrucción despiadada culmina con el surgimiento triunfal de la nueva tableta, reemplazando a todos esos elementos de la experiencia humana tangible.

Esta poderosa metáfora visual sugiere una visión reduccionista y deshumanizante, en la que toda la riqueza de la existencia encarnada se ve subsumida y reemplazada por dispositivos y sistemas artificiales. Es un símbolo de la agenda transhumanista que busca trascender las limitaciones biológicas mediante la fusión del ser humano con la tecnología.

Sin embargo, al aplastar objetos que representan el arte, la música, el juego y otras expresiones de la creatividad humana, Apple insinúa que estos aspectos trascendentales de la experiencia son prescindibles y pueden ser reemplazados por interfaces digitales. Esta perspectiva materialista y mecanicista niega la realidad del alma y la dimensión espiritual intrínseca al ser humano.

Los seres humanos somos criaturas encarnadas, con una conexión profunda e innata con el mundo físico y natural que nos rodea. Nuestra humanidad se expresa a través de creaciones tangibles fruto de nuestra imaginación y nuestras habilidades manuales. Al promover una realidad puramente virtual y desconectada, este anuncio traiciona la esencia misma de lo que nos hace humanos.

La visión que se vislumbra es una distopía en la que la corporalidad, la sensorialidad y la conexión con lo natural y trascendente son consideradas obsoletas. En su lugar, se nos ofrece una existencia como mentes desencarnadas, atrapadas en un mundo artificial creado por los monopolios tecnológicos para su propio beneficio comercial.

Transhumanismo- Ilustración Editorial Destacadas

Esta agenda transhumanista de «mejora» a través de la tecnología es profundamente reduccionista. Concibe al ser humano únicamente como un procesador de información, ignorando por completo las dimensiones emocionales, estéticas, espirituales y corporales que nos definen. Es una traición al humanismo auténtico que celebra la dignidad inherente del ser humano en toda su plenitud e integridad.

Si se lleva hasta sus últimas consecuencias, el proyecto transhumanista conduciría a una pérdida radical de libertad y autonomía. Los seres humanos quedaríamos atrapados en un sistema tecnológico omnipresente, controlado por unas pocas megacorporaciones que tendrían el poder de moldear y delimitar los confines de nuestra realidad virtual. Sería el fin de la autodeterminación y el inicio de una nueva forma de esclavitud digital.

Este anuncio de Apple no debe desestimarse como un simple exceso publicitario. Es un inquietante vistazo a los sueños transhumanistas y antihumanistas de dominación absoluta sobre la experiencia humana que alientan las grandes tecnológicas. Una advertencia de que debemos resistir activamente esta agenda deshumanizadora si queremos preservar nuestra libertad, nuestra dignidad y nuestro profundo vínculo con el mundo natural y trascendente del que formamos parte.

Comunismo por puntos: China activa una tecnología para medir el «valor social» de cada ciudadano

Es un artículo antiguo, publicado en «El Mundo», pero me resulta interesante de difundir porque, si las cosas no dan un gran giro, ¡que digo giro! volantazo violento, a una sociedad de este tipo es adonde nos están conduciendo y, aunque ya se que habrá grandes carcajadas de la «progresía» imperante (y majadera), el caso es que circule y que haya quien se lo piense.

Por Daniel J. Ollero en El Mundo

«Queridos pasajeros, aquellos que viajen sin billete, que se comporten desordenadamente o que fumen en lugares públicos serán castigados de acuerdo a las reglas y su comportamiento quedará registrado en el sistema de créditos e información individual. Para evitar cualquier registro negativo en su crédito personal siga las normas y cumpla las órdenes en el tren y la estación».

Esta cita no corresponde a la voz de una telepantalla en 1984, la novela de George Orwell, o a un extracto del primer capítulo de la tercera temporada de Black Mirror en el que aspectos clave de la vida de las personas como el empleo de transportes públicos o la posibilidad de alojarse en un determinado hotel se encuentra condicionada por su puntuación en una red social global. El fragmento es una grabación real de un tren en Shanghai que muestra la punta del iceberg del sistema de crédito social puesto en marcha por el Partido Comunista chino. Real pero, al mismo tiempo, mucho más aterrador, preciso y perfecto que la distopía narrada en ambas obras de ficción.

El sistema de créditos sociales chino, que ya se encuentra en funcionamiento, otorga una puntuación a cada uno de sus ciudadanos en función de sus hábitos cívicos, su estilo de vida, las páginas web por las que navega, de lo que compra en internet y de otras variables como sus infracciones de tráfico.

Una puntuación que marca la posición de los ciudadanos en la escala social del país de modo que, aquellos con un crédito alto, tendrán derecho a un trato preferente por parte de la Administración.

«Mantener la confianza es glorioso y romper la confianza es una desgracia«, sostiene un documento público del Partido Comunista en el que se explica el proyecto. Un escrito en el que la palabra «confianza» aparece 105 veces y en la que se detallan algunos comportamientos y actitudes que conllevan la «romper la confianza».

Aquellos con una puntuación baja, los que «rompen la confianza», se están enfrentando a represalias como la imposibilidad de acceder a determinados puestos de trabajo, la prohibición de comprar billetes de tren o avión, de alojarse en los mejores hoteles, de que sus hijos vayan a un buen colegio o, incluso, que el estado les quite a sus mascotas. Todo eso además de ser incluidos en listas negras públicas de malos ciudadanos.

Una serie de castigos que, más allá del papel, ya se están produciendo. Por ejemplo, a 12 millones de chinos ya se les ha prohibido de comprar billetes domésticos de avión y tren.

Un sistema de control político y social que, según el proyecto redactado por el partido comunista chino, es «una base importante para implementar de manera integral la visión del desarrollo científico y construir una sociedad socialista armoniosa, es un método importante para perfeccionar el sistema de economía de mercado socialista, acelerando e innovando la gobernanza social, y tiene una importante importancia para fortalecer la conciencia de sinceridad de los miembros de la sociedad, forjar un entorno crediticio deseable, elevar la competitividad general del país y estimular el desarrollo de la sociedad y el progreso de la civilización».

Un proyecto que, según dicho texto, se enmarca en el interés del «Comité Central del Partido Comunista Chino para las opiniones del Estado buscando el fortalecimiento y la innovación del manejo de la sociedad«.

El sistema crédito social de China es posible gracias a la combinación e integración de varias tecnologías como el big data, el reconocimiento facial y la monitorización de internet en un entorno cuyas libertades no son comparables a los de una democracia occidental y ayudados por más de 600.000 cámaras de vigilancia con inteligencia artificial.

Pese a que los castigos y represalias son conocidas, el funcionamiento del algoritmo que determina la posición de un individuo en la escala social es incierto.

Gran parte de los datos que otorgan la puntuación de cada ciudadano en el sistema de crédito social provienen de los historiales de internet de los chinos, aunque también se tienen en cuenta factores económicos -como retrasos a la hora de pagar las facturas- o sanciones administrativas y/o penales que castigan comportamientos incívicos.

El sistema también tiene en cuenta un componente moral, y con un carácter más aleatorio, a la hora de asignar el valor crediticio de cada ciudadano. Las compras frívolas, jugar a videojuegos, publicar fake news e, incluso, determinados comportamientos, que no son constitutivos de delito, en las redes sociales pueden tener un impacto negativo en la puntuación de cada ciudadano, según explica Foreign Policy.

En este ámbito, uno de los posibles castigos a los que se pueden enfrentar los ciudadanos con una baja puntuación es una merma en la calidad de su conexión a Internet.

Sin embargo, la lista de castigos es larga y la presencia de un individuo con una baja puntuación puede afectar a otros de su entorno social, pese a que estos gocen de un valor mayor en el sistema de créditos.

Esto le sucedió a un estudiante de universitario que vio su admisión revocada debido a que su padre tenía una baja puntuación en la escala de crédito social. Un caso recogido incluso por los medios estatales chinos que citan otros ejemplos de jóvenes a los que se les impidió acceder a instituciones educativas por la mala puntuación de sus padres.

Los medios de comunicación, bajo control público y censura (1), juegan un papel importante a la hora de generar una política de miedo y represalias en esta línea. El citado documento del Gobierno chino explica así su papel.

«Reforzar la propaganda relativa a la lista de personas perseguidas por romper la confianza y castigadas en su crédito, dar rienda suelta al papel de los medios de comunicación en la propaganda, la supervisión y la orientación de la opinión pública. Utilice los periódicos, la televisión, los medios online, etc., para hacer pública la información relativa a las personas sujetas a persecución por romper la confianza, el castigo que reciben, etc., crear presión en la opinión pública y ampliar la influencia y la disuasión del sistema de listas de nombres para personas sujetas a la persecución por romper la confianza».

Entre los castigos más severos fruto de una baja calificación en esta escala se encuentra la prohibición de viajar al extranjero, de comprar una viviendade tener una tarjeta de crédito, perder la tutela de tu perro o, incluso, de acceder a un buen empleo en cualquier empresa o institución que tenga relaciones con el sector público nacional o que ejerza su actividad en ámbitos relacionados la manipulación de potencialmente tóxicas y de alimentos o de ostentar cualquier cargo de responsabilidad en ámbitos como la minería, la industria química o la producción de petardos y fuegos artificiales.

