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Soraya, Casado y sus pactos.

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JUAN CARLOS HIDALGO / EFE

«Si Rajoy prefirió dejar el poder a Sánchez y compañía antes que dimitir e ir a elecciones fue para evitar que pudiera ganar Rivera.»

Por Federico Jiménez Losantos en El Mundo

La elección entre Soraya y Casado al frente del PP es tan importante para España como el Congreso del PSOE que eligió a Zapatero y no a Bono o a Rosa Díez, que no hubieran emprendido, al menos Díez, la política de deslegitimar la Transición y relegitimar la II República y la Guerra Civil, inseparable del relanzamiento del nacionalismo catalán por el propio ZP. A primera vista, estamos en la reconsideración o confirmación del Congreso de Valencia de 2008, en el que Rajoy, con el apoyo de Arenas y Camps, decidió salvar su liderazgo sometiéndose al PSOE en vez de combatirlo.

La prueba de que estamos en la misma disyuntiva es la movilización de los mismos que aplaudían la ruptura de Rajoy -antes, Gallardón– con EL MUNDO y la Cope, para apoyar a Soraya por ser mujer o dar a Casado por seguro perdedor, porque les recuerda a Aznar, reo del delito imperdonable de haber derrotado al felipismo. En el fondo, el PP debe decidir si acepta la superioridad moral de la izquierda y se une a su proyecto político, que es la demolición del régimen del 78 por la angosta vía de Rubio Llorente que ayer recordaba muy oportunamente Arcadi Espada: la legislación sobre el referéndum, mecanismo extraconstitucional para intentar cambiar la base de la Constitución, que es la soberanía nacional. A partir de ahí, a partirse.

La madrina de CebriánFerrerasRoures y Godó unciría al PP al nuevo cordón sanitario del PSOE, comunistas y separatistas contra Cs. Soraya sería la coartada institucional del frente anticonstitucional. Si Rajoy prefirió dejar el poder a Sánchez y compañía antes que dimitir e ir a elecciones fue para evitar que pudiera ganar Rivera. La paradoja trágica de la España oficial es que el sistema considera antisistema al que defiende las bases del sistema.

Creo que Casado tiene alguna posibilidad, sólo alguna, de salvar al PP y labrar un liderazgo de futuro con Ciudadanos y Vox, desgajadas del centro derecha por la traición del PP a su antigua base social. Sin canibalismo. No se trata de reconquistar votos sino de asociar fuerzas para la resistencia nacional, luego electoral. Habrá acuerdo con Vox y Cs si el PP prueba que ha escarmentado. Sin ese pacto, con Soraya imposible, no se derrotará a ese golpismo triomfant con el que Sánchez y Torra nos mortifican hoy.

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Que Soraya presida el Tribunal Constitucional

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Sería un ahorro para España que Soraya presidiera a los jueces que realmente gobiernan, ya que lo hacen al dictado o al pairo de su infinito poder.

Por Federico Jiménez Losantos

Esta semana, hemos enterrado el rajoyismo y alumbrado el sorayato, un régimen político por delegación, porque se delega el poder Ejecutivo en el Poder Legislativo y, preferentemente, en el Judicial. Si Rajoy elude su responsabilidad como Presidente endosándosela a la Vicepresidenta y constituyéndose en su preso político, celado por AyllónSoraya se la endosa formalmente al Parlamento y realmente a los jueces, que en el Supremo y el Constitucional son a su vez emanación del propio Parlamento, aunque a través de los dos partidos dominantes, PP y PSOE.

O sea, que el Presidente sólo preside lo que la Vicepresidenta deja presidir a los magistrados del Constitucional y a los jueces del Supremo, que junto a la Audiencia Nacional han sido los encargados de las labores del Ejecutivo para afrontar el Golpe de Estado de la Generalidad y medio Parlamento catalán. Así las cosas, sería un gran ahorro para España que Soraya presidiera a los jueces que realmente gobiernan, ya que lo hacen al dictado o al pairo de su infinito poder, que a la hora de la verdad es un poder a escondidas, un Despoder. El sorayato es una pomposa abdicación.

Unanimidad en la oficiosidad

Tras la bofetada del Consejo de Estado y el feo de los letrados del propio tribunal, el Constitucional le ha dado al Gobierno el beso de Judas. Por un lado, dice que es elegible el delincuente Cocomocho. Por otro, dice que tiene que estar presente en su elección, y como es un delincuente, deja en manos del Juez del Supremo, el imprescindible Llarena, si le deja o no asistir a su elección, es decir, si lo mete en la cárcel investido o sin investir.

Para legalizar a la ETA a la orden de Zapatero, al TC no le importó revocar una sentencia en firme del Supremo, pero si se trata de dirimir un asunto de garantías legales, exclusivamente suyo, no le importa dejárselo al Supremo. Siempre he defendido, como muchos otros, que el Constitucional debería convertirse en una Sala del más alto tribunal, no en un tribunal de casación o Supremo del Supremo. Por lo visto, sus Altísimas Puñetísimas prefieren seguir a las maduras y a las podridas, pero a las duras, jamás.

