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CITA DE MARCO TULIO CICERON

 

«El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado

Año 55 a .C.
SIN COMENTARIOS.

EL VERDADERO «CHE» GUEVARA.

 

El verdadero Che Guevara

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Los defensores seculares de terroristas y tiranos buscan de cualquier forma justificar sus desmanes, excesos y crímenes. El comunismo internacional, se convirtió en la tiranía más férrea del siglo pasado.

Todos ellos creyeron que sus acciones por muy violentas que fueran siempre iban a ser necesarias para obtener su logros. Por lo tanto, puede justificarse sin que siquiera les remuerda la conciencia, los ajusticiamientos en masa perpetrados por el Che Guevara, Raúl Castro y otros durante los primeros meses de la Revolución Cubana. Si cayeron inocentes, no importa, porque redundo en beneficio del propósito revolucionario.

Al ejercer de abogados del diablo, claro esta, mencionan figuras egregias de la historia como Sarmiento, Bolívar y San Martín.

La mención se hace a vuela pluma sin citar fuentes históricas, cifras, circunstancias, ni otros detalles que valgan a la comparación. Pero caen en una trampa porque un crimen es un crimen, sea quien sea quien lo cometa y emplear palabras como «extirpar» para suavizar con un eufemismo, como si se tratara de un grano, el hecho perpetrado, que no es otra cosa que un asesinato, no establece distinciones entre quienes emplean tales métodos de represión y violencia.

Cabe preguntarse que si se justifica que alguien como el Che realice ajusticiamientos en masa sin siquiera mediar un juicio, se puede justificar también los ordenados por Stalin o Mao TseTung, Todos se dedicaron a «extirpar» a quienes calificaban de «traidores» y «enemigos de la patria». (Como si creyeran en la Patria)

Lo que no podemos es justificar a unos y condenar a otros. La tiranía tiene muchas caras pero un solo propósito: la perpetuación del poder. Sean o no positivos para quienes siguen viviendo los resultados de cualquier crimen, no podemos condonarlo ni justificarlo.

La muerte del Che conllevó la clásica moraleja de que el crimen se paga. Al Che lo ajusticiaron con su propia receta. En el caso del Che, la CIA lo quería vivo. El Che vivo era muy valioso. El Che muerto, por el contrario, se convertiría en un mártir valioso para el comunismo internacional.Pero el Presidente de Bolivia hizo caso omiso a la pataleta de la CIA. Evidentemente, el no estaba a su servicio.

Centenares de «izquierdistas» acuden cada año a rendir tributo al líder mitológico en el poblado de Vallegrande donde lo enterraron hace 30 años.Los militares bolivianos intentaron organizar merecidamente su propio tributo al centenar de soldados que murió combatiendo a la guerrilla del Che. Pero el sorprendente homenaje a su enemigo, ahora agigantado por el fervor de sus admiradores, no ha sido prohibido ni obstaculizado.

Lo lamentable es también que en Cuba no se permite que se rinda un humilde homenaje a los inocentes que murieron «extirpados» (algunos a sangre fría por su propia mano) en la ola ciega de fusilamientos que desato el Che Guevara en los predios de la Fortaleza de La Cabaña.

EL CHE GUEVARA: UN SÍMBOLO DECADENTE

Una crítica a sus biografías.

Dentro de cada rebelde hay un tirano tratado de salir. Nadie se ajusta mejor a esta definición que Ernesto «Che» Guevara. Fue el Ayatola Komeini de la revolución cubana, un asceta que convirtió su propia afición a la renunciación en un imperativo moral para los demás. Un mundo gobernada por Guevara hubiera sido tan divertido como la Ginebra de Calvino.

Es típico de la frivolidad de la juventud del mundo occidental el haber convertido a este inescrupuloso pedante en un símbolo ‘pop’ por el sólo hecho de que usaba boina, le tenía aversión al baño y resultaba fotogénico desde ciertos ángulos. Esta juventud no conoce sus sanguinarias ideas ni le interesan. Desde su punto de vista, cualquier joven que haya derrocado a un gobierno por la fuerza y en nombre de la justicia debe de ser un héroe.

