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Etiqueta: FEMINAZIS
¡Menos Lobos!, so Lobas…
#StopFeminazis #NoALaIdeologíaDeGénero



Locas, locas, locas…
#StopFeminazis
La capacitación como sutil totalitarismo
Perú obliga a su millón y medio de empleados públicos a recibir 24 horas de capacitación obligatoria de género. ¿Adoctrinamiento totalitario?

Por Carlos Polo
El diario oficial El Peruano anunció que, a partir del 23 de agosto y para más de millón y medio de funcionarios públicos, será obligatorio recibir 24 horas de clases de “capacitación en enfoque de género”. Más allá de estar o no de acuerdo con el concepto de “género”, una capacitación obligatoria por parte del Estado en determinado tema ideológico constituye un paso firme hacia el totalitarismo y la destrucción del Estado de Derecho.
Aun con las mejores intenciones en las que un Estado quiera promover un supuesto derecho, las capacitaciones obligatorias no son las formas democráticas. Independientemente de cuál sea el tema, el Estado no puede obligar o imponer una forma de pensar.
En un sistema político democrático, no se puede proteger un derecho fundamental afectando otro derecho fundamental. Si, por ejemplo, se desea proteger la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, se debe respetar la libertad de conciencia también. El camino de la democracia es el respeto absoluto a la libertad de las personas y específicamente es la educación con libertad de conciencia. Definitivamente, no es imponer ideología.
Históricamente, los estados modernos adoptaron el Estado de Derecho para evitar el totalitarismo de los monarcas. El Estado renunció a ser un poder omnímodo para transformarse en una organización política y administrativa regida por formas jurídicas establecidas con principios constitucionales que la sociedad avale.
Actualmente y por extensión, el Estado de Derecho protege a sus ciudadanos de la posibilidad de un poder totalitario del gobernante de turno. Basta ver las dictaduras totalitarias de hoy, China o Cuba solo por citar dos ejemplos, en las cuales el Estado controla todo aspecto social e invade los fueros más íntimos de las personas para regir lo que deben pensar, lo que deben sentir y lo que deben hacer.
Hoy, con las tecnologías digitales, un Estado totalitario puede ejercer un control absoluto 24/7 de cada ciudadano. Sin límites morales, jurídicos o políticos, puede ser capaz de saber todo lo que cada ciudadano hace, lo que consume y hasta lo que opina en redes sociales. Puede también establecer premios y castigos según se alineen a sus políticas de gobierno como, por ejemplo, conseguir un puesto en el sector público o tener acceso a servicios públicos o privados. Ya lo hacen en China que bien puede considerarse un paradigma hacia el cual caminan otros países que se autodenominan democráticos.
Y por supuesto, las formas de imposición más peligrosas son las más sutiles. Aquellas donde a las personas se les presenta un relato político muy bonito, adornado de muchos supuestos derechos y libertades, pero que esconden la condición única de someterse al poder totalitario del Estado como fuente y garante de todo lo que se concede.
Para que haya una capacitación con respeto de libertad de conciencia en un auténtico Estado de Derecho debe haber 3 elementos básicos: Primero, que las personas sepan de qué se trata la capacitación y cuáles son sus contenidos. Segundo, que expresen libremente su voluntad de tomarla. Y finalmente, que exista siempre la posibilidad de pensar diferente.
Por lo dicho, una capacitación obligatoria de este tipo es moralmente incorrecta y jurídicamente inválida. Pero además es políticamente inconveniente. La imposición siempre genera rechazo, por lo menos en un parte de la población. Cuanto más ideológica, mayor rechazo. Genera una polarización política y favorece una cultura de mayor violencia. La historia nos enseña que, tarde o temprano, conduce a la rebelión que la destruye.
Cuando el Estado obliga a adoptar una sola ideología y no deja la posibilidad de pensar distinto, afecta la libertad de conciencia y se vuelve totalitario. Esto es válido tanto si uno está de acuerdo o no con el concepto de “género” o con cualquier otro concepto de tipo ideológico.
Si se preguntara a los peruanos, se comprobaría que una capacitación en género es polémica, por decir lo menos. Para muchos como Aldo Mariátegui, se trata de “un absurdo circo costoso” por el cual deberían censurar a la Ministra de la Mujer.
La coyuntura política, social y económica exige atender tantísimas otras necesidades más básicas y urgentes para los peruanos y para el gobierno de Dina Boluarte.
No es momento de pelearse entre peruanos, sino de unirse.
Carlos Polo es Director de la Oficina para Iberoamérica de Population Research Institute y co-autor del libro “Que Otros No decidan por Ti. Hacer política en la era de la posverdad”

El piquito
Irene Montero o el arte de mentir
La defensa de las mujeres queda en un segundo plano porque lo que importa verdaderamente es la derrota electoral que anuncian los sondeos para el 28M

Por Félix Madero
Si hiciéramos un esfuerzo y pudiéramos volver a situarnos una semana antes de que una moción de censura echara del gobierno a Mariano Rajoy; si tuviéramos esa posibilidad a nuestro alcance y ya hubiéramos asumido que el país caería en las manos de un tipo que, sin estrenarse, ya apuntaba las formas de la frivolidad y la mentira, si esa posibilidad estuviera disponible. Nadie en este país podría haber imaginado que el debate público naciera de dos jóvenes mujeres de mirada esquinada y verbo ácido cuando hablan de sus enemigos -ellas no tiene adversarios- o manifiestan estar siempre, o casi siempre, en posesión de la razón. Los que adolecen de esta patología de la personalidad participan de una singularidad: nunca reconocen que tienen semejante desviación.