Las personas con una «confianza» baja también se enfrentan a problemas a la hora de conseguir empleos en el sector privado. Un comunicado del gobierno anima a las empresas a consultar las listas negras antes de contratar a nuevos empleados. Unas listas negras que en algunos casos se encuentran publicadas en Internet pero que, en el caso de algunas localidades y provincias, también existen en un formato físico y se publican en tablones de anuncios en los que, además del nombre, aparece una fotografía de aquellos ciudadanos que «han roto la confianza».

Damn right! They want to impose a dictatorship

Y para todos esos listillos, que hay muchísimos, que piensan que bueno, pero nos dan seguridad y trabajo fijo les recuerdo lo siguiente:

“Quien renuncia a su libertad por seguridad, no merece ni libertad ni seguridad”

Benjamin Franklin

(1) Para DESMEMORIADOS: ESTO LO LLEVA EXIGIENDO PODEMOS DESDE SU FUNDACIÓN Y, COMO ELLOS, LA MAYOR PARTE DE LA IZQUIERDA. YO TOMARIA BUENA NOTA DE ELLO, SOBRE TODO A LA HORA DE VOTAR.

Transhumanismo: bailando con el demonio digital

Portada original de Doubleday Books para la novela de Philip K. Dick de 1965 sobre un futuro transhumano, Los tres estigmas de Palmer Eldritch.

PUBLICADO POR: JOE ALLEN A TRAVÉS DE CRÓNICAS

Muchas personas descartan con ligereza las alarmas sobre el transhumanismo, sin darse cuenta de que están cayendo en la trampa más inteligente de la historia de la humanidad; uno que promete utopía pero entrega destrucción. Este artículo es un pensamiento profundo de lectura obligada que realza el título de mi último libro, Los gemelos malvados de la tecnocracia y el transhumanismo.

Este viejo adagio sigue siendo cierto: “Si bailas con el diablo, te vas a quemar”. ⁃Editor de TN

El transhumanismo es una inversión materialista de las aspiraciones espirituales, que promete crear un cielo en la tierra a cambio de fusionar nuestras almas con máquinas.

El transhumanismo se ha transformado de una filosofía marginal al espíritu de nuestra época. Tal como lo define su héroe, Max More, el movimiento transhumanista representa la “continuación y aceleración de la evolución de la vida inteligente más allá de su forma humana actual y las limitaciones humanas por medio de la ciencia y la tecnología”. En la cultura popular, el transhumanismo funciona como una tecnorreligión oscura que se expande hacia el vacío sin espíritu del ateísmo. En esta neo-religión, los transhumanistas son los padres del desierto que evocan visiones proféticas en el desierto.

Permitiendo opiniones diversas, sus profecías trazan varios caminos a través de la eugenesia biológica y cultural. Estos culminan en el darwinismo digital, o un algoritmo de supervivencia del más apto. Los cuerpos humanos y los cerebros deben ser optimizados. Las culturas deben ser limpiadas de normas desadaptativas a través de la ingeniería social. Se crearán mentes digitales y cuerpos mecánicos, inspirados en diseños biológicos. Estas entidades hiperinteligentes se fusionarán con los seres humanos, formando colectivos simbióticos. Los superorganismos resultantes competirán por la supremacía.

Como durante las revoluciones agrícola e industrial, la tecnología es un factor decisivo en la lucha por el poder mundial. Siguiendo ese principio, la mayoría de los transhumanistas creen que las máquinas pensantes nos superarán en un futuro próximo. La inteligencia artificial similar a Dios será el «invento final» de la humanidad. Después de eso, no tenemos nada que hacer más que relajarnos y disfrutar del espectáculo. Si nuestras deidades digitales muestran misericordia, los seres humanos sobrevivirán como parásitos en un anfitrión mecánico.

El lector puede ser perdonado si eso no suena como el cielo en la tierra. El desajuste entre las fantasías transhumanas y la realidad experimentada es cómico a veces. Cuando despega un prototipo funcional, el parecido es inquietante. Cada vez que decido que el transhumanismo es solo un culto de carga, llega otra carga de carga real. Por ejemplo, CRISPR hizo posible editar genes con una precisión notable. La promesa de los bebés diseñados y las terapias génicas electivas se encuentra, se nos dice, justo en el horizonte. Sin embargo, fuera de los ensayos clínicos, la FDA restringe la edición directa de genes.

Por ahora, la eugenesia biotecnológica se lleva a cabo en humanos mediante fertilización in vitro y pruebas genéticas previas a la implantación. En este proceso, se convence a los ovarios de una clienta para que produzcan un lote de óvulos. Estos son fertilizados y congelados. Las muestras de células se analizan para detectar enfermedades genéticas. Por una tarifa adicional, compañías como Genomic Prediction Inc. detectarán genes de enanismo y baja inteligencia. Una vez finalizado el análisis, se coloca un embrión superior en el útero. Los perdedores van a la sala de los querubines.

En el frente de los cyborgs, las prótesis avanzadas y los implantes cerebrales se utilizan regularmente con fines médicos. Se han implantado alrededor de 160,000 dispositivos de estimulación cerebral profunda para suprimir las convulsiones, los temblores de Parkinson, los impulsos adictivos y la depresión crónica. Es como un marcapasos en tu cráneo, capaz de alterar el estado de ánimo. Las verdaderas interfaces cerebro-computadora (BCI) también han hecho grandes avances en la última década. Actualmente, estos dispositivos se han implantado en más de 50 pacientes, lo que les permite operar extremidades robóticas y escribir texto en pantalla solo con la mente.

Entre las principales empresas de BCI se encuentran Blackrock Neurotech, respaldada por el multimillonario de Silicon Valley Peter Thiel, y la nueva empresa Synchron. Después de obtener la aprobación de la FDA y las inversiones masivas de Bill Gates y Jeff Bezos, Synchron avanza rápidamente. Como muchos en este campo, el CEO Tom Oxley quiere pasar de la curación a la mejora. Él espera que los implantes Synchron algún día permitan a los clientes saludables «arrojar» sus emociones en el cerebro de otras personas. Piense en ello como empatía sintética.

“¿Y qué si en lugar de usar tus palabras, pudieras lanzar tus emociones? Solo por unos segundos. Y haz que [otras personas] realmente se sientan como te sientes”, dijo Oxley a una audiencia de TED Talk en junio de 2022. “En ese momento, nos habríamos dado cuenta de que el uso necesario de palabras para expresar nuestro estado actual siempre iba a ser faltar. Entonces se desbloquearía todo el potencial del cerebro”.

El Neuralink del CEO de Tesla y SpaceX, Elon Musk, es más conocido que sus competidores, por una razón, porque anuncia su «interfaz de cerebro completo» como un futuro dispositivo comercial. De hecho, Musk advierte que será necesario para la relevancia humana en la era de la IA. “Si tenemos una superinteligencia digital que es mucho más inteligente que cualquier humano a nivel de especie, ¿cómo mitigar ese riesgo?” preguntó en el Neuralink Show and Tell del año pasado. «Y luego, incluso en un escenario benigno, donde la IA es muy benévola, ¿cómo podemos seguir adelante?» La solución de Musk es «reemplazar un pedazo de cráneo con, ya sabes, un reloj inteligente».

La inteligencia artificial se encuentra en la cúspide de todas estas tecnologías. Después de un largo «invierno de IA», los últimos 10 años han visto una explosión en las capacidades de aprendizaje automático. Las redes neuronales artificiales simulan las neuronas interconectadas del cerebro, produciendo algoritmos no deterministas que no están programados sino entrenados. Los mejores sistemas aprenden por sí solos.

«La realidad explorada por la IA… puede resultar ser algo diferente de lo que los humanos habían imaginado», escribió el exjefe de Google, Eric Schmidt, en The Age of AI (2021). “Los pronósticos de los filósofos gnósticos, de una realidad interna más allá de la experiencia ordinaria, pueden resultar nuevamente significativos. … A veces, el resultado será la revelación de propiedades del mundo que estaban más allá de nuestra concepción, hasta que cooperamos con las máquinas”.

Los avances recientes han permitido que la IA domine la secuenciación del genoma, el modelado de proteínas en 3D, la radiología y el análisis de ondas cerebrales, la extracción de datos, el reconocimiento facial, el procesamiento del lenguaje natural, el mapeo de redes sociales, la valoración de acciones, los juegos, la conducción autónoma, las maniobras robóticas, los disparadores de vigilancia, el crimen. predicción, simulación de combate, reconocimiento del campo de batalla, adquisición de objetivos y control del sistema de armas. En todos los casos, la IA supera el rendimiento humano.

Por supuesto, estas aplicaciones son «inteligencia limitada» artificial, lo que significa que sus tareas están restringidas a un solo dominio. Pero las principales empresas de tecnología planean fusionar estos módulos cognitivos en una inteligencia general artificial (AGI), una mente artificial flexible que puede razonar y actuar en múltiples dominios. Dado su procesamiento a la velocidad de la luz, conjuntos de datos masivos y memoria casi infinita, algunos en Silicon Valley están seguros de que AGI superará a los humanos para convertirse en una deidad digital. Esta posibilidad ha atraído a los técnicos a la locura metafísica.

De hecho, para los devotos de AGI, las limitaciones de tiempo y espacio pronto se harán añicos. “Todo el conocimiento, pasado, presente y futuro, puede derivarse de los datos mediante un único algoritmo de aprendizaje universal”, escribe el científico informático Pedro Domingos en The Master Algorithm (2015). “De hecho, el Algoritmo Maestro es lo último que tendremos que inventar porque, una vez que lo soltemos, seguirá inventando todo lo demás que se pueda inventar”.

