Etiqueta: DICTADURAS

Por qué el nazismo era socialismo y por qué el socialismo es totalitario. / Why Nazism was a socialist and why socialism is totalitarian.

Por: 

The original article in English is HERE

Mi propósito hoy son dos cosas principales: (1) Demostrar por qué la Alemania nazi era un estado socialista y no capitalista. Y (2) demostrar por qué el socialismo, entendido como un sistema económico basado en la propiedad pública de los medios de producción, requiere inevitablemente una dictadura totalitaria.

La identificación de la Alemania nazi como estado socialista fue una de las muchas grandes contribuciones de Ludwig von Mises.

Cuando uno recuerda que la palabra “nazi” era una abreviatura para “der Nationalsozialistische Deutsche Arbeiters Partei” (en traducción española Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes), la identificación de Mises no podría parecer tan notable. Pues ¿qué debería uno esperar como sistema económico de un país gobernado por un partido con “socialista” en su nombre salvo socialismo?

Sin embargo, aparte de Mises y sus lectores, prácticamente nadie piensa en la Alemania nazi como un estado socialista. Es mucho más común creer que representaba una forma de capitalismo, que es lo que han afirmado los comunistas y otros marxistas.

La base de la afirmación de que la Alemania nazi era capitalista era el hecho de que la mayoría de las industrias en la Alemania nazi aparentemente quedaban en manos privadas.

Lo que identificó Mises fue que la propiedad privada de los medios de producción existía solo nominalmente bajo los nazis y que la sustancia real de la propiedad de los medios de producción residía en el gobierno alemán. Pues era el gobierno alemán, y no los propietarios privados nominales, el que ejercía todos los poderes sustantivos de propiedad: él, no los propietarios privados, decidía que se iba a producir, en qué cantidad, por qué métodos y a quién se iba a distribuir, así como los precios que se cobrarían y los salarios que se pagarían y qué dividendos u otras rentas se permitiría percibir a los propietarios privados nominales. La posición de los supuestos propietarios privados, como demostró Mises. se reducía esencialmente a la de pensionistas del gobierno.

La propiedad de hecho del gobierno de los medios de producción, como la llamaba Mises, estaba implícita lógicamente en principios colectivistas fundamentales adoptados por los nazis como que el bien común  está por encima del bien privado y que el individuo existe como medio para los fines del Estado. Si el individuo existe como medio para los fines del Estado, por supuesto, lo mismo pasa con la propiedad. Igual que lo posee el Estado, su propiedad también la posee el Estado.

Pero los que estableció concretamente el socialismo  de hecho en la Alemania nazi fue la introducción de los controles de precios y salarios en 1936. Se impusieron como respuesta a la inflación de la oferta monetaria llevada a cabo por el régimen desde el momento de su llegada al poder a principios de 1933. El régimen nazi infló la oferta monetaria como medio de financiar el enorme aumento en el gasto público que requerían sus programas de obras públicas, subvenciones y rearme. Los controles de precios y salarios se impusieron en respuesta al aumento de los precios que empezó a producir la inflación.

El efecto combinado de la inflación y los controles de precios y salarios es la escasez, es decir, una situación, en la que las cantidades de los bines que intenta comprar la gente exceden de las cantidades disponibles para comprar.

A su vez, las escaseces se convierten en caos económico. No es solo que los consumidores que aparecen en las tiendas antes están en disposición de comprar todas las existencias y dejar sin nada a los clientes que lleguen más tarde (una situación a la que los gobiernos normalmente responden con racionamiento). Las escaseces generan caos en todo el sistema económico. Introducen arbitrariedad en la distribución de suministros entre áreas geográficas, en la asignación de un factor de producción entre sus diferentes productos, en la asignación de trabajo y capital entre las distintas ramas del sistema económico.

A la vista de la combinación de controles de precios y escasez, el efecto de una disminución en la oferta de una cosa no es, como pasaría en un mercado libre, aumentar su precio e incrementar su rentabilidad, operando así para detener la disminución de la oferta o invertirla si ha ido demasiado lejos. Los controles de precios impiden el aumento en la oferta al reducir el precio y la rentabilidad. Cuando hay una escasez, el efecto de un aumento en la oferta es simplemente una reducción en la severidad de la escasez. Solo cuando se elimina totalmente la escasez, un aumento en la oferta necesita una disminución en el precio y genera una disminución en la rentabilidad.

Como consecuencia, la combinación de controles de precios y escasez hace posible movimientos aleatorios de la oferta sin ningún efecto en los precios y la rentabilidad. En esta situación, la producción de los bienes más triviales y poco importantes, incluso las mascotas de piedra, puede expandirse a costa de la producción de los bines más urgentemente necesitados e importantes, como medicinas que salven vidas, sin efecto en el precio o la rentabilidad e cada bien. Los controles de precios impedirían que la producción de medicinas se hiciera más rentable al disminuir su oferta, mientras que una escasez incluso de mascotas de piedra impediría que su producción se hiciera menos rentable al aumentar su oferta.

Como demostró Mises, para ocuparse de los efectos no pretendidos de sus controles de precios, el gobierno debe o bien abolir los controles de precios o añadir más medidas, como precisamente el control sobre lo que se está produciendo, en qué cantidad, por qué métodos y a quién se distribuye, a lo que me referí antes. la combinación de controles de precios con su mayor serie de controles constituye la socialización de hecho del sistema económico. Pues significa que el gobierno ejercita entonces todos los poderes sustantivos de propiedad.

