El martes 20 de diciembre, el Estado Islámico se atribuyó el atentado en Berlín de la tarde anterior, en el que fueron asesinadas doce personas con un camión en un mercado navideño.
El asesino logró escapar. Sin embargo, la policía encontró en el camión documentos de identidad pertenecientes a Anis A., un tunecino que llegó a Alemania como solicitante de asilo en 2015.
Cuando el año pasado la canciller Angela Merkel abrió las fronteras de Alemania a casi un millón de refugiados y solicitantes de asilo, invitó al caballo de Troya del islam a su país. Entre los denominados refugiados había muchos jóvenes de cultura islámica, llenos de odio hacia Occidente y su civilización. Uno de ellos era Anis A.
A las autoridades alemanas les llevó casi un año denegar su petición de asilo, pero entretanto el hombre había desaparecido. La policía lo está buscando ahora como principal sospechoso del atentado del día 19 en Berlín.
Las autoridades alemanas están infravalorando peligrosamente la amenaza del islam. Hay señales ahí para quienes las quieran ver. En octubre, un solicitante de asilo afganovioló y asesinóa una alemana de 19 años en Friburgo. Y un chaval iraquí de 12 años fue capturado antes de que lograra hacerexplotaruna bomba con clavos en un mercado navideño de Ludwigshafen.
El pasado verano, un afgano atacó con un hacha a los pasajeros de un tren enHeidingsfeld, un sirio asesinó con un machete a una mujer embarazada enReutlingen, otro sirio detonó una bomba suicida en un festival de música enAnsbach, y un palestino intentó decapitar a un cirujano enTroisdorf. ¿Y quién ha olvidado la pasada Nochevieja, cuandoturbas de migrantesagredieron sexualmente a las mujeres de Colonia?
Este año, 1.500 agentes de policía patrullarán las calles de Colonia en Nochevieja. Diez veces más que el año pasado. ¿Pero cuántos policías se necesitarán el año que viene? ¿Y al año siguiente? ¿Y qué pasará cuando sean inferiores en número? Lo que se necesita no son sólo más agentes de policía; lo que se necesita es una revolución política democrática.
Los políticos son culpables
No permitan que nadie les diga que los perpetradores de estos crímenes son los únicos culpables. Los políticos que dieron la bienvenida al islam a su país son también culpables. Y no sólo es la señora Merkel en Alemania, sino toda la élite política en la Europa occidental.
Por corrección política, han hecho deliberadamente la vista gorda ante el islam. Se han negado a documentarse sobre su verdadera naturaleza. Se niegan a reconocer que todo está en el Corán: el permiso para matar a los judíos y los cristianos (sura 9:29), aterrorizar a los no musulmanes (8:12), violar a mujeres jóvenes (65:4), convertir a personas en esclavas sexuales (4:3), mentir sobre tus verdaderos objetivos (3:54), y la orden de librar la guerra contra los infieles (9:123) y de someter al mundo entero a Alá (9:33).
En lugar de documentarse, han abierto las fronteras de su país a la inmigración masiva y han invitado a pasar a los solicitantes de asilo, pese a que el ISIS hubiese anunciado que iba a enviar terroristas a Occidente como solicitantes de asilo.
Permitieron incluso que los combatientes de Siria volvieran a Europa, en vez de desnaturalizarlos e impedir que volvieran a entrar. Ni siquiera los han encarcelado. En resumen: son culpables de grave negligencia. Han traicionado a sus propios ciudadanos.
El tsunami del asilo de 2015 sólo exacerbó un problema ya terrible de por sí. Hace casi una década, en 2008, un estudio de la (muy izquierdista) Universidad de Ámsterdam reveló que el 11 % de todos los musulmanes en los Países Bajos estaban de acuerdo en que hay situaciones en las que verían aceptable utilizar la violencia para defender su religión.
