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El hombre que pudo cambiar la historia de España

El hombre que pudo cambiar la historia de España Ni cabe duda ni hay defensa posible: España es el país del Mundo más desagradecido, olvidadizo con sus principales personalidades y menos dado a reconocer lo que dieron, contribuyeron e hicieron. Porque la figura del hombre que hoy traigo, seguro que es desconocida para muchísimos de vosotros y es suficientemente revelador (VER ARTÍCULO COMPLETO EN «ORIGEN»)

Origen: El hombre que pudo cambiar la historia de España

Cataluña no es una nación. Los nacionalistas falsifican la Historia de España / Catalonia is not a nation. The Nationalists falsify the History of Spain (SPANISH / ENGLISH)

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Alfonso II (1164-1196). Rey de Aragón y Conde de Barcelona. Pintura de Rafael Pertús, s. XVII.

Por Fernando Álvarez Balbuena

Quiero decir, ante todo, que mi admiración y mi respeto por Cataluña, nada tienen que ver con la crítica que me propongo hacer a esta marea nacional-separatista que desde hace años nos abruma y que últimamente está tomando tintes de tragedia nacional para nuestro país…

El innegable espíritu de trabajo, superación y laboriosidad de los catalanes, así como su proverbial sentido común (seny), que es bien conocido y admirado de todas las demás regiones de España. Pero otra cosa distinta es que unos políticos sin conciencia y con oscuros propósitos, se empeñen en falsificar la espléndida historia de Cataluña y de España, para justificar unas insensatas ansias de secesión que, de producirse, no solamente serían pésimas para Cataluña, sino también para la propia Nación Española, de la que Cataluña forma parte muy querida y admirada

Una mentira histórica, difundida por el catalanismo separatista, que cada día más, pretende tomar carta de naturaleza en la sociedad española, es la afirmación, carente de todo rigor, de que Cataluña es una nación tan antigua que remonta sus orígenes al siglo IX, con Wifredo el Velloso y sus herederos, cosa harto más que incierta puesto que en el imaginario medieval el concepto de Patria y de Nación, son absolutamente distintos de lo que hoy entendemos por tales títulos históricos, o, por mejor decir, inexistentes.

Don Marcelino Menéndez y Pelayo[1], una autoridad tanto histórica como filológica, dice taxativamente:

“No hay Patria en la Antigüedad, tampoco en la Edad Media. No la hay, en rigor, hasta el Renacimiento”

 

Y en éste sentido la Patria o Nación catalana es una falsedad, porque Cataluña ni es una nación ni lo fue nunca, por mucho que se insista en decir lo contrario. La historia es clara y terminante, pero un grupo, antes aludido, de ignorantes y radicales, impulsados por unos políticos sin conciencia y sin honor, asumiendo el viejo principio goebelsiano de que “una mentira repetida un millón de veces se convierte en una verdad”, insisten machaconamente en la realidad nacional histórica de Cataluña, lo cual es absolutamente falso. No se bien por qué ni desde que extraños e incomprensibles intereses se insiste en tal insensatez, cuyo origen data de mediados del siglo XIX, cuando se discutía entre librecambistas y proteccionistas la necesidad de salvaguardar los intereses de Cataluña, mediante la imposición de barreras aduaneras con las que se evitara o, al menos dificultara, la importación de géneros europeos, más baratos que los de la industria catalana.

Hoy, dentro ya España de la Unión Europea, una actitud separatista e independentista, es contraria a los verdaderos intereses tanto morales como materiales de la propia Cataluña.

También, dígase lo que se quiera, la mayor parte del pueblo catalán se siente tanto española como pueda sentirse catalana, pues no hay ninguna contradicción entre lo uno y lo otro y buena prueba de ello es el escaso interés popular que suscitó el referéndum sobre el tan traído y llevado “Estatut”, votado por una inmensa minoría, aunque la clase política haya hecho de él una verdadera bandera de combate. Así tenemos que oír todos los días un montón de consideraciones encrespadas y destempladas que para lo único que sirven es para dividirnos y para crear innecesarias reticencias que derivan en odios y rencores gravemente perjudiciales para todos y para poner en la calle a una multitud manipulada exigiendo la absurda independencia de Cataluña

¿Cuándo fue Cataluña nación?: Jamás. El Condado de Barcelona y con él toda Cataluña fueron desde el siglo XII (1164), y bajo el reinado de Alfonso II, primer rey de Aragón, parte de aquel reino que, desde entonces, se constituyó como unidad política, reuniéndose posteriormente con el de Castilla, mediante el matrimonio de Fernando II de Aragón (y V de Castilla) y de Isabel I de Castilla, en la nueva unidad denominada España, reforzada con la conquista de Granada y con la anexión de Navarra. Así pues, Cataluña, desde siempre, históricamente hablando y desde que existe memoria de dicha región, al igual que las de Galicia, Asturias, León, Andalucía, Extremadura y todas las demás, son parte integrante de la única Nación política que las integra; es decir, España.

Por otra parte y estudiando en profundidad la génesis de Cataluña, nos encontramos con otras falsificaciones de los nacionalistas, tales como el autogobierno parlamentario del Principado, (Generalitat) de la que dicen ser más antigua que las instituciones aragonesas y castellanas y así mismo la antigüedad del idioma. Ambas falsedades se desmontan fácilmente con datos incontestables.

La Generalitat no existe hasta el siglo XIV, mientras que las Cortes de León, por poner un ejemplo “español” muy anterior, son de 1188, (siglo XII) y en ellas se establecen principios de gobierno con los que Cataluña no podría ni soñar, como fueron la inviolabilidad del correo y del domicilio, así como una Justicia independiente de los señores y que se ejercía por jueces nombrados por el rey. En cuanto al idioma, los expertos en filología saben que el castellano es, por lo menos, un siglo anterior al catalán y que éste es un dialecto del provenzal, aunque provenga del común tronco latino, como el astur-leonés o el gallego que, dicho sea de paso, dio origen al portugués.

