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La no-ley que legalilza todo crimen

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La predominancia del COLECTIVISMO SOCIALISTA mediante el ESTATISMO en sus variadas formas (pero con el mismo fin de someter al individuo), han lavado la cabeza de millones en la creencia letal de que la ley puede «surgir», «ser creada» desde cabezas humanas reunidas en un recinto.

Y no, el hecho de que LA LEY, emana de algo más allá de seres en igualdad de la especie que por lo tanto jamás pueden legislar sobre-contra ella misma.

Lo cual es «ellos mismos» y destrona toda la farsa de la «creación de leyes», por un grupo de no otra cosa que delincuentes de la más alta soberbia.

La ignorancia masiva sostiene esa perversión y los efectos jamás pueden cambiar, mientras la humanidad no sea consciente de que por el hecho de esa NATURALEZA EN COMÚN COMO ESPECIE, fueron reconocidos como autoevidentes LOS DERECHOS INDIVIDUALES NATURALES (LEY NATURAL).

Desde ese basamento absoluto, debería ser imposible que los criminales que a diario son obedecidos como si fuesen los ancestrales sacerdotes de una secta que bajo el designio e inspiración de los dioses, pueden someter a capricho, legislar y violentar a piacere a todo aquel que se encuentra bajo su potestad. O sea: toda la población menos ellos.

Nada ha cambiado con la DEMAGOGIA POPULISTA y la ignorancia vocacional, el embrutecimiento de una mayoría adoctrinada, por no procurarse la propia educación como seres individuales.

Y no como esclavos de los políticos bajo discursos hipnóticos, mentiras y distorsiones de conceptos, pervirtiendo el lenguaje y las mentes. (Individuo Libre)

El problema de la libertad

Winston Churchill, primero, y Oriana Fallaci, después, habían anunciado que el fascismo regresaría travestido de antifascismo. Y así está siendo

Por: Almudena Negro Konrad 

La sociedad occidental se encuentra como siempre en una encrucijada entre libertad o totalitarismo. Décadas de socialdemocracia, que no es más que un grado del socialismo como la Coca Cola Zero lo es de la Coca Cola, han convertido a nuestras sociedades en acomodaticias e infantilizadas. Dependientes de la propaganda que se traslada a través de los «comprometidos» medios de comunicación y de las sociedades clientelares. La paguita. Así se puso de manifiesto en el debate sobre el estado de la nación española, con Pedro Sánchez ofreciendo recetas fracasadas y subvenciones. Ni una sola propuesta que de verdad pueda ayudar a las clases medias, cada vez más bajas. Algo que celebraron con fruición en la extrema izquierda, pero no solo. El problema es grave por cuanto la mentalidad estatista y el totalitarismo liberal se han extendido por todo el mundo. Y ha conformado regímenes que podrían ser calificados como regímenes estupidocráticos. La característica principal de las actuales oligarquías se subsume perfectamente en el principio de Hanlon: no atribuyas a la maldad lo que puedas atribuir a la estupidez. Hoy, la razón, la tradición y la ciencia han sido sustituidas por las emociones y el cientificismo. Los parlamentos, pero también las universidades, son más una guardería que lugares para la reflexión.

Tras el derrumbe por implosión del Muro de Berlín y de la socialdemocracia leninista han aparecido no pocas formas totalitarias escondidas tras un supuesto neoliberalismo (otra forma de la socialdemocracia). Fukuyama erró, hoy está claro, cuando anunció el fin del la historia. Winston Churchill, primero, y Oriana Fallaci, después, habían anunciado que el fascismo regresaría travestido de antifascismo. Y así está siendo. Las hoy triunfantes bioideologías (de género, ecologistas, de la salud…), que actúan como verdaderas Ersatzreligionen, hunden sus raíces en el biologicismo propio del nacional socialismo alemán. No es extraño. Al fin y al cabo, el nacional socialismo fue una herejía de la religión marxista.

El democratismo es hoy la coartada del totalitarismo liberal. Muchos creen que porque votamos cada cuatro años vivimos en democracia. Algo completamente falso. Basta con recordar que bajo la dictadura de Francisco Franco en España se votaba. Como se vota en la Venezuela de Nicolás Maduro; un régimen que nada tiene que ver con la democracia.