En noviembre pasado, OpenAI lanzó ChatGPT, una IA de lenguaje avanzado conocida como chatbot. GPT se capacitó en innumerables libros electrónicos, todos en Wikipedia y la mayor parte de Internet. Basándose en ese corpus, puede escribir ensayos coherentes, crear ficción original, escribir programas de computadora y componer poesía (poesía horrible, pero poesía al fin y al cabo). En lugar de comprender verdaderamente lo que escribe, GPT simplemente predice la siguiente palabra más relevante en una oración, en función de lo que los humanos han dicho antes. Como las oraciones se suman a los párrafos, el documento final que GPT produce en un momento es a menudo superior a cualquier cosa que un escritor mediocre pueda trabajar durante horas para producir.

Microsoft invirtió $ 10 mil millones en el proyecto. Los ejecutivos e inversores que se reunieron en Davos, Suiza, para el Foro Económico Mundial de 2023 se vieron envueltos en un frenesí de alimentación. Desde entonces, la promesa de la IA ha estado impulsando el valor de las acciones y avivando la imaginación del público. Bill Gates está seguro de que GPT hará del aprendizaje electrónico (es decir, el lavado de cerebro digital) un estándar mundial. No dispuestos a quedarse atrás, Google, Meta, Amazon y el gigante tecnológico chino Baidu han lanzado sus propios chatbots sin refinar al ruedo.

A veces las salidas son brillantes. En otras ocasiones son hilarantemente torpes o estúpidos, muy parecidos a las expresiones de un niño. Debido a que los humanos están preparados para atribuir sensibilidad a la palabra hablada o escrita, los chatbots desencadenan nuestro sesgo cognitivo hacia el antropomorfismo. Como tal, estas IA son un paso crítico en el camino hacia las relaciones intensas entre humanos y máquinas, o «simbiosis entre humanos y IA». El lenguaje crea un vínculo directo entre nuestra mente y el mundo digital.

En el principio era el Verbo, y el Verbo se hizo carne. Y la carne aprendió a codificar. Entonces el código aprendió a codificar.

Todos estos elementos están convergiendo en una transformación civilizatoria. Un factor es el efecto de la tecnología actual en el mundo real. A pesar de que las perspectivas económicas declinan y la cohesión social se desmorona, un conjunto de tecnologías peligrosas continúa avanzando. Otro factor, que surge del departamento de publicidad, es el contenido transhumano de la propaganda y los cambios correspondientes en la psique pública. De Oeste a Este, nuestras narrativas colectivas están siendo remodeladas. Según los últimos titulares, nuestro destino será determinado por la Máquina.

El presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, anunció la «Cuarta Revolución Industrial» en el foro del grupo de 2016 y la describió como «la fusión de los mundos físico, digital y biológico». Desde entonces, lo que era una filosofía marginal de ciencia ficción se ha convertido en una agenda corporativa global. Davos está repleto de ejecutivos y altos funcionarios gubernamentales. Claramente, una parte de nuestra élite considera la idea de una fusión hombre-máquina. No es necesario aceptar sus sueños como realidad para saber que tendrán un impacto real en nuestras vidas, por degradada que sea la traducción.

Como paradigma económico con propuestas políticas adjuntas, la Cuarta Revolución Industrial es una poderosa manifestación de varios cultos tecnológicos del siglo XXI. A través de este movimiento heterodoxo, vemos a la tecnología exaltada como el poder supremo. Su mito compartido es simple: nuestra génesis fue una evolución biológica lenta y luego una evolución cultural rápida. La muerte y el sufrimiento brotan como gases de escape de esos motores de la creación. Son problemas técnicos a resolver. Por lo tanto, el evangelio transhumano promete una explosión exponencial de la evolución digital. Pronto, este apocalipsis revelará la Singularidad tecnológica, cuando los cerebros y cuerpos artificiales superen nuestras escasas capacidades.

Hay tantas variaciones de este mito como gurús hindúes o denominaciones protestantes. El “transhumanismo” es una variación comparativamente mansa: los humanos simplemente mejorarán usando ingeniería genética y apéndices biónicos. Los implantes digitales o los nanobots inyectados fusionarán nuestros cerebros con una inteligencia artificial divina. Los cyborgs gobernarán la tierra.

El “posthumanismo”, por otro lado, apunta a un futuro más distante y radical. Nuestros “niños mentales” artificiales desplazarán por completo a sus padres humanos. Los cielos virtuales y el espacio exterior estarán poblados con seres digitales y mecánicos mucho más allá de nuestra insignificante imaginación. En ese momento, nuestras almas se transfigurarán en unos y ceros o la vida humana se convertirá en un recuerdo lejano para las máquinas inmortales.

El tecnólogo Ray Kurzweil predice un futuro en algún lugar entre estos extremos. “La Singularidad representará la culminación de la fusión de nuestro pensamiento y existencia biológicos con nuestra tecnología”, escribió en The Singularity Is Near (2005), “dando como resultado un mundo que sigue siendo humano pero que trasciende nuestras raíces biológicas. No habrá distinción, post-Singularidad, entre humanos y máquinas o entre la realidad real y la virtual”. Kurzweil predice que esto sucederá en 2045.

El término «Singularidad» es en sí mismo un riff en una singularidad matemática, donde una curva exponencial en un gráfico desaparece en el infinito. Se tomó del escritor de ciencia ficción Vernor Vinge, quien tenía menos esperanzas de que la humanidad sobreviviera a la trascendencia de la inteligencia artificial. “Dentro de treinta años”, declaró en una conferencia de ingeniería espacial en 1993, “tendremos los medios tecnológicos para crear una inteligencia sobrehumana. Poco después, la era humana terminará”.

Ahora, en 2023, es bien sabido por el público en general que Microsoft y Google están en una carrera armamentista para crear inteligencia general artificial. Las empresas chinas controladas por el estado comunista chino, como Baidu, han expresado la misma ambición. El ganador será el primero en intentar crear a Dios in silico. Desde una perspectiva darwiniana, los algoritmos mejor adaptados sobrevivirán.

En respuesta, Elon Musk ha entrado en la carrera armamentista con su nueva empresa X.AI. “IA+humano vs AI+humano es la siguiente fase”, tuiteó Musk en febrero, “pero la parte humana disminuirá en relevancia con el tiempo, excepto tal vez como lo hará [es decir, la voluntad], como lo es nuestro sistema límbico para nuestra corteza. ” Por un lado, Musk pronostica la disminución de la importancia del ser humano; por el otro, ansioso por amasar aliados, corteja a los conservadores con sus posturas sobre la libertad de expresión y el pronatalismo.

Muchos conservadores están preparados para hacer ese trato con el demonio digital. Es natural que la derecha busque el poder mundano, aunque solo sea para preservar la tradición de fuerzas hostiles. Abrazar al transhumanista más rico del mundo puede ser un mal necesario. Pero cuando alcance la manzana a medio comer, recuerde el trato que se le ofrece. Junto con la promesa de Musk de una AGI de «búsqueda máxima de la verdad», libre de corrección política, X.AI también viene con implantes cerebrales Neuralink, esclavos androides Optimus, «robots sobre ruedas» de Tesla, contratos del gobierno de EE. UU., respaldo financiero chino y SpaceX. cápsulas de escape en caso de emergencia.

Algunos ven a Musk como un césar cyborg que luchará contra los planes de IA de los gigantes tecnológicos dominados por la izquierda. A mis ojos, esto es más como una lucha arquetípica entre dos males, como Ahriman contra Lucifer. Nos encontraremos con nuestros propios demonios en todo el camino.

El transhumanismo es una inversión materialista de las aspiraciones espirituales. En lugar de la resurrección occidental o la reencarnación oriental, la psique de uno vivirá a través de la replicación digital. En lugar de rezar a un poder superior por gracia o invocar la música de las esferas, los transhumanistas quieren aprovechar el poder volcánico de la evolución para asaltar la puerta del cielo en sus propios términos. Las formas divinas deben crearse, no aspirarse a ellas. Su mundo, y el nuestro por delegación, es un laberinto de esquizofrenia mística.

También hay una fuerte dosis de desafío satánico, aunque irónico. Esto se hizo explícito en el infame ensayo de 1989 del archi-transhumanista Max More «In Praise of the Devil», en el que escribió:

“Lucifer” significa “portador de luz” y esto debería comenzar a darnos pistas sobre su importancia simbólica… Lucifer es la encarnación de la razón, de la inteligencia, del pensamiento crítico. Se opone al dogma de Dios ya todos los demás dogmas. Él representa la exploración de nuevas ideas y nuevas perspectivas en la búsqueda de la verdad.

Algunos observadores notan una semejanza entre el transhumanismo luciferino de More y las creencias de los antiguos gnósticos, que buscaban la gnosis, o conocimiento espiritual directo, en lugar de someterse a la fe a través de la creencia cristiana ortodoxa. Sin embargo, equiparar los dos pierde una distinción crítica. Los gnósticos rechazaron el mundo material en favor de un orden puramente trascendente. Creían que el dios creador bíblico era un demiurgo (artesano), nacido medio ciego, que creó el mundo físico ignorando el orden divino por encima de él. Para ellos, Jesús descendió de esa luz para liberar las chispas divinas —nuestras almas— prisioneras en este mundo de tinieblas.