Ni Irene Montero ni Ione Belarra son conscientes de que la arrogancia, ni siquiera la equivocación y el disparate de sus ideas elevadas a leyes, no es otra cosa que la síntesis perfecta de la soberbia. Y con soberbia se puede mandar, pero no es posible gobernar. Gobernar exige mesura, sosiego, equilibrio y preparación, porque cuando lo haces se debería pensar en todos los españoles y no solo en los que te han votado, lo que en sí mismo es la más contundente expresión del sectarismo aplicado a la política. No hay declaración en la que Montero no luzca esa soberbia. No hay plano en la televisión en el que Belarra no aparezca enfadada. Cabreada más bien.
Las señoras -¿podré llamarlas así sin que me califique de machista?- son dos hiatos que la lógica y la política más sutiles no pueden digerir
Para cualquier ciudadano medianamente informado, imaginar que hoy íbamos a estar enzarzados en debates bizantinos sobre una ley cuya enunciación -del sí es sí- ya produce bochorno, le resultaría increíble. Tampoco éramos capaces de adivinar la existencia de tantos tipos de familia como Belarra ha querido imaginar: Familia múltiple, LGTBI homomarental y homoparental, reconstituida, intercultural, transnacional o familias de personas solas, entre otras. Y menos podíamos conjeturar que, tantos años después, la titular de Asuntos Sociales colocara en el debate público argumentos que eran viejos cuando ella no había nacido: el capitalismo despiadado de algunos empresarios, Juan Roig, a la cabeza. Las señoras -¿podré llamarlas así sin que me califique de machista?- son dos hiatos que la lógica y la política más sutiles no pueden digerir. El trazo gordo y desabrido cada vez que hablan sólo envía un mensaje a quien las escucha: tú no tienes ni idea.
Con estos antecedentes es fácil imaginar a las dos ministras en sus trece, siempre en sus trece, y resultaría milagroso que en algún momento de sus cortas vidas políticas reconocieran algún error. Se equivocan siempre otros. En ellas no hay espacio para la hermenéutica y por eso no hay la más mínima posibilidad de debatir lo que hacen, porque siempre están en el uso de la razón. La verdad les importa poco, es la razón impuesta y cerrada.
Dejo ahí a Belarra, registrando los nombres de los capitalistas despiadados que están matando de hambre al pueblo. Ignoro si sabe que el dinero que ella recibe como salario es público, pero que antes fue privado. Si no lo sabe se lo recuerdo. Y es por esta razón por la que puede pensar que algo de ese dinero ha servido en algún momento para que ella haya estudiado y haya terminado, destrozando el cálculo de probabilidades, en un sillón en el Gabinete ministerial.
Irene Montero es la culpable, ella junto a esa otra señora que se ríe en público cuando habla del maltrato contra las mujeres, y a la que sus secuaces llaman Pan
Sus argumentos son débiles y, sin embargo, engatusan a una buena cantidad de gente que no atina a preguntarse dónde está el problema de lo que plantean en sus soflamas. Y no se lo preguntan porque, en el fondo, saben la respuesta: Irene Montero es la culpable, ella junto a esa otra señora que se ríe en público cuando habla del maltrato contra las mujeres, y a la que sus secuaces llaman Pam.
Ahora nos cuentan que el Gobierno quiere -ojo al verbo-, “perfeccionar” la ley del sí es sí. Pero sucede que así no podemos seguir. Que es un escándalo mayúsculo el goteo de abusadores y violadores que salen de la cárcel, mientras se observa cómo la inepcia de esta muchacha metida a ministra, lejos de corregir, se reafirma en el disparate. Esta semana llegaremos con seguridad a los 300 beneficiados. La culpa siempre es de otros y sobre todo de los jueces machistas, a los que hay que reeducar y formar en los valores que la ministra hace suyos pero que al menos la mitad de la población rechazamos.
Estamos, quizá, en la antesala de la ruptura de la coalición social comunista, algo que empiezan a necesitar uno y otro socio del Gobierno. Pero esta es cuestión menor si reparamos en lo sustancial, que no es otra cosa que Pedro Sánchez desea ¡ahora! la modificación de esta ley infame porque advierte el desgaste y sus efectos en las encuestas. Al final, la defensa de las mujeres queda en un segundo lugar, porque lo que importar verdaderamente es la derrota electoral que anuncian los sondeos para el 28M.
Montero, no va a dimitir, porque todo es cosa de una conspiración de jueces fachas. Si no lo ha hecho ya, perdamos toda esperanza. El Gobierno demediado de Sánchez no tiene capacidad para cesarla. ¿Y el Ministerio de Justicia, anda por ahí, dice algo, piensa algo la ministra o con la señora Llop no va esto?