No hubo jamás un Príncipe de Cataluña, como algunos pretenden, sino un Conde de Barcelona y otros Condados catalanes, denominación historiográfica que designa a los condados que aparecen en el noreste de la península Ibérica a partir de la Marca Hispánica del Imperio carolingio (siglo IX). Y que es un territorio aproximadamente coincidente con la denominada Cataluña vieja y lo que actualmente son el principado de Andorra y la Cataluña francesa. Los condados más orientales acabaron siendo incorporados al condado de Barcelona y formaron parte de la unión dinástica con el reino de Aragón en la llamada Corona de Aragón (1162), mientras que el condado de Urgel mantuvo su dinastía propia hasta 1413 y el de Pallars Sobirá hasta 1491. Las taifas (reinos musulmanes) de Tortosa y Lérida habían sido conquistadas por el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV (en 1148 y 1149 respectivamente), y no se constituyeron como nuevos condados sino que Ramón Berenguer adoptó el título de marqués de estos territorios. Aunque los términos Catalania y catalanenses se encuentran por primera vez en forma escrita hacia 1172 en el poema pisano Liber maiolichinus de gestis pisanorum illustribus y ya se encuentran referencias al conde de Barcelona como Princeps en las actas de consagración de la catedral románica de Barcelona (1058) y en los Usatges de Barcelona, la denominación Principado de Cataluña (Principatus Cathaloniae) no aparece documentalmente hasta 1350 y la corte condal nada tenía que ver con una soberanía real y Cataluña fue siempre gobernada, desde su incorporación al reino de Aragón y luego a Castilla, por un Virrey.[2] Y, mientras fue integrada por unos condados de la llamada Marca Hispánica, estos pertenecieron a veces a la Occitania y otras, a Aragón, e incluso tuvieron cierta autonomía, pero muy lejos de poder ser entidades políticas comparables a los diversos reinos ibéricos.

Quede por tanto claro que Cataluña, como tal, no existe hasta muy a finales del siglo XII, y como Principado tampoco existe hasta el siglo XIV y desde luego nunca fue un reino y mucho menos una nación. En este sentido ha de quedar también muy claro que no existía Cataluña en el 987, como pretendieron los nacionalistas, celebrando el milenario en los años 80 del siglo XX. A la altura del siglo XII sí que existían otros reinos en la Península Ibérica: Asturias-León, Castilla, Navarra, con una estructura administrativa y política de Estado y con un Rey al frente de los mismos, así como gozando de instituciones representativas que eran las Cortes, donde se establecían libertades, se votaban censos y tributos y se obligaba al soberano a consultarlas para hacer la guerra o concertar la paz.

Pero, a mayor abundamiento, si repasamos la historia, (de la que tanto cacarean los nacionalistas) desde sus orígenes, veremos que tanto el catalanismo como el vasquismo son, en palabras de Unamuno, simples “pruritos nacionalistas” muy recientes, que en nada se corresponden con su pasado español perfectamente contrastado, sino que nacieron muy a finales del siglo XIX y que derivaron a posiciones antiespañolas que en nada se corresponden con su acendrada fidelidad histórica a España

Pondremos un ejemplo medieval (S. XIV) y un par de ellos modernos (S. XIX) para no extendernos demasiado en algo que está perfectamente demostrado a pesar de la feroz posición contraria de los nacionalistas actuales:

Cuando las expediciones aragonesas a Grecia y a Turquía, donde Aragón fundó los ducados de Atenas y Neopatria, los soldados catalanes, llamados Almogávares, entraban en combate, no exaltando a Catalunya, sino al grito de: ¡Aragó, Aragó!

Cuando se convocan las Cortes de Cádiz, (1810) para tratar de organizar el desastre español que se produce con la invasión napoleónica, la Junta de Cataluña exige de sus diputados el siguiente juramento:

“¿Jura Vd. contribuir con todas sus fuerzas a que se verifique la unión de todas las provincias en un gobierno superior?”

Y durante la propia Guerra de la Independencia, en el Sitio de Gerona, glorificado hasta la máxima exaltación patriótica por todos los historiadores, las milicias catalanas cantaban (en su propio idioma):

“Digasmi tu Girona

Si te n´arrenderás.

¿Com vols que me randesca

si Espanya non vol pas?”

Queda, según esto bastante claro que la conciencia de entidad nacional catalana históricamente es una falacia propalada en 1830, con el romanticismo de la Renaixenca o con las Bases de Manresa de 1892, todo lo cual casaba bastante mal con la actitud proteccionista del gobierno de España hacia Cataluña y el País Vasco que en aquellas mismas fechas, creaba una legislación aduanera contraria al librecambio, que imponía fuertes derechos de entrada a las mercancías extranjeras, precisamente para favorecer a las industrias manufactureras de ambas regiones, fuertemente amenazadas por Inglaterra, Francia y los Estados Unidos., como ya dejamos dicho líneas arriba.

En definitiva: ni la lengua, ni las costumbres, ni consideraciones de índole geográfica, étnica, comercial o sentimental alguna, son las notas constitutivas de una nación. La nación surge de las circunstancias políticas que la forman y la tipifican y, por ello es tan ridículo decir que Cataluña o Vascongadas son naciones, como atribuir a Ginebra o a Zurich igual calificativo, pues a pesar de las enormes diferencias que existen entre la región ginebrina y la zuriquesa, no hay allí otra nación que la nación Suiza, que es quien políticamente las une y las vertebra.

Igual consideración cabe hacer de la unidad nacional de China o India, países en que conviven más de cien lenguas diferentes y casi otras tantas razas, amén de distintas religiones, tendentes por su especial idiosincrasia a establecer notables diferencias entre el modo de pensar de unos y otros. Sin embargo nadie cuestiona la entidad nacional de los gigantes asiáticos y vamos a ser nosotros, los enanos europeos, para quienes el agrupamiento es vital, los que desechando el viejo principio de que “La unión hace la fuerza”, queramos desgajar España, empezando por Cataluña y las provincias vascongadas, hasta independizar unas de otras a las diez y siete taifas en que insensatamente se ha dividido nuestro gran país.

Y, para terminar: esa bandera de la que tanto usan y abusan los nacionalistas catalanes y que llaman “senyera”, no es catalana; es la bandera del antiguo reino de Aragón[3]. A Wifredo el Velloso, a quien aludimos al principio, como parte de la visión de que fue el creador originario de Cataluña, se le atribuye también el origen de la bandera de las cuatro barras. Esta leyenda tiene su origen, en el historiador valenciano Pere Antoni Beuter, quien la incluyó el año 1555 en su obra Crónica general de España, inspirándose en una crónica castellana de 1492.

