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El Partido Comunista Chino, la organización criminal transnacional más peligrosa del mundo

por Gordon G. Chang

Traducción del texto original: China’s CCP: World’s Most Dangerous Transnational Criminal Organization
Traducido por Voz Media

¿Cuál es la mayor organización criminal transnacional del mundo? Con 96,7 millones de miembros, es el Partido Comunista de China. En la imagen: el presidente de China, Xi Jinping, asiste a la Cumbre China-Asia Central en Xian, China, el 19 de mayo de 2023. (Foto: Florence Lo/Pool/AFP via Getty Images)

El régimen chino trafica drogas ilegalesfauna protegida y seres humanos. Blanquea dinero y participa en ataques de ransomware. Roba la propiedad intelectual. El grupo gobernante, como cuestión de política de Estado, asesina a personas por sus órganos.

El Estado chino no sólo es un peligroso actor internacional, también es un delincuente común. Quizá deberíamos decir que es un delincuente inusual o de Estado, el tipo más poderoso e insidioso.

¿Cuál es la mayor organización criminal transnacional del mundo? Con 96,7 millones de miembros, es el Partido Comunista de China (PCCh).

El programa Estrategia de lucha contra la delincuencia organizada transnacional, publicado en 2011, define «delincuencia organizada transnacional» como «asociaciones que se auto perpetúan» y que operan a escala transnacional «con el fin de obtener poder, influencia, beneficios monetarios y/o comerciales, total o parcialmente por medios ilegales». Estas organizaciones se protegen «a través de un patrón de corrupción y/o violencia.»

Lo anterior describe al Partido Comunista Chino a la perfección.

El partido queda fuera de la definición de Obama solamente en que no tiene el «beneficio económico» como «objetivo principal».

El objetivo primordial de Pekín es gobernar -no dominar- el planeta Tierra y las partes cercanas del sistema solar. Xi Jinping está trabajando para imponer el sistema de la era imperial china, en el que los emperadores creían no solamente que tenían el Mandato del Cielo para gobernar tianxia o «todo bajo el Cielo», sino que también estaban obligados por el Cielo a hacerlo. Además, los funcionarios chinos a partir de 2017 hablaron públicamente de la Luna y Marte como territorio soberano chino, parte de la República Popular.

Esta visión expansiva china tiene muchas implicaciones, pero una de ellas es que el régimen de China no se cree sujeto a las leyes de la comunidad internacional. El régimen chino, con esta mentalidad, piensa que todo lo que hace, por definición, está en su derecho y, por tanto, no es delictivo.

Sin embargo, China es una gran escena del crimen. Todos los crímenes transnacionales cometidos en el Estado chino -incluso los cometidos por agentes no estatales- son también actos delictivos del PCCh.

¿Por qué?

La República Popular China mantiene el estado de vigilancia más sofisticado del mundo. Con la posible excepción de la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte), ningún Estado conoce mejor las actividades de su población.

En China, por ejemplo, hay más de 700 millones de cámaras de vigilancia en su sistema SkyNet, aproximadamente una cámara por cada dos residentes. Estos dispositivos están siendo conectados a un sistema controlado centralmente, mientras el régimen cose un sistema nacional de crédito social para controlar a cada persona en la República Popular.

Además, el régimen utiliza los 1.690 millones de teléfonos móviles -de los cuales 970 millones son smartphones– con fines de vigilancia. Los taxis y otros vehículos también tienen cámaras instaladas por el Gobierno. El PCCh ha pensado en todo. Como resultado, China se está convirtiendo rápidamente en un Estado totalitario y de vigilancia total.

El Partido Comunista no puede dirigir un Estado así y alegar que no sabe lo que pasa. Por lo tanto, si en China siguen operando grandes bandas criminales, es obvio que estas organizaciones cuentan tanto con el conocimiento como con la aprobación del partido-Estado.

Esto significa que el PCCh es responsable de las decenas de miles de estadounidenses que mueren anualmente a causa del fentanilo. El fentanilo es uno de los tantos opiáceos que las bandas chinas diseñan y fabrican en laboratorios en el país asiático. A continuación, las bandas venden los precursores químicos principalmente a dos cárteles mexicanos, que mezclan los precursores chinos y luego introducen el fentanilo de contrabando en Estados Unidos a través de una frontera sur que se encuentra muy abierta. El resultado, escribió Vanda Felbab-Brown, de la Brookings Institution, es «la epidemia de drogas más mortífera de la historia de Estados Unidos».