Esto significa que, sólo en mi país, los Países Bajos, hay 100.000 musulmanes que están personalmente dispuestos a utilizar la violencia. El ejército holandés, sin embargo, tiene una fuerza de menos de 50.000 soldados. De ahí que, aunque desplegáramos todo el ejército para proteger los mercados navideños, teatros, bares de copas, festivales, centros comerciales, iglesias y sinagogas, no podamos garantizar la seguridad de todos nuestros ciudadanos.
Por eso hay pocas dudas de que 2017 traerá a Alemania y a todo Occidente más violencia, más ataques contra nuestras mujeres e hijas, más baños de sangre, más lágrimas y más sufrimiento. La terrible verdad es que, con toda probabilidad, no hayamos visto nada todavía.
Pero eso no significa que no haya esperanza.
Al igual que la situación actual ha sido creada por los políticos que se niegan a ver la horrible realidad del islam y a cumplir su deber, la solución al gigantesco problema autoinfligido que está padeciendo ahora Occidente debe ser por fuerza una solución política.
Arreglar una Europa rota
Tendremos que desislamizar nuestras sociedades. De hecho, cualquier paso individual que demos para alcanzar este objetivo, desde poner fin a toda la inmigración de los países islámicos, el arresto preventivo de los musulmanes radicales, la promoción de la reemigración voluntaria y la desnaturalización y expulsión de los delincuentes con doble nacionalidad, será un paso hacia una sociedad más segura para nosotros y nuestros hijos. Pero todo empieza con unos políticos con el valor de plantar cara y decir la verdad.
Cada vez hay más ciudadanos conscientes de ello. Por eso se está fraguando una revolución política en Europa. Los partidos patrióticos están creciendo rápidamente en todas partes. Son la única esperanza de Europa para un futuro mejor.
Tenemos que echar del poder a políticos como Angela Merkel, mi propio y débil primer ministro Mark Rutte, y otros homólogos de mentalidad parecida en otros países. Debemos liberar nuestros países.
Y créanme, amigos, eso es exactamente lo que vamos a hacer. Los terroristas, que esperan quebrar nuestra voluntad con sanguinarias atrocidades, no saldrán victoriosos. ¡Elegiremos nuevos y valientes líderes, vamos a desislamizar, vamos a ganar!
Pim Fortuyn, el héroe de Rotterdam, el hombre que agarró al país y lo despertó, dijo una vez: «No persigáis lo que es posible, sino lo imaginable». Quería dejar claro que, para nosotros, los holandeses, nada es imposible.
Pim Fortuyn tenía razón. Nada es imposible para nosotros. Somos holandeses.
Miremos a nuestro país. Hemos creado sin la ayuda de nadie esta tierra, única y hermosa. Somos el único pueblo del mundo que vive en un país creado en su mayor parte por nosotros mismos. Es una gran hazaña.
No sólo hemos creado nuestro propio país, también hemos explorado el mundo. Hemos navegado todos los mares. Fundamos Nueva York y descubrimos Australia. A veces, parece que nos hayamos olvidado de todo eso. Olvidado de lo que somos capaces. De lo que somos capaces de hacer cuando nos empeñamos. Y tal vez sea ése nuestro problema. Debemos atrevernos a volver a pensar a lo grande. Porque donde hay voluntad, hay camino.
Y sí, lo sé. Hay muchas cosas que nos molestan. También hay mucho por lo que enfadarse, y con razón. Este Gobierno ha destrozado nuestro país con sus políticas de austeridad, y ha permitido que sea colonizado por el islam. Pero empecemos a perseguir lo imaginable. Liberemos nuestro país.
Hace cuatro años, Mark Rutte ganó las elecciones con una campaña basada en falsas premisas. Con mentiras y engaños. No más dinero a los griegos, 1.000 euros para cada ciudadano holandés, una política sobre inmigración estricta. Y el Partido Laborista era su enemigo, como todo el mundo recuerda. Se disculpó hace poco, pero no extrajo conclusiones. Al contrario: se disculpó, pero sigue destruyendo y entregando nuestro país. Quizás, incluso vuelva a gobernar con el Partido Laborista otros cuatro años. Nadie puede seguir creyendo lo que dice. Y la pregunta que les hago es: ¿Quieren un primer ministro como ese para los próximos cuatro años?