Lo fundamental del Constitucional, como de costumbre, no ha sido hacer justicia, porque nunca lo es, sino alcanzar un acuerdo con sus grandes padrinos políticos, PP y PSOE, manteniendo lo que entienden que les da mayor apariencia de autonomía, que es la unanimidad. Yo me creería más la independencia de unos magistrados si hubiera votos discrepantes. Al no haberlos, entiendo que la patata caliente se la devuelven al Gobierno a través del Supremo, con lo que el Tribunal Constitucional muestra una total adecuación al Sorayato: se ha instalado en el Reino de la Irresponsabilidad.

La cobardía patológica del Gobierno, respaldada por la mayoría del Parlamento, al limitar la aplicación del Artículo 155 de la Constitución a una mera convocatoria electoral, ha acabado enlodando al Poder Judicial, al que se ha endosado en la práctica una responsabilidad que es del Ejecutivo. Así que el Ejecutivo delega en los jueces lo que no debería delegar y el Judicial, más honradamente en el caso de la Audiencia y el Supremo, y menos en la artería del Constitucional, ha acabado por hacer bastante mal lo que debería haber sido la coronación legal impecable de una actuación del Gobierno implacable y con el respaldo deseable, aunque no necesario, de un Parlamento responsable. El Ejecutivo ha desertado, el Legislativo se ha desvanecido y el Judicial se ha acabado enredando al asumir una serie de responsabilidades que no sólo no son suyas, sino que impiden el ejercicio correcto de las que sí lo son.

Los Tres Poderes son indelegables

La naturaleza de la separación de poderes reside en que cada uno de ellos sea independiente y sus funciones rigurosamente indelegables. Ni los jueces deben legislar, ni los legisladores gobernar, ni los gobernantes juzgar. Por desgracia, el Sorayato, enfermedad senil del Marianato, se basa justamente en lo contrario: en la confusión interesada de poderes, pero no porque uno mande despóticamente sobre los otros, sino porque delega en uno de ellos o en los otros dos la parte más difícil de sus obligaciones. Mal puede resolverse en los tribunales lo que debería resolver el Gobierno. Mal puede gobernar quien aspira a disfrutar del Poder dejando que sean los jueces los que afronten los actos de fuerza contra las instituciones, y el acto de fuerza más implacable, irrevocable e inesquivable es el Golpe de Estado. Eso es lo que viene pasando en Cataluña y se sigue sin actuar en serio para destruirlo de arriba abajo y de abajo arriba. No hay otro modo.

En un momento de crisis, y España vive la más grave de su historia, es normal que una institución tome sobre sí la responsabilidad que otras no pueden afrontar. Es lo que ha hecho la Corona. Pero lo que no puede el Rey es sustituir la acción de Gobierno. Y lo que no puede hacer el Gobierno es endilgarles a los órganos consultivos responsabilidades que son ejecutivas. La nación se sostiene hoy por el liderazgo de Felipe VI y la movilización de millones de españoles en defensa de su nación, que es su libertad y son sus derechos fundamentales. Lástima que los que tienen como profesión la defensa del Derecho aplicándolo, que son los jueces, se vean enredados en unas tareas que, si de forma excepcional es difícil que desempeñen bien, de forma habitual es seguro que desempeñarán muy mal.

En fin, que el sorayato no ha podido empezar peor.

La “Operación Galaxia” de Pablenin y la “Solución Armada” de Soraya

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Por Federico Jimenez Losantos en Libertad Digital

Con muy pocas horas de diferencia y entre la indiferencia mediática, cercana a la idiocia, las dos soluciones anticonstitucionales para el futuro de España, la que en la Izquierda acaudilla Pablenín y en la derecha la Vicepresidenta del Gobierno en nombre -o no- de Rajoy han coincido en ofrecer, sin legalidad o legitimidad alguna que lo permitan, la sede de la Soberanía Nacional, el Congreso de los Diputados, para que los golpistas catalanes que, de momento, encabeza el flequilludo Carles Puigdemont alias Cocomocho, la humillen a gusto con sus proclamas independentistas.

Nunca el golpismo ha sido tan aceptado como solución para lo que se supone que no tiene solución: el empeño de la casta político-mediática de Barcelona en vulnerar todas las leyes y el empecinamiento de la clase mediático-política de Madrid en garantizar la impunidad de esa ilegalidad.

Soraya usa las Cortes como Despacho

El más tonto de la clase de Sostres, Quico Homs, dice que «Cataluña le ha proclamado la guerra democrática a España». Como nunca se dio el caso de que los generales de un ejército cobren la nómina en la intendencia del enemigo, nadie le cree. Pero de ahí a ofrecer el Templo de las Leyes, como ha hecho Soraya, a los apóstatas de Alí Pujol y los mujaidines de Godó hay mucho trecho: el que va de la defensa de la Ley a la complicidad con el delito. Como no le funciona el despacho de Barcelona, Supersoraya ha decidido abrir negociaciones con los golpistas en su finca de las Cortes.