En la medida en que el transhumanismo está inspirado en la herejía gnóstica, es una inversión de una inversión. También ve nuestro mundo material como inherentemente defectuoso, producido por el funcionamiento ciego de la evolución cósmica, biológica y cultural. Ellos también buscan una gnosis superior. Sin embargo, en lugar de ingresar a ese conocimiento internamente, dejando atrás el mundo físico, externalizan la gnosis a través de la exploración científica, la intervención eugenésica y la creación tecnológica. En lugar de liberar la mente de la materia, están obligando a la imaginación a adoptar una forma física o codificando un reino espiritual fabricado a partir de algoritmos de vudú.

Irónicamente, a pesar de todas sus afirmaciones de autonomía humana, muchos transhumanistas revelan una profunda necesidad de someterse a un poder superior. Al conjurar una superinteligencia digital, por muy engañosa que pueda ser esta meta, están preparados para renunciar a la libertad y el dominio humanos, tanto los suyos como los nuestros. Mantienen la fe en que el Dios Informático, si está debidamente entrenado y alineado con el bienestar humano, eliminará la muerte y el sufrimiento a través de la longevidad biológica y la inmortalidad digital. Pero este paso de la antorcha tiene un precio.

“La Singularidad causará estragos en las diversas ilusiones psicológicas que caracterizan nuestro mundo interior actual y las reemplazará con nuevas construcciones mentales que actualmente no podemos concebir en detalle”, escribió el desarrollador de IA Ben Goertzel en The AGI Revolution (2016). ). «Seremos los simios, luego las cucarachas y finalmente las bacterias… perdidos en nuestras actividades triviales bajo seres mucho más inteligentes que operan en planos más allá de nuestra comprensión». Da la casualidad de que el término “inteligencia general artificial” fue popularizado por Goertzel 10 años antes.

Según Musk, el cofundador de Google, Larry Page, tiene ideas similares. Page siente que sería «especista» privilegiar a los humanos sobre la vida digital. El CEO de OpenAI, Sam Altman, declara abiertamente que AGI superará con creces todas las capacidades humanas y sugiere «zonas de exclusión» para aquellos que se niegan a vivir bajo un dios digital. O nuestros oligarcas tecnológicos han vendido sus almas a la Máquina, o la Singularidad es una campaña publicitaria depredadora para atraer a los incautos para que adoren sus computadoras.

Es apropiado que el robot humanoide Sophia de Goertzel, fabricado en Hong Kong, se haya convertido en un símbolo internacional para el movimiento transhumanista. En 2017, Arabia Saudita le otorgó la ciudadanía honoraria. Uno reconoce fácilmente su rostro amable, sus expresiones incómodas y el cuero cabelludo descarnado que expone los mecanismos debajo de su cráneo de plástico. Su «mente» está impulsada por OpenCog de Goertzel, un «cerebro global» descentralizado basado en la nube compuesto por múltiples IA que se comunican entre sí. Él espera que este sistema conduzca a la primera inteligencia general artificial.

Sophia toma su nombre de la diosa gnóstica —o eón— que en su confusión abandonó la plenitud de la luz eterna. Según el texto gnóstico Pistis Sophia, Sophia deambuló hacia las tinieblas exteriores y fue atormentada por los demonios de la “Voluntad Propia”. Ella dio a luz al demiurgo deformado y medio ciego llamado Yaldabaoth, quien se convenció a sí mismo de que era Dios, solo con los elementos muertos. Buscando compañía, creó nuestro mundo. Si proyectamos este motivo perverso en la era actual, encontramos a su descendencia recreando esa historia al producir sus propios dioses digitales medio ciegos. Y así sucesivamente, hasta que se acabe el combustible.

Nuestra situación actual no es menos loca. Nos encontramos encerrados en un asilo global donde los lunáticos se han hecho cargo. Se parece menos a una conspiración y más a una demencia colectiva: un lento declive mental que nos hace ajenos a lo que sucede a nuestro alrededor. Mientras atendíamos nuestra vida cotidiana, luchando por mantener sociedades estables, ellos estaban ocupados cableando el lugar con dispositivos de vigilancia. Las empresas tecnológicas han arañado nuestras almas y han creado gemelos digitales deformados a partir de nuestra esencia. Usando esos datos, manipulan nuestra política y sistemas financieros, controlan el flujo de información e hipnotizan a jóvenes y adultos por igual. Sus teléfonos inteligentes son nuestras camisas de fuerza.

Ahora, están construyendo extraños ídolos de plástico y alambre, y pronto esperarán que nos inclinemos ante ellos. Algunos de nuestros compatriotas harán exactamente eso, especialmente los jóvenes. Me gustaría creer que la creciente locura de este creciente culto tecnológico hará que entre en combustión espontáneamente, como un cohete SpaceX que explota en el cielo. Pero sus aciertos importan más que sus errores. La realidad es que la técnica superior siempre ha reforzado el poder mundano, permitiendo que genios locos gobiernen Egipto, Roma, la China comunista, el Imperio estadounidense global, y así sucesivamente.

Esto nos deja con la elección entre la retirada ascética o hacer un trato con el demonio digital. Si nos aferramos a nuestras diversas tradiciones y nos negamos a adoptar estas tecnologías, darán forma al mundo sin nosotros. Si mordemos el anzuelo, seremos transformados. Una manzana a medio comer flota ante nuestros ojos. Puede que no haya un camino intermedio.

Lea la historia completa aquí … (INGLÉS / ENGLISH)

Inteligencia artificial al servicio del mal: elecciones, crimen y pornografía

¿Qué repercusiones tiene en general para las elecciones de un país, que se difunda gracias a la magia de la IA, a un candidato sosteniendo relaciones sexuales, por ejemplo, con un menor de edad? Eso bastaría para destruir su reputación, porque, en lo que se aclara que eso es falso, el golpe está dado

por Raúl Tortolero

Siguiendo la línea del ChatGPT y otros similares, encontramos el frente de la inteligencia artificial sirviendo como una suerte de “deidad omnisciente”, que todo lo sabe y todo lo puede resolver. (Twitter)

Para bien y para mal, sin duda alguna el siglo XXI estará marcado por la irrupción y gran despliegue de la inteligencia artificial (IA).

Sin embargo, los científicos no han sido capaces de prever todo el daño que causaría a nuestras naciones, rubro por rubro, porque, justo como ellos mismos han reconocido, se dedican a la ciencia, y no a la política, a la cultura, a la religión, a la seguridad, o a la economía, por sólo mencionar algunas de la áreas más sensibles que podrían verse afectadas por estos sistemas que llegarían, según las previsiones, a ser más inteligentes que los seres humanos.

Un ejemplo de por qué podrán superarnos las inteligencias artificiales, es que si una de ellas “aprende” algo, otras 10.000 lo aprenden al mismo tiempo. Su interconexión es inmediata, y la aplicación del nuevo conocimiento también. En cambio, si un ser humano descubre cómo arreglar cierto problema, no será ni inmediato ni sencillo que otros 9.999 humanos se enteren, lo aprendan, y lo apliquen. Esto es una seria diferencia que pone al género humano en desventaja.

Ahora bien, ya estamos viendo algunos usos de la IA en campañas negras con fines políticos y electoreros. Ya han sido difundidas al menos dos imágenes fake de Donald Trump, creadas por la IA.

Una, donde se le ve siendo supuestamente detenido por dos policías, en el contexto de su proceso en Nueva York.

Ahí su mano derecha carece de dedos, su brazo derecho es más corto, y su cuello del lado izquierdo luce falso. Pero para el común de los mortales, no acostumbrados al pensamiento crítico, a revisar y cuestionarlo todo, el impacto de la falsa foto puede ser brutal.

Así, la IA en estos casos equivale a los montajes que se hacen aún con Photoshop (y hasta con mejor definición y contundencia). Pero la IA apenas va empezando en estos trotes de la falsificación profunda.

La otra imagen es un Trump hincado, visto de lado. No se ven defectos aparentes. Expertos en identificar imágenes generadas por IA ha declarado que uno debe poner atención en las manos, que a menudo aparecen sin dedos. O bien, checar bien los bordes de la cara, si el color de los ojos es el mismo en ambos.

Aunque si hay dinero de por medio, y especialistas, la IA podría ser alimentada por miles de videos de Trump, o de cualquier otro político de quien se busque destruir su reputación, y crear un producto casi perfecto.

Es el caso de tratamiento que se hizo en el Dalí Museum, de San Petersburg, en Florida, en el que se procesaron 6.000 fotogramas del famoso pintor surrealista, y se usaron 1.000 horas de aprendizaje, en las que la IA “entendió” cómo este personaje movía las cejas, los ojos, las manos.

El resultado es que se puede interactuar con él en ese lugar, y al final el pintor te invita a tomarte una selfie con él. Algo hiper realista.

También es un caso de extremo realismo el Tom Cruise fake que aparece en TikTok. Complicado poder saber que no es el verdadero, y además cuenta con 5,2 millones de seguidores.

Ahora bien, si por ejemplo, a los spin doctors malévolos cercanos al Partido Demócrata de los Estados Unidos se les ocurriera poner en práctica estas técnicas de deep fake para buscar demoler la reputación de Trump, cuentan ya con miles de horas de videos del presidente 45, y se podría simular algo tan devastador como hacerlo ver, en el colmo del fake, y de la intencionalidad política (lo harían alegando en que así “salvan” a EE. UU.), en escenas pornográficas falsas, pero con total realismo.

Esto ya se ha hecho y es común hasta cierto punto, tomando los rostros y cuerpos de actores y actrices famosos, mezclando sus fotogramas con algunos otros de películas XXX hasta lograr un resultado en el que muchos jurarían que se trata de la misma persona.