Qué tiene que ver el consentimiento con que una mujer haya tenido que irse de Zamora porque su maltratador no deja de enviarle mensajes desde la cárcel en los que le adelanta que le va a cortar el cuello
Irene Montero, cuya desfachatez es inconmensurable, sigue hablando de la importancia del consentimiento recogido en la ley, como si esa fuera la cuestión. No confunda a la gente, no la trate de idiota, porque eso es lo único decente del bodrio que ha engendrado. Qué tiene que ver el consentimiento con que una mujer haya tenido que irse de Zamora porque su maltratador, que se va a beneficiar de la ley del sí es si, no deja de enviarle mensajes desde la cárcel en los que le adelanta que le va a cortar el cuello cuando salga. Por qué no coge el teléfono la ministra y llama a esa señora y le explica lo del consentimiento a ver qué pasa.
La titular de Igualdad acaba de afirmar que todo responde a “una indecente ofensiva de la derecha mediática y judicial”. Habrá quien le compre la mercancía e incluso vuelva a votar. Siempre habrá gente incapaz de decidir entre las mentiras con algo de verdad y las verdades con algo de mentira. Nada se puede decir salvo compadecer al incauto y al que no quiere saber. A los demás nos toca esperar tiempos en que los ministerios no se regalen ni se rifen en España. Y ver cuanto queda para que empiece el circo de la ruptura entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, el mismo que sigue moviendo la cuna.
Lo que pocos cuentan: el origen ideológico totalitario del actual feminismo de género.
Fue promovido por marxistas para aplicar la lucha de clases a la sexualidad.

«Nos insultaban diciéndonos que éramos unas zorras, unas hijas de puta, que nos teníamos que pudrir…» Esto, aunque lo parezca, no es el relato de una escena de maltrato doméstico.
Una violenta pervesión del feminismo original
Esos insultos atrozmente machistas los sufrieron ayer mujeres de Vox en una marcha feminista en Madrid. Las insultadas, además, fueron agredidas y precisaron protección policial, y todo por el mero hecho de atreverse a cuestionar los dogmas ideológicos del feminismo de género. Entre otros lemas violentos, se corearon barbaridades como «vamos a quemar la Conferencia Episcopal«, «machotes a machete» y «varón, pardillo, tu boca en el bordillo», en referencia al método con el que un nazi le destrozaba la cabeza a un joven negro en la película «American History X». Pero ¿en qué consiste esta ideología de género o feminismo de género? Su denominación la acuñó una feminista, Christina Hoff Sommers, abiertamente opuesta a él. En su libro «Who Stole Feminism?» (¿Quién robó el feminismo?), publicado en 1994, escribió lo siguiente:
«El feminismo de equidad es sencillamente la creencia en la igualdad legal y moral de los sexos. Una feminista de equidad quiere para la mujer lo que quiere para todos: tratamiento justo, ausencia de discriminación. Por el contrario, el feminismo del ‘género’ es una ideología que pretende abarcarlo todo, según la cual la mujer norteamericana está presa en un sistema patriarcal opresivo. La feminista de equidad opina que las cosas han mejorado mucho para la mujer; la feminista del ‘género’ a menudo piensa que han empeorado. Ven señales de patriarcado por dondequiera y piensan que la situación se pondrá peor. Pero esto carece de base en la realidad norteamericana. Las cosas nunca han estado mejores para la mujer que hoy conforma 55% del estudiantado universitario, mientras que la brecha salarial continúa cerrándose.»
Una manipulación del feminismo promovida desde la ultraizquierda
Ese feminismo de género, profundamente materialista y promovido inicialmente desde la extrema izquierda, quiso aplicar la tesis marxista de la lucha de clases a las relaciones sexuales, tal como explicaba una de las creadoras del feminismo radical, Shulamith Firestone (1944-2012). En su libro «La dialéctica del sexo» (1970) bebía directamente del pensamiento de Karl Marx:
«Asegurar la eliminación de las clases sexuales requiere que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revolución y se apodere del control de la reproducción; que se restaure a la mujer la propiedad sobre sus propios cuerpos, como también el control femenino de la fertilidad humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como todas las instituciones sociales de nacimiento y cuidado de niños. Y así como la meta final de la revolución socialista era no sólo acabar con el privilegio de la clase económica, sino con la distinción misma entre clases económicas, la meta definitiva de la revolución feminista debe ser, a diferencia del primer movimiento feminista, no simplemente acabar con el privilegio masculino, sino con la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importarían culturalmente.»
El objetivo: acabar con la maternidad; el medio: el aborto
Pero ¿cómo acabar con esas diferencias sexuales, si sólo las mujeres pueden ser madres? Firestone lo tenía claro: «el núcleo de la opresión femenina hay que buscarlo en sus funciones procreadoras y de crianza.». ¿Y cuál era la solución que proponía frente a esa opresión? «La liberación de las mujeres de la tiranía de su biología reproductiva por todos los medios disponibles», y esto último incluye el aborto, por supuesto. Este feminismo de género decía defender a la mujer desligándola de una facultad exclusivamente femenina -la maternidad- y enfrentándola a sus hijos, convertidos en simples obstáculos para alcanzar esa «liberación», de forma que si hace falta, se les liquida con la aprobación de la ley y la financiación del Estado. Así se crearon las perversas y totalitarias bases ideológicas de la legalización del aborto en países democráticos.