 

No es sorprendente que Pablo Iglesias se sumara de inmediato, como parte de su moción de censura contra el régimen constitucional, a la oferta de la Vicepresidenta, que hecha en rueda de Prensa oficial compromete a todo el Gobierno de Rajoy, ministro a ministro. Tampoco sorprende ya el silencio de Rivera: andará preparando la invasión del Valle de los Caídos en memoria de la del de Arán por Carrillo y la toma de la Moncloa por los Cien mil Hijos de Macron en recuerdo de los fusilamientos del 3 de Mayo.

La Prensa aplaude la astucia golpista de Moncloa

En rigor, lo más triste es que la Prensa, buena parte de la cual criticó a ZP cuando propuso a Ibarreche la votación en Cortes del Plan separatista celebre, ha aplaudido unánimemente la oferta de Soraya y su Gobierno como una astuta trampa que ofreciendo diálogo deja «sin armas» a los que no quieren dialogar. Siempre buscando en la cobardía «cargarse de razón».

¿Desde cuándo un Parlamento está para dialogar con los golpistas? Sólo cuando negocia las condiciones para sumarse al Golpe de Estado. Y eso es lo que propone Soraya frente al golpismo separatista catalán: una «Solución Armada» como la que ofreció el ex-jefe de la Casa del Rey a las Cortes secuestradas por Tejero el 23 de Febrero de 1981, ofreciendo formar parte de un Gobierno presidido por él, se suponía que en nombre del Rey, a todos los partidos políticos excepto los nacionalistas: con Felipe González de vicepresidente y una lucida representación del arco parlamentario, con algún comunista independiente para que no faltara consenso sindical y tal.

El Golpe del 23F, en perspectiva

El golpe del 23F, como recordaba ayer Javier Somalo, empieza en la Operación Galaxia de Tejero e Inestrillas descubierta en 1978, y perdonada al modo suicida del golpe de Hugo Chávez con un añito de arresto. Sólo se reactiva en serio cuando Suárez gana las elecciones de 1979 y el Rey y el PSOE empiezan a moverle la silla y el Partido al Presidente legítimo. Ahí es donde se inserta la moción de censura de González, que no fue sino un episodio más de la demolición de Suárez y la demostración de su debilidad a los poderes fácticos: Rey, Ejército, partidos y medios de comunicación.

La dimisión por sorpresa de Suárez «para que la democracia no se convierta en un paréntesis en la Historia de España» convierte el anunciado golpe de Estado en tardío e innecesario, pero los tejeros de la Galaxia y los generales campechanos estaban ya comprometidos, en marcha, así que se improvisó una salida no sangrienta con dos soluciones: la militar ilegal de Armada y la civil y legal de la LOAPA, para atender los motivos legítimos de inquietud militar y civil: el terrorismo y el separatismo. Al final, todo quedó en una inundación de legitimidad para Campechano y un cosechón de votos para el PSOE, que, desde entonces, triscaron y trincaron juntos.

Iglesias repone la Operación Galaxia, aunque su oceánica ignorancia histórica le hace creer que reestrena la Moción de Censura contra Suárez. No obstante, Tejero pudo subirse en marcha al fondo golpista de aquella moción y, de tener más talento y ser asesino en vez de matón, quién sabe en qué y cómo habría terminado el 23F. Y Pablenín se ha subido rápidamente a la «solución Armada» de Soraya para llegar al Poder vulnerando el orden constitucional. Tejero estaba dispuesto a subordinarse a Miláns, y Pablenín estaría dispuesto a subordinarse a Sánchez si gana las primarias del PSOE. Lo que no entendió Tejero era que no matar a los diputados en sus escaños suponía pactar con ellos, y eso eran la solución Armada y el pacto del capó.

La ocasión tejeril del Pablenín

Lo que imagino que sí entiende Pablo Iglesias, que es ligeramente más listo que Tejero, es que una «solución Soraya» le abre el camino al Poder a corto plazo, haciendo lo más difícil, que es la voladura del régimen constitucional y el pacto con el separatismo catalán, el PP y el PSOE (ojalá no Ciudadanos, pero vaya usted a saber) y con la Guardia Roja de la UKO, los vichinskis de la Fiscalía Procorrupción y los manipulite de la Audiencia Nacional metiendo en la cárcel a la flor y nata de los partidos mayoritarios. Un par de plebiscitos y a mandar. O sea, a una guerra civil a la venezolana.

El golpismo del 23F y el de ZP al humillar las Cortes ante la ETA e Ibarreche toparon con los partidos políticos de oposición y muchos medios de comunicación. El de Soraya y Pablenín, con un pequeño grupo, éste, y ni la menor Oposición. Si los golpistas fracasan, será por tontos o porque no saben qué régimen quieren imponer. Soraya se pasa de lista y puede acabar tontamente, pero Pablenín sí sabe el régimen que quiere imponer y presidir. Una encuentra ya pocos obstáculos. El otro, aún tendrá menos.