Como Ray Donovan, recientemente retirado Jefe de Operaciones de la DEA (Administración para el Control de Drogas), dijo a Fox News Digital: «China es la nación líder en la producción de precursores químicos utilizados para fabricar fentanilo y la industria química china es la industria más desregulada de toda China.»

Además, el Estado de vigilancia chino no se limita a conocer y aprobar las actividades de las bandas de narcotraficantes, sino que también les presta apoyo diplomático. A principios de abril, por ejemplo, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino declaró públicamente lo siguiente: «No existe el llamado problema de tráfico ilícito de fentanilo entre China y México».

Asimismo, el Gobierno central chino y los medios de comunicación del Partido Comunista apoyan a las bandas chinas. Incluso las empresas privadas chinas participan en este bombardeo propagandístico. TikTok, por ejemplo, al que Pekín controla eficazmente, glorifica el consumo de drogas. Sí, la popularísima aplicación tiene directrices comunitarias que prohíben los vídeos que promueven el consumo de drogas, pero se pueden encontrar videos con millones de visitas que enseñan a los niños a consumir drogas ilegales.

Además, las bandas chinas blanquean los beneficios a través del sistema bancario estatal chino. Los «intermediarios del dinero» chinos, que trabajan para los capos de la droga latinoamericanos, han desplazado rápidamente a sus rivales con, según declaró una fuente a Reuters, «la forma más sofisticada de blanqueo de dinero que jamás haya existido.»

Las bandas chinas utilizan teléfonos desechables y aplicaciones bancarias chinas para mover grandes sumas de dinero de forma rápida, discreta y segura a través del sistema bancario estatal chino. El Partido Comunista de China controla férreamente todos los bancos del país, y nadie puede transferir sumas a través de sus redes sin la cooperación del régimen.

No es sorprendente que Pekín no haya colaborado con los esfuerzos estadounidenses para detener el tráfico de fentanilo.

¿Por qué recurre el Partido Comunista a actividades delictivas? Al parecer, el régimen ve en el fentanilo una forma de aumentar su Poder Nacional Total, o CNP. El CNP es un marco empírico, desarrollado por los soviéticos, para clasificar a los países. China quiere el número uno, y una forma de conseguirlo es disminuyendo la clasificación de Estados Unidos. La delincuencia transnacional, especialmente el tráfico de fentanilo, resulta muy útil para eso.

Sin embargo, las ambiciones del Partido Comunista van más allá de la clasificación del CNP. ProPublica ha vinculado a los blanqueadores de dinero chinos que movían el dinero de la droga latinoamericana con el intento de Pekín de influir en la política estadounidense. Li Xizhi, en su día el principal blanqueador de dinero de China en el hemisferio occidental, y su socio Liu Tao emprendieron «una búsqueda de influencia política» que se tradujo en al menos dos reuniones con un reciente presidente estadounidense, Donald Trump. Parece que se trataba de una operación encubierta china para penetrar en la política estadounidense, ya que las incursiones políticas de Li no tenían casi nada que ver con su negocio de blanqueo de dinero.

Además, cada vez es más evidente que las autoridades chinas han decidido fomentar el tráfico de drogas en América para desestabilizar la región y extender la corrupción, así como la adicción y la muerte. Las bandas chinas no sólo actúan en el margen de la sociedades de América Latina y el Caribe, sino que también corrompen a las élites dirigentes, es decir, a países enteros, como puede leerse en la cita de Joseph Humire más adelante.

En el hemisferio occidental, China distorsiona los negocios y la política. Los resultados de las actividades de Pekín son más corrupción, más conflictos y más desestabilización.

«En el fondo, la República Popular China está centrada en ganar influencia geopolítica sobre países de América Central y del Sur para utilizarla en un eventual conflicto con Estados Unidos», declaró a Gatestone Joseph Humire, del Center for a Secure Free Society. «Esto incluye empoderar a líderes autocráticos vinculados con actores ilícitos en cada país para cambiar los incentivos de un sistema de libre empresa a un sistema de empresa ilícita que depende del tráfico de drogas, el de personas, el contrabando, la pesca ilegal y otras actividades ilícitas.»

Estos son solamente algunos de los crímenes de China detallados en el nuevo libro de Frank Gaffney, The Indictment: Prosecuting the Chinese Communist Party & Friends for Crimes Against America, China, and the World. Lamentablemente, las fuerzas de seguridad estadounidenses persiguen a individuos cuando deberían perseguir al Partido Comunista de China. Del mismo modo, el Tesoro estadounidense anunció el 30 de mayo sanciones a 13 entidades de China por la producción de drogas sintéticas ilícitas, pero no nombró al verdadero culpable, el Partido.