Éste fue el socialismo instituido por los nazis. Y Mises lo llama el socialismo de patrón alemán o nazi, frente al socialismo más evidente de los soviético, al que llama socialismo de patrón ruso o bolchevique.

Por supuesto, el socialismo no acaba con el caos causado por la destrucción del sistema de precios. Y si se introduce sin la existencia previa de controles de precios, su efecto es iniciar el propio caos. Porque el socialismo no es realmente un sistema económico positivo. Es meramente la negación del capitalismo y su sistema de precios. Como tal, la naturaleza esencial del socialismo es una y la misma que el caos económico que resulta de la destrucción del sistema de precios por controles de salarios y precios. (Quiero apuntar que la imposición del socialismo del estilo bolchevique de un sistema de cuotas de producción, que incentiva siempre exceder la cuotas, es una fórmula segura para una escasez universal, igualo que la que existe bajo todos los controles de precios y salarios).

Como mucho, el socialismo simplemente cambia la dirección del caos. El control público sobre la producción puede hacer posible una mayor producción de algunos bienes de especial importancia para él, pero lo hace solo a costa de crear el caos en el resto del sistema económico. Esto pasa porque el gobierno no tiene forma de conocer los efectos en el resto del sistema económico de su aseguramiento de la producción de bienes a los que atribuye una importancia especial.

Los requisitos de aplicar un sistema de control de precios y salarios dan mucha luz sobre la naturaleza totalitaria del socialismo (por supuesto, más evidentemente en la variante alemana o nazi, pero también en la del socialismo al estilo soviético).

Podemos empezar por el hecho de que el interés propio de los vendedores que operan bajo controles de precios es evadir los controles de precios  y aumentar sus precios. Los compradores, incapaces de otra forma de obtener bienes, están dispuestos a pagar estos precios más altos como medio de de conseguir los bienes que quieren. En estas circunstancias, ¿qué va a impedir que aumenten los precios y se desarrolle un mercado negro masivo?

La respuesta es una combinación  de sanciones severas combinadas con una gran probabilidad de ser atrapado y luego sufrir realmente esas sanciones. Unas simples multas no es probable que supongan una gran disuasión. Se considerarían solo como un gasto de negocio adicional. Si el gobierno es serio respecto de los controles de precios, es necesario que imponga sanciones comparables a las de un delito grave.

Pero la mera existencia de dichas sanciones no basta. El gobierno tiene hacer realmente peligroso realizar transacciones en el mercado negro. Tiene que hacer que la gente tema realizar tales transacciones que pudieran ser descubiertas de algún modo por la policía y acaben realmente en prisión. Para crear ese miedo, el gobierno debe desarrollar un ejército de espías e informadores secretos. Por ejemplo, el gobierno debe hacer temer al vendedor y a los clientes que si realizan una transacción de mercado negro, algún otro cliente en la tienda pueda denunciarles.

A causa de la privacidad y secreto con que deben realizarse muchas transacciones del mercado negro, el gobierno debe asimismo hacer que todo el que vea una operación del mercado negro temeroso de que la otra parte resulte ser un agente policial tratando de encarcelarle. En gobierno debe hacer que la gente tema incluso a sus socios más veteranos, incluso a sus amigos y parientes, no sea que resulten ser informadores.

Y finalmente, para obtener condenas, el gobierno debe poner la decisión acerca de la inocencia o culpabilidad en el caso de las transacciones de mercado negro en manos de un tribunal administrativo o sus agentes de policía en el momento. No puede confiar en juicios con tribunales, porque es improbable que puedan encontrarse muchos jurados dispuestos a dar veredictos de culpabilidad en casos en el un hombre tenga que ir a la cárcel por muchos años por el delito de vender unas pocas libras de carne o un par de zapatos por el encima del precio máximo.

Por tanto, en resumen, los requisitos simplemente para aplicar las regulaciones de control de precios son la adopción de las características esenciales de un estado totalitario, es decir, el establecimiento de la categoría de “delitos económicos”, en la que la búsqueda pacífica del interés propio se considera un delito criminal, y el establecimiento de un aparato policial totalitario lleno de espías e informadores y el poder de un arresto y prisión arbitrarios.

Está claro que la aplicación de controles de precios requiere un gobierno similar al de la Alemania de Hitler o la Rusia de Stalin, en los que prácticamente cualquiera podía resultar ser un espía policial y en los que existe una policía secreta que tiene el poder de arrestar y encarcelar a la gente. Si el gobierno no está dispuesto a llegar tan lejos, entonces, hasta ese punto, sus controles de precios resultarán inaplicables y sencillamente no funcionarán. Entonces el mercado negro asume proporciones enormes. (Por cierto, que nada de esto sugiere que los controles de precios fueran la causa del reino de terror institutito por los nazis. Los nazis empezaron su reino de terror mucho antes de la aprobación de los controles de precios. Por consiguiente, aprobaron controles de precios en un entorno listo para su aplicación por la fuerza).