El funeral del PP liberal y el triunfo de la Checa del 11M (partes I y II)

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Ferreras, Sáenz de Santamaría, Iglesias, Montoro, Díaz e Iceta | LaSexta/PP/Podemos/Efe

POR Federico Jimenez Losantos EN LIBERTAD DIGITAL

Lo peor no es que personas que creíamos honradas no lo sean, o que, hartas de una política sin horizonte, se pasaran a la política como negocio. Eso es malo pero, por la torcida condición humana, resulta inevitable. Nos dejan en ridículo, pero no debería sorprendernos. Lo que ha convertido la penúltima fechoría de Soraya para proteger a Rajoy en una carnicería de la que, si hubiera justicia, sería víctima su propio tinglado mediático, cadalso de políticos del PP y peana del terror podemita, es que no hay justicia y que lo ajusticiado es el último referente político del liberalismo en España, el otrora poderoso PP de Madrid a cuyo funeral hemos asistido esta semana.

Porque no nos engañemos: lo que une a Ferreras y Soraya, Pablenín y Montoro, Iceta y Susana, el Carnicero de Mondragón y Cocomocho, a la banda impune de los Pujol y al impune ejército de los ERE, es el odio a una idea liberal de España o a una idea de España basada en la libertad. Y eso que durante casi veinte años ha representado el PP de Aguirre –e Ignacio González- es lo que ha muerto por mucho tiempo ante la opinión pública.

Adiós a un gran modelo político

Y con el desprestigio abrumador de buena parte de los dirigentes del PP de Madrid, lo desprestigiado, para alegría de comunistas, socialistas y rajoyistas, es la mejor gestión del dinero público en cualquier autonomía, la visión más libre y próspera de la sociedad, la libertad de elección de escuela y hospital, la calidad de la enseñanza, las escuelas bilingües, el metro y demás infraestructuras concebidas como inversiones básicas para que la iniciativa privada, único motor del desarrollo, cree empleo e innove, y sobre todo, el ejemplo de libertad y prosperidad que a toda España daba la Comunidad madrileña, mientras las pirañas autonómicas devoraban, servidas por el carnicero fiscal Montoro, los higadillos de Madrid.

 

Con Esperanza Aguirre, la Checa del 11M, el mismo García Ferreras que inventó los terroristas suicidas del 11M, ayer al servicio de Cebrián, hoy de Casals y Soraya, siempre de la tiranía, ha linchado esta semana y va a seguir linchando las que vienen, al PP de Aznar, culminando el proceso que empezó en el Congreso de Bulgaria, capital Valencia, de 2008, cuando Rajoy decidió sacrificar el partido a su supervivencia personal y política. Y el PP, con Camps y Rita Barberá, que en paz descansa una y sin paz el otro, y Arenas como muñidor, lo aceptó.

Aznar y Aguirre pudieron dar entonces la batalla, y luchar por una parte, aunque fuera minoritaria del PP identificada con una idea liberal de España. No lo hicieron, y tras ver cómo caían, aplaudidos por los artífices del 13M y de la Ley de venganza Histórica, María San Gil, Ortega Lara y lo mejor del PP vasco y español, que siempre tuvo en el Madrid de Aguirre su refugio de españoles maltratados, han acabado siendo víctimas de su respeto a las siglas o a esos argumentos personales que cada uno guardará en su almario y por los que nadie se interesará durante los próximos años.

Porque no estamos ante una caída, una enfermedad grave, un cáncer que se puede tratar y curar sino ante el entierro de la criatura política en la que algunos, no muchos, hemos confiado durante dos décadas. Y que deja la escena política sumida en el oprobio y arrastrando, simbólicamente, a los pocos medios que durante estos años hemos defendido lo que seguiremos defendiendo, faltaría más, pero sin nadie que nos represente y sin la menor confianza en que alguien ocupe ese hueco, fosa o abismo, del PP liberal.

Por supuesto, seguiremos diciendo -mientras nos dejen, y aunque no nos dejen- que el impuesto de sucesiones es un crimen de leso pueblo, que la política de Rajoy en Venezuela, arrendada a Zapatero, es un crimen de lesa dignidad, que la política de apaciguamiento con el separatismo catalán es un crimen de lesa patria, que la politización de la Justicia es un crimen de leso Derecho y que la inquisición mediática de las telesorayas es un crimen de lesa libertad. Pero seremos pocos y seremos infamados por la gran triunfadora de esta semana: la checa del 11M, que hoy no es la SER sino el Sextabús conducida con tres capas de calzoncillos por el mismo chófer, cabeza del grupo creado por Soraya y Rajoy (Atresmedia/La Sexta) y cerebro del proyecto de Podemos para liquidar España y nuestra libertad. Por cierto, que según Javier Ayuso el chófer Ferreras se reunió con González, su presunto testaferro Adrián de la Joya, Villarejo y Mauricio Casals. ¿Para hablar de qué? ¿Lo llamará a declarar el juez Velasco?