La criminalidad y la anarquía son inherentes a la naturaleza del comunismo chino, que idealiza la lucha y la dominación; y la criminalidad continuada de su grupo dirigente pone en tela de juicio las suposiciones básicas del mundo sobre el sistema chino.

El Partido Comunista de China amenaza ahora con engullir el mundo con su criminalidad. Lo que está en juego, por tanto, son los principios que mantienen unida a la sociedad moderna.

Comunismo por puntos: China activa una tecnología para medir el «valor social» de cada ciudadano

Es un artículo antiguo, publicado en «El Mundo», pero me resulta interesante de difundir porque, si las cosas no dan un gran giro, ¡que digo giro! volantazo violento, a una sociedad de este tipo es adonde nos están conduciendo y, aunque ya se que habrá grandes carcajadas de la «progresía» imperante (y majadera), el caso es que circule y que haya quien se lo piense.

Por Daniel J. Ollero en El Mundo

«Queridos pasajeros, aquellos que viajen sin billete, que se comporten desordenadamente o que fumen en lugares públicos serán castigados de acuerdo a las reglas y su comportamiento quedará registrado en el sistema de créditos e información individual. Para evitar cualquier registro negativo en su crédito personal siga las normas y cumpla las órdenes en el tren y la estación».

Esta cita no corresponde a la voz de una telepantalla en 1984, la novela de George Orwell, o a un extracto del primer capítulo de la tercera temporada de Black Mirror en el que aspectos clave de la vida de las personas como el empleo de transportes públicos o la posibilidad de alojarse en un determinado hotel se encuentra condicionada por su puntuación en una red social global. El fragmento es una grabación real de un tren en Shanghai que muestra la punta del iceberg del sistema de crédito social puesto en marcha por el Partido Comunista chino. Real pero, al mismo tiempo, mucho más aterrador, preciso y perfecto que la distopía narrada en ambas obras de ficción.

El sistema de créditos sociales chino, que ya se encuentra en funcionamiento, otorga una puntuación a cada uno de sus ciudadanos en función de sus hábitos cívicos, su estilo de vida, las páginas web por las que navega, de lo que compra en internet y de otras variables como sus infracciones de tráfico.

Una puntuación que marca la posición de los ciudadanos en la escala social del país de modo que, aquellos con un crédito alto, tendrán derecho a un trato preferente por parte de la Administración.

«Mantener la confianza es glorioso y romper la confianza es una desgracia«, sostiene un documento público del Partido Comunista en el que se explica el proyecto. Un escrito en el que la palabra «confianza» aparece 105 veces y en la que se detallan algunos comportamientos y actitudes que conllevan la «romper la confianza».

Aquellos con una puntuación baja, los que «rompen la confianza», se están enfrentando a represalias como la imposibilidad de acceder a determinados puestos de trabajo, la prohibición de comprar billetes de tren o avión, de alojarse en los mejores hoteles, de que sus hijos vayan a un buen colegio o, incluso, que el estado les quite a sus mascotas. Todo eso además de ser incluidos en listas negras públicas de malos ciudadanos.

Una serie de castigos que, más allá del papel, ya se están produciendo. Por ejemplo, a 12 millones de chinos ya se les ha prohibido de comprar billetes domésticos de avión y tren.

Un sistema de control político y social que, según el proyecto redactado por el partido comunista chino, es «una base importante para implementar de manera integral la visión del desarrollo científico y construir una sociedad socialista armoniosa, es un método importante para perfeccionar el sistema de economía de mercado socialista, acelerando e innovando la gobernanza social, y tiene una importante importancia para fortalecer la conciencia de sinceridad de los miembros de la sociedad, forjar un entorno crediticio deseable, elevar la competitividad general del país y estimular el desarrollo de la sociedad y el progreso de la civilización».

Un proyecto que, según dicho texto, se enmarca en el interés del «Comité Central del Partido Comunista Chino para las opiniones del Estado buscando el fortalecimiento y la innovación del manejo de la sociedad«.

El sistema crédito social de China es posible gracias a la combinación e integración de varias tecnologías como el big data, el reconocimiento facial y la monitorización de internet en un entorno cuyas libertades no son comparables a los de una democracia occidental y ayudados por más de 600.000 cámaras de vigilancia con inteligencia artificial.

Pese a que los castigos y represalias son conocidas, el funcionamiento del algoritmo que determina la posición de un individuo en la escala social es incierto.