Por otra parte, y debido a la mentalidad estatista imbuida en las sociedades libres desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, muchos confían su vida, bienes y libertad a esa máquina artificial llamada Estado, que es hoy el gran enemigo de la libertad. Un Estado moral y minotauro conformado como religión secular que nos dicta lo que debemos de pensar y cómo debemos de vivir. Contra el que no cabe derecho de resistencia, propio del derecho natural anterior a la aparición de esa máquina artificial que todo lo monopoliza y que ha sustituido la ley por legislación. Despojo legal, que diría Bastiat.

El declive de nuestras sociedades se percibe en todos los ámbitos. El lassalliano y teocrático «el Estado es dios» se ha hecho realidad. Lasalle sostuvo que es el Estado el que tiene la función de realizar la evolución de la libertad. ¡Qué barbaridad y cuántos, a izquierdas y derechas, se la han creído! Ortega y Gasset advirtió certeramente contra el Estado, al que consideraba «el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización».

Contribuye a ello la confusión, en la que caen no pocos liberales, entre Estado y Gobierno. Cuando es posible un Gobierno sin Estado, pero no un Estado sin Gobierno. El origen se encuentra en las palabras anglosajonas State y Government.

Los liberales defendemos un gobierno limitado. La tradición liberal española, por su parte, es antiestatista. Podría entrar aquí en las absurdas disquisiciones teóricas entre minarquismo, paleoliberalismo, anarcocapitalismo y demás tribus o colectivos liberales, que tanto han contribuido a la huida de la defensa de la libertad. No lo haré. Soy individualista y me importan bien poco los debates histriónicos (¿puedo vender el riñón de mi hijo?, por ejemplo) que en la mayoría de los casos nada aportan a la defensa de la libertad y sí mucho a la confusión y al rechazo a las ideas liberales.

Otros creen que la libertad se limita a la libertad económica. Algo que abrazan con fruición casi orgásmica los tecnócratas de todos los partidos. Esto explica que existan liberales que tengan a Singapur por el colmo de la libertad, cuando es un régimen autoritario. La mayoría de estos liberales beben en las fuentes nacionalistas de partidos como la extinta CiU. Cuando el nacionalismo, colectivista, es incompatible con la defensa de la libertad puesto que subsume al individuo en la tribu. Siempre y sin excepción. No existe el nacionalismo bueno desde el punto de vista de la libertad.

Como es incompatible el liberalismo con las nuevas formaciones políticas conservadoras, algunas ultraconservadoras, surgidas recientemente, cuyo programa económico suele basarse en la bajada de impuestos mientras que el resto de sus propuestas oscilan entre lo demagógico, lo autárquico y el proteccionismo.

Decía Jean François Revel en El conocimiento inútil que el liberal simplemente observa, toma lo que funciona y desecha lo que no funciona. Marañón sostenía que ser liberal era una forma de vida, una actitud: «Se debe ser liberal sin darse cuenta, como se es limpio, o como, por instinto, nos resistimos a mentir».

Un debate entre un liberal y un colectivista es una pérdida de tiempo porque la fe no se puede combatir con la razón o los hechos. Menos en los tiempos de la tecnociencia («todo lo que puede hacerse debe ser hecho», Lorenz) y el cientificismo. Porque, al contrario que el socialismo, el liberalismo no es una ideología. Ideologías que, afirmaba Revel certeramente, actúan como triple dispensa: moral (y ética), intelectual y práctica. Ayn Rand decía que con un colectivista «no se puede razonar. No está abierto a la razón. No puedes hablar con él: no puede escuchar». Basta con abrir un periódico o ver un telediario para darse cuenta.

LAS DESVENTURAS Y MALDADES DE LA BONDAD EXTREMA SOCIAL-COMUNISTA.

No considere a los colectivistas como ‘idealistas sinceros pero engañados’. La propuesta de esclavizar a algunos hombres por el bien de otros no es un ideal; la brutalidad no es ‘idealista’, no importa cuál sea su propósito. Nunca diga que el deseo de ‘hacer bien’ por la fuerza es un buen motivo. Ni la impetuosidad ni la estupidez son buenos motivos. AYN RAND.