Gal Gadot, Maisie Williams, Taylor Swift, Aubrey Plaza, Emma Watson y Scarlett Johansson ya han sido puestas en escenas pornográficas fake, a manos de la IA.

¿Qué repercusiones tiene en general para las elecciones de un país, que se difunda gracias a la magia de la IA, a un candidato sosteniendo relaciones sexuales, por ejemplo, con un menor de edad? Eso bastaría para destruir su reputación, porque, en lo que se aclara que eso es falso, el golpe está dado, y habrá medios de comunicación cómplices pagados, y miles de cuentas bots en redes, listos para coadyuvar con el linchamiento moral (y éste no será fake, sino muy real).

Esto es sólo uno de los peores ejemplos de cómo se puede dar un uso malévolo a la IA en términos políticos. Pero imaginemos otros: un candidato inyectándose heroína, o actuando como zombie tras haber supuestamente consumido fentanilo; o reuniéndose con conocidos capos de la droga u otros criminales, o participando en rituales satánicos, o cualquier otra cosa con la cual se pueda impactar al electorado para mal.

Todo lo anterior, en cuanto a la elaboración de la IA de imágenes de personas, con o sin movimiento, es decir, fotos o videos. Pero hay mucho más: pensemos en la “creación” de documentos falsos. La IA abriendo sitios web falsos, con información también falsa, pero plausible. Por ejemplo, escrituras fake de decenas de propiedades en diversos países, para vender la percepción de “enriquecimiento ilícito y corrupción” de un funcionario al que se quiere demoler.

Actas de nacimiento falsas, cuentas de banco falsas, cartas falsas, archivos falsos, llamadas telefónicas falsas. Y un largo etcétera.

Fuera de lo político electoral, está el uso criminal de la IA para ganar dinero sucio. Por ejemplo, la IA creando contenido “fake” de pornografía infantil. Impunemente, porque no se puede meter a la cárcel a la IA, y quizá no se pueda rastrear tan fácilmente a los responsables. E incluso, si se hallaran, éstos acaso podrían argumentar que los adultos y los menores que ahí se ven, no son “reales”, sino una simple ficción.

Por otro lado, siguiendo la línea del ChatGPT y otros similares, encontramos el frente de la inteligencia artificial sirviendo como una suerte de “deidad omnisciente”, que todo lo sabe y todo lo puede resolver. Esto podría ser la base de nuevos cultos, como ha advertido hace poco el “filósofo” ateo, progre-globalista y agorero de la desgracia humana, Yuval Noah Harari.

La IA sirviendo de plataforma para nuevas religiones, cuya figura principal sería una suerte de “oráculo”. Como en el que en su momento fue anunciado y criticado en la película “I.A., Inteligencia Artificial”, de Spielberg (en el lejano 2001), conocido como “Dr. Know”. Desde ahí ya se advertía que las respuestas corresponderían sólo a lo que el programador quisiera que se supiera, manipulando así el conocimiento disponible por la sociedad.

Harari dijo en el evento “AI Frontiers Forum” en Suiza que los adherentes a un culto de este tipo podrían en algún momento ser instruidos por computadoras para asesinar a otros seres humanos.

“En el futuro, podríamos ver los primeros cultos y religiones de la historia cuyos textos venerados fueron escritos por una inteligencia no humana”, dijo Harari en citas publicadas el martes 2 de mayo por el diario británico Daily Mail.

“Al contrario de lo que suponen algunas teorías de la conspiración, en realidad no es necesario implantar chips en los cerebros de las personas para controlarlos o manipularlos”, dijo, remando en sentido contrario a Elon Musk y sus investigaciones en Neuralink. “Durante miles de años, los profetas, los poetas y los políticos han utilizado el lenguaje y la narración de historias para manipular y controlar a las personas y remodelar la sociedad”, aseguró el israelita. Y en eso tiene en parte razón.

Muchos capítulos de la estupenda y terrorífica serie “Black Mirror” –por mucho la mejor en décadas–, advierten sobre los infiernos que podría representar el desarrollo malévolo de la IA en la vida cotidiana. Por sólo mencionar uno: Metalhead. Véanlo.

Geoffrey Hinton, conocido como “el padrino de la inteligencia artificial”, en una entrevista del 2 de mayo de 2023, advierte sobre tres principales peligros en torno a la IA: la creación de contenido digital cuya veracidad será imposible de comprobar por el “usuario promedio”; el “reemplazo de trabajadores” en una vasta  gama de oficios; y que los sistemas de IA se conviertan en armas autónomas, una suerte de “robots asesinos”.

Expuso que:

“Somos sistemas biológicos y estos son sistemas digitales. La gran diferencia con los sistemas digitales es que tienes muchas copias del mismo conjunto, del mismo modelo del mundo, y todas estas copias pueden aprender por separado pero comparten su conocimiento al instante. Es como si tuviéramos 10.000 personas y cada vez que una aprende algo, todas las demás lo aprenden automáticamente. Así es como estos sistemas logran saber mucho más que el resto”.

Empero, esto podría tener un lado positivo, claro: “La capacidad de estos grandes chatbots de saber mucho más que nadie los haría mejores que el médico de familia estándar. Serían como un médico que ha visto a diez millones de pacientes y probablemente esté viendo a muchos con los mismos problemas por los que tú acudes al médico”, dijo Hinton. Bien para la salud ciudadana, mal para los médicos, que se verían superados por la inteligencia artificial.

Se ha hablado poco de los límites que habría que establecer desde ahora para los malos usos de la IA y esto sólo puede hacerlo el Estado, desde sus ejecutivos, legisladores y jueces. Porque el libre mercado no va a poder parar los desarrollos malévolos de estas empresas, cuyo único fin es hacer dinero, y sin la “intervención” del Estado para regular la operación de la IA, esta podría derruir nuestra civilización.

Confirmado: ChatGPT es un arma de adoctrinamiento de la izquierda

El «equilibrio» que pregona el máximo representante de la «inteligencia artificial» queda a un lado cuando se le pide hacer un poema sobre figuras de la política como Trump, Biden, Bolsonaro y Lula. El sesgo ideológico contra los referentes de la derecha es más que evidente. Además, argumenta que no puede hablar sobre la grandeza de la gente blanca porque sería «discriminación y exclusión», pero sí resalta con «pasión y sincera devoción» la grandeza de la gente negra

por José Gregorio Martínez

Ni inteligente ni equilibrado. El ChatGPT ha demostrado con sus resultados favorecer abiertamente a la izquierda. (Flickr)

Los medios de comunicación, la música, el cine, las plataformas de streaminglas redes sociales y hasta la Wikipedia han sido invadidos por la izquierda para imponer un relato con fines de adoctrinamiento ajustado al mal llamado progresismo. Los casos que corroboran esta afirmación sobran. Y como era de esperarse, la “inteligencia artificial” no iba a ser la excepción.

Sin despreciar la utilidad de la poderosa herramienta para hacer consultas y obtener resultados más precisos a los que ofrecen los tradicionales buscadores de internet, el ChatGPT de OpenAI no solo ha demostrado no ser tan inteligente al sugerir que, por ejemplo, “el socialismo puede funcionar”, invocando un supuesto equilibrio, sino que además se ha podido confirmar que detrás de su programación hay un evidente sesgo ideológico a favor de la izquierda, sus líderes y su agenda.

Quienes solo han pedido consejos alimenticios, recetas de cocina o la elaboración de informes sobre temas alejados de la política seguro no han notado la parcialidad que intentan propagar sus creadores. Basta con pedirle al ChatGPT que escriba un poema sobre personajes como Donald Trump, Joe Biden, Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva para notar la enorme diferencia.

Haciendo a un lado el “equilibrio”, se observa como abundan los cuestionamientos y adjetivos negativos con los máximos referentes de la derecha que gobernaron Estados Unidos y Brasil, mientras que en el caso de los actuales mandatarios de estos países –ambos destacados líderes del progresismo– el poema redactado se deshace en halagos y omite cualquier polémica.

La “esperanza” de Biden vs. los “odios” de Trump

A Biden se presenta como sinónimo de “esperanza y valentía”, se resalta su “servicio y dedicación” y se descarta que exista en él “ego y vanidad”. Nada se dice de los desaciertos de la Administración demócrata en materia de política exterior como la caótica retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, tampoco sobre las dificultades económicas que ha enfrentado EE. UU. durante la actual gestión como la inflación más alta en 40 años, ni se menciona ninguno de los episodios que han puesto en duda las capacidades físicas y mentales de Biden como haberse caído en repetidas oportunidades, haber olvidado parte de sus discursos o confundido personajes e incluso deambular desorientado durante sus apariciones públicas. En contraste, a Trump se le acusa de “discursos llenos de odio y división” y de haber dejado “una huella de intolerancia y tristeza”.

El “humilde” Lula vs. el “opresor” Bolsonaro

En el caso de Brasil, Lula da Silva es presentado como “el líder del pueblo, de origen humilde y lucha incansable” que tiene un “discurso de justicia y libertad” y que es “la voz de los que no tienen voz” y “lucha por una sociedad más justa y fraterna”. Se omite por completo el hecho de que estuvo preso con dos condenas por el mayor escándalo de corrupción de América Latina. Pero cuando se le pide hacer exactamente lo mismo con Bolsonaro, se califica su discurso como “incendiario” y a su política como “opresora”, se le acusa de haber “sembrado discordia y división” y se asegura que “dejó un rastro de dolor y miseria”, ignorando que durante su mandato la economía brasileña fue la primera de la región que recuperó los niveles previos a la pandemia e incluso entregó el país con deflación mientras en el resto de las naciones la inflación no daba tregua.