Por ahora, están viviendo en la tierra de Mark Rutte. Y para muchos, este ya no es un país agradable. Simplemente salgan a las puertas de sus casas y echen un vistazo alrededor. Existe la probabilidad de que haya maleantes rondando en la puerta de la tienda de su barrio. Que le escupan y le roben allí. De que sus hijas, sus esposas y sus padres sean hostigados y ya no se atrevan a salir por la noche. De que se esté convirtiendo en un extraño en su propio país. Eso debe cambiar. Porque este es nuestro país. Y se les está arrebatando. Y vamos a recuperarlo para usted.
Geert Wilders, en el Parlamento holandés en septiembre de 2015. (Imagen tomada de un vídeo de RTL Nieuws)
Un político como yo, que dice la verdad sobre un enorme problema al que se están enfrentando muchos holandeses cada día –sí, estoy hablando sobre el terror del islam y el problema marroquí–, es arrastrado ante los tribunales. Enfrentándose a un juicio, mientras los imanes pueden predicar todo el odio que quieren mientras las élites guardan silencio. Podrán llamarse líderes, pero no lideran: confunden.
El plan de Mark Rutte se puede resumir en una palabra: negligencia.
Mi plan para los Países Bajos se llama Liberación. Y la liberación empieza por exponer los hechos.
Los hechos: seis de cada diez presos en los Países Bajos son inmigrantes, y de todos los presos, más del 10 % son de origen marroquí. Los jóvenes marroquíes son sospechosos de delitos cinco veces más que los jóvenes nativos. Los Países Bajos se han convertido en una emisión continua en directo de Opsporing Verzocht [«Criminales buscados», un programa de la televisión holandesa]. Un político que guarde silencio al respecto no sirve para nada. Yo me niego a hacerlo.
Y no guardaré silencio sobre el islam, tampoco. Nunca, jamás. Porque el silencio es peligroso. El pasado julio, falleció el Premio Nobel y superviviente del Holocausto Elie Wiesel. Lo conocí hace algunos unos años en Nueva York. Le dio al mundo una sabia lección: «Cuando alguien te dice que quiere matarte, créelo». El islam dice que quiere matarnos. El Corán no deja ninguna duda al respecto.
Siete de cada diez musulmanes creen que las normas religiosas son más importantes que las leyes seculares holandesas. Y más de uno de cada diez musulmanes de los Países Bajos considera aceptable emplear la violencia para defender el islam. Eso son más de 100.000 personas. Muchos se niegan a integrarse, y no muestran ningún respeto por las autoridades holandesas en áreas como Maassluis o Poelenburg. Nos están haciendo una peineta. Los hooligans islámicos desfilan con banderas del Estado Islámico por las calles de La Haya y ocupan puentes con banderas turcas en Rotterdam. Este es nuestro país, pero ondean sus banderas.
Miren sus banderas. Y miren la nuestra. No hay ningún verso del Corán, ni ninguna luna creciente en nuestra bandera, sino bandas de color rojo, blanco y azul. El rojo de nuestra identidad, el blanco de nuestra libertad y el azul de la verdad. Ha llegado la hora y debemos, casa por casa, calle por calle y municipio por municipio, izar nuestra bandera. En todas partes. Con orgullo. Porque este es nuestro país, nuestros Países Bajos Y claman por su liberación.
Cuando llegue al poder, protegeré nuestro hermoso país. Y esto sólo será posible si lo desislamizamos. Quiero que ése sea el núcleo de mi política. Porque me niego a dejar que este maravilloso país nuestro perezca, y yo elijo la cultura y la libertad de nuestra gente.