AYN RAND.

No hay diferencia entre comunismo y socialismo, excepto en la manera de conseguir el mismo objetivo final: el comunismo propone esclavizar al hombre mediante la fuerza, el socialismo mediante el voto. Es la misma diferencia que hay entre asesinato y suicidio. 

AYN RAND.

Por: Carlos Aurelio Caldito Aunión

Es mucha la gente, demasiada, que hoy en pleno siglo XXI piensa que el comunismo es bueno y que sus seguidores y quienes han pretendido llevarlo a la práctica, durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI, es gente bienintencionada, todo ello a pesar de las enormes maldades que el socialcomunismo ha ocasionado durante décadas y décadas: hambre, enfermedad, muerte, tragedias y más tragedias, en nombre del socialismo.

Dicen que la ignorancia es muy atrevida y lleva a decir tonterías. Así es, sin duda. Y, para más INRI quienes hacen de altavoces del social-comunismo, ahora travestido de globalismo (¿qué fue primero, el huevo o la gallina?) están logrando, tras haber asaltado las univesidades y los centros de enseñanza en general, que la gente haga un acto de desmemoria y siga mirando con simpatías las diversas fórmulas colectivistas, intervencionistas, de planificación centralizada de la economía y la cada vez mayor limintación de derechos y libertades, con los pretextos más increíbles… Claro que, en parte, la buena fama del social-comunismo guarda relación con el hecho de haber sido los vencedores del nazi-fascismo en la segunda guerra mundial. Aunque, esto último es harina de otro costal, y asunto a tratar en otro texto.

Pues sí, sigue habiendo una inmensa -que no famélica- legión de progres que consideran que la URRSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) actuaba de buena fe y que sus dirigentes, eran buena gente si su proyecto no funcionó es porque se equivocaron (aquello de «humanum errare est»). Pues, como bien se sabe Lenin, Stalin, Mao, Pol-Pot, y etc. estaban movidos por su enorme amor a la Humanidad y su objetivo fundamental era conseguir un mundo feliz donde los humanos gocen del amor… y, cómo no, merjorar las condiciones de la clase trabajadora. Lo que ocurre es que lo hicieron de manera equivocada.

La mayoría de los jóvenes estadounidenses prefiere el socialismo o el comunismo al capitalismo, según estudios de opinión realizados en los últimos años… el 51 por ciento de esos estadounidenses actualmente entre las edades de 21 y 29, “millennials” (generación del milenio), preferiría vivir en un país socialista o comunista que en un país capitalista.

Ya digo, la URRSS y sus países satélites (Alemania Oriental, Rumanía, Yugoslavia, Hungría, Polonia, Checoslovaquia, etc.) no fueron un regímenes malvados.

La revolución bolchevique, allá por 1917, dio lugar casi instantáneamente a un estado de partido único con represión de la disidencia, ejecuciones sumarias, campos de concentración (con unos 70.000 reclusos en el momento de la muerte de Lenin a principios de 1924), una campaña estatal concertada contra la religión, terror contra el campo. – y así sucesivamente.

Sin mencionar una policía secreta dieciséis veces más grande que cualquier cosa que el Zar Alejandro hubiera construido.

Y eso sin mencionar las atrocidades mucho peores que vinieron después: más de cien millones de muertos (algunos hablan de ciento cincuenta millones).

Oigan, ucranianos, estamos llevando a cabo la colectivización de una manera que matará de hambre a millones de ustedes, pero cariño, no se atrevan a olvidar que nuestros corazones están en el lugar correcto. 

El Holodomor, la mejor muestra de la bondad extrema del socialcomunismo.

La colectivización forzosa impuesta por Iósif Stalin condenó a una cruel muerte por inanición a unos siete millones de personas en toda la Unión Soviética, particularmente en Ucrania. El aparato del Estado requisó cosechas y alimentos y cercó poblaciones enteras para que nadie pudiera salir, sentenciando a sus habitantes a una muerte segura.