Para ser justo con Guevara, él no tiene la culpa de ser tan mal comprendido por los estudiantes occidentales. Nunca se preocupó por ocultar ni sus ideas ni sus acciones. Pero, pese a su enorme seriedad, en el fondo compartía la frivolidad moral e intelectual de sus admiradores occidentales. Estos dos biógrafos alegan que tenía una insaciable curiosidad intelectual. Pero no hay ninguna prueba de que se haya dignado a reflexionar, aunque fuera un poco, sobre las causas de los crímenes de Stalin y de Mao. Tampoco se detuvo nunca a meditar sobre las fuentes del poderío económico, cultural y militar de Estados Unidos. No le pareció necesario. De joven, llegó a la conclusión de que la fuente de la riqueza de Estados Unidos y Europa era la explotación, y se mantuvo aferrado a esa estupidez hasta el final. Era la única fórmula que le permitía asignarse a sí mismo un papel providencial en la historia. De otra forma, se hubiera tenido que contentar con una simple práctica de la medicina, para la que no tenía ninguna vocación.

Estas largas biografías son el fruto de una diligente investigación y, aunque hay diferencias entre ellas, la imagen que emerge es básicamente la misma. Castañeda es mucho más informativo que Anderson en relación con ideas económicas de Guevara. Anderson lo es en relación con su infancia y su juventud. Castañeda ubica a la segunda esposa de Guevara, Aleida March, como miembro de la alta clase media. Para Anderson es la hija de un campesino. Castañeda menciona los hijos ilegítimos de Guevara, Anderson no hace referencia a los mismos. Pero ambos concuerdan en las características fundamentales de la vida y la obra de Ernesto Guevara.

Aunque sus dos padres provenían de una familia relativamente empobrecida de la oligarquía argentina, Guevara nunca conoció la verdadera pobreza y tenía la auto confianza de los que nacen en una elite. Sufrió de asma desde muy temprano y esto trajo dos consecuencias. En primer lugar, le garantizó el amor y la ansiosa preocupación de su madre, que fue, con mucho, la mujer más importante de su vida. En segundo lugar, le dio determinación para sobreponerse a las dificultades que encontrara en su camino. Pese al asma, se convirtió en un deportista y nunca cedió ante sus limitaciones físicas.

Durante el resto de su vida fue notablemente poco autocrítico. Aceptó la evaluación de su madre sobre su propia persona y creyó que lo que hacía era justo porque era él quien lo hacía. Hasta el fin de sus días, sobrestimó burdamente la importancia de su propia voluntad en la transformación del mundo que lo rodeaba. Su vanidad y su delirio de grandeza lo llevaron a la destrucción. A la que también arrastró a otros.

Como deja bien clara la narración de Anderson, Guevara desarrolló desde muy temprano la consciencia de su propia importancia. Cuando estuvo en dificultades durante sus juveniles vagabundeos por América Latina, no dudó en estafar a la gente que se cruzaba en su camino.
Consideraba su propia falta de honestidad como una diversión, no como una debilidad moral.

Después de todo, era él quien estaba siendo deshonesto. Posteriormente, su excesiva puntillosidad en cuestiones de dinero, en la que había una gran dosis de esnobismo moral e intelectual, se convirtió en el rasero con que medía a los demás.

Guevara siempre se consideró a sí mismo como un modelo.
Llamarlo un pensador de segunda sería excesivamente generoso. Su concepción económica fundamental, que toda ganancia personal debería de ser eliminada de la vida económica, es una idea estúpida que ni siquiera es original. Quizás sea excusable en un adolescente. Ciertamente es imperdonable en un adulto. Y solamente un monstruo moral estaría dispuesto a matar en aras de semejante ideal.
Guevara era ese tipo de monstruo. Era demasiado egoísta como para que la experiencia le hiciera cambiar de ideas. Soñaba con la creación de un Hombre Nuevo que, por supuesto, lo tendría a él como su maestro. Todos los hombres del pasado, desde el inventor de la rueda hasta Shakespeare, Newton y Mozart no satisfacían sus rigurosas exigencias.