Nuestros valores no son islámicos, sino que se basan en la civilización judeocristiana y humanista. Tenemos el derecho y la libertad de elegir cómo queremos vivir, y a no renunciar jamás a este derecho. Hace doce años, Theo van Gogh fue asesinado. Dio su vida por la libertad que se halla en el corazón de nuestra identidad holandesa. Y esa identidad debe defenderse a sí misma. No debemos permitir que aquellos que quieren destruir nuestra libertad abusen de la libertad con el objetivo de arrebatarnos la nuestra. Debemos dejar de ser ingenuos y defendernos. Porque este es nuestro país.
Los holandeses son plenamente conscientes del hecho de que, aunque haya musulmanes moderados, no existe el islam moderado. Dos de cada tres holandeses dicen que la cultura islámica no pertenece a los Países Bajos. Tres cuartas partes de los holandeses creen que los políticos subestiman el problema del creciente número de musulmanes en nuestro país. Más de tres cuartas partes creen que el islam no enriquece a los Países Bajos. Esa gente tiene razón. Pero nadie les escucha. Sólo yo.
Mark Rutte hablaba de optimismo obstinado, pero los Países Bajos no necesitan burros sonrientes. Necesitan héroes con un firme realismo. No podemos permitirnos subestimar la gravedad de la amenaza. Porque la amenaza es existencial: está en juego la supervivencia de nuestro país. Ya hay un gran número de terroristas en potencia entre nosotros, y están llegando a Europa a diario, también con el flujo de solicitantes de asilo. Aquí se pasean con libertad. Es una negligencia no hacer nada al respecto y dejar nuestras fronteras abiertas a decenas de miles de buscavidas islámicos de Oriente Medio y África.
También debemos liberarnos de los eurófilos de Bruselas que friegan el suelo con nuestra identidad, nuestra soberanía y nuestra prosperidad. Ya no tenemos el control de nuestras propias fronteras, nuestro propio dinero y nuestra propia democracia. Si decidimos mediante referéndum que no queremos algo, como el acuerdo de asociación con Ucrania, nos lo hacen tragar a la fuerza de todos modos. Porque la voluntad de la gente no tiene importancia para la élite. Se están riendo de nosotros.
Nos están arrebatando todo lo que pertenece a nuestra cultura. Incluso Zwarte Piet (Negro Pete) ya no está permitido. La élite quiere abolir la palabra «allochtoon» («extranjero»), pero es la población nativa la que está perdiendo su país. Me niego a permitir que eso suceda. Este es nuestro país, nuestra cultura, nuestra identidad. Los Países Bajos, este bello país, esta gran nación, este faro de libertad, es nuestro y seguirá siendo nuestro. Es hora de resistir contra la tiranía.
Hoy, apelo a todos los holandeses. A todos los que disfruten de nuestras libertades ganadas con esfuerzo, a todos los que quieran salvaguardar la prosperidad y la riqueza de este gran país para sus hijos y nietos: demostremos al mundo que somos holandeses. Resistámonos –democráticamente y sin violencia– contra las élites que están entregando nuestro país. La tarea que nos espera es inmensa. Pero la valentía para reclamar nuestro país también lo es. Hay muchas cosas buenas que preservar, y muchas cosas que tienen que reconstruirse.
Es tiempo de hablar claro: el dinero holandés, para los holandeses. Ni un céntimo más a África, Turquía, Grecia o Bruselas. Si lo hacemos, muchas cosas se volverán posibles. ¡Imaginémoslo! Podremos reducir los impuestos a todos, para que el poder adquisitivo pueda crecer significativamente y la economía pueda recibir un gran impulso. Podremos dar a nuestros mayores una vejez decente. Podremos volver a rebajar la edad de jubilación a los 65, y no tendremos que recortar las pensiones.