El texto de Beuter dice así:

…pidió el conde Iofre Valeroso (Wifredo el Velloso) al emperador Loís que le diesse armas que pudiesse traher en el escudo, que llevava dorado sin ninguna divisa. Y el emperador, viendo que havía sido en aquella batalla tan valeroso que, con muchas llagas que recibiera, hiziera maravillas en armas, llegóse a él, y mojóse la mano derecha de la sangre que le salía al conde, y passó los quatro dedos ansí ensangrentados encima del escudo dorado, de alto a baxo, haziendo quatro rayas de sangre, y dixo: «Éstas serán vuestras armas, conde.» Y de allí tomó las quatro rayas, o bandas, de sangre en el campo dorado, que son las armas de Cathaluña, que agora dezimos de Aragón.

Fue revivida entre otros, por el escritor catalán Pablo Piferrer (1818-1848) reconocido como el gran recopilador de las leyendas catalanas tradicionales.

Todo esto, como argumento para una novela pseudo histórica o para un film de éxito popular, queda muy bonito, romántico y adecuado, pero en términos rigurosamente históricos, el escudo de las cuatro barras quien empezó a utilizarlo fue Alfonso II de Aragón, hijo del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, que casó con Petronila, hija del rey de Aragón.

Petronila de Aragón (Huesca, 29 de junio de 1136 – Barcelona, 15 de octubre de 1173).fue Reina de Aragón entre 1157 y 1164 y condesa de Barcelona entre 1162 y 1164. Era hija de Ramiro II el Monje e Inés de Poitou y después de la unión dinástica del condado de Barcelona con el reino de Aragón, al que se incorpora dicho condado, fue cuando se adoptó el emblema de las cuatro barras o palos rojos sobre fondo de oro, llegando a ser el símbolo y bandera oficial del linaje a partir de su hijo, el rey Alfonso II de Aragón, hacia el año 1170.

A mayor abundamiento, en el siglo IX, tiempos del Velloso, no existía todavía la Heráldica como ciencia del blasón normalizada y sometida a estrictas reglas y, por lo tanto, no se pintaban escudos.

Hasta los siglos XI y XII no comienza a hacerse tal cosa y ello fue así porque con el uso de yelmos y armaduras, era imposible reconocer a los caballeros que participaban en las justas medievales (torneos) y para ser identificados y distinguirse unos de otros escogían símbolos en exclusiva, casi siempre otorgados o refrendados por los reyes y príncipes soberanos.

Aunque en la antigüedad remota, griegos y romanos primero y celtas y godos después, usaban en sus escudos emblemas y dibujos, nada tiene que ver esta costumbre con la heráldica. Esta fue importada de oriente por los caballeros de las distintas naciones de la Europa cristiana que fueron a luchar en las Cruzadas.

Y, por cierto, y con esto acabo estas reflexiones, los dos grandes caudillos de quienes presume Cataluña en la actualidad, como conquistadores y almirantes de su flota mediterránea, Roger de Lauria y Roger de Flor, no eran catalanes. El uno, Roger de Lauria, era italiano de la Basilicata, en el Golfo de Taranto, y el otro, Roger de Flor, también italiano, nació en Brindisi, en la Apulia, región situada en el llamado “Tacón de la Bota de Italia”.

Otro par de mentiras más, y van…

[1] Menéndez Pelayo, precisamente comenzó su brillante carrera en la Universidad de Barcelona, con el eminente filólogo Milá y Fontanals,

[2] Por cierto, San Francisco de Borja, III General de la Compañía de Jesús, antes de abrazar la vida religiosa, fue Duque de Gandía y Virrey de Cataluña

[3] El origen de los colores aragoneses, muy probablemente está en la correspondencia entre Aragón y el Papado. Las cartas que el Papa de Roma remitía al rey de Aragón venían selladas y atadas con citas rojas y amarillas.

inglaterra

I want to say, above all, that my admiration and my respect for Catalonia, have nothing to do with the criticism that I intend to make to this national-separatist tide that for years has overwhelmed us and that lately is taking on dyes of national tragedy for our country …

The undeniable spirit of work, surpassing and industriousness of the Catalans, as well as their proverbial common sense (seny), which is well known and admired from all other regions of Spain. But a different thing is that politicians without conscience and with dark intentions, fake themselves to falsify the splendid history of Catalonia and Spain, to justify some insane anxieties of secession that, if produced, would not only be terrible for Catalonia, but also for the Spanish Nation itself, of which Catalonia is a much loved and admired part.

A historical lie, spread by separatist Catalanism, which every day seeks to take a letter of nature in Spanish society, is the assertion, devoid of any rigor, that Catalonia is a nation so old that it goes back to the ninth century, with Wifredo el Velloso and his heirs, which is much more than uncertain, since in the medieval imaginary the concept of country and nation are absolutely different from what we nowadays mean by such historical titles, or rather, nonexistent.

Don Marcelino Menéndez y Pelayo [1], an authority both historical and philological, says categorically:

«There is no Homeland in Antiquity, nor in the Middle Ages. There is not, strictly speaking, until the Renaissance «

And in this sense the Catalan Homeland or Nation is a falsehood, because Catalonia is neither a nation nor was never, however much it insists on saying the opposite. The story is clear and straightforward, but a group, previously alluded to, ignorant and radical, driven by politicians without conscience and without honor, assuming the old Goebelsian principle that «a lie repeated a million times becomes a truth» , Insist machaconamente in the historical national reality of Catalonia, which is absolutely false. I do not know why or since strange and incomprehensible interests insists on such folly, whose origin dates back to the middle of the nineteenth century, when it was discussed between free trade and protectionists the need to safeguard the interests of Catalonia, through the imposition of customs barriers with which would be avoided or, at least difficult, the importation of European genres, cheaper than those of Catalan industry.

Today, within Spain of the European Union, a separatist and independentist attitude is contrary to the true moral and material interests of Catalonia itself.

Also, whatever you want, most of the Catalan people feel both Spanish and feel Catalan, for there is no contradiction between the one and the other and a good example of this is the lack of popular interest that the referendum aroused. so brought and carried «Estatut», voted by an immense minority, although the political class has made of him a true flag of combat. Thus we have to hear every day a lot of fuzzy and untempered considerations that for the only purpose they serve is to divide us and to create unnecessary reticences that result in hatreds and grudges that are seriously damaging to all and to put in the street a manipulated crowd demanding the absurd independence of Catalonia

When was Catalonia a nation ?: Never. The County of Barcelona and with it all of Catalonia were from the 12th century (1164), and under the reign of Alfonso II, the first king of Aragon, part of that kingdom that, since then, was constituted as a political unit, meeting later with the of Castilla, through the marriage of Fernando II of Aragon (and V of Castile) and of Isabel I of Castile, in the new unit denominated Spain, reinforced with the conquest of Granada and with the annexation of Navarre. Thus Catalonia, historically speaking and since memory of this region, like those of Galicia, Asturias, Leon, Andalusia, Extremadura and all others, are an integral part of the only political nation that integrates them; that is, Spain.