Estas dos biografías dejan claro que durante la crisis cubana de los cohetes, Guevara estuvo a favor de la guerra nuclear. Guerra que, por supuesto, hubiera provocado la muerte de decenas de millones de norteamericanos y la aniquilación del pueblo cubano.


Pensaba que era deseable porque, sobre esa base de cenizas, se hubiera podido construir un mundo mejor. No sentía la más mínima vacilación al hablar a nombre de los millones de cubanos que serían inmolados. Guevara pensaba de la misma forma que Pol Pot.


Si terminó matando a muchas menos inocentes que el camboyano, no fue por falta de esfuerzo. Después de todo, estaba entusiasmado con la guerra de Indochina y hubiera gozado al ver dos, tres y muchas Cambodia en todo el mundo. La diferencia entre él y Pol Pot es que nunca estudió en París.

Los dos biógrafos se afanan por rescatar algo de esa vida desastrosa y repulsiva. Cualesquiera que hayan sido sus atractivos personales, un hombre que pueda haber defendido seriamente la muerte de todo un pueblo (teniendo casi la posibilidad de hacerlo realidad) tiene que ser de una indescriptible vileza. Lamentablemente, los autores no se animan a decirlo. Contradice demasiado ese clisé publicitario de nuestra época: que Guevara era un hombre fundamentalmente bueno y generoso. Y cuya imagen permite hacer excelentes carteles. Ninguno de los autores llama la atención sobre el hecho de que Guevara adoptó una posición violentamente antianortemericana y pro-soviética sin saber nada de la historia, la economía, las condiciones de vida o la cultura de ninguno de los dos países. Si Guevara se desilusionó con la Unión Soviética fue porque había dejado de ser suficientemente radical. Sus sueños eran El Gran Salto Adelante y la Gran Revolución Cultural Proletaria, con sus millones de víctimas.

La ambivalencia hacia Guevara es particularmente notable en el libro de Castañeda. Es como un viejo comunista que finalmente ha aceptado que Stalin mató a decenas de millones pero que trata de rescatar algo del inmenso naufragio y habla de éxitos en la salud o en la educación pública. Castañeda es un hombre de la izquierda y, por lo tanto, no puede aceptar que la visión de Guevara sea básicamente errónea. Su ambivalencia esta bien ilustrada en las páginas 188 y 189 de su libro donde describe los efectos de los escritos de Guevara en la juventud de su tiempo. En la página 188 leemos:

«Che no tenía razones para sospechar el impacto que tendrían (sus escritos) en miles de jóvenes estudiantes universitarios en los próximos treinta anos, mientras marchaban alegremente hacia la
masacre. … ningún autor debe de ser considerado responsable por la sagacidad o falta de sagacidad de sus lectores».

Pero en la página 189 leemos:

«El Che le dio a dos generaciones de jóvenes los instrumentos de esa fe (en la revolución), y el fervor de esa convicción. Pero también tiene que ser considerado responsable por la sangre y las
vidas de esas generaciones decimadas».

Estas citas contienen otra equívoco. Porque los jóvenes universitarios no sólo marchaban a ser masacrados sino también a masacrar. Guevara pensaba (como cita posteriormente el mismo Castañeda) que era necesario tener un «inquebrantable odio por el enemigo, el que empuja al ser humano más allá de sus limitaciones naturales, convirtiéndolo en una máquina de matar fría, violenta, efectiva y selectiva.» Y no sólo eso. Ese odio asesino era el prerrequisito indispensable para construir un mundo mejor. Si Castañeda considera esto como noble, no quiero ni imaginarme que puede considerar innoble.