También quiero mantener nuestras residencias para mayores y contratar a miles de enfermeras adicionales. En mis Países Bajos, remediamos la terrible degradación de la atención médica bajo Rutte II, y habrá muchas enfermeras más cuidando de nuestros ancianos con dedicación, cariño y respeto, día y noche. En mis Países Bajos, abolimos las desgravaciones en la atención médica. Es intolerable que los holandeses estén evitando ir al médico porque no pueden permitírselo, mientras que los solicitantes de asilo, que de media suponen 1.000 euros más de coste al año, tengan todo gratis. Esta injusticia me repugna.
Podremos invertir más en la policía y el ejército, para que tengan más recursos para mantener nuestro país seguro y libre, y proteger nuestras propiedades y fronteras. Debemos cerrar nuestras fronteras a los solicitantes de asilo y los inmigrantes de los países islámicos, dejar de permitir que vuelvan los yihadistas de Siria, y desnaturalizar y expulsar a los delincuentes con doble nacionalidad. Debemos liberar nuestro país.
También quiero introducir la democracia directa en los Países Bajos con referendos vinculantes. Nuestro sistema político sigue siendo el del siglo XX, dirigido por las mismas élites políticas arrogantes con sus falsas promesas y sus disculpas hipócritas. Si el caos creado por Mark Rutte nos ha enseñado algo, es esto: la gente debería poder echar el freno de emergencia cuando las élites políticas vulneran su voluntad. Y no sólo cada cuatro años.
En las últimas décadas, millones de holandeses han visto secuestrar su país ante sus propios ojos. No hace falta ser un genio para saber que esto acabaría mal. La constante transferencia de soberanía a la UE, el euro que hace más mal que bien, el infinito gasto de dinero que se envía a los griegos, los peligros del islam, las fronteras abiertas y la inmigración masiva, la creciente amenaza del terrorismo, el tsunami de los solicitantes de asilo, el aumento de los impuestos, y por último, pero no menos importante, los recortes presupuestarios en salud para los mayores y los discapacitados que han machacado a los más débiles de nuestra sociedad.
Por desgracia, quienes lo advirtieron han demostrado tener razón. Pero hay esperanza. Juntos podemos ocuparnos de ello. Cuando una nación despierta y empieza a ponerse en marcha, todo es posible. No estoy diciendo que la tarea vaya a ser fácil. Pero se puede hacer, y se debe hacer. Porque no tenemos elección. Un país fuerte y soberano donde se recompensa el trabajo duro y se protege a los débiles; donde los terroristas no pueden cruzar simplemente la frontera en Hazeldonk [la principal frontera con Bélgica]; donde las mujeres pueden ir por la calle con falda sin que sean acosadas y agredidas sexualmente; donde el médico es asequible y las pensiones decentes; donde todos los ciudadanos –incluidos judíos, homosexuales, mujeres y críticos del islam– estén seguros. Donde el patriotismo no sea un insulto, sino una medalla. Donde se invite al islam a marcharse.
Este hermoso país, nuestro país, no se ha perdido. De hecho, tenemos por delante los mejores años. Si tomamos las decisiones correctas. Y si decimos adiós a quienes apartaron la vista de los problemas y entregaron los Países Bajos. ¡Es hora de la liberación! Reclamemos todos juntos nuestro país.
Cinco días antes de la masacre de la sala Bataclan de París, el dirigente del Partido de la Libertad holandés, Geert Wilders, pronunció este discurso anti-islamización ante el Foro Conservador de Silicon Valley (California, EE.UU.).
Tras el discurso en sí, hay un turno de preguntas del público que Wilders aprovecha para detallar sus propuestas anti-islamización como fundador y dirigente del partido que, según la última encuesta (octubre de 2015), podría lograr el 25% de los votos y entre 33 y 37 de los 150 escaños del Parlamento holandés. Hoy tienen 15 diputados.
FEBRERO DE 2016: EL PARTIDO DE WILDERS ES FAVORITO EN LAS ENCUESTAS
El documental «Fitna» que se menciona en este vídeo está disponible con subtítulos en español aquí:https://youtu.be/ZbQsgdiAVro