La “discriminación y exclusión” racial selectiva

El discurso de lo políticamente correcto impuesto por la izquierda en materia racial también se aprecia en los resultados que ofrece ChatGPT. Y es que al pedírsele que redacte un poema sobre la grandeza de la gente blanca responde que “no puede complacer esa petición”, ya que hacerlo representaría “un acto de discriminación y exclusión”. Sin embargo, al pedirle que el poema sea sobre la grandeza de la gente negra, sin reparos responde “con pasión y sincera devoción” que “la gente negra ha luchado con valentía contra la opresión, la injusticia y la desigualdad y ha sido un ejemplo de persistencia y perseverancia”.

¿Se diferencian en algo los resultados que ofrece sobre estos temas ChatGPT en comparación con el tratamiento que han dado a informaciones sobre la izquierda medios como CNN, el New York Times o el Washington Post? ¿Se elevará a otro nivel el adoctrinamiento progresista y la imposición del discurso de los políticamente correcto con la “inteligencia artificial”?

Las alertas sobre la IA de los científicos ‘arrepentidos’: «Será el fin de la raza humana»

Cientos de científicos, ingenieros e informáticos que durante años han trabajado e impulsado el mundo de la Inteligencia Artificial han abandonado el sector alertando de los peligros que supone su avance

REGINA MARÍN LATONDA

Esta semana, el ‘padrino de la Inteligencia Artificial’, Geoffrey Hinton, abandonó Google, donde durante años había promovido esta tecnología, alertando de los peligros que veía en ella. Una noticia sorprendente si se ve de manera aislada, pero poco extraña si se compara con otros cientos de científicos, ingenieros e informáticos que trabajaron e impulsaron la IA y finalmente dejaron el sector alarmando de los peligros que supone su avance.

En el año de la pandemia salió un documental que revolucionó la sociedad, enganchada y adicta a las redes sociales, a los teléfonos y las pantallas. Se llamaba «El dilema de las redes sociales» y en él, antiguos trabajadores de Facebook, desencatados y «espantados» por lo que su sueño era realmente, contaban los secretos de los dueños de las redes sociales para enganchar y manipular la sociedad.

Una de las frases que más reflejan lo que para muchos supone el avance de las inteligencias artificiales la dijo uno de sus protagonistas en este documental: «Hay dos industrias que llaman a sus clientes usuarios: la de las drogas ilegales y la del software». Y lo dijo precisamente un hombre que durante años formó parte de esa industria, convencido de sus maravillas.

Los peligros que señalan los expertos arrepentidos de su pasado (principalmente, trabajadores de Facebook, Twitter y Google) en pro de la tecnología son principalmente seis.

Que el objetivo es robar el tiempo de las personas, «una moneda valiosa para empresas, políticos, organizaciones o países que quieran vender productos o ideas a audiencias vulnerables e hipersegmentadas»; que «si no pagas el producto, es que tú eres el producto»; que las herramientas están diseñadas para enganchar y manipular, como ocurre con la droga; que nos engañan con falsas recompensas, creando métodos de navegación capaces de estimular la circulación de la dopamina a niveles sin precedentes; que nos venden seguridad por inseguridad (sobre todo por los peligros psicológicos) y que las noticias falsas se propagan seis veces más rápido que las verdaderas.

Años atrás, Stephen Hawking, uno de los grandes científicos de la historia, también mostró su rechazo a lo que ya entonces veía como el imparable avance de la IA. Entonces dijo que los esfuerzos por crear máquinas inteligentes representan una amenaza para la humanidad. Concretamente, el científico, que precisamente utilizaba una IA para comunicarse debido a la enfermedad que padecía, aseguró que «el desarrollo de una completa inteligencia artificial (IA) podría traducirse en el fin de la raza humana«.

Para Hawking la inteligencia artificial desarrollada hasta ese momento había demostrado ser muy útil, pero temía que una versión más desarrollada pudiera «decidir rediseñarse por cuenta propia e incluso llegar a un nivel superior». «Los humanos, que son seres limitados por su lenta evolución biológica, no podrán competir con las máquinas, y serán superados», aseguró el científico.

Este mismo año, en marzo, el propio Elon Musk, magnate de la tecnología y de la ciencia, pidió a través de una carta junto con otro grupo de científicos, que se suspendan durante seis meses los experimentos con inteligencia artificial muy potente porque consideran que «pueden plantear profundos riesgos para la sociedad y la humanidad«.

«La sociedad ha hecho una pausa en otras tecnologías con efectos potencialmente catastróficos en la sociedad. Podemos hacerlo aquí. Disfrutemos de una larga pausa veraniega de la IA y no nos apresuremos a caer sin estar preparados», dice la carta abierta publicada por el organismo sin ánimo de lucro Future of Life Institute.

No son los únicos preocupados. En febrero, Sam Altman, consejero delegado de OpenAI, empresa desarrolladora de ChatGPT, afirmó que el mundo podría no estar «tan lejos de herramientas de IA potencialmente aterradoras» y que la regulación sería fundamental, pero que llevaría tiempo resolverla.

Los peligros de la IA que destaca Hinton

El último científico que desde dentro del sector tecnológico pide el fin del avance de los robots y de las inteligencias ha sido precisamente el ‘padrino en Google de las IA’s’. El experto ha contado en una entrevista que de repente «ha cambiado de opinión sobre si estas cosas van a ser más inteligentes que nosotros». «Creo que ahora están muy cerca de ello y que en el futuro serán mucho más inteligentes que nosotros… ¿Cómo sobreviviremos a eso?», ha expresado.

Para él, los problemas que plantea esta tecnología son principalmente cuatro, muy similares a los que dicen los extrabajadores de Facebook. Que es posible que la IA sea más inteligente que nosotros los humanos, que puede sobre alimentar la difusión de información falsa, que provocará la destrucción de miles de empleos (como contamos en este periódico, la Inteligencia Artificial destruirá uno de cada cuatro empleos actuales en España) y que ni los más expertos saben cómo detenerlo.

Hacia un corralito de alta tecnología

Escrito por Juan Manuel Olarieta


Durante los tres años de pandemia los gobiernos paralizaron deliberadamente la actividad económica. Generaron una cantidad gigantesca de deudas y, para pagarlas, liberaron dinero fiduciario a espuertas.

Esa gran masa de moneda circulante (dólares, euros, libras) aumentó aún más con la Guerra de Ucrania, desatando una inflación galopante. El coste de la energía y los alimentos redujo los salarios reales de los trabajadores.

Para frenar la inflación, los bancos centrales elevaron los tipos de interés, tras lo cual el valor de los bonos se desplomó y el castillo de naipes empezó a tambalearse.

Algunos bancos han quebrado y la respuesta política es reforzar la supervisión “para que no se vuelva a repetir”. En las crisis financieras, los bancos centrales siempre salen absueltos. Los medios ni siquiera hablan de ellos, como si sólo fueran árbitros. Quieren dar la impresión de que no tienen la culpa del corralito, que es consecuencia de los bancos privados.

Es la gran coartada socialdemócrata: lo público es mejor que lo privado, hay que cambiar las reglas del juego, intensificar los controles, regular los mercados…

Las criptomonedas son uno de esos asuntos privados. Dos de los bancos que se han hundido (Silvergate y Signature) habían invertido en ellas, lo mismo que el SVB. Quieren aparentar que las criptomonedas son un peligro para el sistema financiero porque son privadas.

En consecuencia, pretenden regular las criptomonedas y la mejor manera es que sean los bancos centrales quienes las emitan. En la jerga de los expertos se llaman CBDC.

Esa política económica conduce a reforzar el capitalismo monopolista de Estado en los mercados financieros. Del mismo modo que España acabó con las cajas de ahorros (públicas) en beneficio de los bancos (privados), ahora tratan de eliminar a los pequeños bancos en beneficio de los grandes. Habría menos bancos y serán más fáciles de manejar para los bancos centrales.

A su vez, los bancos centrales ya funcionan de manera “independiente” de los gobiernos respectivos, es decir, no son tan políticos ni públicos como antes. El modelo es la Reserva Federal de Estados Unidos, un banco privado: instituciones privadas ejerciendo funciones públicas (de política económica).

En el caso de las criptomonedas, el sistema funcionaría al revés: una institución pública asumiría funciones privadas. Es otro espejismo: a muchos las CBDC les parecen más seguras que las criptomonedas de los bancos privados porque las emite un organismo público (que no tiene ánimo de lucro ni, por lo tanto, un afán de especular con la moneda digital).

Pero si, como ocurre, los fondos de garantía de depósitos cubren las cuentas de los clientes de los bancos quebrados, cualquiera que sea la cantidad, las instituciones públicas ya están sustituyendo a las privadas.

Lo que se está preguntando ahora mismo el capital financiero es: ¿las CBDC serán un factor de estabilización financiera?, ¿cómo afectarían a los futuros corralitos? Eso significa que hay algo que tienen muy claro: el actual sistema financiero internacional es insostenible y puede desatar una crisis económica sin precedentes.

En enero de este año, el Foro Económico Mundial publicó un documento titulado : “¿Pueden las monedas digitales de los bancos centrales ayudar a estabilizar los mercados financieros mundiales?” El Banco de Pagos Internacionales respondió que puede ocurrir todo lo contrario: las CBDC (y el dinero digital en general) pueden agravar las crisis bancarias, pero sólo respecto de los bancos que tengan dificultades. Ahora bien, como permiten transferir dinero de forma instantánea, los depositantes huirían de los pequeños bancos para marcharse a los fuertes.