¿Cómo pudieron ver en Guevara algo más que un inescrupuloso fanático?
La respuesta no está en ninguno de estos dos libros. Pero ambos contienen suficiente información como para dejar claro que Ernesto Guevara fue uno de los más implacables enemigos de la libertad del siglo XX.

Fuente: National Review, septiembre 15, 1997.

 
EL CHE: UN ASESINO SIN CAUSA

La Banda invasora del Che sólo trajo dolor y muerte al pueblo boliviano.

Era el 9 de Octubre de 1967 cuando el Che Guevara llevaba once meses tratando de llevar la revolución a Bolivia. Estaba convencido que allí, en un pueblo débil tras la revolución comunista de 1952, podría triunfar su guerrilla terrorista.
No le quedaba otro camino, a Cuba ya no podía volver.

Él y su pequeña banda se las habían arreglado para no reclutar ni un solo seguidor entre los campesinos bolivianos. Se habían estado cuidando de una posible traición tal cual le sucediera en un principio con el partido comunista en La Paz al no haberle querido prestar ayuda.

Y al final todo lo que hizo, no fue más que acorralar mediante emboscadas y matar a unos 60 civiles y soldados bolivianos.

Ese es su único «logro» en Bolivia: Asesinar al boliviano.
No es ninguna novedad, en toda América del Sur el «revolucionario comunista» no ha hecho más que tomar el camino de la violencia para formar su tan anhelado «Estado Comunista».

El Coronel Joaquín Zenteno estaba al mando cuando el Che fue herido y capturado junto a dos de los suyos; Los demás murieron en el combate. Fue una captura bastante significativa, aunque el Che distaba mucho en esa época de ser la estatua de la libertad.

Por supuesto, ya había combatido y tenido éxito junto a Fidel Castro en la Sierra Maestra de Cuba, en 1959. Había sido miembro del Gabinete de Castro. Pero era un alma inquieta y, después de escribir un cuaderno titulado «Guerra de Guerrillas» , empezó a recorrer las capitales europeas y durante meses trató de estimular la revolución en el Congo.

El rumor entre los cognoscente era que Castro quería deshacerse de él, en parte debido al natural carisma del asmático fumador en pipa y aficionado a las boinas, lector de poemas y doctor en medicina, con su sonrisa socarrona y su peinado a lo Beatle. Todo eso resultaba irritante a Castro, a quien no le gustaba la idea de compartir el escenario, como descubriera su hermano, entre otros. De modo que cuando el Che dio a conocer su intención de partir para colonizar a toda la América Latina en nombre de la revolución, Castro fue fácilmente persuadido de que debía dejarlo salir de Cuba.

Cuando el Che fue capturado, en el alto mando boliviano se planteó de inmediato la interrogante: ¿Qué hacer con él?. Fue llevado a una pequeña escuela de La Higuera, en donde vivían 175 campesinos muy pobremente.

El General René Barrientos, Presidente de Bolivia en ese momento, ya había lidiado con Regis Debray. Debray era un joven anarco-comunista francés que, al estilo de Fred el Rojo, de Alemania y del Che Guevara, trataba de librar al mundo del capitalismo, de los militares y de las libertades civiles, y fue capturado en plena actividad terrorista. Ese mismo año había sido juzgado en Bolivia, en un juicio que sirvió para organizar las fuerzas de la izquierda internacional, precipitando una larga filípica del filósofo Bertrand Russell, que arremetía contra todo el que calificara a Regis Debray de criminal de guerra.

Barrientos no quería más de eso y, por consiguiente, dio instrucciones a Zenteno de que interrogara a Guevara al día siguiente y, después, lo ejecutara.

Cuando, la tarde anterior, el Che se encontró frente a un soldado que pudo haberlo matado a quemarropa, le gritó: «No dispare, No dispare. Yo soy el Che Guevara y valgo para usted mucho más vivo que muerto» . Pero a la mañana siguiente se dio cuenta de que el alto mando boliviano no estaba de acuerdo en que Guevara era más valioso vivo.