Gran parte de los datos que otorgan la puntuación de cada ciudadano en el sistema de crédito social provienen de los historiales de internet de los chinos, aunque también se tienen en cuenta factores económicos -como retrasos a la hora de pagar las facturas- o sanciones administrativas y/o penales que castigan comportamientos incívicos.

El sistema también tiene en cuenta un componente moral, y con un carácter más aleatorio, a la hora de asignar el valor crediticio de cada ciudadano. Las compras frívolas, jugar a videojuegos, publicar fake news e, incluso, determinados comportamientos, que no son constitutivos de delito, en las redes sociales pueden tener un impacto negativo en la puntuación de cada ciudadano, según explica Foreign Policy.

En este ámbito, uno de los posibles castigos a los que se pueden enfrentar los ciudadanos con una baja puntuación es una merma en la calidad de su conexión a Internet.

Sin embargo, la lista de castigos es larga y la presencia de un individuo con una baja puntuación puede afectar a otros de su entorno social, pese a que estos gocen de un valor mayor en el sistema de créditos.

Esto le sucedió a un estudiante de universitario que vio su admisión revocada debido a que su padre tenía una baja puntuación en la escala de crédito social. Un caso recogido incluso por los medios estatales chinos que citan otros ejemplos de jóvenes a los que se les impidió acceder a instituciones educativas por la mala puntuación de sus padres.

Los medios de comunicación, bajo control público y censura (1), juegan un papel importante a la hora de generar una política de miedo y represalias en esta línea. El citado documento del Gobierno chino explica así su papel.

«Reforzar la propaganda relativa a la lista de personas perseguidas por romper la confianza y castigadas en su crédito, dar rienda suelta al papel de los medios de comunicación en la propaganda, la supervisión y la orientación de la opinión pública. Utilice los periódicos, la televisión, los medios online, etc., para hacer pública la información relativa a las personas sujetas a persecución por romper la confianza, el castigo que reciben, etc., crear presión en la opinión pública y ampliar la influencia y la disuasión del sistema de listas de nombres para personas sujetas a la persecución por romper la confianza».

Entre los castigos más severos fruto de una baja calificación en esta escala se encuentra la prohibición de viajar al extranjero, de comprar una viviendade tener una tarjeta de crédito, perder la tutela de tu perro o, incluso, de acceder a un buen empleo en cualquier empresa o institución que tenga relaciones con el sector público nacional o que ejerza su actividad en ámbitos relacionados la manipulación de potencialmente tóxicas y de alimentos o de ostentar cualquier cargo de responsabilidad en ámbitos como la minería, la industria química o la producción de petardos y fuegos artificiales.

Las personas con una «confianza» baja también se enfrentan a problemas a la hora de conseguir empleos en el sector privado. Un comunicado del gobierno anima a las empresas a consultar las listas negras antes de contratar a nuevos empleados. Unas listas negras que en algunos casos se encuentran publicadas en Internet pero que, en el caso de algunas localidades y provincias, también existen en un formato físico y se publican en tablones de anuncios en los que, además del nombre, aparece una fotografía de aquellos ciudadanos que «han roto la confianza».

Damn right! They want to impose a dictatorship

Y para todos esos listillos, que hay muchísimos, que piensan que bueno, pero nos dan seguridad y trabajo fijo les recuerdo lo siguiente:

“Quien renuncia a su libertad por seguridad, no merece ni libertad ni seguridad”

Benjamin Franklin

(1) Para DESMEMORIADOS: ESTO LO LLEVA EXIGIENDO PODEMOS DESDE SU FUNDACIÓN Y, COMO ELLOS, LA MAYOR PARTE DE LA IZQUIERDA. YO TOMARIA BUENA NOTA DE ELLO, SOBRE TODO A LA HORA DE VOTAR.

La máquina de matar más grande de la historia

El partido comunista chino ha sido la gran máquina de matar: a los cerca de 70 millones de represaliados asesinados hay que sumar los millones de muertos por hambrunas y los centenares de millones de niños abortados por la política de hijo único.

Por Steven Mosher

Mural en Alemania en memoria del héroe de la plaza de Tiananmen

Se podría llenar una biblioteca con todo lo escrito acerca de las muertes e incontables sufrimientos causados ​​por un siglo sangriento de comunismo. Solo la sección del Partido Comunista Chino contra el pueblo chino requeriría las dos terceras partes del recinto.

«El Libro Negro del Comunismo», publicado en 1999 por Harvard University Press, ofrece una sugestiva estimación de tamaña carnicería. El editor, Stéphane Courtois, calculó que el número total de muertos a causa del comunismo del siglo XX se acercaba a los 100 millones. Y China encabeza la lista con 65 millones de muertes.