La actividad del mercado negro conlleva la comisión de más delitos. Bajo el socialismo de hecho, la producción y venta de bienes en el mercado negro conlleva el desafío de las regulaciones públicas respecto de la producción y distribución, así como el desafío a sus controles de precios. Por ejemplo, los propios bienes que se venden en el mercado negro pretendía el gobierno que se distribuyeran de acuerdo con su plan y no en el mercado negro. Los factores de producción utilizados para producir esos bienes igualmente pretendía el gobierno que se utilizaran de acuerdo con su plan y no para el fin de aprovisionar el mercado negro.

Bajo un sistema de socialismo de derecho, como el que existía en la Rusia soviética, en el que el código legal del país hace abierta y explícitamente al gobierno del país el propietario de todos los medios de producción, toda actividad de mercado negro conlleva necesariamente el uso indebido o el robo de la propiedad del estado. Por ejemplo, se consideraba que los trabajadores o directores de fábricas de la Rusia soviética que se llevaban productos que vendían en el mercado negro estaban robando las materias primas proporcionadas por el estado.

Además, en cualquier tipo de estado socialista, nazi o comunista, el plan económico del gobierno es parte de la ley suprema del territorio. Todos tenemos una buena idea de lo caótico que es el llamado proceso planificador del socialismo. Su mayor distorsión por trabajadores y directores drenando materiales y suministros para producir para le mercado negro, es algo a lo que un estado socialista está lógicamente autorizado a considerar como un acto de sabotaje de su plan económico nacional. Y como sabotaje es como lo considera cualquier código legal de un estado socialista. Coherentemente con este hecho, la actividad del mercado negro en un país socialista a menudo conlleva la pena capital.

Creo que un hecho fundamental que explica el reino absoluto de terror que se encuentra en el socialismo es el increíble dilema en el que se sitúa un estado socialista en relación con las masas de sus ciudadanos. Por un lado, asume una responsabilidad completa del bienestar económico individual. El socialismo al estilo ruso o bolchevique reconoce abiertamente esta responsabilidad: es la fuente principal de su atractivo popular. Por otro lado, de todas las formas que puedan imaginarse, un estado socialista resulta una chapuza increíble en esta tarea. Hace de la vida del individuo una pesadilla.

Todos los días de su vida, el ciudadano de un estado socialista debe gastar tiempo en colas de espera inacabables. Para él, los problemas que experimentaron los estadounidenses en relación con las escaseces de gasolina en la década de 1970 son normales, solo que no los experimenta en relación con la gasolina (pues no posee un coche y no tiene esperanza de tener nunca ninguno), sino en relación con las cosas sencillas de la vestimenta, de las verduras e incluso del pan. Aún peor es que se le obliga frecuentemente a trabajar en un empleo que no ha elegido y que por tanto debe indudablemente odiar. (Pues bajo la escasez, el gobierno decide la asignación del trabajo igual que hace con la asignación de los factores de producción). Y vive en una condición de increíble hacinamiento, que apenas deja posibilidades de privacidad. (A la vista de la escasez de vivienda, se asignan huéspedes a las casas; se obliga a las familias compartir pisos. Y se adopta un sistema de pasaportes y visados internos para limitar la severidad de la escasez de vivienda en las zonas más deseables del país). Por decirlo suavemente, una persona obligada a vivir en esas condiciones debe bullir de resentimiento y hostilidad.

Entonces, ¿contra quién sería más lógico que los ciudadanos de un estado socialista dirijan su resentimiento y hostilidad que contra el mismo estado socialista? El mismo estado socialista que ha proclamado su responsabilidad por su vida, le ha prometido una vida de felicidad y es de hecho responsable de una vida infernal. De hecho, los líderes de un estado socialista viven un dilema mayor, ya que cada día animan al pueblo a creer que el socialismo es un sistema perfecto, cuyos malos resultados solo pueden ser obra de gente malvada. Si eso fuera verdad, ¿quiénes podrían ser razonablemente esos hombres malvados, salvo los propios gobernantes, que no solo han hecho infernales sus vidas, sino que han pervertido un sistema supuestamente perfecto para hacerlo?

De esto se deduce que los gobernantes de un estado socialista deben vivir aterrorizando a la gente. Por la lógica de sus acciones y sus enseñanzas, el bullente resentimiento del pueblo puede hacerle levantarse y tragárselo en una orgía de sangrienta venganza. Los gobernantes sienten esto, incluso aunque no lo admitan abiertamente, y por tanto su mayor preocupación es siempre mantener a raya a la ciudadanía.

Consecuentemente, es verdad por muy inadecuado decir simplemente cosas como que al socialismo le falta la libertad de prensa y de expresión. Por supuesto, le faltan estas libertades. Si el gobierno posee todos los periódicos y editoriales, si decide para qué fines va a estar disponibles el papel, entonces evidentemente nada puede imprimirse que el gobierno no quiera que se imprima. Si posee todas las salas de reuniones, no puede realizarse ninguna conferencia o discurso público que el gobierno no quiera que se realice. Pero el socialismo va mucho más allá de la mera falta de libertad de prensa y expresión.

Un gobierno socialista aniquila totalmente estas libertades. Convierte a la prensa y a cualquier foro público en un vehículo de propaganda histérica en su favor y se dedica a la incansable persecución de todo el que se atreve a desviarse un centímetro de su línea oficial del partido.