Hacia el fin del interrogatorio se escuchó cuatro disparos provenientes de la habitación contigua. El sargento encargado de ejecutarlo preguntó si el Che sería lo suficientemente gentil como para dejarle su famosa pipa. El Che le dijo algo irreverente.

El Che Guevara había tenido sus propias dificultades con otras guerrillas. En Camagüey, Cuba, en 1962, operaba un movimiento guerrillero anticastrista. Cuando los guerrilleros fueron capturados, el Che Guevara estaba al mando de los militares y el Che dio orden de ejecutar a los guerrilleros.

Pero ahora, los mismos campesinos que no quisieron ayudar al Che vivo, y que incluso dijeron a los militares dónde podían encontrarlo, hablan con veneración del «Santo Che» . Su busto se levanta en la plaza de La Higuera, junto a fotografías colocadas en altares provisionales del Papa Juan Pablo II e imágenes de Jesús.

La publicidad no se detiene ahí, se encuentran imágenes del Che en relojes Swatch, en una cerveza inglesa, en ropas, en esquíes, en varios sitios de Internet, en varios discos compactos de rock, etcétera.

«Los grandes sueños se realizan con grandes sacrificios» , dijo la hija mayor del Che en la ceremonia que tuvo lugar en La Habana cuando se recibieron los huesos del Che, enviados por avión. Ella terminó su discurso con las palabras con que su padre terminaba los suyos: «Hasta la victoria siempre. Patria o muerte» .

La Patria del Che era, de acuerdo con su lugar de nacimiento, Argentina; De acuerdo con su ideología, la Unión Soviética; Pero su destino fue morir en la Patria de Bolivia, que no era su Patria y en la que nada tenía que hacer.

http://www.memoriacompleta.com.ar/Homes.htm

EL RACISMO NAZI-ONALISTA DE JAVIER ARZALLUS

 

Javier Arzalluz, durante muchos años presidente del PNV, ha pasado a la historia de España como uno de los mayores racistas que ha dado las Vascongadas.

Recogemos a continuación algunas de las frases más destacadas de su nefasta trayectoria política, basada siempre en el insulto y el racismo:

No es casualidad el ramalazo sermonero que empleaba el caudillo vasco en su habitual ‘homilía’ dominical, porque hace ya unos lustros, el jovencito Arzalluz iba para cura…. Jesuita, más concretamente, aunque el años después líder nazi-onalista se quedó en el camino y tras cantar misa colgó el alzacuellos. Aquí tenemos un par de fotos del seminarista Xavier, en dos poses de lo más angelical…

Arzalluz, en su etapa de seminarista

ASÍ HABLA ARZALLUZ

– «Podrán llegar a ser más, a ganar electoralmente, pero no gobernarán jamás». (22 de febrero de 2001) 

«Nunca le pediré a ETA que se disuelva, mientras haya un preso en la cárcel». (11 de diciembre de 2000)

«Tanto ETA como el PNV nacieron para liberar al País Vasco». (16 de noviembre de 2000)

– «Por muy ridícula que se haya vuelto la tesis de la raza después de los desafueros de Hitler y compañía, es evidente que en la época de sabino aquí había un pueblo incluso racialmente definido» (Cambio 16, nº 437, 20 de abril de 1980).

– «…Prefiero un negro que hable euskera a un blanco que lo ignore».

– «..estos chicos de ETA… los chicos de la gasolina… los jóvenes patriotas vascos».

– «No puede concebirse que los de fuera se conviertan por los votos en dueños de nuestra casa, que así se vaya perdiendo nuestra identidad, ya que a algunos no les importa nada, y no estoy hablando de limpieza étnica».

– «Tenemos un pueblo dividido. Ha venido mucha gente de fuera. No creo que los vascos nos hayamos portado mal con la gente de fuera, y ahora parece que éstos quieren apropiarse de nuestro país».