On the other hand and studying in depth the genesis of Catalonia, we find other falsifications of the nationalists, such as the parliamentary self-government of the Principality, (Generalitat) of which they claim to be older than the Aragonese and Castilian institutions and also the antiquity from language. Both falsehoods are easily dismantled with incontestable data.

The Generalitat did not exist until the fourteenth century, while the Cortes de León, to put a very early example of «Spanish», are from 1188, (XII century) and they establish principles of government with which Catalonia could not dream , as were the inviolability of the mail and domicile, as well as a Justice independent of the lords and that was exercised by judges appointed by the king. In terms of language, experts in philology know that Spanish is at least a century before Catalan and that this is a dialect of Provencal, although it comes from the common Latin trunk, such as Asturian-Leonese or Galician, by the way, gave rise to the Portuguese.

There was never a Prince of Catalonia, as some pretend, but a Count of Barcelona and other Catalan Counties, denomination historiográfica that designates to the counties that appear in the northeast of the Iberian peninsula from the Hispanic Mark of the Carolingian Empire (century IX ). And that is a territory approximately coincident with the one denominated Old Catalonia and what at the moment they are the principality of Andorra and the French Catalonia. The easternmost counties ended up being incorporated into the county of Barcelona and formed part of the dynastic union with the kingdom of Aragon in the so-called Crown of Aragon (1162), while the county of Urgel maintained its own dynasty until 1413 and that of Pallars Sobirá until 1491. The taifas (Muslim kingdoms) of Tortosa and Lerida had been conquered by the Count of Barcelona Ramon Berenguer IV (in 1148 and 1149 respectively), and were not constituted as new counties but Ramon Berenguer adopted the title of Marquis of these territories. Although the terms Catalania and Catalan are for the first time written in 1172 in the Pisan poem Liber maiolichinus de gestis pisanorum illustribus and there are already references to the Count of Barcelona as Princeps in the acts of consecration of the Romanesque cathedral of Barcelona (1058 ) and in the Usatges of Barcelona, ​​the denomination Principality of Catalonia (Principatus Cathaloniae) does not appear documentary until 1350 and the county court had nothing to do with a real sovereignty and Catalonia was always governed, from its incorporation to the kingdom of Aragon and soon to Castilla, by a Viceroy. And, while it was integrated by some counties of the denominated Hispanic Brand, these belonged sometimes to the Occitania and others, to Aragon, and even they had certain autonomy, but very far from being able political entities comparable to the diverse Iberian kingdoms.

It is therefore clear that Catalonia, as such, did not exist until very late in the twelfth century, and as Principado did not exist until the fourteenth century and of course was never a kingdom, much less a nation. In this sense it must also be very clear that Catalonia did not exist in 987, as the nationalists claimed, celebrating the millennium in the 80’s of the twentieth century. At the height of the twelfth century there were other kingdoms in the Iberian Peninsula: Asturias-León, Castile, Navarra, with an administrative and political structure of State and with a King in front of them, as well as enjoying representative institutions that were the Cortes, where liberties were established, censuses and tributes were voted, and the sovereign was obliged to consult them to make war or to make peace.

But, to a greater extent, if we review the history (of which the nationalists cackle) since its origins, we will see that both Catalanism and Basque are, in Unamuno’s words, very recent «nationalist pruritus», which in no way they correspond to their well-contrasted Spanish past, but were born very late in the nineteenth century and which led to anti-Spanish positions that do not correspond to their fervent historical fidelity to Spain

We will give a medieval example (S. XIV) and a couple of them modern (S. XIX) to not extend too much in something that is perfectly demonstrated despite the fierce opposing position of the current nationalists:

When the Aragonese expeditions to Greece and Turkey, where Aragon founded the duchies of Athens and Neopatria, the Catalan soldiers, called Almogávares, entered into combat, not exalting to Catalonia, but to the cry of: Aragó, Aragó!

When the Cadiz Courts (1810) is convened to try to organize the Spanish disaster that occurs with the Napoleonic invasion, the Junta de Catalunya demands from its deputies the following oath:

«Do you vow to contribute with all your might to the union of all the provinces in a superior government?»

And during the War of Independence itself, in the Siege of Gerona, glorified to the utmost patriotic exaltation by all historians, the Catalan militias sang (in their own language):

“Digasmi tu Girona

Si te n´arrenderás.

¿Com vols que me randesca

si Espanya non vol pas?”

It remains, according to this quite clear that the consciousness of Catalan national entity historically is a fallacy propelled in 1830, with the romanticism of the Renaixenca or with the Bases of Manresa of 1892, all which married quite badly with the protectionist attitude of the government of Spain to Catalonia and the Basque Country, which at the same time created customs legislation contrary to free trade, which imposed strong entry duties on foreign goods, precisely to favor the manufacturing industries of both regions, which were heavily threatened by England, France and the United States. United States., As already mentioned above.

In short: neither the language, nor customs, nor considerations of geographic, ethnic, commercial or sentimental nature, are the constitutive notes of a nation. The nation arises from the political circumstances that form and typify it, and it is therefore ridiculous to say that Catalonia or Vascongadas are nations, as attributed to Geneva or Zurich as qualifying, because despite the enormous differences that exist between the region of Geneva and the Zurique, there is no other nation there than the Swiss nation, which is the one who politically unites them and the vertebra.

Equal consideration should be made of the national unity of China or India, countries in which more than one hundred different languages and almost as many races, as well as different religions coexist, tended by their special idiosyncrasies to establish notable differences between the way of thinking of some others. However nobody questions the national entity of the Asian giants and we are going to be the European dwarves, for whom the grouping is vital, those who discard the old principle that «Union is strength», we want to break Spain, starting with Catalonia and the Basque provinces, until they were independent of each other to the seventeen taifas in which our great country has foolishly divided.

And, to finish: that flag of which so much use and abuse the Catalan nationalists and that call «senyera», is not Catalan; is the flag of the ancient kingdom of Aragon [3]. Wifredo el Velloso, whom we allude to at the beginning, as part of the vision that he was the original creator of Catalonia, is also credited with the origin of the flag of the four bars. This legend has its origin in the Valencian historian Pere Antoni Beuter, who included it in 1555 in his work Chronicle of Spain, inspired by a Castilian chronicle of 1492.