Courtois señala: «Los regímenes comunistas convirtieron el crimen masivo en un sistema de gobierno totalmente legal». Es decir, eran empresas criminales por su propia naturaleza, grupos de matones que regularmente aterrorizaban a las poblaciones bajo su control para mantenerlas temerosas y dóciles.

Estos regímenes estaban y están dirigidos por hombres violentos y sin ley (los Lenin, los Stalin, los Pol Pot y los Kim norcoreanos) que mataban sin motivo, con violencia y sin ningún respeto por la vida humana. Pero ninguno de estos asesinos en masa, ni siquiera todos juntos, se acerca a la magnitud de los crímenes de Mao Zedong y el Partido Comunista Chino contra el pueblo chino.

Mao pasó sus días inventando nuevas formas de aterrorizar al pueblo chino para que obedezca los dictados de la religión mundana creada en torno a sí mismo, formas que invariablemente implicaban la estigmatización, la tortura y la ejecución de un gran número de personas. La máquina de matar comunista, que él mismo operaba, afectó a una amplia franja de la población.

La idea de que dos tercios del total de víctimas del comunismo murieron a manos de la empresa criminal conocida como Partido Comunista Chino es bastante aterradora. Sin embargo, 40 años de estudio del régimen chino me han convencido de que la cifra de 65 millones que figura en el «Libro Negro» es, en mi opinión, una subestimación. 

Otros investigadores están de acuerdo en que hubo muchos millones más de muertes. Jung Chang y Jon Halliday, en su libro brillantemente investigado «Mao: The Unknown Story», dan una cifra de más de 70 millones de muertes atribuibles a Mao durante su mandato en el poder.

Pero creo que la cifra es aún mayor. No sólo porque las matanzas han continuado desde 1976, año en que Mao se hizo marxista. Habría que añadir a la lista dos campañas importantes, cada una de las cuales produjo decenas de millones de víctimas adicionales.

La primera gran adición a esta cifra serían los 45 millones o más de chinos que murieron de hambre a manos de los comunistas entre 1960 y 1962 en la peor hambruna de la historia de la humanidad. El profesor Frank DiKötter, que escribió «La gran hambruna de Mao: la historia de la catástrofe más devastadora de China», 1958-1962 (Nueva York: Bloomsbury, 2010), en realidad cree que la cifra real puede superar los 50 millones.

La segunda adición, aún mayor, a esta cifra son los 400 millones de pequeñas víctimas, tanto nacidas como no nacidas, de la prolongada política del hijo único del Partido Comunista Chino, una política de la cual Mao fue el padrino ideológico.

Sólo Dios sabe el número exacto de personas asesinadas por el Partido Comunista Chino, pero según mis cálculos, la cifra se acerca a los 500 millones. Los regímenes comunistas siempre matan, pero la China comunista ha alcanzado un nivel de carnicería verdaderamente demencial.

Gran parte de estos asesinatos (aunque no todos) pueden atribuirse al carácter del hombre que dirigió el Partido Comunista Chino durante más de 40 años. Si se suman los años en que Vladimir Lenin (1917-1924) y Joseph Stalin (1924-1953) gobernaron la Unión Soviética, ninguno de estos regímenes se acerca al lapso de tiempo, (1935 – 1976), en el que Mao controló el Partido Comunista Chino.

Los 41 años de reinado de Mao fueron una larga ola de asesinatos, y la mayoría de ellos se llevaron a cabo por órdenes directas suyas. «El comunismo no es amor», dijo una vez. «El comunismo es un martillo que utilizamos para destruir al enemigo».

Mao puso en marcha algunas de las primeras campañas terroristas del Partido Comunista Chino, llevadas a cabo en las “áreas de base rojas” que controlaba en la década de 1930. Fue responsable de millones de muertes de civiles durante la Guerra Civil China en los años siguientes.

Además, en las décadas de 1950 y 1960, después de haber conquistado toda China, llevó a cabo repetidas campañas sangrientas para atacar, aislar y destruir diferentes elementos de la sociedad china. Lo hizo no sólo para eliminar una posible oposición sino también, como admitió libremente, para aterrorizar al resto de la población y obligarlo a obedecer incondicionalmente.

El uso del terrorismo como herramienta de control político continúa en China hasta el día de hoy. El fantasma de Mao se puede ver en acción en los ataques genocidas contra los uigures , la persecución de la práctica espiritual Falun Gong y los demenciales cierres de provincias enteras por el COVID-19.