La razón de estos hechos es el terror del pueblo de los gobernantes socialistas. Para protegerse, deben ordenar que el ministro de propaganda y la policía secreta trabajen constantemente. Uno, para desviar continuamente la atención del pueblo de la responsabilidad del socialismo, y de los gobernantes del socialismo, por la miseria del pueblo. La otra, para secuestrar y silenciar a cualquiera que pueda sugerir siquiera sea remotamente la responsabilidad del socialismo o de sus gobernantes (secuestrar a cualquiera que empiece a mostrar señales de pensar por sí mismo). Es a causa del terror de los gobernantes y su desesperada necesidad de encontrar cabezas de turco para los fracasos del socialismo, por lo que la prensa de un país socialista está siempre llena de historias acerca de conspiraciones y sabotajes extranjeros y acerca de la corrupción y mala dirección por parte de los oficiales subordinados y por lo que es necesario destapar periódicamente conspiraciones nacionales a gran escala y sacrificar a altos funcionarios y facciones completas en purgas gigantescas.

A causa de su terror y su desesperada necesidad de aplastar cualquier respiro incluso de una potencial oposición, los gobernantes del socialismo no se atreven a permitir ni siquiera actividades puramente culturales que no estén bajo el control del estado. Pues si la gente va a reunirse para un espectáculo artístico o un recital de poesía que no esté controlado por el estado, los gobernantes deben temer la diseminación de ideas peligrosas. Cualquier idea no autorizada es una idea peligrosa, porque puede llevar al pueblo a empezar a pensar por sí mismo y por tanto empezar a pensar acerca de la naturaleza del socialismo y sus gobernantes. Los gobernante debe temer la reunión espontánea de un puñado de personas en una sala y utilizar la policía secreta y su aparato de espías, informadores y terror o para detener esas reuniones o para asegurarse de que su contenido es completamente inocuo desde el punto de vista del estado.

El socialismo no puede prevalecer mucho tiempo excepto bajo el terror. Tan pronto como se relaja el terror, el resentimiento y la hostilidad empiezan lógicamente a brotar contra los gobernantes. Así que la situación esta lista para la revolución o la guerra civil. De hecho, en ausencia de terror o, más correctamente, de un suficiente grado de terror, el socialismo se caracterizaría por una serie inacabable de revoluciones y guerras civiles, ya que cada nuevo grupo de gobernantes resultarían tan incapaces de hacer que el socialismo funcionara con éxito como sus antecesores. La consecuencia inevitable a realizar es que el terror realmente experimentado en los países socialistas no era simplemente obra de hombres malvados, como Stalin, sino que deriva de la naturaleza del sistema socialista. Stalin podría pasar a primer plano porque su inusual voluntad y astucia en uso del terror eran las características concretas más necesarias para un gobernante socialista para mantenerse en el poder. Subió al poder por un proceso de selección natural socialista: la selección de los peores.

Tengo que advertir acerca de una posible mala comprensión respecto de mi tesis de que el socialismo es totalitario por su naturaleza. Esto afecta a los países supuestamente socialistas gobernados por socialdemócratas, como Suecia y los demás países escandinavos, que está claro que no son dictaduras totalitarias.

En esos casos, es necesario apreciar que al tiempo que estos países no son totalitarios, tampoco son socialistas. Sus partidos gobernantes pueden propugnar el socialismo como su filosofía o su objetivo último, pero no es el socialismo lo que han implantado en su sistema económico. Su sistema económico real es el de una economía intervenida de mercado, como la llamaba Mises. Aunque más intervenida que la nuestra en aspectos importantes, su sistema económico es esencialmente similar al nuestro, en que la fuerza motriz característica de la producción y la actividad económica no es el decreto del gobierno, sino la iniciativa de los propietarios privados motivada por la perspectiva de un beneficio privado.

La razón por la que los socialdemócratas no establecen el socialismo cuando llegan al poder es que no están dispuestos a hacer lo que hace falta. El establecimiento del socialismo como sistema económico requiere un acto masivo de robo (deben apropiarse los medios de producción de sus propietarios y entregarse al estado). Dicha apropiación es prácticamente seguro que provocaría una resistencia importante por parte de los propietarios, resistencia que solo puede superarse por el uso de fuerza masiva.

Los comunistas estaban y están dispuestos a aplicar dicha fuerza, como evidenciaba la Rusia soviética. Su carácter es el de los ladrones armados dispuestos a matar si es necesario para realizar el robo. Por el contrario, el carácter de los socialistas se parece más al de los rateros, que pueden hablar de dar un gran golpe algún día, pero en realidad no están dispuestos al homicidio necesario, así que renuncian ante la más mínima señal de resistencia seria.

Respecto de los nazis, generalmente no tenían que matar para incautarse de la propiedad de otros alemanes que no fueran judíos. Esto pasó porque, como hemos visto, establecieron el socialismo furtivamente, a través de controles de precios, que servían para mantener el disfraz externo y apariencia de propiedad privada. Los propietarios privados se veían así desprovistos de su propiedad sin saberlo y por tanto no sentían la necesidad de defenderla por la fuerza.

Creo haber demostrado que el socialismo (el socialismo real) es totalitario por su propia naturaleza.