Un proyecto de ingeniería social que se empezó a aplicar en la URSS
Esa visión nefasta y materialista de la maternidad y de las relaciones con los hijos fue promovida inicialmente por el marxismo, al que le interesaba destruir las relaciones familiares en su concepción totalitaria de la sociedad. No es casualidad que las dictaduras comunistas fuesen las más activas promotoras del aborto: el primer país que lo legalizó fue la URSS en 1920. En Cuba se legalizó en 1965, seis años después de la instauración de la dictadura castrista. A día de hoy, entre los países que más desprotegen a los niños por nacer en el mundo están dictaduras comunistas como China, Corea del Norte, Vietnam y Cuba. La promoción del aborto en esos países y también en muchos países democráticos ha generado la más absoluta irresponsabilidad de hombres y mujeres sobre los frutos de su sexualidad, pero con ciertas diferencias. Y es que las leyes creadas para permitir matar a los hijos por nacer han sido especialmente beneficiosas para los hombres que querían desentenderse de su descendencia, al convertir ésta en la consecuencia de una mera elección de la mujer y, por tanto, exclusiva responsabilidad suya. Una feminista actual, Cecilia Voss Koch, ha denunciado las consecuencias del aborto para las mujeres:
«A base de animar a la sociedad a considerar al hijo de una mujer como una especie de propiedad desechable, el aborto refuerza la imagen de la propia mujer como una propiedad disponible y como un objeto sexual reutilizable -un recurso sexual renovable. No es ninguna coincidencia que el mayor contribuyente financiero a la causa de los «derechos de aborto» sea la Fundación Playboy. Cuando el aborto está disponible para todas las mujeres, toda la responsabilidad masculina para el control de la fecundidad ha sido eliminada. Un hombre sólo necesita ofrecer a la mujer un dinero para un aborto y eso es todo: ninguna responsabilidad, ninguna relación, ningún compromiso. Y en eso estamos… ¡recicladas y utilizadas de nuevo!»
Contra las niñas por nacer y las madres en nombre del feminismo
Esa legislación perversa ha dado lugar a la matanza de más de dos millones de niños por nacer en España. Teniendo en cuenta que algo más del 48% de los recién nacidos en España son niñas, podríamos concluir que de esos dos millones, más de 960.000 eran niñas por nacer, asesinadas con el beneplácito e incluso con el aplauso del feminismo de género. Pero esta matanza de niñas no es el único efecto directo de las leyes abortistas en las propias mujeres. Hace dos años la Fundación Madrina denunciaba que nueve de cada diez mujeres españolas sufren ‘mobbing maternal’ en sus empresas, de modo que ser madre se ha convertido en un factor de exclusión social y laboral para la mujer. Y es que la desprotección de los niños por nacer va ligada a la desprotección de la maternidad. En 2009, durante un debate en el Parlamento de Galicia, una diputada socialista favorable al aborto tachó de «ultraderechista» la propuesta de ofrecer apoyo a las madres embarazadas sin recursos. En febrero de 2011, cuando el gobierno gallego aprobó definitivamente un plan de ayuda a la mujer embarazada, el PSOE descalificó la medida diciendo que pretendía «exportar a Galicia el modelo familiar de la ultraderecha». En un tono parecido, pero en este caso en el Parlamento de Asturias, la izquierda descalificaba una iniciativa similar entre insultos a las madres, llegando el PSOE a tachar de «casi ilegal» una iniciativa para apoyar a madres embarazadas sin recursos, considerando que ofrecerles alternativas al aborto va «contra el derecho de la mujer a decidir». Un derecho que, por lo visto, sólo deja una opción a las madres: abortar.
El siguiente objetivo a destruir: la familia
Pero al feminismo de género no le bastaba con cargarse la maternidad para alcanzar sus objetivos. Esa ideología totalitaria chocaba con la existencia de una institución social ligada a la maternidad: la familia. En la citada obra, Shulamith Firestone apelaba nuevamente a Karl Marx para justificar este proyecto feminista de ingeniería social:
«Marx intuyó la existencia de algo cuya profundidad escapaba a sus conocimientos, cuando observó que la familia contenía en sí misma -en embrión- todos los antagonismos que luego se desarrollarían a mayor escala dentro de la sociedad y el estado. A menos que la revolución arranque de cuajo la organización social básica -la familia biológica, el vínculo a través del cual la psicología del poder puede siempre subsistir clandestinamente-, el germen parasitario de la explotación jamás será aniquilado. Necesitamos una revolución sexual mucho más amplia que la socialista y, por supuesto, que la incluya- para erradicar verdaderamente todos los sistemas clasistas».
¿Y cómo proponía destruir la familia? Pues recurriendo directamente a la ciencia-ficción para diseñar una sociedad sin familias:
«La reproducción de la especie a través de uno de los sexos en beneficio de ambos sería sustituida por la reproducción artificial… La división del trabajo desaparecería mediante la eliminación total del mismo (cybernation). Se destruiría así la tiranía de la familia biológica.«
Nos encontramos ya con un diseño social puramente orwelliano, que se parece peligrosamente al de la novela «1984» y que, como el comunismo, pretende subvertir las instituciones naturales de la sociedad a golpe de ingeniería social, recurriendo a todo tipo de atropellos para lograr sus objetivos, incluso agredir a las mujeres que no están de acuerdo con ese proyecto totalitario.