El sistema comunista que Mao creó en China (inspirado en Marx, convertido en arma por Lenin y exportado a China por Stalin) continúa devorando un gran número de víctimas. Es una empresa criminal que, al igual que su principal progenitor, mata de forma intencional y violentamente, sin ningún respeto por la vida humana.

A veces, este sistema asesino mata rápidamente, como sucedió con los manifestantes de la Plaza de Tiananmen que fueron asesinados a tiros en las calles de la capital de China. Otras veces mata lentamente, como fue con la política del hijo único que duró casi cuatro décadas.

Mata de distintas maneras posibles. Es la naturaleza misma de la bestia.

Steven W. Mosher es presidente dPopulation Research Institute autor de “Bully of Asia: Why China’s Dream is the New Threat to World Order.”

(*) Publicado originalmente en inglés en The Epoch Times

«Ciudadanos poco fiables»: así se usa la tecnología para castigar a la población molesta o desafecta al Gobierno

El sistema de crédito social de China es posible gracias a una combinación de tecnologías como el Big Data, la videovigilancia y la constante monitorización y censura de Internet en el país

China emplea el sistema de crédito social como una forma de control de masas

DANIEL J. OLLERO @danieljollero Madrid. El Mundo

Se trata de un sistema perverso, ambiguo y en gran medida aleatorio que ha sido posible gracias a la combinación de Big Data, cámaras con reconocimiento facial, monitorización de Internet y las redes sociales. Un mecanismo para controlar las vidas de 1.400 millones de personas, pese a que muchas de ellas desconocen su existencia o que las reglas se aplican de forma distinta dependiendo de la provincia en la que se encuentren. Su objetivo es castigar a los ciudadanos que el Estado ha clasificado como «poco fiables».

Los ciudadanos «poco fiables» para el estado chino son aquellos con deudas, a los incívicos o simplemente quienes el régimen considera que han difundido informaciones falsas por Internet o las redes sociales. Una serie de conductas que si bien en muchos casos no se encuentran tipificadas como un ilícito penal son consideradas «una desgracia» por parte del Estado y merecedoras de un castigo. Llegando incluso a castigarse conductas ambiguas como «ofrecer disculpas poco sinceras».

Una de esas personas caídas en «desgracia» a ojos del Estado Chino es el tío de He. Su historia se cuenta en el libro La Cara Oculta de China, escrita por Isidre Ambrós.

He es una joven universitaria de Pekín que descubrió el sistema de crédito social cuando su tío tardaba en llegar más de lo esperado a la celebración de año nuevo en casa de la familia. Un viaje relativamente sencillo desde una ciudad cercana conectada por un tren de alta velocidad.

Sin embargo, su tío tenía una deuda financiera a la que no había podido hacer frente. Esto supuso que el gobierno chino le colgase el sanbenito de «no fiable» conviriténdole en uno de los 6 millones de chinos que no pueden montar en los trenes de alta velocidad.

Además de los 6 millones de personas castigadas sin poder viajar en trenes de alta velocidad, hay 27 millones de chinos que tienen prohibido montar en aviones a causa del sistema de crédito social.

China tiene comisarías ilegales en todo el mundo

por Judith Bergman
Traducción del texto original: 
China Operating Illegal Police Stations Worldwide
Traducido por Voz Media

China ha puesto en marcha al menos 54 comisarías de policía en 30 países, entre ellos Estados Unidos (en Nueva York), Canadá, España, Italia, Francia, Países Bajos, Reino Unido, Hungría, Portugal, República Checa, Brasil, Argentina y Nigeria, según un informe reciente de la ONG pro derechos humanos Safeguard Defenders. La mayoría se encuentran en Europa; así, por ejemplo, hay nueve en grandes ciudades españolas, cuatro en Italia y tres en París.

Peter Dahlin, director de Safeguard Defenders, sostiene que eso es sólo la punta del iceberg:

«Estamos convencidos de que hay muchas más, porque éstas sólo pertenecen a dos jurisdicciones –Fuzhou y Qingtian, de donde proceden la mayoría de los chinos residentes en España– y la propia China admite que ha puesto en marcha el proyecto en diez. Así que podría haber hasta cinco veces más.»

Esas comisarías forman parte de una campaña para persuadir a ciudadanos chinos sospechosos de actos delictivos –especialmente, fraude en las telecomunicaciones, pero también delitos como la disidencia política– de que regresen a China para ser encausados penalmente. Pekín no sólo amenaza a sus propios ciudadanos expatriados, también a los parientes de estos que se han quedado en el país. Tales amenazas han continuado durante años, como señaló el director del FBI, Christopher Wray, en 2020 cuando mencionó un caso en el que un emisario del Gobierno chino visitó a un objetivo en EEUU y le dijo que podía elegir entre regresar a China o suicidarse.

