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La guerra de Erdogan contra Occidente / Erdogan’s War on the West

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por Burak Bekdil
31 de Marzo de 2017

En 2005, el entonces el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, junto con su homólogo español, José Luis Rodríguez Zapatero, se convirtieron en copresidentes de la iniciativa global auspiciada por Naciones Unidas que llevaba el sofisticado nombre de Alianza de Civilizaciones. Doce años después, Zapatero es un político retirado, el mundo occidental se enfrenta a una pluralidad de amenazas islamistas y yihadistas y Erdogan está en guerra contra la civilización occidental.

Erdogan, que ha sido calificado como el líder más virulentamente antiisraelí de todo el mundo, comparó una vez las operaciones de Israel en Gaza con las de Hitler («Esos que condenan a Hitler por el día y por la noche superan sus barbaridades»). Hace poco, Erdogan dijo que las prácticas alemanas en curso –presumiblemente, la de prohibir que políticos turcos den mítines en Alemania en defensa de Erdogan con motivo del referéndum que se va a celebrar en Turquía– no son diferentes de «las prácticas nazis del pasado». En otro discurso se quejó de que el nazismo «sigue vivo en Occidente». Para Erdogan, los holandeses son «débiles e innobles» y «vestigios del pasado nazi y los fascistas»; y Holanda, país que perdió más de 200.000 ciudadanos durante la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, una «república bananera».

A la Unión Europea, a la que en teoría aspira a unirse Turquía, le ha dicho: «Si hay algún nazi, sois vosotros».

Irónicamente, la ira turca contra Occidente, en un conflicto reciente entre varias capitales europeas y Ankara (por la pretensión de Erdogan de celebrar mítines políticos en toda Europa para dirigirse a millones de turcos expatriados), revela un inconfundible y profundamente arraigado antisemitismo entre los seguidores de Erdogan. En la ciudad portuaria holandesa de Róterdam cientos de manifestantes turcos lanzaron piedras a la policía y gritaron «Alá Akbar» («Alá es el más grande», en árabe). Después, algunos de ellos, en una manifestación que estaba exclusivamente relacionada con una disputa entre Turquía y los Países Bajos, clamaron que «los judíos son un cáncer».

«Volvemos a ver que las palabras judío y homo son insultos para estos grupos», declaró Esther Voet, directora del Nieuw Israelietisch Weekblad.

Alguien tuiteó un bochornoso insulto contra François Hollande, el presidente francés, confundiendo su apellido con su nacionalidad.

Un gánster que disparó en un club nocturno se defendió diciendo que en realidad quería disparar contra el edificio del consulado holandés.

Por ver el lado más benigno de la ira turca: en otra protesta en Holanda, los seguidores de Erdogan sajaron, machacaron y exprimieron naranjas (el naranja es el color de la Familia Real holandesa). La Asociación Turca de Productores de Carne Roja mandó 40 vacas holandesas Holstein de vuelta a Holanda. Similarmente, un miembro de un consejo de distrito de Estambul dijo que iba a sacrificar una vaca procedente de los Países Bajos en venganza contra los holandeses.

Uno podría simplemente reírse e ignorar la forma en que los turcos expresan su enfado con los holandeses, que deportaron a un autoinvitado ministro turco que tenía la intención de dar un discurso a la comunidad turca de los Países Bajos.

La retórica oficial en Ankara, sin embargo, pone de manifiesto la irreversible incompatibilidad entre las culturas democráticas de Europa y Turquía. Para Erdogan, «el espíritu del fascismo campa a sus anchas» en Europa. Según su ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, Europa «se dirige hacia el abismo». Y no se trata de mera retórica.

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Cientos de expatriados turcos en Alemania, en un mitin celebrado en marzo de 2016 y en el que intervino el ministro turco de Deportes, Akif Cagatay Kilic. (Imagen tomada de un vídeo de Deutsche Welle).

Sin saber muy bien hacia dónde dirigir su campaña antioccidental, Turquía bloqueó algunos ejercicios militares y otros trabajos con países aliados en la OTAN, obstaculizando así el programa de la Alianza Atlántica de cooperación con países no pertenecientes a la UE. «Esto es puerilmente hostil», dijo un diplomático de la OTAN en Ankara.