Pero antes de que los vichinsky del despotismo comunista instalado en el poder mediático por el fantasma de Rajoy la fantasma de Soraya, nos «haga la autocrítica», debemos hacerla nosotros. Nuestra idea de España es no sólo nacional sino de orden moral. Y por eso cualquiera de los cientos de miles de compatriotas que nos escuchan, ven y leen a diario, de los dos mil accionistas del Grupo de LD, tiene derecho a preguntar: ¿Cómo no vieron ustedes la corrupción del PP de Madrid, que aun siendo mucho menor que la del PSOE, Pujol y Podemos, tanto perjudica la idea liberal?

Más adelante (esto es tan largo que parecerá de pedro Jota) entraré en detalles, pero hay una razón absolutamente vulgar: uno no sabe estas cosas si no está dentro y no suele aceptar los rumores sobre los «suyos» si vienen de los contrarios. Añadiré otra: mi personal relación con el PP histórico, con el que rompí cuando claudicó ante el Poder Fáctico Fácilmente Reconocible (fue en una entrevista conmigo cuando Aznar no se atrevió a nombrar a Polanco) y tras la nefasta boda del Escorial, con algunos de los reclusos del PP como invitados. En mi libro «Con Aznar y contra Aznar», a cuya presentación el mejor presidente de la democracia prohibió asistir a sus ministros, con Aguirre, Mayor, Acebes, Zaplana y demás acatando la orden con perruna obediencia (sólo Álvarez del Manzano se atrevió a ir), se recogen los ensayos y artículos sobre la cara y cruz de aquella época.

Los fundamentales, publicados en La Ilustración Liberal, son el «Viaje al centro de la nada», por aquella internacional centrista inventada por Aznar y el del invierno mediático que esperaba la derecha si el PP perdía el Poder. La política aznarista de rendición ante la izquierda llegó al punto de negarse a cumplir la sentencia del Supremo que ordenó devolver al mercado las emisoras de Antena 3 de radio, compradas ilegalmente por Banesto para la SER, a cambio de la protección de PRISA a Mario Conde. Y el libro termina con el largo artículo en LD al día siguiente de la boda del Escorial, que, durante dos años, supuso romper toda relación con Aznar.

¿Qué cambió? Aznar, no mucho. España, del todo. Desde 2002, la Izquierda se echó a la calle y del chapapote demagógico del Nunca mais al 13M de 2004, pasando por la guerra de Irak, tuve que elegir entre el rencor al partido que votaba y pedía votar desde que Aznar llegó al Poder del PP o hacerme perdonar –lo hubiera hecho de mil amores- por la checa mediática de la Izquierda, siempre deseosa de liberales y conservadores arrepentidos. Hice justo lo contrario. En mis libros «De la noche a la mañana» y «El adiós de Aznar» explico el cómo y el porqué de mi defensa de aquel PP.

Lo que atacaban en él no era la corrupción -casi desconocida salvo casos como los de Villalonga o Canyellas, poquita cosa al lado de la del PRISOE y Pujol- sino una idea más liberal que socialista del Gobierno y a la media España que creía y cree en la Nación, la Propiedad y la Libertad. Por eso, el 15M yo abrí mi programa a las seis en la COPE diciendo que desde el 11M y el 14M, previo cerco a las sedes del PP el 13M, había diez millones de huérfanos políticos en España y que la COPE era su casa. Así fue durante cuatro años, en especial los dos primeros: la COPE, El Mundo y Libertad Digital nos quedamos solos denunciando las mentiras del 11M y los apaños de ZP con la ETA y el separatismo catalán. Promovimos once manifestaciones con centenares de miles de personas en la calle, en defensa de las víctimas del terrorismo y del régimen constitucional, entre la AVT de Alcaraz, la COPE (q.e.p.d.), El Mundo, LD… y el PP de Rajoy, Acebes y Zaplana. Nunca tan pocos hicieron frente a tantos ni por más noble causa.

La liquidación del PP por Rajoy

Pero llegaron las elecciones de 2008. Rajoy tuvo un gran resultado pero perdió frente a ZP y decidió, tras un oscuro viaje a México, no dimitir, hacer suyo en el Congreso valenciano del PP el proyecto de Gallardón que era «obviar el 11M» y denunciar ante el tribunal del PRISOE –los que le cercaron el 13M- a los medios que le habíamos apoyado, no por él, claro está, sino por lo que representaba aquel PP, y liquidar el partido de Aznar, Aguirre y San Gil, mientras esperaba el fallo de Zapatero para sucederle, no para cambiar nada importante ni para enmendar sus infinitas fechorías.

En mi libro El linchamiento (es un milagro de la Virgen del Tremedal que sobreviviera para escribirlo) cuento el proceso, padecido en primera persona, del cambio del PP de Aznar al de Rajoy, que era el de Gallardón, Zarzalejos y Cebrián; o sea, el del régimen salido del 11M. El verdadero anuncio del congreso de Bulgaria, capital Valencia, fue el juicio de Gallardón contra mí –cuya condena ha sido anulada de forma aplastante por el Tribunal de Estrasburgo- en realidad un pulso por el Poder dentro del PP. Y allí se produjo lo que la checa mediática del 11M, a cuyo liderazgo prisaico se había uncido La Sexta de Roures y ZP, llamó con regocijo -véase la hemeroteca- «la traición de los liberales a Losantos».