El 17 de agosto, el Ministerio chino de Seguridad Pública manifestó:

«El número de casos de fraude en telecomunicaciones transfronterizas contra residentes chinos ha disminuido significativamente en China, con 230.000 sospechosos de fraude en las telecomunicaciones educados y persuadidos para regresar a China desde el extranjero a confesar sus delitos desde abril de 2021 hasta julio de 2022.»

«Las directrices oficiales describen explícitamente las diferentes herramientas para persuadir a los objetivos de que regresen voluntariamente a China para enfrentarse a los cargos», refirió Safeguard Defenders. «Entre ellas se incluye la persecución de los hijos de los presuntos sospechosos en China, negándoles el derecho a la educación, así como la de otros parientes. En resumen, se trata un castigo de culpabilidad por asociación en toda regla para animar a los sospechosos a regresar».

Las comisarías chinas en el extranjero pretenden tener meras funciones administrativas o consulares, pero funcionan como instrumentos para amenazar a los chinos en el extranjero a fin de que regresen a China, saltándose así los requisitos legales consignados por el Derecho internacional.

Según Safeguard Defenders,

«estos métodos permiten al PCC [Partido Comunista Chino] y a sus órganos de seguridad eludir los mecanismos bilaterales habituales de cooperación policial y judicial, socavando así gravemente el imperio de la ley y la integridad territorial de los países implicados (…) Al eludir los mecanismos regulares de cooperación, el PCC consigue evitar el creciente escrutinio de su historial en materia de derechos humanos y las consiguientes dificultades para obtener la devolución de los fugitivos mediante procedimientos legales como las solicitudes formales de extradición. Deja a los chinos que residen legalmente en el extranjero totalmente expuestos a persecuciones extrajudiciales por parte de la policía china, con poca o ninguna de la protección teóricamente garantizada por el derecho nacional e internacional.

«Abiertamente etiquetadas como comisarías de policía en el extranjero (…) por ejemplo para la renovación de permisos de conducir chinos y otras tareas tradicionalmente consideradas de carácter consular (…) también sirven a un objetivo más siniestro, ya que contribuyen a ‘reprimir con determinación todo tipo de actividades ilegales y delictivas en las que intervengan chinos residentes en el extranjero'».

Obviamente, también se utilizan para perseguir a los chinos expatriados que discrepan del régimen.

«Uno de los objetivos de estas campañas, obviamente, es reprimir el disenso, silenciar a la gente», afirmó Laura Harth, de Safeguard Defenders. «Así que la gente tiene miedo. La gente que está en el punto de mira y tiene familiares en China teme hablar».

Y lo que es más importante, las comisarías operan sin el consentimiento ni el conocimiento de los países afectados, como Holanda, donde una de aquéllas opera en un sencillo piso bajo de Rotterdam perteneciente a un pequeño negocio chino de reparaciones. Varios países, como Canadá, la propia Holanda, el Reino Unido, Portugal y España, están ya investigando el asunto y algunos ya han exigido el cierre de las comisarías chinas en su territorio.

«Hemos pedido al embajador chino una aclaración completa sobre las llamadas comisarías de policía que llevan a cabo labores en los Países Bajos a nombre del Gobierno chino», escribió en Twitter el ministro holandés de Asuntos Exteriores, Wopke Hoekstra. «Como no se pidió permiso a Holanda para ello, el Ministerio ha informado al embajador de que deben cerrar inmediatamente. Además, Países Bajos están investigando esas instalaciones para averiguar sus actividades exactas».

En EEUU, el director del FBI, Christopher Wray, declaró que el Buró estaba tomando cartas en el asunto:

«Conocemos la existencia de esas comisarías. Para mí, es indignante pensar que la Policía china intente establecerse (…) en Nueva York, digamos, sin la debida coordinación. Viola la soberanía [de EEUU] y elude los procesos habituales de cooperación judicial y policial.»

Wray añadió que el FBI estaba «estudiando los parámetros legales» y que había presentado cargos por acoso, acecho, vigilancia y chantaje de Pekín ciudadanos chinos en Estados Unidos críticos con el presidente de China, Xi Jinping.

«Es un problema real y algo sobre lo que también estamos hablando con nuestros socios extranjeros, porque no somos el único país donde ha ocurrido.»