Una ingeniería social que genera opresión, violencia e injusticia
Resulta alarmante comprobar hasta qué punto estas aberrantes tesis están siendo asumidas por sociedades como la nuestra, desatando la violencia contra el discrepante, la violencia contra los niños por nacer y la violencia en el seno de la familia. En este sentido, tampoco es casualidad que las leyes basadas en la ideología de género invisibilicen la violencia doméstica que sufren hombres y niños varones, y que la mera palabra de una mujer baste para detener a su pareja masculina, dando pie a la presentación de denuncias falsas y a la utilización de esta ley perversa como un método de chantaje. Recordemos que en los siete primeros años de su aplicación, los Juzgados de Violencia sobre la Mujer recibieron 1.034.613 denuncias, resultando exculpados 826.616 denunciados, el 79,89%. se trata de la única ley, además, en la que el sexo es un factor a tener en cuenta en el caso de valorar si una denuncia merece ser considerada o si el culpable es reo de un delito (en el caso del varón) o de una falta (si es mujer), en una directa violación de la igualdad ante la ley y del derecho a la presunción de inocencia que proclama la Constitución. Y a estas agresiones contra derechos fundamentales, igual que pasa con la más brutal de todas -el aborto, que implica violar el derecho a vivir-, ya ni siquiera se opone la actual derecha parlamentaria, ya sea por complejo, por tibieza o por miedo a ser blanco de las iras de personas violentas como las que ayer agredieron a unas mujeres por discrepar. Con esta ingeniería social promovida por el feminismo de género no estamos consiguiendo una sociedad más libre e igualitaria, sino más opresiva, violenta e injusta. Y ya va siendo hora de decirlo alto y claro.

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Las nuevas víctimas de la izquierda: niños y hombres
Buena parte del clima de persecución de lo masculino abanderado por la izquierda nunca se habría producido sin la manipulación sistemática de sus medios de comunicación

Por: ITXU DÍAZ
Fueron los Gobiernos. El cierre de escuelas prolongado en el tiempo, especialmente criticado en Estados Unidos, ha causado «un daño enorme a la educación de los jóvenes», según explican los editores de National Review. Los resultados en Matemáticas o comprensión lectora de la Primera Evaluación de Progreso Educativo en Estados Unidos son aterradores: «Atrás quedaron para siempre los días en que los educadores aseguraban al público que los niños son resistentes y se adaptarán y se recuperarán de la pandemia». No es casualidad que, frente al desprestigio de la pública, «las escuelas privadas que permanecieron abiertas y brindaron a los padres opciones gratuitas sobre mascarillas y vacunas» estén prosperando. La lluvia de dinero público que Biden arrojó en las escuelas para paliar el daño de la pandemia en la educación de los niños, por otra parte, no fue para ayudar a los estudiantes, los más perjudicados, sino para «los agentes del statuo quo educativo».
Una y otra vez descubrimos que las iniciativas políticas de la izquierda, incluso cuando a veces suenan bonitas, no funcionan, y tienen consecuencias nefastas. La campaña global de demonización del hombre ha comenzado a dar sus frutos después de muchos años de martillo. En nada ha beneficiado a la mujer, por supuesto, más allá de crear un nuevo enfrentamiento extra dentro de la sociedad, y a cambio, ha empezado ya a dejar síntomas preocupantes en los hombres, tal y como detalla Casey Chalk en The Federalist.
«Estados Unidos está presenciando problemas sin precedentes con sus hombres», relata Chalk, «el porcentaje de hombres que busca títulos de educación superior está disminuyendo vertiginosamente», antes de señalar que también están decayendo su esperanza de vida, ingresos, y niveles de testosterona –con sus consiguientes problemas de salud-. «El sufrimiento masculino contribuye al sufrimiento general de Estados Unidos», apunta: «Porcentajes significativos de la población estadounidense crecen en hogares sin padre, lo que sitúa a los niños en mayor riesgo de pobreza, conflictos de comportamiento, problemas de salud y ausentismo escolar».
En resumen, y tal vez sea lo más novedoso del planteamiento: «La crisis masculina en Estados Unidos es una crisis social», mientras que la única respuesta de la izquierda es «desprecio y burla». Lo que requieren los hombres, concluye Chalk, y por tanto la sociedad, no es caer en el ridículo sino «la restauración».
Buena parte del clima de persecución de lo masculino abanderado por la izquierda nunca se habría producido sin la manipulación sistemática de sus medios de comunicación. Otro informe de The Federalist expone ahora la dramática caída de rentabilidad, popularidad y credibilidad de los medios progresistas americanos, pero señala que les resulta indiferente a las élites de izquierda que los sustentan, porque unas pocas pérdidas «son un precio notablemente bajo a pagar por controlar el resultado de las elecciones». Se trata de algo que hemos experimentado también en España, especialmente en los últimos años.