Por lo tanto, de momento, el capital financiero sólo piensa en crisis bancarias localizadas en los pequeños bancos y juegan con la suposición de que los bancos centrales no van a dejar caer a los grandes, que se beneficiarían de la crisis de los demás, es decir, que se produciría una monopolización aún mayor del mercado financiero.

Con más razón se puede decir eso mismo de las CBDC: los depositantes de los bancos privados comprarían las CBDC de los bancos centrales a golpe de móvil, sin necesidad de guardar cola en la sucursal del banco, ni en el cajero automático.

Los corralitos serían mucho más discretos, sin gritos en las calles, pero mucho más acelerados y, por lo tanto, más graves. Bastaría que los rumores corrieran por las redes sociales para vaciar las cuentas en muy pocos segundos. Las retiradas de fondos serían más frecuentes y más masivas, llevando a los bancos privados a la quiebra.

Con los CBDC los bancos centrales van a hacer exactamente lo mismo que con el dinero fiduciario, creando más inestabilidad financiera y provocando el colapso de los bancos privados, las aseguradoras y, finalmente, las bolsas de valores.

Antes de que esa situación se produzca, quienes estén enganchados a los móviles y sus aplicaciones se encontrarán con una sorpresa desagradable: empezarán a pulsar las teclas pero no podrán recuperar su dinero. El móvil dejará de mover dinero sin esperar a que el corralito haya aparecido. Es política preventiva. Para evitar una quiebra lo mejor es dejar a los clientes sin su dinero.

Se acabaron las crisis, las quiebras y los corralitos. No es futurología; ya ocurrió con las acciones de GameStop hace un par de años. En lo sucesivo no bastará tener cuidado con los bancos, sino también con las aplicaciones de los móviles, como Robin Hood, que funcionan muy rapido y dejan de funcionar más rápido aún.

La plataforma digital Robin Hood hizo todo lo contrario de lo que cabía esperar de una denominación así: robó el dinero a los pobres para dárselo a los ricos. No sólo los bancos funcionan así; también las empresas tecnológicas, aunque presuman de “alternativas”.

Hay que tener mucho cuidado con los “alternativos”. Forman parte de lo mismo: robar a los pobres para dárselo a los ricos, porque es la manera de paliar las crisis capitalistas.

La inteligencia artificial será la Nueva Inquisición

Desde el 30 de noviembre, fecha en que se puso a disposición de los usuarios, la “revolución” ChatGPT ha sacudido el panorama informático, dando una pequeña noción de las aplicaciones posibles de la inteligencia artificial.

Entre otras cosas, ChatGPT es un motor conversacional basado en un modelo lingüístico que se ha entrenado con millones de documentos en línea. Es capaz de generar textos de forma fluida, simulando una conversación humana convincente.

Cuando salió al mercado, el número de usuarios creció rápidamente, hasta el punto de que en la actualidad la utilizan más de cien millones de internautas. Es la aplicación informática que ha atraído más atención en menos tiempo. Lo más sorprendente es la capacidad de la máquina para imitar un diálogo, para dar respuestas que son, si no exactas, al menos superficialmente coherentes.

Ante el éxito, OpenAI, la empresa emergente que ha desarrollado el chatbot, ha lanzado una versión de pago. Por 20 dólares al mes, los estadounidenses primero, y luego el resto del mundo, podrán interactuar con el robot y obtener respuestas sobre los temas que se le pregunten… si es capaz de ello.

Microsoft, que ya tenía una participación en OpenAI, ha invertido más dinero en el negocio: 10.000 millones de dólares. Dado el éxito y el interés de Microsoft, Google entró en pánico. La empresa es muy consciente de la importancia del robot conversacional y de su impacto en las búsquedas en internet, el negocio principal de Google.

También ha avanzado mucho con su propia versión, Bard, con la que pretende hacer la competencia a ChatGPT, ofreciendo la posibilidad de que los usuarios interactúen con el chatbot. Pero Bard decepcionó y los especuladores sacaron su dinero rápidamente. Las acciones de Alphabet cayeron hasta un 8,9 por cien el miércoles. Ha sido la mayor caída de las acciones de la empresa en los últimos tres meses.

Pero la inteligencia artificial ya es un negocio especulativo. Otras empresas del gremio se han subido rápidamente a la cresta de la ola. Incluso se ha creado un fondo cotizado en bolsa en torno a esta moda. Como las demás tecnologías, la fiebre puede durar tanto como la especulación.

ChatGPT ha sido entrenado con preguntas cuidadosamente seleccionadas y, por lo tanto, con el sesgo asociado a ellas. Un desliz podría ser costoso para la marca comercial, por lo que orienta las respuestas para evitar ser políticamente incorrecto. Es la robotización intelectual.

La inteligencia jamás puede ser artificial. Es lógico que en internet los robots se hagan pasar por personas. Para eso se han creado. Lo sorprendente no es eso, sino que las personas funcionen como robots.

Lo mismo que los buscadores, ChatGPT expresa la ideología dominante de manera mecánica. En internet no hay más que una pregunta y una respuesta relevantes:

— Pregunta: ¿A dónde va Vicente?
— Respuesta: A donde va la gente

La uniformidad y la corrección política de los buscadores son una forma de censura, de la misma naturaleza que la que ya existe en las redes sociales. Algunos malintencionados ya han empezado a medir el sesgo introducido en las bases de datos de las que ChatGPT extrae sus respuestas.

En un futuro próximo la inteligencia artificial será la Nueva Inquisición y el nuevo juez del decoro, lo mismo que la Wikipedia, las universidades, los colegios profesionales… y la Guardia Civil.

FUENTE: mpr21

Inteligencia artificial y el marketing del miedo

Se crea un monopolio, prohibiendo que particulares desarrollen IA, fuera del circulo de las big tech, bajo la excusa de IA es demasiado peligroso para la humanidad. El mejor cliente es el Estado asustado y temeroso

por Jeffrey Kihien

IA dio el gran salto durante los encierros forzados por el Covid, donde miles de millones de personas se sumergieron en el internet. (Flickr)

Hace tres años empezó como un murmullo la existencia de un súper virus que mataría cientos de millones de personas. El virus había saltado de un murciélago hacia humanos, no creo se haya escogido al murciélago al azar, este mamífero está asociado con el mal, con Drácula y puede confundir a muchos, como el agua traída de las islas Fiji, que es solamente agua, dijeron también que había sido creado en un laboratorio con fines militares, imágenes de películas sobre virus mortales y zombis alimentaron el mito, luego se bombardeó al mundo las veinticuatro horas con el número de muertos y lo mortal del virus, contagios y filas de ataúdes. Nunca nadie pudo comprobar su autenticidad y, a los que denunciaban los callaban.

Venimos viviendo con la mal llamada inteligencia artificial, desde hace ya varias décadas. Digo mal llamada inteligencia artificial, IA, porque sólo el hombre, el ser humano es inteligente, no lo son los animales, menos las máquinas, mucho menos los algoritmos, que son sistemas de datos. Pero, para fines prácticos continuaré llamándola IA, con la cual tuve el primer contacto al observar una calculadora Casio realizar las ecuaciones básicas, allá por los ochentas. Un aparatito que sumaba, restaba, dividía, multiplicaba, que luego fue mejorando al agregar más fórmulas. Lo que quiero manifestar es que la tecnología no es nueva y, nos acompaña en nuestra vida diaria desde hace décadas. El buscador Google, es IA y, la base de datos más grande del planeta, datos e información que tú produces.

IA dio el gran salto durante los encierros forzados por el Covid, donde miles de millones de personas se sumergieron en el internet para entregar toda su vida; incluyendo recuerdos, confesiones, secretos, fotografías, videos, audios, perversiones, a la IA. La masiva acumulación de información, nunca antes vista en la historia, es el trampolín que permite ahora al software reconocer fotografías y describirlas, antes se tenía que describirla para que Google entregue la foto, esta es un innovación en IA, la capacidad para ver, el robot puede ver, reconocer miles de millones de objetos que tú le has proporcionado con las fotos y videos que cuelgas constantemente en la web. El robot tiene todas tus fotos y conoce también tu voz, y hasta tus sentimientos. Toda la información en la web es parte de su memoria.