Como era de esperar, Pekín ha negado cualquier irregularidad. «Las organizaciones que ha mencionado no son comisarías ni centros de servicios policiales», insistió Zhao Lijian Zhao, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores. «Sus actividades están enfocadas en ayudar a los ciudadanos chinos locales que necesitan solicitar la renovación de su permiso de conducir caducado y relacionadas con servicios de examen físico, proporcionando el lugar».

Sin embargo, el periódico español El Correo citó a un funcionario anónimo del Ministerio de Asuntos Exteriores chino en Shanghái que habría reconocido que las comisarías en el extranjero forman parte de la maquinaria china:

«Los tratados bilaterales son muy engorrosos, y Europa es reacia a extraditar a China. No veo qué hay de malo en presionar a los delincuentes para que comparezcan ante la justicia.»

Safeguard Defenders ha hecho un llamamiento para que los distintos países tomen medidas urgentes contra las comisarías chinas:

«Hacemos un llamamiento a los parlamentarios para que planteen esta cuestión a sus Gobiernos: pregunten si se está controlando esta práctica y de qué manera; en qué medida tienen lugar este tipo de operaciones en sus países y qué medidas se están formulando para contrarrestarlas. También es necesario tomar medidas para proteger a una diáspora china en rápido crecimiento en los países objetivo, a menos que estos últimos consientan que un Gobierno extranjero vigile a grupos minoritarios en su territorio, a menudo en detrimento intencionado del país anfitrión y de sus políticas, y con el fin de intimidar a la diáspora para que obedezca al PCC en cualquier parte del mundo. Es urgente disponer de mecanismos específicos de denuncia y protección.»

Oficina china de Usera (Madrid – ESPAÑA). (A. V.)

El indecente blanqueamiento de un dictador comunista en muchos medios occidentales

Llaman «presidente» y «elegido» a un dictador en un régimen de partido único

Elentir

Una de las costumbres más indignantes de muchos medios occidentales tiene relación con el tratamiento que reciben las dictaduras comunistas.

Tomemos el ejemplo de la mayor dictadura del mundo, la República Popular China. Ayer, su agencia oficial Xinhua publicó este titular cargado de cinismo y de falsedad: «Xi Jinping elegido por unanimidad presidente de China«.

La redacción de la noticia provocaría risa si no estuviésemos hablando de un régimen totalitario: «Un total de 2.952 diputados estuvieron presentes en la tercera reunión plenaria de la primera sesión de la XIV Asamblea Popular Nacional (APN) hoy por la mañana, para ejercer su derecho constitucional de elegir al liderazgo de Estado de China. La votación fue anónima. Estruendosos aplausos estallaron en el Gran Palacio del Pueblo cuando se pronunciaron los resultados de las elecciones«.

Que una agencia oficial de una dictadura se dedique a blanquearla de este modo es algo nauseabundo pero que entra dentro de lo previsible. Lo más pasmoso es que muchos medios occidentales han copiado el titular de Xinhua, diciendo que Xi Jinping ha sido «elegido» como «presidente» de China por unanimidad.

Pues no. Xi Jinping no es un presidente: es un dictador. Su régimen no es nada parecido a una democracia: es una dictadura de partido único donde todo el poder lo ejerce el Partido Comunista de China, la mayor organización criminal del mundo, que lleva gobernando la República Popular China desde 1949 sin haber convocado elecciones libres y democráticas ni una sola vez. No puede ser «elegido» un dictador allí donde oponerse al gobierno se castiga con la prisión. Para elegir algo o a alguien hay que tener dos o más opciones. En China la única opción que hay es la que impone el Partido Comunista, de espaldas al pueblo.

Blanquear la designación antidemocrática de un dictador, presentándola con palabras como las que se usan en los procesos electorales de los países libres y democráticos, es una forma de hacerse cómplice de esa dictadura. Y estamos hablando, por si alguien lo ha olvidado, de una dictadura que ha matado a millones de personas, que todavía hoy mantiene una red de campos de concentración -el Laogai-, que figura entre los países que más persigue a los cristianos (con el puesto número 16), y que está cometiendo un genocidio contra el pueblo uiguir, con acciones que incluyen el internamiento de entre un millón y 1,8 millones de personas en campos de concentración.

Lo que deberían hacer los medios de comunicación de los países libres es informar sobre los abusos y crímenes de esa dictadura, en vez de dedicase a esconderlos y de presentar al dictador como un «presidente» que es «elegido». Basta ya de ser cómplices de ese régimen criminal.

Foto: Ju Peng / Europa Press.