Una de las víctimas evidentes del enfrentamiento orquestado entre hombres y mujeres es la familia, sustento básico de estabilidad tradicional, escuela de valores, y refugio emocional, lo que la ha situado en las últimas décadas en el principal objetivo a abatir por la izquierda. Y dentro de esa guerra contra la familia, el aborto ocupa un lugar central. Luke Larson, de The American Conservative, propone a Occidente mirar hacia Hungría y sus políticas a la hora de encontrar fórmulas para preservar la vida de los no nacidos, y potenciar políticas familiares.
La estrategia de la derecha húngara contra el aborto esconde una importante novedad con respecto a las habituales en otras latitudes occidentales: «Los enfoques provida estadounidense y húngaro difieren en una forma clave: Hungría se enfoca en usar al gobierno para eliminar las razones que llevan a las mujeres a buscar el aborto en primer lugar», enfocando especialmente sus esfuerzos, no tanto en cambiar la ley, sino en ofrecer financiación a las familias en apuros y contribuir al cambio de mentalidad mediante mensajes e iniciativas simbólicas gubernamentales a favor de la familia. Durante la era socialista, la propaganda del gobierno húngaro sobre el aborto se convirtió en la punta de lanza de una guerra cultural, ahora esa misma técnica a la inversa para fomentar la familia está logrando que la opinión pública en Hungría vuelva a considerar a los niños como un regalo y no como una carga.
La guerra abierta entre sexos, cada vez más cerca.

Lo sucedido en el colegio mayor Elías Ahuja de Madrid cuando menos merece un comentario. Naturalmente habrá quien piense que la culpa de todo la tiene Franco. Interpretaciones tan descabelladas o más, hemos podido verlas reproducidas en la “mentira democrática” y la gente se lo ha tragado sin pestañear, porque el pueblo español no es que se distinga precisamente, por su capacidad crítica, de lo cual también se le echa la culpa al de siempre. Pues bien, lo cierto es que un hecho así resulta inimaginable y cualquiera que haya vivido en la España franquista lo sabe bien, que nunca un hecho tan vergonzoso se hubiera podido producir, por la sencilla razón de que las escuelas de entonces, lo mismo que en los Colegios Mayores, eran lugares, donde se velaba por la formación humana , donde los adolescentes y los jóvenes aprendían a ser personas de bien y honradas a carta cabal. Los chicos eran respetuosos con unas chicas que se hacían respetar porque habían sido educadas en la honestidad y en la limpieza de cuerpo y alma. Ésta y no otra era la clave para que los propios chicos, también educados en los mismos valores, tuvieran en gran estima a las chicas pudorosas, no como actualmente ocurre, en que a la hora de elegir compañera, los propios interesados confiesan que prefieren que sean un poco “guarronas”.
Motivos hay para estar preocupados, no tanto por el hecho en sí del que todo el mundo habla, cuanto por lo que a través de él se dejé entrever y que viene a confirmar lo que ya más o menos sabíamos. Estamos viviendo una crisis aguda, que afecta a la relación entre los sexos. La situación es grave, tanto que la ministrilla Irene Montero se vio obligada a intervenir quirúrgicamente, sacando la ley del “solo el SÍ es SÍ”, tan equivocada que lo que seguramente va a conseguir es agravar el problema. Naturalmente que hay que tomar conciencia de la gravedad del asunto, pero sobre todo urge saber cuál es su origen para enfrentarnos a él y tratar de darle alguna solución.
Resulta verdaderamente grotesco e indignante que salgan en primera línea, lamentándose y rasgándose las vestiduras, precisamente dirigentes políticos, que por acción u omisión han sido sus principales causantes y no parece muy difícil dar con quienes han sido, más aún, desde hace tiempo se vienen denunciando prácticas educativas aberrantes, inspiradas en la ideología de género, que bien podría ser visto, como un instrumento pensado para la corrupción de menores. No nos engañemos, en gran medida la falta de compenetración, no solo entre las parejas jóvenes, sino también en las más maduritas, es fruto de una educación equivocada, que más que educar lo que hizo y está haciendo es deseducar.
El adoctrinamiento en la ideología de género que se está llevando a cabo en los centros educativos, no solo está siendo motivo de perversión moral, sino que está dando origen larvadamente a una guerra entre los sexos y quien no lo vea así es que está ciego. Guerra entre sexos en versión chusca, es exactamente lo que yo acierto a ver en lo sucedido en el colegio agustino de Elías Ahuja y que ha puesto bien de manifiesto el componente de un subconsciente masculino lleno aversión y resentimiento. No sé si habrá réplica por parte de las chicas, pero hay razones suficientes para pensar que si la hubiera, seguramente saldría a relucir un subconsciente sexista no menos preocupante, tal como hemos podido ver en más de una ocasión. Esto que acaba de suceder y mucho más, hay que interpretarlo dentro del contexto amplio, enmarcado en un feminismo corrosivo y demoledor, que anda diciendo por ahí que los hombres son unos machistas depredadores, violadores irredentos, enemigos de las mujeres a las que siempre han tenido esclavizadas. Hace falta mucho cinismo para lamentarse por algo de lo que se es responsable. Después de haber estado durante años, tratando de adoctrinar a los escolares en la práctica de una sexualidad salvaje, puramente biológica, ahora nos escandalizamos de que éstos se expresen en términos sexistas. ¿Acaso se puede esperar una respuesta solidaria, comprometida y respetuosa con los demás a quienes han sido educados en un pansexualismo enfermizo, que solo busca la satisfacción momentánea y egoísta de los más bajos instintos?