The text of Beuter reads (NOTE: It is old Castilian. The translation, therefore, is even more deficient than normal. The original can be seen in the Spanish version, above.):

… the count Iofre Valeroso (Wifredo el Velloso) asked the Emperor Lois to give him weapons that he could carry on the shield, which he wore gold without any badge. The emperor, seeing that it had been in that battle so courageous that, with many wounds he received, he wrought wonders in arms, he came upon it, and his right hand dripped from the blood that came out to the earl, bloodshed on the golden shield, from high to low, making four stripes of blood, and said: «These will be your weapons, count.» And from there he took the four stripes, or bands, of blood in the golden field, which are the weapons of Cathaluna, which we now call Aragon.

It was revived among others, by the Catalan writer Pablo Piferrer (1818-1848) recognized like the great compiler of the traditional Catalan legends.

All this, as an argument for a pseudo-historical novel or for a popular success film, is very beautiful, romantic and adequate, but in strictly historical terms, the shield of the four bars who began to use it was Alfonso II of Aragon, son of Count of Barcelona, Ramon Berenguer IV, who married Petronila, daughter of the King of Aragon.

Petronila of Aragon, (Huesca, 29 of June of 1136 – Barcelona, 15 of October of 1173). She was Queen of Aragon between 1157 and 1164 and countess of Barcelona between 1162 and 1164. She was daughter of Ramiro II the Monk and Inés de Poitou and after the dynastic union of the county of Barcelona with the kingdom of Aragon, to which it is incorporated said county , was when it was adopted the emblem of the four bars or red sticks on a gold background, becoming the official symbol and flag of the lineage from his son, King Alfonso II of Aragon, around 1170.

To a greater extent, in the 9th century, Velloso times, Heraldry did not yet exist as a science of the standard coat of arms and subject to strict rules and, therefore, no shields were painted.

Until the eleventh and twelfth centuries no such thing began to be done and this was so because with the use of helmets and armors, it was impossible to recognize the knights who participated in medieval jousting (tournaments) and to be identified and distinguished from each other chose symbols exclusively, almost always granted or endorsed by the sovereigns and princes.

Although in ancient antiquity, Greeks and Romans first and Celts and Goths later, used in their shields emblems and drawings, nothing has to do with this custom with heraldry. This was imported from the East by the knights of the different nations of Christian Europe who went to fight in the Crusades.

And, by the way, and with this I finish these reflections, the two great caudillos of whom presumes Catalonia at the present time, like conquerors and admirals of its Mediterranean fleet, Roger de Lauria and Roger de Flor, were not Catalans. The one, Roger de Lauria, was Italian from Basilicata, in the Gulf of Taranto, and the other, Roger de Flor, also Italian, was born in Brindisi, Apulia, region located in the so-called «Heel Boot Italy «.

Another couple of more lies, and go …

[1] Menéndez Pelayo, precisely began his brilliant career in the University of Barcelona, with the eminent philologist Milá and Fontanals.

[2] By the way, St. Francis of Borja, III General of the Society of Jesus, before embracing religious life, was Duke of Gandía and Viceroy of Catalonia

[3] The origin of the Aragonese colors, most probably is in the correspondence between Aragon and the Papado. The letters that the Pope of Rome sent to the king of Aragon were sealed and tied with red and yellow appointments.

 

» 4 de Febrero de 1860 «

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El 4 de Febrero de 1860 tiene lugar la Batalla de Tetuán entre fuerzas españolas y moras, lo que supondrá la toma de la ciudad norteafricana de Tetuán por los españoles tres días más tarde, siendo esta ocupación decisiva en el resultado final de la guerra de África 1859 a 1860. En 1862, tras pagar el sultán una indemnización, la ciudad será devuelta a Marruecos. 
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Valentía, arrojo, buena capacidad estratégica o, incluso, suerte. Fueron muchas las causas que se aunaron para que aquel 4 de febrero de 186025.000 soldados españoles al mando del general O’Donnell lograran tomar el campamento marroquí del comandante Muley Achmed, el cual estaba protegido por 35.000 musulmanes y defendía Tetuán. Sin embargo, ya fuese por un golpe del destino o por el buen hacer de la artillería hispana, lo cierto es que no sólo se logró el objetivo, sino que aquella victoria cambió el destino…

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» 20 de Agosto … «

 

 La Toma de Málaga por Isabel y Fernando fue un duro asedio que duró casi cuatro meses, en los que el hambre, la sed, el dolor y la muerte bailaron un trágico y apretado tango.(LEER ARTÍCULO COMPLETO;==> » 20 de Agosto … «.)

 

LA AUTÉNTICA VERDAD SOBRE LOS MORISCOS.

 

ESTA ES LA VERDADERA HISTÓRIA y no las MAMARRACHADAS Y MANIPULACIONES QUE LOS «PSOISTAS», «PROGRES» Y OTROS EMBUSTEROS Y DESPRECIABLES además de ANALFABETOS SUJETOS INTENTAN IMPONER.

Y lo que es peor, UNA DE LAS MANERAS DE TRATAR DE IMPONER SUS EMBUSTES Y MANIPULACIONES ES A TRAVÉS DE ESA «BAZOFIA INFECTA» DE PSEUDOASIGNATURA LLAMADA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANIA.

Esta AUTÉNTICA MEMORIA HISTÓRICA NO LES INTERESA, O LA CALLAN O LA MANIPULAN O LA NIEGAN:

Expulsión de los moriscos. Grabado.

 

El 29 de julio de 1236 Fernando III de Castilla hizo su entrada triunfal en la ciudad de Córdoba, cabeza del califato y símbolo de la España musulmana. A diferencia de conquistas anteriores, Fernando exigió a sus moradores que, a riesgo de sus propias vidas, abandonasen la ciudad de inmediato. Los atemorizados cordobeses buscaron refugio en Sevilla y otras ciudades de la vega baja del Guadalquivir, pero el castellano, que estaba de racha, se plantó allí pocos años después actuando de idéntica manera. En sólo un reinado conquistó media Andalucía y no tuvo que retroceder ni un paso porque la había vaciado literalmente de moros.

El rey sabía que si quería consolidar sus victorias no podía permitirse el lujo de dejar en la retaguardia bolsas de enemigos potenciales que, al primer descuido, montasen una revuelta contra el dominio castellano. Sólo hizo una excepción con la ciudad de Murcia y ésta se levantó apenas veinte años después de haber sido conquistada. Jaime I de Aragón tuvo que sofocar la rebelión y, esta vez sí, acabar la tarea repoblando la huerta con colonos catalanes y aragoneses.