– «El hecho de que un vasco coja un pistola para matar es una cuestión de carácter, a un catalán no se le ocurriría, forma parte de la personalidad de los vascos».

– «Y una cosa es todo eso de la limpieza étnica e historias parecidas, y estamos en contra de todo eso, y otra el que los de fuera, con el voto de fuera sean los dueños de la casa. Y perdamos todo nuestro ser y nuestra esencia porque a algunos no les interesa en absoluto. Y menos aún, si las cosas van así por medio de la colaboración de algunos de aquí».

– «Nosotros tenemos muchos inmigrantes que llegaron bajo el régimen de Franco. Entonces se plantea la misma pregunta que en Alemania: ¿Es alemán un turco que haya vivido varias décadas en Alemania? ¿Quiere serlo? No todos los que viven con nosotros quieren ser vascos».

– «Cuando estoy hablando de (…) el «factor Rhesus» o de cuestiones de sangre, estoy hablando de razas. Ese es un dato objetivo».

– «El racismo comienza cuando alguien, por el hecho de tener ojos azules o cabellos rubios o porque el otro es negro, cree que es más que el otro. Ahí comienza el racismo. Eso es lo que hicieron Hitler, y Chamberlain y Rosemberg y todos esos. Ahí estropearon el concepto».

– «Un tal Blázquez (…) que ni es vasco ni sabe euskera».

– «¿Es mucho pedir que no pisen lo nuestro y que sus hijos aprendan la lengua de aquí?»  

DE JOVEN FRANQUISTA A PROGRE RICO

 

¡¡¡JODOOO PETAACAA, «MENUOO BISHOOOO»…!!!:

 

Juan Luis Cebrián Echarri (segundo de seis hermanos) nació en Madrid en 1944 en el seno de una familia acomodada muy vinculada al régimen de Franco. Su padre (Vicente Cebrián), también periodista, era en aquélla época director del diario Arriba, el periódico del sindicalismo vertical del Franquismo.

El marco familiar de Cebrián era claramente conservador: hijo de falangista y nieto de un coronel médico de la Armada. Durante su juventud, el futuro director de El País mostró unas importantes inquietudes religiosas.

Cursó el bachillerato en el colegio de El Pilar, como todo buen niño de Serrano, y allí hizo sus primeros pinitos, dirigiendo (al igual que Anson) la publicación escolar Soy Pilarista.

Además de pilarista, Cebrián era hijo de quien era, y en cuanto consiguió la licenciatura en Filosofóa y se graduó en la Escuela Oficial de Periodismo, su padre le pidió a Emilio Romero, entonces director de Pueblo, que le hiciese un hueco al talentoso muchachote. ¡Y vaya si se lo hizo! Redactor jefe lo nombró Romero en 1964, sin importarle que toda la experiencia del chaval (20 añitos) fuese dirigir la revista del colegio. De esta manera sentó la primera directriz que debe seguir cualquier progre: proveerse de buenos mentores.

De Pueblo saltó a Informaciones como subdirector, y de allí, Pío Cabanillas (su nuevo padrino), le llevó a dirigir los informativos de RTVE, cargo que abandonará un año después, en 1974, para regresar al periódico. 

Cuenta el periodista Jesús Cacho en su libro “El negocio de la libertad” que Cebrián se fue con Pío Cabanillas a dirigir RTVE en la España más lóbrega que imaginar se pueda, naturalmente en vida del dictador. Algunos le acusan de haber enviado a la Dirección General de Seguridad las películas filmadas con los rostros de quienes asistían a manifestaciones antifranquistas y/o acudían a Portugal al baño de alegría de la revolución de los claveles del 25 de abril.