Vamos a hablar claro, la educación sexual que se está impartiendo en las escuelas además de ser demoledora, está alimentando resentimientos y malentendidos, que propician el enfrentamiento entre hombre y la mujer. Una información interesada sobre los juguetes eróticos puede contribuir a despersonalizar la sexualidad dejando fuera de toda relación humana y humanizadora y convertirla en una pura estimulación mecánica. ¿Que sentido tendría un aprendizaje de este tipo de cara a un relación conyugal, como la propia naturaleza exige? Según he podido saber, el tipo de educación sexual que se imparte en los centros, consiste en conocer el propio cuerpo, para así poder obtener el máximo de placer posible, lo que ciertamente se corresponde con una cultura eminentemente hedonista, no lo voy a negar, lo que sí que digo es que ésa no es la educación sexual que se está necesitando, o cuando menos no lo es toda. Lo que se necesita fundamentalmente y más que nada es conocer y explorar los espíritus y dotarles de aquellos valores humanos y morales que hagan posibles que un sujeto y una sujeta, distintos entre sí, se compenetren y mutuamente se apoyen y complementen. Recalco lo de un sujeto y una sujeta distintos entre sí, porque hay que partir de la evidencia científica de que hombre y mujer son diferentes. Lo son morfológicamente, lo son genéticamente, lo son anatómicamente y sobre todo lo son psicológicamente, con su sensibilidad propia y su modo característico de entender la sexualidad.
Desde mayo del 68 existen fuerzas muy interesadas por implantar la indiferenciación sexual, sirviéndose para ello de las escuelas, los parlamentos y los medios de comunicación, para sus siniestros propósitos , incluso la propia ONU, está haciendo valer su autoridad moral a favor de esto mismo. Es seguramente por ello, que la identidad femenina atraviesa una crisis sin precedentes. Todo comenzó por ocultar los sentimientos y afectos femeninos, para así poder ingresar más fácilmente en el mundo laboral de los hombres; la cosa fue a más y muchas mujeres acabaron traicionándose a sí mismas, sacrificando su propia identidad femenina, para convertirse en “hombretonas” y llegar a ser paradigma de lo que se dio en llamar la mujer moderna. Frente a tanta confusión, una cosa parece clara y es que la naturaleza de la mujer es única e insustituible, estando llamada a realizar un tipo de humanidad maravillosa y diferente de la del hombre, de modo que solo siendo fiel a sí misma podrá lograr su plenitud. La falsificación de la mujer obra del feminismo radicalizado “a lo Beauvoir” ha repercutido negativamente en las relaciones de la pareja, pero a quien más daño ha hecho es a la propia mujer. A simple vista, semejante afirmación resulta paradójica, por lo que está pidiendo una explicación. Bien está que a la mujer se la equipare con el hombre en todos los órdenes de la vida social, lo que no deja de ser una desgracia es que a la mujer se la masculinice, robándole su propia identidad, hasta verla convertida en una réplica del hombre. Ser mujer es un don, un privilegio que el mundo necesita, por eso una mujer nunca debiera dejar de serlo. Fue Julián Marías quien dijo que: “Cuando una mujer no sabe a mujer, resulta una forma degradada de lo humano”. En la medida en que la mujer se olvida de su condición de mujer, se está convirtiendo en un objeto fácilmente manipulable. Bien entendido que esta fidelidad de la que hablo es compatible con las preferencias personales y con la vocación profesional de cada cual, sin necesidad de tener que renunciar a nada, por supuesto tampoco a la maternidad y a la familia.
La Srª Irene Montero, ministra de la igualdad, tiene que explicarnos qué está fallando en la política de género, para que cada vez haya más desavenencias entre los jóvenes de distinto sexo, para que las agresiones sexuales sean el pan nuestro de cada día, o para que unos universitarios nos obsequien con un espectáculo de tan mal gusto. Ha de explicarnos porqué tantos chicos y chicas se muestran reacios a formar una familia estable y cuando se deciden a hacerlo son incapaces de dar continuidad a un ilusionante proyecto en común.
Cuando en España se impuso por decreto la ley la coeducación, se nos dijo que ello iba a favorecer la cooperación, el mutuo conocimiento, la convivencia, la cercanía, la confraternización, la interrelación. Todo ha sido un camelo, Sra. ministra, lo que está sucediendo es otra cosa bien distinta. Políticos, políticas y polítiques ¿por qué no se van a sus casas y nos dejan en paz?

Reprobación necesaria ante la depravación. Por Jesús Salamanca Alonso

Si tuviésemos un presidente con sentido común y un Gobierno equilibrado, la pervertida ministra de Igual Da ya estaría cesada.
JESÚS SALAMANCA ALONSO – 30 SEPTIEMBRE 2022
El daño ya está hecho. La gravedad de las declaraciones de esta muchacha a quien, para desgracia de la sociedad española, le han regalado un ministerio inservible más para jugar que para trabajar, merecen una reprobación ante el grado de degeneración al que ha llegado. No conozco docente que dé el visto bueno a tan miserables declaraciones que «blanquean» el delito de la pederastia. Cualquier profesor con dos dedos de frente pondría contra el espejo a esta inservible, pero resabiada y acomplejada ministra que se dice feminista.