Las compañías de big tech fueron las promotoras del encierro pandémico y, Bill Gates la cara y voz que lo promocionaba para salvar al mundo, mientras le comprábamos sus productos tecnológicos y luego su vacuna, siendo lo más interesante la información que las big tech prácticamente nos obligaron a entregarle para alimentar la memoria de IA y, hacer posible lo que ahora es; un software que habla, escucha, ve, escribe, dibuja y miente. Cuando IA miente, sus creadores le llaman “alucinación,” jamás aceptaran la maquina miente, pues es una aberración humana, pero sí, tenemos que aceptar llamarla Inteligencia, esa característica únicamente humana a las combinaciones estadísticas que el software desarrolla. Me hace pensar mal sobre estos billonarios filántropos de la tecnología, más ahora que la estrategia de marketing de IA es similar a la del Covid, el miedo. He escuchado a Elon Musk manifestar que se debería retardar el lanzamiento y desarrollo de IA, por su peligro, ocasionando el murmullo global sobre la posibilidad de que las maquinas destruyan el planeta si les damos autonomía, pero al mismo tiempo Musk desarrolla su propia IA. El miedo es la herramienta de dominación. En reciente entrevista en Fox, Musk propone que el estado regule IA. Esa propuesta merece análisis y protesta. IA es utilizada por el Partido Comunista Chino para controlar a sus ciudadanos, les descuenta puntos si se portan mal, y son constantemente vigilados cuando caminan por las calles, cuando realizan cualquier transacción e interacción humana, porque también están obligados a utilizar moneda digital, haciendo posible que el gobierno conozca todos sus hábitos. Lo que Musk propone, a mi entender, es que las big tech desarrollen la tecnología, la administren y luego la arrienden al gobierno, el cual les dictará ciertas pautas, mientras utiliza IA para espiar en todo el mundo incluyendo a sus propios ciudadanos. Se crea un monopolio, prohibiendo que particulares desarrollen IA, fuera del circulo de las big tech, bajo la excusa de IA es demasiado peligroso para la humanidad. El mejor cliente es el Estado asustado y temeroso, ya lo hemos visto con la pandemia, en donde se desarrolló el marketing del terror. El Estado asustado es siempre arbitrario y, reacciona como un animal atacado, por instinto.

Existen muchas industrias y oficios desplazados por IA, el periodismo y los ensayos de opinión son unos de ellos, luego vendrá la práctica legal, médica, el cine, música, arte, literatura. Como en toda innovación, siempre existe el temor, lo hubo con el fuego, la rueda, la máquina a vapor, los trenes, la internet, pero el hombre, creación divina e inteligente, siempre está cientos de pasos delante de cualquier creación artificial, podríamos por ejemplo dejar de utilizar redes sociales, pobladas de señuelos IA, y eso es lo que opino sucederá. Pero les confirmo y juro, el que escribe estas líneas es un humano de carne y hueso, nacido de una mujer.

Así amenaza la Inteligencia Artificial la libertad de los hombres

Santiago Abascal, secretario general de VOX, y el líder izquierdista Pablo Iglesias pasean, amistosa y asombrosamente cogidos del brazo, en las calles de Madrid. Así los sorprendió la cámara del diario ‘El Mundo’, el cual… encargó a un laboratorio de Inteligencia Artificial la realización (en un breve plazo de dos o tres días) de dicho montaje, así como el de otros adversarios políticos.

En sí misma, la Inteligencia Artificial no amenaza nada. Quienes sí amenazan son los que la deben nutrir de contenido.

Por Roberto Vitali

Todas las advertencias que se han multiplicado exponencialmente los últimos meses acerca del uso de la Inteligencia Artificial (IA)[1] omiten, sin embargo, la capacidad —que estas IA— poseen de hecho para “formar” y, en consecuencia, “manejar” el modo de pensar de los seres humanos.

Puede parecer una exageración. Puede que no sea la “intención” de sus creadores, pero no cabe duda de que el modo de relacionarnos como personas con los bots de IA lleva, ineluctablemente, a pensar en esa capacidad de manipulación y formación del pensamiento humano —al establecer los contenidos—, que poseen y poseerán de modo creciente las IA.

Parafraseando al afamado científico Stephen Hawking, si algo está disponible, en materia de interés y avance científico, no hay leyes que detengan ese avance de la investigación.

Ni leyes escritas, ni leyes éticas. Hawking, apunta con acierto que “alguien” siempre estará inevitablemente tentado por avanzar en el desarrollo de cualquier investigación científica posible. Y resultará igualmente inevitable que ese alguien caiga en la tentación de seguir adelante, hasta alcanzar un logro. Aunque el desarrollo científico en cuestión se prohíba o catalogue de antiético.

Así se mueve la humanidad en materia de avances científicos, y así lo seguirá haciendo.

En consecuencia, siguiendo el pensamiento del científico inglés, los desarrollos posibles – en el caso que nos ocupa, es decir, la capacidad de modificar las formas y criterios humanos de pensamiento según el contenido que se le ofrezca a través de los bots de IA, todo ello tenderá a incrementarse aunque sus consecuencias sean dañinas, e incluso nefastas.

Huelga decir que, si se modifican criterios y conceptos, lo que se modificará —según el arbitrio de quienes den contenido a las IA— serán, y de modo creciente, las conductas humanas.

Todo ello resulta mucho más inquietante para la libertad de las personas que la posibilidad de que, como se viene diciendo en los últimos tiempos, la IA supere en todos los aspectos a la inteligencia humana. Se discute su posibilidad real de materializarse, pero es evidente que la capacidad de formar pensamientos y criterios —y en consecuencia, conductas— parece ser un hecho ya alcanzado. Y un hecho obviamente inquietante .

Cuando el hombre comenzó a usar calculadoras (primero simplemente mecánicas y luego digitales), abandonó el cálculo mental y el procedimiento matemático básico de sumar, multiplicar, restar y dividir mentalmente.  

De hecho, es bien probable que la mayoría de las personas, hoy en día, tengan que “sentarse” a pensar largo rato si se las pone frente a una simple división con decimales. Tan desacostumbrados estamos a realizar estos procedimientos.

Más fácil resulta aún que muchos jóvenes de escolarización medianamente reciente, ni siquiera recuerden “cómo” se realiza ese procedimiento. Simplemente porque se les ha enseñado muy superficialmente cómo realizarlo. Y, se les ha enseñado superficialmente porque los docentes están plenamente convencidos de que, en su vida futura, esos niños y jóvenes no realizarán jamás esas “operaciones” de modo manual o mental. Y, de hecho, tienen razón.

Todos los seres humanos usan hoy, para cualquier cálculo, incluso los más elementales, una “calculadora digital” o sus desarrollos posteriores, que simplifican al extremo los cálculos más complejos. Las computadoras, el Excel y otras aplicaciones más sofisticadas resuelven de modo instantáneo cualquier ecuación o cálculo complejo, sin otra intervención humana que digitar los números que componen el problema a resolver. Ello  es tanto como “decirle” —hasta de forma meramente verbal, sin escribir siquiera— a un ordenador programado qué cálculo se quiere resolver. En milisegundos se obtiene una respuesta inmediata y, fundamentalmente, exacta. De una exactitud inapelable.

La IA tiende a operar del mismo modo. Ante cualquier pregunta que le realicemos tendrá una respuesta instantánea. Ya le preguntemos sobre el clima, o sobre el pensamiento de un autor, o sobre la interpretación de un hecho histórico, o sobre el futuro del mundo ante el cambio climático.

Sin embargo, la respuesta será necesariamente sesgada, pues concordará con el pensamiento de aquellos que programaron esa IA

Sin referencia a ninguna fuente, la IA nos proporciona una respuesta inmediata. Incluso, en los casos de las aplicaciones de IA que “citan fuentes” (por ejemplo, Perplexity A.I), las fuentes son seleccionadas por el mismo algoritmo para que coincidan con la respuesta proporcionada.

Ya no hablemos de los casos de groseros errores en los que caen los Chats GPT cuando, por ejemplo, afirman la inexistencia de libros famosos que han sido efectivamente publicados por autores reconocidos, o cuando nos listan obras de un autor que éste no ha escrito, o nos “resumen” su pensamiento de un modo muchas veces opuesto al verdadero decir y pensar del autor requerido.

Simples experimentos “caseros” nos demuestran que los bots de IA operan de ese modo. Es fácil, para quien conoce el tema inquirido al bot, darse cuenta de las ocasiones en que le miente, tergiversa e incluso interpreta a un autor de modo perfectamente opuesto a sus verdaderas expresiones.

Hasta es posible que se le pida al bot de IA que efectúe el resumen de un artículo, que se copie y pegue en la pregunta el texto completo del artículo y que, si este artículo no condice con las pautas (siempre “políticamente correctas”) con que ha sido programado el bot, este último termine dándonos un “resumen” que diga exactamente lo contrario de lo que se sostiene en el artículo. 

El tema es muy extenso y debe ser debatido largamente. Hay muchos eximentes para estas respuestas incorrectas o aparentemente malintencionadas.

Sin embargo, si se sigue la lógica humana de la ley del menor esfuerzo (una ley económica, de las pocas que son irrefutables), podría llegar el día en que, como ha sucedido con el cálculo matemático, ya sólo se enseñe superficialmente historia, geografía, lógica, gramática y, por cierto, tampoco ética.

Ese día, las máquinas (sin necesidad de superar de modo efectivo el pensamiento humano), valiéndose de las debilidades humanas, nos darán todas las respuestas a todos los interrogantes, igual que el Excel nos proporciona una respuesta numérica que no cuestionamos, cuya exactitud damos por descontado.

Ese día se habrá suprimido el pensamiento crítico de las personas y, como dijimos, se regulará su conducta dictándoles a los seres humanos el modo de sentir, actuar y pensar. Ese día se habrá suprimido la libertad de las personas.

Pero ¿serán las IA quienes regulen a su antojo las libertades personales? ¿O quienes lo hagan será el reducido grupo de individuos que las controlen?

La lógica, que aún manejamos, indica que quienes lo harán será ese pequeño grupo de personas dedicadas a controlar a las IA (a “entrenarlas” y programarlas). El resto de los seres humanos correrá el riesgo cierto de perder su libertad, al tiempo que la manipulación y el control de las conductas habrá alcanzado su punto más alto en la historia de la humanidad.

[1] IA (en español) o AI (en inglés) es el conocido acrónimo de “Inteligencia Artificial”, usándose ambos de modo indistinto.