En el momento actual en Estados Unidos no tenemos socialismo en ninguna forma. Y no tenemos una dictadura, no digamos una dictadura totalitaria.

Tampoco tenemos aún fascismo, aunque nos vayamos acercando a él. Entre los elementos esenciales que aún faltan están el gobierno del partido único y la censura. Seguimos teniendo libertad de expresión y prensa y elecciones libres, aunque ambas hayan sido socavadas y no puede garantizarse su pervivencia continua.

Lo que tenemos es una economía intervenida de mercado que está creciendo en su intervención  y que se caracteriza por una creciente pérdida de la libertad individual. El crecimiento de la intervención económica del gobierno es sinónimo de una pérdida de libertad individual porque significa iniciar cada vez más el uso de fuerza física para que la gente haga lo que no elige hacer voluntariamente o impedirle que haga lo que voluntariamente elige hacer.

Como el individuo es el mejor juez de sus propios intereses y al menos por lo general busca hacer lo que le interesa hacer y evitar lo que dañe sus intereses, de esto se deduce que cuando mayor sea el grado de intervención pública, mayor seré le grado en que se impide a los individuos hacer los que les beneficia y en su lugar se les obliga a hacer lo que les causa pérdidas.

Hoy en Estados Unidos, el gasto público federal, estatal y local suma casi la mitad de los ingresos monetarios de la porción de la ciudadanía que no trabaja para la administración. Quinces departamentos del gabinete federal y un número mucho mayor de agencias regulatorias federales, juntos, en la mayor parte con equivalente a nivel estatal y local, se entrometen regularmente en prácticamente todas las áreas de la vida del ciudadano individual. Se le grava, obliga y prohíbe de incontables maneras.

Los efectos de tal interferencia pública masiva son el desempleo, los precios al alza, la caída de los salarios reales, la necesidad de trabajar más y más duro y el crecimiento de la inseguridad económica. Otro efecto es el crecimiento de la ira y el resentimiento.

Aunque la política de intervencionismo del gobierno sea su objetivo lógico, la ira y el resentimiento que siente la gente normalmente se dirigen por el contrario contra los empresarios y los ricos. Es un error alimentado en su mayor parte por un establishment intelectual y medios de comunicación ignorantes y envidiosos.

Y de acuerdo con esta actitud, desde el colapso de la burbuja del mercado bursátil, que fue en realidad creado por la política de expansión del crédito de la Reserva Federal y luego pinchada por su abandono temporal de esa política, los fiscales públicos han adoptado lo que parece una política particularmente vengativa hacia ejecutivos culpables de falta de honradez financiera, como si sus acciones fueran responsables de las pérdidas extendidas que resultaron del colapso de la burbuja. Así, al antiguo jefe de una gran compañía de telecomunicaciones se le ha sentenciado recientemente a veinticinco años de prisión. Otros altos ejecutivos han sufrido sentencias similares.

Más inquietante es que el poder del gobierno para obtener simples acusaciones criminales se ha convertido en equivalente al poder de destruir una empresa, como ocurrió en el caso de Arthur Andersen, la principal empresa auditora. El uso amenazador de su poder fue entonces suficiente para obligar a las grandes empresas de correduría de seguros en Estados Unidos cambiaran sus directivas para satisfacer al Fiscal General del Estado de Nueva York. No hay forma de describir esas evoluciones que no sea que la condena y castigo sin juicio y la extorsión del gobierno. Son grandes pasos a lo largo de un camino muy peligroso.

Por suerte, sigue habiendo suficiente libertad en Estados Unidos como para reparar todo el daño que se ha hecho. En primer lugar está la libertad nombrarlo y denunciarlo.

Mas esencialmente, está la libertad de analizar y refutar la ideas que subyacen a las políticas destructivas que han sido adoptadas o pueden serlo. Y eso es lo que es crítico. Pues el factor fundamental que subyace en el intervencionismo y, por supuesto, también en el socialismo, ya sea nazi o comunista, no es sino las ideas erróneas, sobre todo, las ideas erróneas respecto de la economía y la filosofía.

Hay ahora un cuerpo extenso y creciente de literatura que presenta ideas sensatas en estos dos campos vitales. A mi juicio, los dos autores más importantes de esta literatura son Ludwig von Mises y Ayn Rand. Un conocimiento extenso de sus escritos es un requisito previo indispensable para tener éxito en la defensa de la libertad individual y el libre mercado.

Este instituto, el Instituto Ludwig von Mies, es el principal centro mundial para la divulgación de las ideas de Mises. Presente un flujo constante de análisis basados en sus ideas, análisis que aparecen en sus revistas académicas, sus libros y publicaciones y en sus artículos diarios de la web que se ocupan de los asuntos del momento. Enseña sus ideas y las ideas relacionadas de otros miembros de la Escuela Austriaca de economía a alumnos universitarios y a jóvenes profesores. Lo hace a través de Universidad de Verano de Mises, las Conferencias de Investigadores Austriacos y los distintos seminarios.

Dos formas muy importantes de luchar por la libertad son educarse hasta el punto de ser capaz de hablar tan elocuentemente en su defensa como lo hacen los investigadores asociados a este instituto o, si uno tiene el tiempo o la inclinación para hacerlo, apoyar financieramente al Instituto en su tarea vital en la medida en que se pueda.