En un país civilizado y democrático no se pueden consentir aberraciones de ese calibre. Esta muchacha, por desgracia todavía ministra de Igual Da, ha acabado por destaparse y arruinar su propia imagen; una imagen que ya estaba en entredicho tras lo de volver a casa «sola y borracha». Me parece ético que los servicios jurídicos de diversos partidos tomen cartas en el asunto antes de que la avanzada actitud de degeneración llegue a delito irreversible.
¡Miedo me da si alguna vez esta muchacha, ministra para desgracia social y por gracia de un presidente indecente e imprudente, tiene que educar a menores! Con ese pensamiento, en otra época las Juntas de Protección de Menores o los Tribunales Tutelares le hubieran retirado la patria potestad, doy fe. Con esas ideas es imposible que sepa construir educación, sensatez, democracia, sentido común, valores y ética. No tardaremos en conocer la opinión del Defensor del Menor.
Estoy convencido de que, si esas aberraciones de Montero llegan a oídos del juez Calatayud, las desmonta en un santiamén. Mucha «bocachanclería» de atropellada feminista y depravada ministra, pero nulo razonamiento y peor planteamiento. Si ha llegado a ministra un espécimen así, muy mal ejemplo estamos dando a la sociedad. El fraude social ya lo tenemos instalado donde no debe estar.
Si tuviésemos un presidente con sentido común y un Gobierno equilibrado, la ministra de Igual Da ya estaría cesada, al menos es lo que sucedería en cualquier país democrático alejado de ideologías de pervertido comunismo. Ha metido ideología, comunismo, política, pederastia y feminismo en el mismo saco. Y el feminismo a la española ya sabemos lo que es y lo que representa; nada que ver con el auténtico feminismo amazónico, equilibrado, demócrata y sensato. ¿Han oído al feminismo español alguna declaración en apoyo de las mujeres iraníes? ¿Cuántas feministas han acudido en apoyo de las universitarias iraníes? Ahí tienen la prueba. Para que vean que esto no es feminismo, sino simple y pervertido «chiringuiteo».
Hasta ahora, el Ministerio de Igual Da solo ha hecho daño al conjunto de la sociedad española. Y muchas veces se ha hecho ese daño a través de esta muchacha que alardea de ministra, pero que toda la sociedad sabe cómo ha llegado ahí. Impensable en cualquier otra situación que no fuera para mantener en el colchón de Moncloa a un parasitario presidente instaurado en la mentira y la falsedad, además de en el fraude. Recuerden aquello que se fraguó de «presidente cum fraude» tras destaparse el plagio y falsedad de su tesis, así como de los estudios y oscuros avatares africanos de su media naranja.
Blanquear la pederastia no es el mejor camino para dejar un buen recuerdo ministerial, precisamente de un ministerio que perfectamente podría ser una simple jefatura de servicio y, si me apuran, un simple servicio administrativo. El hecho de convertirlo en ministerio ha hecho que se aborregara con gente sin preparación y donde los asesores no han aportado nada de nada; muchos de ellos procedentes de la delincuencia activista. Creo que no precisan nombres.
No se puede consentir que la ministra llegue a ese blanqueo y a la degeneración que se la suponía, y ahora se demuestra. Blanquear la pederastia en público y afirmar lo de las relaciones sexuales de los niños, con el apoyo explícito del sector socialista del Gobierno, deja al descubierto un claro desprecio a la democracia, al sentido común y a la dignidad del ser humano. Alguien debe explicar a la titular «bocachanclas» ministerial que comete un error de bulto.
No debe de saber esta muchacha, para desgracia todavía ministra de Igual Da, que en España la edad mínima de consentimiento son los 16 años. No me extraña que en el seno de esa formación política prochavista hayan aparecido pederastas de viejo cuño, así como aterrizado condenadas por delitos de atentado a la autoridad. Recuerden la «aventura» de un tal Palacio de Podemos en las Cortes de Castilla y León, y cuya sentencia condenatoria todavía puede verse en las redes sociales y en internet.
En fin, a ver quién se atreve a decir que la afirmación de la chulesca ministra no es muy grave. De ella se deduce que un menor podría tener relaciones sexuales con un adulto si ambos consienten. Es tan torpe esta muchacha, por desgracia torpe e inservible ministra, que no se para a pensar que esa persona mayor incurriría en delito.
El propio Gobierno ha entrado en cerrazón, a pesar de la barbaridad cometida por la muchacha del Ministerio de Igual Da. Con tal de seguir durmiendo en Moncloa y mantener «chupeteros» ministeriales, Antonio «el mentiroso» y su séquito de contradictorios tiralevitas no dudan en ser cómplices necesarios de su disparate.
Se precisan más españoles con sentido común, además de serios y rigurosos tribunales de Justicia, para eliminar a esta plaga de depravados que degradan a la sociedad, a la mujer en general y condenan a la infancia al maltrato.
La sociedad ya ha dictado sentencia de su reprobación hacia la «menestra» de Igual Da. No podemos consentir que hable sin que se lave la boca con agua fuerte.