Los liberales que se negaron a respaldar lo que sabían perfectamente que era cierto -que Gallardón, enfrentado a la línea entonces mayoritaria en el PP, defendía literalmente en ABC y dentro del partido «obviar el 11M»– fueron Acebes, Zaplana, Aguirre e Ignacio González. No entraré en más detalles porque para eso está el libro y porque parecería que hago lo que hicieron ellos: ponerse de perfil ante alguien caído en desgracia. Sí quiero explicar por qué, igual que pasó con Aznar, volví a hablarles y, con Acebes y Zaplana ya defenestrados, he defendido a Aguirre y González en Madrid.

En primer lugar, porque me repugna la injusticia. Y lo que las checas del 11M han perpetrado esta semana es el linchamiento político del PP de ayer con el sólido argumento de hoy: la corrupción. Dos cosas me parecen especialmente repugnantes: cobrar millón y medio de López Madrid, el contratista de Villarejo, y negociar comisiones en la Venezuela chavista, como los de Podemos, algo que jamás imaginé en nadie del PP de Madrid. Pero el Sextabús, panzer del grupo Atresmedia/La Sexta, creado de forma ilegalísima por Rajoy y/o Soraya, era el que peor ha quedado, chantajeando a Cifuentes para proteger a uno de sus directivos. Y eso lo han tapado con ranas de atrezzo. La transcripción de la amenaza de Casals: «Que sepa que no es sólo La Razón, sino también Antena 3, Onda Cero y La Sexta», es, sin duda, lo más grave, porque prueba la existencia de una trama mediática y política, con cabeza en Moncloa, para impedir que la Justicia persiga la corrupción del PP. Y eso lo han ocultado descaradamente Ferreras y todos sus tertulianos, que lo habían leído en El Español y escuchado en la SER.

En segundo lugar, porque este descaro digno del Planeta mediático catalán, me permite barruntar que Cifuentes podría hacer lo que hicieron conmigo los liberales del PP en 2008: negar la evidencia, ahora grabada y ayer publicada en la mismísima portada de ABC; que podría negar las coacciones evidentes y por las mismas razones: que el partido le perdone y le deje seguir en política. Eso creerá. Como enemiga de Soraya en la lucha por la herencia de Rajoy, la atropellará el Sextabús como a Aguirre. No es porque haya robado un euro, sino por no hacerlo y además desconocer la omertá rajoyana. «El PP siempre se porta bien», dijo Rajoy anteayer ante jóvenes militantes andaluces. Denunciar la corrupción es portarse mal. E implicar en ella a un directivo del grupo mediático de Moncloa, fatal.

Y en tercer lugar porque se puede sobrevivir a la pérdida del último referente político del liberalismo en España, pero no a la omnipotencia de la checa nacida entre el humo y la sombra del 11M, que ha comprobado que seguirá ganando muchísimo dinero (Atresmedia ha dado esta semana los mejores resultados de su historia) persiguiendo la corrupción ajena y protegiendo la propia. O sea, alanceando moros muertos del PP mientras se apoya a Podemos y se hunde España, mientras la empresa gane dinero.

¿Hasta qué punto supimos o debimos sospechar?

Ahora, el multimedia implicado en la mal llamada operación Lezo (podían haberle puesto un nombre menos heroico), convierte en sinónimos liberalismo y corrupción. Cuando la corrupción del liberalismo del PP de Madrid la demuestra precisamente su relación con la cadena de Podemos. Pero eso no obsta para preguntarse si sabíamos lo que pasaba, al menos en parte, o no queríamos ni mirar porque lo denunciaba la Izquierda corrupta. Yo creo que lo segundo explica, aunque no lo justifique, lo primero. Han acusado a Aguirre de corrupción tantas veces y tan falsamente en esa meca delictuosa llamada PRISA y al servicio del sospechosón Gallardón, origen, de la trama caribeña ahora descubierta, que como todo lo antiaguirrista, en general, lo de González tuvo el mismo beneficio de la duda, en particular.

Ayer, Luis Herrero, debutaba en ABC contando dos denuncias sobre la trama González-Atresmedia-La Sexta, aunque Luis dice que La Sexta es un medio periodístico o así. Así y asá. Una, que yo no conocía y es una lástima: Villar Mir le habría dicho a Lapuerta que le dio a González un millón y medio de euros. Informado Rajoy, no hizo nada. Con lo que he tenido que aguantar de la cloaca de Villarejo, con el que se reúne Luis sin que el empleado de López Madrid deje de denunciarme para ver si consigue callarme. Me hubiera encantado poderlo contar y comentar, la verdad.