Es posible invertir la corriente. No puede hacerlo una sola persona. Pero un número grande y creciente de gente, formada en la causa de la libertad económica y defendiendo y argumentando en su defensa siempre que sea posible, es capaz de formar gradualmente las actitudes de la cultura y por tanto de la naturaleza de su sistema político y económico.

Los que formáis esta audiencia ya estáis implicados en este gran trabajo. Espero que continuéis e intensifiquéis vuestro compromiso.

Publicado el 11 de noviembre de 2005. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe.

Ingeniería social, PURIFICACIONISMO OBSESIVO y genocidio

POR: Domovilu Melimilla

Convengamos en que, a excepción de un puñado de desquiciados que jamás faltan en ninguna época y lugar, a la gente no le gusta ser o sentirse «mala». Lo que motiva a todo activista comprometido es el sentido del ideal, el anhelo de «salvar el mundo», el deseo de plegarse a «las fuerzas de la luz que impulsan la historia». Dicho en palabras más duras: los grandes atropellos y masacres multitudinarias del mundo se han cometido siempre, pero SIEMPRE, invocando algún elevado propósito, un motivo sagrado, un ideal sublime. Se cometieron genocidios en nombre de D’s, de la Virtud, de la Patria, de la Justicia Social, del Pueblo, de la Raza, de los Pobres y Oprimidos, y la lista es larga y sigue. Las hordas desbocadas no salen pues a cometer genocidios por simple maldad, ¡sino todo lo contrario!

El típico argumento reduccionista es: si se cometieron atropellos en nombre de D’s (de la Virtud, de la Patria, de la Justicia Social, del Pueblo, de la Raza, de los Pobres y Oprimidos; elija el que prefiera), ergo D’s (la Virtud, la Patria, la Justicia Social, el Pueblo, la Raza, o los Pobres y Oprimidos; ídem anterior) es malo. Es un argumento que no solo peca de simplista, sino que además adolece de una peligrosa superficialidad. Es más, he constatado que quien usualmente lo esgrime, suele ser fanático partidario de cualquier otro de los motivos citados… Quiero decir: le parece monstruoso cometer masacres en nombre de la Raza, por ejemplo, pero si es en aras de la «Dictadura del Proletariado», ah, bueno, entonces está bien…

Este es un problema en el que llevo décadas reflexionando. Con el tiempo, creo que alcancé a comprender el mecanismo de fondo: qué conduce a esas masas organizadas de idealistas a perpetrar atrocidades, llegando hasta el genocidio.

No se trata solamente del problema de que cuando uno está en grupo se envalentona, y comete actos radicales que en solitario jamás se le pasarían por las mientes. No se trata solo de la pérdida de responsabilidad que implica el difuminar la propia identidad dentro de la masa amorfa y más o menos sumisa a la verborrea del líder. Todo eso se ha señalado muchísimo antes por otros, no es nada nuevo. Pero nadie nace masificado. El líder es líder porque antes aglutinó a esa masa en torno a su liderazgo. En algún momento previo, el líder tuvo que vender sus ideas. Y esas ideas prendieron.

Nos engañaríamos si nos empeñáramos en creer que «es que al principio esos líderes desarrollaban un discurso hermoso y agradable, que solo radicalizaron después, cuando ya tenían el corazón de la masa conquistado». Porque no: jamás fue así. «Mein Kampf» ya estaba escrito y era bien claro en sus objetivos mucho antes de que el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán llegase al poder. Lo mismo que estaban escritos y eran bien claros el Manifiesto Comunista, o los panfletos incendiarios de Lenin, etc. La gente se adhirió masivamente a esos movimientos (y lo sigue haciendo a pesar de un demostrado historial de crímenes monstruosos), no a pesar de que predicasen la necesidad de una cierta violencia, sino precisamente a causa de ese discurso. A muchas personas les encanta sentirse buenas mientras hacen cosas espantosas. No entiendo por qué la psique humana funciona así, pero lo veo en funcionamiento en todos los atropellos deliberados… E incluso en una enorme proporción de la producción cinematográfica habitual: los «buenos» ejercen su bondad matando; o en el mejor de los casos, repartiendo justicieros mamporros.

Claro que si el líder hubiese advertido desde el principio: «vamos a masacrar a MILLONES de personas perfectamente desconocidas, quizás incluso inocentes», muchos se habrían echado atrás en el acto. La masacre no habría comenzado jamás. Pero ningún líder mesiánico hace eso. Lo que te dicen es: «vamos a construir el paraíso sobre la Tierra, pero antes debemos PURIFICAR la sociedad. Debemos limpiarla de enemigos, de aquellos que obstruyen el camino hacia nuestro ideal». Y entonces se señala al enemigo a aniquilar.

El enemigo a aniquilar es inicialmente minoritario: «un puñado de gusanillos insignificantes, nada más, y el camino hacia la gloria quedará expedito». De modo que las masas se abocan con entusiasmo a participar de la misión purificadora, o cuando menos la aplauden con entusiasmo. Mucha propaganda continua se asegura de conseguir que quien ose disentir, inmediatamente sea identificado con las fuerzas de la oscuridad. ¿Quién puede ser tan perverso o mezquino de oponerse a los magníficos ideales que propugna el movimiento purificador?