Esta táctica de largar a los que había y poner colonos llegados del norte funcionó a la perfección. A excepción del fugaz episodio murciano, ninguna de las ciudades recobradas por Castilla durante los siglos XIII y XIV se perdió posteriormente. Pero la sabia lección se olvidó con el tiempo. Cuando los Reyes Católicos conquistaron Granada a finales del siglo XV, aceptaron que la mayor parte de la población se quedase donde estaba. Probablemente Isabel y Fernando pensaban que, dada su insignificancia, y con los medios de persuasión con los que contaba la recrecida Corona, estos moros dejarían de serlo de grado o por la fuerza en un par de generaciones.

Apoyo a los piratas berberiscos
No fue así. A pesar de los bautismos en masa, de las prédicas constantes de los misioneros y de la vigilancia religiosa, los moros siguieron practicando el islam en su refugio de la inaccesible Alpujarra. Pero su tiempo no sólo lo invertían en tan pías dedicaciones. Animados por la cercanía de África, empezó a correr entre ellos el mito de que más pronto que tarde desde allí llegaría un caudillo moro, un tal Alfatim, que a lomos de un caballo verde los libraría de la odiosa opresión cristiana. Muchos creían ver a ese caudillo en las incursiones de los piratas berberiscos en la costa española, así que ayudaron todo lo posible para que éstas fuesen más numerosas y destructivas.

La rebelión en la Alpujarra de Granada
No contentos con echar una mano a los piratas, en 1568 se produjo un levantamiento a gran escala en la Alpujarra granadina. El papel de Alfatim lo interpretó Aben Humeya, en el siglo Fernando de Valor y Córdoba, que se echó al monte con una cuadrilla de moriscos y consiguió poner en pie de guerra toda la Alpujarra. La rebelión duró tres años, durante los cuales el ejército de Felipe II, entonces el más poderoso del mundo, tuvo que emplearse a fondo para sofocarlo. A su término los moriscos de la Alpujarra fueron trasladados a otras zonas del reino para que, privados de sus redes de apoyo y de la propaganda de los imanes, no volviesen a liarla.

Conspiraciones en Valencia contra el reino
Pero no sólo había moriscos en Granada. En el Levante quedaba una numerosa comunidad que, en su momento, no había sido expulsada por la crónica escualidez demográfica que arrastraba la Corona de Aragón. Estos moriscos valencianos constituían aproximadamente un tercio de la población y no hacían sino aumentar en número e importancia económica. El rey sobrellevaba la existencia de esta morería irregular porque sus miembros pagaban buenos impuestos y eran diestros cultivando la tierra. La manzana, sin embargo, tenía su gusano. Al abrigo de su creciente número y con la cabeza lavada por alfaquíes que vivían entre ellos, empezaron a conspirar contra el reino que se había mostrado tan tolerante con ellos.

Quinta columna de la piratería berberisca
Durante siglos la piratería berberisca fue el gran azote de la costa española. Las expediciones se montaban en el norte de África, en puertos como Argel, Orán o Bujía. La flota real trató de poner coto a la amenaza por la vía militar tomado al asalto las plazas, pero eran demasiadas leguas de costa y muchos los candidatos en apuntarse a tan lucrativo negocio. En España la comunidad morisca ejercía de quinta columna en territorio enemigo. Señalaban los lugares de desembarco y se apuntaban al saqueo si era menester. Iban, además, más sobrados de motivos que los argelinos para vengarse con toda su furia de los cristianos que, a fin de cuentas, les habían arrebatado su Al Ándalus en tiempos no tan lejanos.

¿Por qué fueron expulsados?
Y no era ése su único peligro. Los franceses, que se casaban con cualquiera que pudiese fastidiar a España, miraban la posibilidad de utilizar a los moriscos como punta de lanza para abrirle a su archienemigo un frente interno. Así, con las guerras de religión en pleno apogeo, el inacabable conflicto de Flandes, los problemas en Italia, la campaña de Inglaterra, las traiciones de Francia, los litigios marítimos con Portugal, la amenaza turca y la conquista de las Indias, lo último que podía permitirse el Habsburgo español era una guerra intestina de imprevisibles consecuencias y necesariamente destructiva.

Ésta fue la razón por la que, después de estudiarlo durante cerca de veinte años, los moriscos fueron expulsados de España. Fue en 1609 y no se hizo de un modo precipitado como cabría suponer en un país como el nuestro. Empezó en Valencia, se continuó por Aragón y finalmente Cataluña. Desmontada la morería aragonesa, se procedió a la castellana, mucho menor y más dispersa por todo el reino tras la rebelión alpujarreña. Para 1614 no quedaba un solo morisco en todo el país. La ley les había permitido llevarse los bienes muebles, no así los inmuebles, que pasaron a engrosar el patrimonio de la nobleza en concepto de indemnización. En total se calcula que salieron entre 300.000 y 350.000, la mayor parte provenientes de Aragón y Valencia. Un número algo mayor al de judíos que, poco más de un siglo antes, habían sido expulsados, aunque aquella vez por motivos estrictamente religiosos.

Sin ninguna intención de integración
La expulsión contó entonces con detractores, especialmente los aristócratas, que veían cómo se les escapaba una mano de obra abundante, barata y disponible. El grueso de la población la recibió con alborozo y, en algunas zonas, hasta con alivio. La comunidad morisca no sólo se había demostrado inasimilable desde el punto de vista religioso y cultural, sino que suponía una espada de Damocles balanceándose inestable sobre la piel de toro. La mayor parte de los moriscos apenas hablaba romance y seguía practicando el islam a su manera. No tenían, por añadidura, ninguna intención de integrarse.

Traicionados por sus líderes, creyéndose sus propias patrañas, cometieron un error tras otro durante el siglo XVI. En la rebelión de las Alpujarras, por ejemplo, no escatimaron violencia contra los cristianos, profanaron las iglesias y se cebaron con los sacerdotes y frailes que cayeron en sus manos. Esto sucedió 80 años después de la conquista de Granada, tiempo que habían dedicado a rumiar odios y preparar el desquite. En Levante la comunidad no era tan belicosa, pero jamás hizo por la labor de fundirse en la ya por entonces centenaria sociedad cristiana del Reino de Valencia.