En lugar de abrazarla como aliada y futura socia, Turquía parece pensar que puede dominar Europa mediante el chantaje. Erdogan amenazó con anular un controvertido acuerdo con la UE rubricado en marzo de 2016 para canalizar el flujo de decenas de miles de refugiados de Turquía a Europa a cambio de ayuda financiera y de la exención de visado para los turcos. La UE podía «olvidarse del acuerdo», declaró Erdogan hace medio año. Secundando sus amenazas, su ministro del Interior, Suleyman Soylu, advirtió a la UE afirmando que entraría en «shock» si Ankara enviara «15.000 refugiados al mes». Soylu dijo que iba a hacer que a los líderes de la UE «les explotara la cabeza» con una nueva crisis de refugiados.

Parte de esta incendiaria y chantajista retórica antioccidental puede tener el objetivo de atraer a una base electoral cada vez más aislada y nacionalista de cara al crítico referéndum del 16 de abril, por el cual se ampliarían significativamente las competencias presidenciales de Erdogan. Pero también tiene que ver con que Erdogan se ve y se presenta a sí mismo como defensor global de una opaca «causa musulmana» bajo una especie liderazgo turco [léase de Erdogan] de tipo califal contra el «hostil» Occidente. Como los islamistas saben que no pueden derrotar a Occidente utilizando el poder duro, tiran de la yihad blanda.

No fue casualidad que el ministro de Exteriores turco, Cavusoglu, no hablara de «disputa» o «crisis diplomática», o de «negociar una solución». Habló de «guerras religiosas».

«Pronto estallarán guerras religiosas en Europa», dijo. «Así están las cosas». Pero ¿cómo creen los islamistas turcos (y otros) que pueden ganar las futuras guerras religiosas? ¿Cómo creen que va a funcionar su principal arma de guerra –el poder blando– a la hora de lograr una victoria islámica definitiva frente a una civilización «infiel»?

Erdogan tiene la respuesta: exhortó a los musulmanes de toda Europa a tener familias numerosas para «combatir las injusticias de Occidente». No sólo eso. También dijo:

Id a vivir a los mejores vecindarios. Conducid los mejores coches. Vivid en las mejores casas. No tengáis tres hijos, tened cinco. Porque sois el futuro de Europa. Esa será la mejor respuesta a las injusticias que se cometen contra vosotros.

Los islamistas como Erdogan no sueñan con conquistar territorio infiel con aviones de combate, tanques y bombas. En esta «guerra religiosa», su principal armamento es el cambio demográfico a favor de los musulmanes.

Es hora de recordar el poema que recitó Erdogan en un mitin allá en 1999:

Las mezquitas son nuestros cuarteles,
nuestros domos son nuestros cascos,
los minaretes son nuestras bayonetas
y los creyentes nuestros soldados.

Fidel: socialismo o muerte, valga la redundancia

Para no tener que decir que era un tirano, la mayoría de medios y líderes mundiales lleva desde el sábado despidiéndose de Fidel Castro con circunloquios como “icono del siglo XX”, “figura histórica” o “líder revolucionario”.

El celo de asepsia ha sido infatigable. Mariano Rajoy lo definió como “una figura de calado histórico”. Tal vez estuviera pensando en la botadura de un súper petrolero. También podrían haber recurrido a la prosa forense: “Varón blanco barbudo en chándal Adidas”. 

En 1951, durante el juicio por el asalto al cuartel de Moncada, Fidel le dijo desafiante al tribunal: “La Historia me absolverá”. El periodismo se ha tomado tan al pie de la letra la profecía de aquel redentor con ojos de loco, que durante 55 años de tiranía en Cuba la Prensa internacional ha evitado contar sus atrocidades, y ahora le cargan el muerto a la Historia. 

Cada vez que oigo en televisión que ha muerto “un icono del siglo XX”, pienso, no en Picasso o Marie Curie, sino en una tabla rusa con la efigie de la Virgen María. También Pol Pot y Stalin eran “iconos del siglo XX”. ¿Te imaginas? “Muere Adolf Hitler, figura histórica, líder revolucionario e icono del siglo XX”. 

Otra forma de evitar mirar de frente al tirano muerto es relativizar sus crímenes. Decir: vale, de acuerdo, Fidel cometió “errores”, pero, ¿qué me dices del embargo yanqui? Esa forma de escaqueo moral es quizá la que más abunda entre los observadores occidentales fascinados con la épica revolucionaria de los jóvenes guerrilleros de Sierra Maestra. 