Pero más tarde o más temprano, acabamos constatando que la espiral purificadora no tiene fin. Y el futuro radiante prometido se aleja como el horizonte a pesar de que la masa corre alocada a su encuentro: por desgracia, a medida que la sociedad se purifica, siempre se detectan nuevas impurezas. La labor purificadora, una vez iniciada, no parece querer detenerse jamás, sino lo contrario: a medida que avanza amplía círculos y métodos. Los enemigos a eliminar son cada vez más, y los medios empleados contra ellos se van volviendo cada vez más inhumanos.

Esta es la espiral del Purificacionismo Obsesivo que está en la base de todas las ideologías potencialmente genocidas: se empieza eliminando a lo que se considera «negro», una vez eliminado lo «negro», empieza a molestar lo «gris oscuro», y a medida que los matices de gris más oscuro van siendo eliminados a su vez, el proceso continúa hacia los grises más claros. Por definición, solo el líder representa al blanco impoluto. El líder y sus perros asesinos, aunque en algún momento ya avanzado de la obsesión purificacionista, pueden empezar las «purgas» incluso entre los perros más fieles del régimen.

Aquí es donde, demasiado tarde para tantas víctimas inocentes, el proceso se suele interrumpir: cuando los propios amos de las vidas ajenas empiezan a sentir que las suyas propias peligran. Y en ocasiones, ni así: algunos regímenes purificacionistas solo han sido detenidos por la fuerza de algún enemigo exterior.

Digamos pues que la raíz del genocidio no se encuentra en los motivos que se esgriman para justificarlo; porque aquellos no son constantes, sino que cambian según la época y el lugar. Sino en la arrogancia de los que se pretenden autoridades sobre la vida ajena, amos de la sociedad para moldearla según su capricho, los obsesionados con la purificación nacional, con el nuevo hombre, con la sociedad perfecta: los ingenieros sociales y sus borreguiles masas de seguidores.

Irán paga 3.000 euros semanales a Pablo Iglesias | Verdadera Izquierda

¡MENUDO CANALLA! Cada vez le tengo mas asco al chulito este que además no tiene ni media ostia.

LEAN, LEAN, PINCHAR ENLACE:

Irán paga 3.000 euros semanales a Pablo Iglesias | Verdadera Izquierda.

Irán no se merece estar ni en las Naciones Unidas ni en el Fondo Monetario Internacional

Irán no se merece estar ni en las Naciones Unidas ni en el Fondo Monetario Internacional.<<CLICK EN EL ENLACE<<

 

 

 

LIBIA: UNA GUERRA DE PERDEDORES Y VENCIDOS.

 

POR: Federico Jimenez Losantos

Ni siquiera hay entusiasmo en las huestes del «no a la guerra», siempre que en ella participen los norteamericanos. El Sindicato Titiritero de Zapatero (STZ) ha justificado el alineamiento militar de España desde antes de la resolución de la ONU y del comienzo de los bombardeos contra Gadaffi como un «mal menor», es decir, como los países civilizados suelen considerar la política internacional. Siempre he tenido un profundo desprecio político por estos chequistas de media jornada, pero ahora el desprecio intelectual y moral supera en mucho al político. Bien es verdad que su caudillo intelectual, presidente del Gobierno hasta el 2 de Abril, está a la altura de sus mesnadas. Y que su sucesor es un Beria sin Siberia. En cuanto al PP, por una vez no cabe reprocharle nada porque nada ha hecho. Ni bueno, ni malo, ni regular: nada. Y casi es el único a la altura de tan penosas circunstancias, porque, no nos engañemos, estar machadianamente «a la altura de las circunstancias» en la guerra de Libia es optar entre zanjas y alcantarillas.

Siempre he defendido que la caída de un tirano siempre es buena si con ello no llega otro peor, cosa harto posible: Ho Chi Minh, Jomeini, Castro, Mugabe y cien más lo prueban. Creo que la intervención de las democracias occidentales a favor de las libertades en los países con regímenes totalitarios debe ser continua, basada en el apoyo a la población civil que se opone a la dictadura y sin excluir lo militar. Pero la capacidad y la eficacia someten a ese principio de injerencia humanitaria al arbitrio del cálculo a veces, razonable; a veces, abominable. Los Estados Unidos no invadieron Cuba –Kennedy dejó tirados en Bahía de Cochinos a dos mil cubanos voluntarios, pero reclutados y entrenados por ellos- y ojalá lo hubieran hecho. Pero, sea por el voto cubano-americano, sea por un cierto decoro democrático, al menos no son como el Gobierno de ZP, dedicado, como toda la patulea titiritera, a defender a Castro e insultar a sus víctimas.

En Libia, yo no creí posible el ataque a Gadaffi porque el desconcierto euroamericano en política exterior es total, sin paliativos, no sin consecuencias. A los dos días del ataque, lo único claro es la voluntad de Sarkozy, y de Francia, de probar donde hay que probarlo su condición de potencia mediana pero fiera. Contra lo que yo pensaba, el águila y el cóndor se escondieron detrás del gallo aunque finalmente la envergadura de cada uno mostrará su verdadera capacidad. Pero política, sólo la ha demostrado Sarkozy. Obama, Premio Nobel de la Paz, hace una guerra remilgada, porque la de Libia ya no sería heredada sino propia. Y sin los USA, desde las Malvinas, los británicos no toman nunca la iniciativa, aunque sigan siendo una potencia militar algo mayor y más fiera que Francia.