El peligro del anacronismo
Visto desde nuestro siglo, la expulsión de 300.000 personas quizá nos parezca una atrocidad, y probablemente lo sea, pero los hechos históricos no pueden juzgarse de un modo anacrónico, es decir, que no podemos emplear nuestro prisma ni nuestra escala de valores actual para emitir un veredicto sobre lo que pasó hace 400 años. Si lo hacemos, cometeremos un error de bulto y correremos el riesgo de no entender absolutamente nada de lo que sucedió antes de nuestra llegada al mundo. En cualquier otro país de Europa -no digamos ya del África musulmana-, una comunidad como la morisca hubiese sido expulsada sin contemplaciones cuando no, en tiempos y lugares más recios, diezmada por pogromos y persecuciones.

Los moriscos fueron el último aliento del islam en España del mismo modo que los mozárabes fueron los restos de la Hispania romana en Al Ándalus. Ambas comunidades quedaron aisladas primero y, finalmente, se perdieron en el devenir de la Historia. Intentar traer al presente a los moriscos reivindicando su causa es, por lo tanto, como aplicar un electroshock a una momia con la esperanza de que ésta resucite. Por más que lo hagamos, no resucitará y esto debe quedarnos claro; el conocimiento de la Historia sirve para muchas cosas, entre las que no figura recrearse en ella para inventarse el presente.

FUENTE: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=11798

 

PASAJES HISTÓRICOS. LA BATALLA DE TRAFALGAR

 

La batalla de Trafalgar. Por G.Sarasúa:
La batalla de Trafalgar tuvo lugar el 21 de octubre del año 1805 a la altura de cabo Trafalgar (Cádiz), enfrentándose la flota británica, comandada por el almirante Horacio Nelson, contra una flota combinada franco-española bajo el mando del almirante Vileneuve. Fue la última gran acción de guerra en el mar de este periodo, perdiéndose al rededor de 5.000 vidas y 15 buques (esto último principalmente a causa del temporal del SW que se desató sobre los maltrechos buques al día siguiente) y sus consecuencias se prolongaron mucho más allá de las guerras napoleónicas.

Titubeos de Villeneuve:
El siglo XVIII presenció la lucha continua entre España, Francia e Inglaterra por la hegemonía atlántica. La Revolución Francesa de julio de 1789 supuso un paréntesis y la alianza de todas las monarquías contra la Francia revolucionaria (Inglaterra, Austria y España le declaran la guerra en el año 1793) hasta que en el año 1796 España y Francia firman el tratado de San Ildefonso, que en la práctica supuso la imposición de los criterios de Napoleón ante la capacidad y superioridad de su ejército. En esa época reinaban Carlos IV y su esposa María Luisa, siendo Godoy su favorito. Napoleón quería invadir Gran Bretaña y para ello debía dominar el canal de la Mancha. Ordena que toda su flota se concentre en Bretaña. El 30 de marzo del 1805 el almirante Villeneuve logra romper el bloqueo británico en Tolón, y tratando de unirse al resto de la flota francesa pone rumbo a las Antillas. En Cádiz se incorporó parte de la flota española bajo el mando del almirante Francisco Gravina. El resto de la flota francesa queda bloqueada en Brest y otros puertos. Nelson tuvo conocimiento de la marcha de Villeneuve el 10 de abril y comenzó una persecución a lo largo del Atlántico. Después de un enfrentamiento, el 22 de julio, a la altura de Finisterre, contra e almirante Calder y su escuadrón de 15 navíos (apresó dos buques franceses y hundió a los españoles San Rafael y Firme) la flota combinada fondea en Vigo. El día 13 de agosto se les une Cosme Damián de Churruca en el San Juan Nepomuceno, comandando una flota de otros nueve navíos. Se hacen a la mar y el almirante Villeneuve, tras titubear ante la orden de partir hacia el canal de la Mancha (presumiendo la presencia de Nelson en la zona), decide poner rumbo a Cádiz, adonde arribaron el 20 de agosto, demorando la posible invasión de Inglaterra. Parece ser que Villeneuve recibe el 14 de septiembre la orden de dejar Cádiz y proceder a Nápoles pero decide permanecer en la ciudad. Ese mismo día Nelson parte de Porstmouth con la intención de unirse a la flota de Collingwood, que ya bloqueaba el puerto de Cádiz. El 28 de septiembre llegó al golfo de Cádiz. Y comenzó la espera.

Estrategia de Nelson:
Nelson había concentrado su flota de 27 buques a unas 50 millas al oeste de Cádiz, manteniendo un sistema de aprovisionamiento con base en Gibraltar y manteniendo una cadena de comunicación basado en señales visuales (código de banderas) entre sus fragatas. Ya el 9 de octubre Nelson reunió a sus capitanes y les explicó su plan. Los buques formarían en dos columnas, con Nelson al mando de una y Collingwood de la segunda. La primera atacaría perpendicularmente hacia el centro de la línea enemiga (formación en fila, la habitual en el combate naval entonces) y la segunda, próxima a la anterior, a la parte posterior de la misma línea. Esa táctica, valiente por cuanto supone aguantar el fuego enemigo hasta alcanzarlo, permitía:

     

  • Aprovechar las dos bandas de cada buque inglés para disparar a cada uno de los buques enemigos que quedaban a cada banda una vez alcanzada la línea enemiga; disparos encima dirigidos ala proa o popa, zonas peor protegidas que el costado en los navíos de línea.
  • Emplear las carronadas, cañones de corto alcance cargados con metralla y que tenían efectos devastadores sobre las cubiertas enemigas (que, por cierto, no fueron montados a bordo de la flota franco-española a pesar de disponer de ellos).
  • Al cortar la línea enemiga, los buques que quedaban delante debían virar y regresar para entrar en combate perdiendo un tiempo precioso.
  • De hecho, esta táctica lo que conseguía era disminuir el número de buques enemigos que pudiesen en trar en acción, y por ende, el número de cañones.
  • Una vez entre las líneas enemigas, se intentaba rodear a cada buque enemigo por al menos dos navíos propios.
  • La acción era novedosa (sólo se había empleado en dos ocasiones anteriormente por los propios británicos) por lo que la reacción no podía estar preparada.