Otra información relevante para conocer la trayectoria del consejero delegado de PRISA aparece en el libro de Ricardo de la Cierva, “España: la sociedad violada”, donde relata lo siguiente:

“Al asumir un periodista, ya prestigioso pese a su juventud, procedente del movimiento y formado en la estupenda escuela de Emilio Romero- Juan Luis Cebrián-, la jefatura de Informativos en la TVE de 1974, bajo la dirección general de Juan Rosón y el ministerio aperturista de información regido por Pío Cabanillas, no desmintió jamás la acrisolada fidelidad franquista que de él se esperaba, no mostró signos de apoyo a la oposición antifranquista e incluso incidió sin vacilaciones en el colaboracionismo, sobre todo en el reportaje hagiográfico que preparó para la frustrada muerte de Franco con su tromboflebitis estival de 1974, pero sintió un primer tirón de lo que luego se conocería como síndrome Suárez, que consiste en alzarse con sentido acrobático a la cresta de la ola, para dejarse llevar en ella sin excesiva preocupación por los orígenes y los principios”.

Así se completaron los 10 años que constituyen el segundo mandamiento de la progresista: servir y adular al poder hasta estar en condiciones de conseguirlo. Cebrián, el «niño bonito » de la prensa del Movimiento y director de informativos de la TVE de Franco, hoy metido a empresario de PRISA y hasta a consejero de Bankinter, da ahora lecciones de democracia en los foros internacionales.

 

El nacimiento de El País, también vinculado al Franquismo

En 1972, tres años antes de fallecer el general Franco, se comenzó la gestación del diario El País, y Jesús Polanco constituyó Promotora de Informaciones SA (PRISA) como sociedad que había de editarlo.    

En estos años se produce una lucha encarnizada entre Juan Tomás de Salas, editor de Cambio 16, y el propio Polanco para obtener el permiso necesario para poder publicar un nuevo periódico. Sin embargo, Polanco había arropado su proyecto periodístico de forma más hábil que De Salas. De hecho, entre sus accionistas se encontraban algunos miembros del régimen, como Pío Cabanillas o Manuel Fraga, no demasiado sospechosos de querer socavar los cimientos del Franquismo.

Según un estudio del profesor de la Facultad de Ciencias de la lnformación Enrique Bustamante, en 1981 el accionariado de PRISA estaba formado, entre otras personas, por dos ex ministros franquistas, cuatro de la UCD, 32 parlamentarios de todas las tendencia y 5 altos cargos del Gobierno del momento.

Además de todo ello, y por si fuera poco, el director del futuro periódico, Cebrián, había sido nada menos que Director de Informativos de la televisión franquista.

En estas circunstancias, Arias Navarro se inclinó por conceder primero la autorización administrativa preceptiva a PRISA. Ese adelanto permitió el arrollador éxito de El País, un periódico que en octubre de 1976 ya ganaba dinero, y del fracaso de Diario 16, que tardó siete años en hacerse un hueco en el mercado.

Desde El País, Cebrián comenzó a lanzar monumentales diatribas contra el franquismo, actitud que a Enrique de Diego, en su libro «ZP en el país de las maravillas», inspira esta acertada pregunta: ¿A quién se referirá Cebrián cuando habla de censura, represión y estulticia del Régimen? ¿A su padre o a él?

La Transición, según «Janli», no se completó hasta que el PSOE llegó a la Moncloa. Es decir, que las anteriores elecciones y referéndum no contaban, según Cebrián, con todas las garantías democráticas. O lo que es lo mismo, que sólo hay democracia cuando gobiernan los míos. Esto enseña otra cualidad del perfecto progre: «Soy yo quien decido lo que es democrático y lo que no lo es, y cuando algo no me gusta, escribo un editorial, digo que tal o cual cosa es fascista y cavernaria, y espero a que me traigan la cabeza del responsable».