Pero, si Fidel Castro fusiló a disidentes, mandó a homosexuales a campos de trabajo y mató a miles de cubanos de hambre, o ahogados tratando de huir, no fue a causa del bloqueo estadounidense. Perpetuarse en el poder y encarcelar a la población en la isla fue desde siempre la esencia de su aclamada revolución, como ha mostrado la historiadora Lilian Guerra en su esclarecedor Vision of power in Cuba: Revolution, redemption and resistance, 1959-1971

Fidel ha muerto, pero el castrismo sigue siendo tan feroz como siempre. El régimen no tiene otra oferta para los cubanos que un chivato de los Comités de Defensa de la Revolución apostado en cada edificio. En 2014, hubo 8.899 detenciones por motivos políticos, cuatro veces más que en 2010. Continúan las golpizas en plena calle a las Damas de Blanco. El encarcelamiento de opositores es algo cotidiano. El asesinato de Oswaldo Payá muestra que sigue siendo un régimen atroz, y no tiene remedio. 

No hace falta esperar por el juicio de la Historia para constatar que Fidel instauró una tiranía que sigue oprimiendo a los cubanos; que inspira o tutela nuevas dictaduras en América, como la chavista en Venezuela, la sandinista en Nicaragua o la que las FARC quieren instalar en Colombia. 

Televisión Española, el canal del Gobierno, llamó “caravana de la libertad” al periplo que llevó a Fidel de Santiago a La Habana, entre 1956 y 1959. “Caravana de la libertad”: ni siquiera se molestan en cambiar los términos de la propaganda castrista. 

¿De dónde viene este hechizo del mal? ¿Cuál es el origen de esta fascinación por la violencia revolucionaria americana? Para Carlos Rangel, el mito del buen salvaje proyectado en América por los europeos del siglo XVI “ha sido el hecho central y sigue siendo el cáncer de Latinoamérica”. El buen salvaje se transmuta en buen revolucionario, “aventurero romántico, Robin Hood rojo, Don Quijote del comunismo, nuevo Garibaldi, Saint-Just marxista, Cid Campeador de los condenados de la tierra, Sir Galahad de los miserables, Cristo laico, San Ernesto de la Higuera, Ché”. 

Añade a la lista, desde ahora, a San Fidel, timonel, libertador e icono de Adidas.

++++Con voz propia: “[…] en 1965, Fidel creó las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado donde fueron a parar muchos de aquellos jóvenes “dementes”, “gusanos”, “antisociales”. Abundaban entre estos los testigos de Jehová, adventistas del séptimo día, grupos protestantes, bautistas, practicantes de las religiones afrocubanas. Pero el régimen dirigió su mayor inquina contra los homosexuales. En su obra Antes que anochezca, el gran escritor cubano Reinaldo Arenas ha dejado un testimonio desgarrador de su experiencia en esas “unidades”, pero Lillian Guerra la complementa con testimonios invaluables, de primera mano. Aparte del trabajo forzado, la ‘higiene revolucionaria’ en las UMAP sometió a los homosexuales a tratamientos pavlovianos para ‘curar su enfermedad’. Se calcula que entre 1965 y 1968 pasaron por las UMAP 35.000 personas. La homofobia oficial llegó hasta los años ochenta.” [Enrique Krauze, “¿La nueva Cuba?”, en Letras Libres, 7 de abril de 2015]

El brief de Actuall

Fidel Castro y Marcos Ana o la hipocresía de la izquierda

El Che, Raúl y Fidel preparando un fusilamiento

«Cubanos, Castro ha muerto», y la figura del Comandante debería ser valorada exclusivamente por los historiadores sino fuera porque su régimen sigue sobreviviendo a día de hoy, aunque sea a base de empezar a tragarse buena parte de sus fracasadas teorías económicas.

Lo que aquí nos ocupa es cómo nuestra extrema izquierda e izquierda extrema, los Podemos, Izquierda Unida, Bildu y algunos destacados dirigentes de ERC y, no tanto, del PSOE, están reaccionando ante la muerte del ex dictador de Cuba. Apenas 24 horas antes que Castro, fallecía un poeta de la misma ideología que firmaba como Marcos Ana y que fue uno de los presos mal llamados republicanos (frentepopulistas es lo propio) más longevos, saliendo de prisión en 1963 (sí, doce años antes de que Franco muriera), ante los elogios de la misma izquierda que guarda el duelo por Fidel y…

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