Historia de un desastre:
Mientras tanto, en Cádiz, y tras enterarse de la decisión de Napoleón de sustituirle por el almirante Rosily, Villeneuve resuelve hacerse a la mar el sábado 19 de octubre y así se lo hace saber a Gravina. Su intención es dirigirse hacia el Mediterráneo. Los mandos es pañoles desaconsejaron esa decisión. Historiadores y escritores parecen coincidir en que dicha decisión era un tremendo error ante al superioridad británica, no en número de navíos, sino en la preparación de las tripulaciones, además de estar mejor pagados. Se estima que la cadencia de tiro inglesa era tres veces más rápida que la de la flota combinada. A pesar de ello, y ante cierta apatía por parte de quienes debían defender los intereses de España, el 19 se hicieron a la mar parte de los buques, con tan mala suerte que debido a una en calmada la salida de Cádiz ya fue un pequeño desastre, debiendo quedar fondeados. En ese momento fueron avista dos por la fragata inglesa Sirius, que izó la señal «370» (Enemy’s ships are coming out of port) y toda la flota inglesa lo supo. El día 20 toda la flota combinada consiguió hacerse a la mar y puso rumbo al SE. Al amanecer del 21 la flota inglesa fue avistada por la fragata francesa Hermione y Villeneuve da arden de regresar a Cádiz. Nuevo error la maniobra es complicada y lenta (el viento es flojo del NW) y la fila que se mantenía a duras penas (a recordar la mala preparación de las tripulaciones) quedó deshecha, ocupando unas cinco millas de longitud. Son las diez de la mañana y Churruca que queda al final de la fila observa la maniobra inglesa y comprende que la única solución es ordenar a los primeros buques de la flota combinada que vuelvan a virar. Pero esa orden llegó tarde y además fue casi desobedecida por el francés Dumanoir, cuya actitud fue estudiada en consejo de guerra (el cual no encontró razones para castigarlo).

Final de la batalla:
A las 11:48 Nelson izó un mensaje que decía: England expects that every man will do his duty. La batalla comenzó hacia el medio día y duró hasta las seis de la tarde, aproximadamente, cuando el navío francés Achille explotó. La táctica que daba ventaja numérica a los ingleses hizo que poco a poco los buques de la flota combinada fuesen cayendo bajo el fuego de dos o más enemigos. Además, la formación en fila de la flota combinada no era tal fila, quedando varios navíos mal colocados sin poder entrar en combate. Sirva como ejemplo el texto de Cayetano Valdés, comandante del Neptuno (a señalar que había tres Neptunos, uno por cada país) sobre elSan Juan de Nepomuceno:

    Doblada la retaguardia, fue puesto entre dos fuegos por dos navíos enemigos, los dos de tres puentes (Belleisle yTonnant). La defensa del Nepomuceno, y el empeño de los enemigos por rendirle, fue de lo más obstinado que cabe. A las tres y media de la tarde se hallaba este navío sin gobierno, desarbolado de todos sus masteleros; acribillados sus palos; velamen y costados, con siete balazos a lumbre de agua, cordadas casi todas sus jarcias, inutilizados 19 cañones, y con más de la tercera parte de la tripulación fuera de combate. Sin embargo, seguía su vigorosa defensa, resuelto su comandante y segundo Cosme Churruca y Francisco Moyua, a perecer antes que rendirse. Ambos murieron en el acto de combate, por sus heridas, y aunque el teniente de navío Joaquín Núñez, que los sustituyó, siguió la defensa durante media hora, mas convencido de ser inútil, y un sacrificio infructuoso el que se hacía impunemente de los restos de tan valerosa tripulación, desesperanzado de ser socorrido, y aumentados los daños hasta quedar casi destrozado, se rindió con acudo de su oficialidad al navío Dreadnought. Tuvo 120 hombres muertos y 175 heridos. Los ingleses quedaron asombrados de la defensa de este navío y aseguraban que se había batido de un modo que no había ejemplo.

El Santísima Trinidad, de 136 cañones, uno de los objetivos de Nelson por ser el mayor navío de línea jamás construido, se fue a pique esa noche mientras era remolcado por otras tres buques ingleses. A bordo quedaron 80 heridos no pudiendo hacer nada por ellos. El Príncipe de Asturias, a bordo del cual iba Gravina, hubo de ser socorrido y remolcado a Cádiz con el almirante herido. (Germán Sarasúa)

(*) La actuación de Calder, que aparente mente huyó debido a los daños sufridos en sus buques, fue duramente criticada en su país, debiendo aclarar su actuación ante un juzgado militar (poco antes de la batalla de Trafalgar hubo de regresar a Gran Bretaña a bordo del navío Prince of Wales, de 98 cañones).

La flota británica incorporaba tripulantes por tres vías: el voluntariado, un sistema de cuota municipal o local y otro semejante al de la leva española (estos últimos solían hacerse voluntarios posteriormente). Pero en cualquier caso estaban mucho mejor pagados y se respetaban escrupulosamente los beneficios por las capturas de otros buques. Sirva como ejemplo que hasta el año 1808 el comandante de la nave obtenía 3/8 del premio y el resto se repartía entre el conjunto de la tripulación. Ese año, dicha proporción fue modificada, obteniendo el comandante 2/8 a partir de entonces.

Comienzo de la supremacía inglesa en la mar:
La batalla supuso la muerte de Nelson (a causa de un disparo desde la cofa del Bucentaure francés), el suicidio posterior de Villeneuve, la muerte de Gravina en Cádiz a los pocos meses como consecuencia de las heridas sufridas en combate, la de Churruca y así hasta casi 5.000 personas. Hubo más de 4.000 heridos y se perdieron 15 buques a causa de un temporal posterior que hundió parte de la maltrecha flota. Los ingleses echaron todos los muertos al mar pero conservaron el cuerpo de Nelson. El oficial inglés, que entró en la cámara de Churruca y al descubrir su cuerpo exánime dijo: Varones tan ilustres como éste no deberían estar expuestos a las resultas de un combate, sino que su vida debería guardarse para el progreso y adelanto de la humanidad. Devolvieron sus pertenencias y su buque, el San Juan Nepomuceno, fue remolcada a Gibraltar y durante muchos años la cámara se conservó cerrada con una placa en la que se leía en letras de oro el nombre de Churruca, y si algún visitante entraba se le advertía que entrase descubierto. Los náufragos de aquella batalla y posterior temporal fueron atendidos por las poblaciones del litoral gaditano, sin distinción de nacionalidad, siendo así reconocido por las autoridades británicas. Nunca más Napoleón intentó invadir Inglaterra, fijando sus ojos en el este de Europa. Se señala esta batalla como el comienzo de la decadencia de España, a partir de la cual no pudo defender sus intereses de ultramar. Y por último, se inicia el periodo de la dominación marítima de Gran Bretaña hasta bien entrado el siglo XX, sólo puesta en entredicho por Alemania durante la Primera Guerra Mundial.

FUENTE: http://mgar.net/var/trafalgar.htm