De otra, hace tres años, proveniente de nuestro antiguo editorialista y luego político y alcalde de Leganés Jesús Gómez Ruiz, sí supe algo, pero a la vez que me contaban que Jesús había contratado en Leganés a Gonzalo Boye, condenado a siete años de cárcel por colaborar con la ETA en el secuestro de Revilla y promotor de una querella contra mí a cuenta del separatismo catalán. Supuse que la información sobre la famosa cuenta suiza, sin titular, procedía de ahí, y que, si era verdad, debía denunciarlo el tal Boye. Nunca lo hizo. En LD informaron del caso y nada más. Luego he leído que fue con un notario a registrar su denuncia ante Juan Carlos Vera, el aparatchik de Rajoy para echar a Aguirre y poner a Cifuentes. O sea, que de nuevo lo sabía Rajoy. Y, sin embargo, ahora le piden responsabilidades a Aguirre… los chicos de Rajoy. Me parece una broma pesada, la verdad.

Hay, sin embargo, un argumento más de fondo, que es el de la lucha ideológica contra el abuso fiscal del Gobierno. Cuando Montoro le declaró la guerra a Ignacio González porque se negó a reponer el impuesto de sucesiones y bajó los impuestos del tramo autonómico («será que le sobra», dijo), ¿cómo no defender a Ignacio González? Cuando las mareas blancas y verdes –léase rojas y moradas- atacaban a su Gobierno porque defendía la calidad de la enseñanza y la gestión privada de los hospitales en Madrid, ¿cómo no defender que no hicieran fijos a esos maestros interinos que dicen que el Guadalquivir y el Ebro pasan por Madrid? Pues Montoro va a hacerlo. Cuando Aguirre defiende la bajada sistemática de impuestos, igual que Aznar, ¿cómo no defenderlos, que es defendernos de Montoro y del destino de nuestro dinero, que es la financiación del separatismo catalán? Y durante los años de Zapatero y los seis de Rajoy este ha sido el pan nuestro de cada día. ¿Cómo no conceder el beneficio de la duda a quien se negaba a ceder, en favor de la ciudadanía, ante Montoro y Asociados, Villalobos y Arriola, Arenas y Mato, es decir, Rajoy y Soraya, telesocios de Podemos?

La corrupción salvo para las izquierdas en general («ahora nos toca a nosotros», dicen en Andalucía desde hace 35 años) y una parte de las derechas es indefendible. Habrá que esperar a una nueva generación de políticos limpios que se dejen votar. Pero sin estos referentes, perdidos por algún tiempo, las ideas liberales sobrevivirán. Lo invivible es un régimen totalitario como el que hemos visto en acción esta semana, con detenciones anunciadas con días de antelación y la televisión de la checa esperando a la Guardia Civil para la detención y humillación de los presuntos, con todos los detalles de los sumarios declarados secretos y, lo más grave de todo, con la defensa, como en tiempos de Lenin, del Terror Rojo o el Teleterror.

Segunda parte del ensayo El funeral del PP liberal y el triunfo de la Checa del 11M.

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Ignacio González, entre agentes de la UCO | EFE

Este mismo sábado, J.M. Contreras, uno de los socios fundadores de la Sexta con Roures, Benet y Barroso, esos que Cebrián llamó «visitadores nocturnos de la Moncloa» de ZP, -él lo era diurno con González y ahora con Soraya-, publicó en Infolibre un artículo –Protejamos la pena del telediario– que su Sexta ha aplicado esta semana contra el PP de ayer para tapar al PP de hoy y su propia corrupción empresarial. Es decir, que los que mandan a través del duopolio televisivo en la España actual, por delegación de Moncloa y al servicio de Podemos, defienden abiertamente la muerte del Estado de Derecho y la creación de un régimen asesino y difamador como los de Cuba y Venezuela, que tienen en el linchamiento de los enemigos políticos –inocentes o no, da igual; están condenados antes de llegar a juicio, si llegan- su herramienta esencial de propaganda y terror político.

Vale la pena leerlo entero, y temblar, pero resumiré lo sustancial:

«Esta semana hemos asistido a un capítulo más de nuestra reciente historia política, la esperada detención de Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid, que tantas noticias había protagonizado como recurrente sospechoso de haber cometido numerosos actos delictivos, sin que hasta ahora la ley hubiera actuado contra él. Una cámara de la Sexta pudo conseguir las únicas imágenes de su captura por las fuerzas de seguridad».

Esto es falso. Fue la UCO la que accedió al Sextabús, para proceder a la detención conjunta y tapar con lo de González la llamada a declarar de Rajoy.

«No hay duda de que uno de los momentos televisivos preferidos de muchos espectadores es el de poder ver la llamada ‘pena del telediario’. Son esas imágenes, desgraciadamente repetidas en multitud de ocasiones, en las que algún expoderoso corrupto es introducido en la parte de atrás de un coche policial tras su detención. Siempre me llama la atención su reacción, que de manera casi milimétrica suele reproducirse de forma cotidiana. El personaje en cuestión suele caminar atropelladamente con la cabeza baja, incluso cubierta, y busca meterse en el vehículo que se convierte en una especie de último refugio donde cree poder terminar con su agonía. Dentro del coche, intentan ocultar su rostro con manos y brazos o con alguna prenda de vestir o se esconden detrás del asiento».

Esto es cierto, pero se ve que Contreras no tiene familia, a la que nadie salvo un marrajo quiere humillar, o se cree impune ante el Sextabús y la UCO. Debe de serlo, porque la absorción de la Sexta por A3 fue delictiva y ahí sigue.