 

Polanco lo convierte en Académico de la Lengua

Cebrián dejó la dirección de El País en 1988 para pasar a ser consejero delegado de Prisa, el imperio económico y mediático de su amigo Polanco. Precisamente Polanco fue el que consiguió hacer a Cebrián Académico de la Lengua. Entonces, Cebrián sólo había publicado un nóvela, «La rusa». Eso es el poder: imponer que lo blanco es negro – desatar un turbión de voces proclamándolo- mientras nuestras octogenarias glorias literarias cuchichean su humillación por los rincones. Gracias a Polanco, el pluscuamperfectamente analfabeto Cebrián ocupa, todavía hoy, un sillón en la Academia. 

 

Comisión Trilateral y el Club de Bilderberg

Tanto el director, Cebrián, como el editor, Polanco, del diario «independiente» han tenido una relación muy estrecha con estos poderes a la sombra del Comisión Trilateral y del Club de Bilderberg.

La publicación Británica de izquierdas «big Issue», afirma que, en el transcurso de una reunión del club de Bilderberg, responsables de la OTAN decidieron permitir a Rusia bombardear Chechenia; Jim Tucker, un periodista norteamericano próximo a Bat Buchanan, asegura que los «dirigentes de Bilderberg desestabilizaron a Margaret Thatcher por su oposición al euro».

¿Por que estas reuniones que deciden las estrategias que afectan a la humanidad se hacen en secreto? ¿Por que Cebrián, primer periodista hispano que ocupó el cargo de presidente del Instituto Internacional de Prensa en 1986, (el IPI reunía entonces a 2000 periodistas y editores de más de 60 países) y también máximo responsable de El País desde sus orígenes, ha asistido a varias reuniones del Club de Bilderberg? ¿Acaso en su función de periodista, y así lograr una buena crónica de lo acaecido, pero que ha brillado por su ausencia? No, tememos que ha ido en su función de ideólogo y fiel seguidor de las tesis trilateralistas…

 

Un periodista muy pero que muy rico

Juan Luis Cebrián es consejero delegado de Prisa, es también vicepresidente de Sogecable, Canal Satélite Digital y Ser y consejero de Bankinter. En total, ocupa cerca de una veintena de altos cargos de distintas sociedades del grupo Prisa.

Ya en 2001, la revista Actualidad Económica le estimaba una fortuna personal de 22,3 millones de euros (unos 3.715 millones de pesetas), una cantidad que a buen seguro se ha incrementado notablemente desde entonces.

 

Ideólogo del zapaterismo más ultra

En su libro «Conversaciones con Felipe González», Cebrián actuó como ideólogo del posterior zapaterismo más ultra. De ese lirbo tomó ZP sus señas de identidad: radicalismo laicista, guerracivilismo, reforma de la Constitución, destrucción de España (modificación de las fronteras) y diabolización del PP.

En otro libro («El futuro no es lo que era», 2001), Cebrián dice que hay que «sentarse a comer con los nacionalistas, vascos, catalanes, con el Bloque Galego, con Izquierda Unida, etcétera, y que se vea que la oposición, aun estando en minoría, posee todavía una legitimidad histórica respecto a la construcción de la democracia, tiene algo que decirle a ese poder absoluto de la derecha que, aunque haya sido elegida y legitimada por las urnas, todavía carece, al menos en parte, de ese otro tipo de legitimidad, por más que sus líderes piensen de otra forma». Como se ve, el consejero delegado de Prisa considera que el PP no tiene legitimidad histórica para gobernar. Tal criterio es nítidamente antidemocrático. De ahí que llegue a decir sobre Aznar que «de algún modo es como si Franco se hubiera presentado a las elecciones y las hubiera ganado».

¡¡¡¡Naaaaaa….!!!!, aquí el tronkys es muy, pero que muy de fiar.

Bastante amigo de Garzón, por cierto, creo que hasta ha soltado alguna lágrima y todo (que inmediatamente estará recogida en una fotografia de primer plano y saldrá a la luz cuando…..cuando lo estimen realmente conveniente, es decir, CUANDO LES SEA MUY FAVORABLE).

La «OBJETIVIDAD» de los «PROGRES».

¡¡¡JO, QUE GENTE!!!.