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LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: El juramento mas fuerte y otra historia.

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El juramento más fuerte

Un día, el imam acusó a Nasrudín de ser un impostor:
—¡Estoy dispuesto a jurar por el Profeta que ni una sola palabra de tus observaciones místicas es verdadera!
—¡Y yo juro por Adán que todo lo que he dicho es cierto!, respondió el Mullah.
Una multitud de curiosos, que decidieron creer al imam y no al Mullah, agarraron a Nasrudín y lo llevaron ante el rey.
—Me han dicho que eres un impostor, dijo el monarca al Mullah. Si descubro que eres también un blasfemo, sufrirás el más terrible de los castigos.
—¡Todo el mundo ha perdido el juicio!, dijo Nasrudín con brusquedad. ¿Cómo puedo ser culpable cuando mi juramento era el más fuerte de los dos? El Profeta era un hombre, pero Adán fue el antepasado de todos los hombres, así que mi juramento supera y anula al juramento que implique a uno de sus descendientes.

HodjatheKing

Irse de la lengua

Nasrudín viajaba por la India cuando se encontró con otro viajero en el camino.
—¿De dónde vienes?, preguntó el hombre.
—De Bombay, contestó el Mullah.
—¿Y adónde vas?
—A Delhi, fue la respuesta.
—¿Qué piensas de las gentes que has encontrado en tus viajes?
—En general, la gente normal se ha mostrado amable y hospitalaria, dijo Nasrudín. He oído que el gobernador de Bombay es un tirano. ¡Se dice que es mil veces más opresor que el mismo Gengis Khan!
—¿Y tú sabes quién soy yo?, preguntó el extranjero con voz forzada.
—Soy nuevo aquí, y no he tenido el honor…
—¡Soy el gobernador del que hablas!
—¡Ay de mí! ¡Qué vergüenza que nos hayamos encontrado el día que mi lengua ha decidido actuar sin usar el cerebro!, dijo Nasrudín con tristeza.

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LOS INGENIOSOS CUENTOS DEL MULLÁH NASRUDIN: «El Rapsoda»

HodjatheKing

Nasrudín solía contar la historia de un noble, inmensamente rico, que decidió un buen día que debía contar entre su séquito con un rapsoda que compusiera y cantara himnos y alabanzas a su persona. Para ello, ordenó que buscaran al mejor juglar que hubiera en todo el mundo. De regreso, los enviados contaron que, en efecto, habían hallado al mejor rapsoda del mundo, pero que era un hombre muy independiente que se negaba a trabajar para nadie.
El noble no se dio por satisfecho y decidió ir él mismo en su búsqueda. Cuando llegó a su presencia, observó al juglar, que amén de ser muy independiente, se encontraba en una situación de extrema necesidad.
—Te ofrezco una bolsa llena de oro si consientes en servirme, le tentó el rico.
—Eso para ti es una limosna y yo no trabajo por limosnas, contestó el rapsoda.
—¿Y si te ofreciera el diez por ciento de mi fortuna?
—Eso sería una desproporción muy injusta, y yo no podría servir a nadie en esas condiciones de desigualdad.
—¿Y si te diera la mitad de mi fortuna, accederías a servirme?, insistió el noble rico.
—Estando en igualdad de condiciones no tendría motivo para servirte.
—¿Y si te diera toda mi fortuna?
—Si yo tuviera todo ese dinero, no tendría ninguna necesidad de servir a nadie.