«Es una pena que las fuerzas de seguridad suelan colaborar en ese comportamiento que impide que algún reportero, de forma calmada, pudiera acercarse al detenido y preguntarle sobre las razones de su ocultamiento, aclarándole que, aunque se tape la cara, todos le estamos viendo y, sobre todo, todos sabemos perfectamente quién es y qué ha hecho».

Esto es falso. Nadie sabe «perfectamente, lo que es y lo que ha hecho», salvo el que tenga la condena hecha antes del juicio, el fiscal o juez de un Estado totalitario. A la Sexta la llama su Gobierno de su PP. Y en el caso Rato hemos visto a la policía tratarlo con menos celo que a los etarras.

«Es habitual escuchar voces públicas que defienden la eliminación de las penas del telediario. El argumento de base es que esas imágenes suponen una condena social de facto, que ignora el principio de la presunción de inocencia. La cuestión no puede ser más absurda. Las imágenes no reflejan la condena sino la detención, porque hay firmes indicios de que ha cometido algún delito. Si el principio de presunción de inocencia se antepusiera a todo, ni siquiera la detención debería tener lugar puesto que no ha habido aún condena. Un disparate».

¿Un disparate que todos sean inocentes hasta que se demuestre lo contrario? Quizás Contreras lo piensa sobre etarras e islamistas, no sobre los del PP, a los que tan «perfectamente» conoce. Y la burla al «cretinismo democrático y parlamentario» (Lenin) acaba en este sadismo de chequista:

«Lo que sí reflejan esas voces es el daño moral que parece infligir a los corruptos detenidos esas imágenes difundidas incesantemente en las televisiones. He de reconocer que en mi caso me provocan un efecto hipnótico. Siento un alivio cuando las veo. Por un momento, esa reproducción electrónica de la realidad me hace creer que quizá hay justicia y que, de vez en cuando, el que la hace la paga. Pienso que ese castigo público debería formar parte de cualquier condena por un delito que supone el enriquecimiento ilícito, el haber sacado provecho, quebrantando la ley, de la confianza de los ciudadanos y de transformar el servicio público en vehículo para el robo de bienes ajenos».

Y ahora llega el regodeo del co-creador de la Sexta gracias a ZP:

«Propongo por tanto regular un protocolo especial para llevar a cabo la detención de los corruptos. Puedo llegar a entender que se impida el contacto directo a reporteros y ciudadanos con los acusados para evitar altercados e incidentes. Se deberían habilitar unas vallas de seguridad que facilitaran la visibilidad del público asistente. Sin embargo, el paseíllo hasta el vehículo policial habría que reglamentarlo. Deberíamos dejar al menos 200 metros de recorrido obligado, para que el detenido, convenientemente esposado, se dirigiera hasta el coche. Propongo que el desplazamiento lo hiciera en solitario y sin elementos que entorpecieran su marcha. Todo ello, eso sí, perfectamente televisado, con posibilidad de utilizar diferentes tomas y repeticiones con cámaras superlentas, al estilo de los encierros de San Fermín. Incluso, propondría la colocación de una mini cámara que portara el detenido en su solapa que nos permitiera tener una toma subjetiva de gran valor emocional. Una buena selección musical difundida con megafonía sería el toque final perfecto. El denostado reggaetón de Luis Fonsi, Despacito, sería una banda sonora perfecta con esa simbólica estrofa final:

Pasito a pasito, suave suavecito
Nos vamos pegando, poquito a poquito
Hasta provocar tus gritos
Y que olvides tu apellido
Despacito»

Lo de «provocar tus gritos» suena a torturador vocacional o rapero podemita. A «la azotaría hasta sangrar» o «soy un marxista devenido psicópata». Pero Contreras olvida algo demasiado deprisa: el apellido del corrupto no lo ha olvidado despacito ni deprisita el directivo de la Sexta detenido junto a González ni el gran jefe Casals, sino el camarada Ferreras, que lo tapó. ¿Por qué Contreras no comenta este caso de corrupción de la empresa que él fundó, nada menos que un descarado chantaje mediático para que no lo denunciaran? ¿Todavía pertenece a la empresa?

El mal menor no es un bien, es sólo menor

En fin, al leer este alarde tiránico de los que tras participar en el tinglado corrupto del PP de Madrid fingen desarticularlo para ahorrarse ellos la cárcel, vuelvo al dilema insoluble: el destino del liberal es siempre comprometido, porque uno elige los enemigos, no los aliados. Tras reñir con Aznar, lo defendí contra los golpistas del chapapote iraquí. Tras la traición de los liberales del PP, los defendí contra Montoro y el impuesto de Sucesiones. Tras leer a los viejos golpistas del 13 M, del Nunca mais y ahora del Sextabús vuelvo a la doctrina del mal menor para combatir el mayor: la tiranía. La corrupción del PP madrileño y su artera utilización para tapar la de Rajoy me ahorrará votar al PP, porque no se puede ni se debe votar a un muerto. Pero el PP medio liberal merecía un mejor funeral.