Pero da la impresión de que Francia –o al menos Sarkozy- sabe lo que quiere. Los demás, no. Y España, menos. No era necesario que ZP hiciera lo mismo que Felipe en la I Guerra del Golfo: mandar los soldados a la guerra. Le hubiera bastado hacer lo de Aznar en la II: mandar las tropas después de que los americanos la ganaran, para asegurar el cambio del régimen de Sadam Hussein. Pero el desertor de Irak se nos ha vuelto legionario en Libia, cuando no se sabe qué intereses tenemos allí pero sí sabemos que nuestra aportación no puede ser muy importante en lo militar, aunque en lo político-turístico podamos reeditar la conferencia de paz posterior, como hizo Felipe con Bush padre y Gorbachov. A ZP no le dejaría el Rey como a González bajar sin él la escalinata del Palacio Real, pero la intendencia de la paz, la bordaríamos. Potencia turística, sí somos.

Uno tiene la impresión -que, naturalmente, deben corroborar los hechos- de que Gadaffi es uno de esos perdedores cuyo destino está sellado no sólo por su presente sino por su pasado. Pero los que deben derrotarlo son, por decisión o dimisión propia, vencidos. Porque las democracias occidentales, ante el Islam y ante cualquier dificultad seria, se han rendido, aunque no sepan bien ante quién deben hacerlo. Ya están los USA pensando en dejar a Gadaffi en el poder tras derrotarlo, como hicieron con Sadam Hussein en la I Guerra del Golfo. Y los británicos, viendo las vacilaciones de Washington, están inquietos. La Liga Arabe ha protestado porque dice que la intervención, que acaba de empezar, se aleja de lo previsto, que a saber qué dirán ahora que era. Yo creo que lo sensato, ya metidos en harina, es acabar cuanto antes con Gadaffi y hacer administradora de la Libia Libre a Francia, mitad el Elíseo, mitad, si aún existe, el Club Mediterranée. El que parece dispuesto a asumir más responsabilidad es Qatar, el patrocinador del Barça, que anuncia el envío de cuatro aviones. Su publicista Guardiola, tan arábigo y cirenaico, sería un embajador extraordinario.

 

Un nuevo orden mundial, una nueva ley, una nueva religión; PROGRAMA DE ISLAMIZACIÓN MUNDIAL.

 

PRUEBAS, PRUEBAS Y MAS PRUEBAS, PRUEBAS INCONTROVERTIBLES E INDISCUTIBLES.

Y no hay que olvidar otra cosa que los musulmanes tienen un DOBLE LENGUAJE el que usan entre ellos Y EL QUE USAN CON LOS OCCIDENTALES, YA SEA EN INGLÉS, FRANCÉS, ALEMÁN O ESPAÑOL.

Son tres videos con ARGUMENTOS QUE NO ADMITEN DISCUSIÓN por mucho que los ZetaPes, Pajines, Bibianas, Titiriteros varios como todos esos que apoyaron el barco de «supuesta» ayuda a los palestinos (¡¡¡PANDA DE FARSANTES…..!!!!) y que también se posicionan del lado de dictaduras feroces como la ejercida por los Castro en Cuba o la cada vez mas afianzada en Venezuela, manejada por el ínclito «Mugre» Chavez (las cuales, ¡oh, que casualidad, mantienen buenas relaciones con el los islamistas), digan.

El texto que los acompaña LO SUSCRIBO AL QUINIENTOS POR CIEN (por lo menos).

DESPIERTAAAA QUE ESTO ESTÁ PASANDO EN TUS NARICES, Y TE TIENEN ENTRETENIDO CON ESTUPIDECES!!!
NO DIGAS LUEGO QUE NO SE TE AVISÓ!,

El mundo está en camino a un gobierno mundial, bajo una religión única.

Ya existe todo un programa de islamización en Europa y las Americas, que está avanzando a pasos agigantados.

Una verdad que NO SE DEBE IGNORAR.

El islam es una religión de paz Esto es lo que nuestros políticamente correctos políticos proclaman. Aunque políticamente correcta, esta proclamación no es correcta. A decir verdad, el islam no es una religión de paz. Es una religión de odio, terror y guerra.

El islam como lo enseña el corán y como lo vivió Mahoma de acuerdo a los hadices (biografía y dichos de Mahoma), es una religión de Injusticia, Intolerancia, Crueldad, Aburdidades, Discriminación, Contradicciones, y fe ciega.

El islam promueve el asesinato de no-musulmanes, abusos de los derechos humanos de minorías y de las mujeres. El islam se expandió mayormente a través de Yijad (guerra santa contra no-musulmanes) y forzó su expansión mediante el asesinato de no-creyentes y disidentes. En el islam, la apostasía es el crimen más grande, castigado con la muerte. Mahoma mismo era fundamentalista, de manera que el fundamentalismo no puede separarse del islam verdadero.
El islam es el culto a satanás que vino a ENGAÑAR (por Al taqiyya), MATAR Y DESTRUIR (Yijad).
Un foro de discución
http://yahel.wordpress.com/

Miles de videos en:
www.muhammadtube.com

TEXTO BY: verdadalaluz |