Ucrania, Kazajastán y el norte del Cáucaso fueron las regiones más castigadas por la «colectivización forzosa» propuesta por el Estado. Esta obligaba al campesinado a convertirse en proletario. A finales de 1927 estalló la llamada «crisis de las cosechas», cuando se produjo una caída espectacular en las entregas de los productos agrícolas a los organismos del Estado y se agravó en 1928, cuando los campesinos sólo pudieron entregar 4,8 millones de toneladas en lugar de los 6,8 millones del año anterior.

Aquella situación proporcionó a Stalin el pretexto perfecto para intervenir directamente en Ucrania. Como respuesta a aquella crisis, la Unión Soviética puso en marcha un plan quinquenal encaminado a desarrollar un ambicioso proyecto económico además de proceder a la modernización de la industria pesada en todo el país. Y una de sus propuestas estrella consistía en que fueran las exportaciones de trigo quienes pagaran la factura: la exportaciones de trigo ucraniano.

A partir de 1930, destacamentos de la Dirección Política del Estado (GPU) comenzaron a requisar de forma abusiva el grano y el trigo ucranianos, dejando las tierras sin las semillas necesarias para que pudieran germinar, ni tampoco dieron tiempo suficiente a la tierra para que se pudiera volver a plantar.

El 7 de agosto de 1932 se aprobó la Ley de las Espigas, que establecía castigos para todos aquellos que estuviesen en contra de la confiscación y, sobre todo, para todos los campesinos que se atreviesen a robar grano. De esa manera, se impusieron penas de prisión a muchas personas que fueron encarceladas en centros penitenciarios de las ciudades de Balashevo o Elan. A pesar de aquellas medidas, los robos fruto de la desesperación fueron tan elevados que las autoridades crearon tribunales para dictar penas de muerte a los saqueadores. Según registros de la época, bajo el paraguas jurídico de la Ley de las Espigas se ejecutó a 5.400 personas y 125.000 más fueron enviadas a los gulags de Siberia.

Al amparo de la Ley de las Espigas se ejecutó a más de 5.000 personas y unas 125.000 más fueron enviadas a los gulags.

Temeroso de una contrarrevolución, Stalin tenía muy presente la revuelta de los campesinos ucranianos durante la Guerra Civil Rusa que tuvo lugar entre 1918 y 1921. Conocedor de la hambruna que sufría el país a comienzos de los años treinta, en 1932 tomó la decisión de endurecer las condiciones en Ucrania, bloqueando las fronteras del país para que la gente no pudiera salir y creando unas brigadas que iban de casa en casa confiscando la comida de los campesinos.

Conocido como Holodomor, palabra ucraniana que significa «matar de hambre», el programa diseñado por el Estado soviético tenía una doble finalidad: por una parte pretendía eliminar físicamente a los campesinos que se resistían a las colectivizaciones forzosas de sus tierras, sobre todo a los kulaks, pequeños propietarios de tierras y ganado, y, por otra, reprimir cualquier síntoma de rebrote del nacionalismo ucraniano que se definía como proeuropeo y anti Moscú.

En apenas unos meses, a comienzos de la primavera de 1932, los campesinos ucranianos empezaron a morir de hambre. Algunos documentos hablan de niños con el vientre hinchado por la falta de alimento, familias enteras obligadas a alimentarse de hierba o cortezas de roble, e incluso se comían a los perros y a los gatos. La situación llegó a tal punto que algunos historiadores afirman que en las zonas rurales más pobres se generalizó el canibalismo y los cadáveres se agolpaban en las calles porque nadie tenía fuerzas para poder darles sepultura.

En la obra Todo fluye, del ucraniano Vasili Grossman, el autor describe los efectos de la hambruna de la siguiente manera: «Al principio el hambre te echa de casa. Primero es un fuego que te quema, te atormenta, te desgarra las tripas y el alma: el hombre huye de casa […]. Luego llega el día en que el hambriento vuelve atrás, se arrastra hasta casa. Esto significa que el hambre le ha vencido, aquel hombre ya no se salvará. Se mete en la cama y permanece tumbado. Una vez el hambre lo ha vencido, el hombre ya no se levantará, no solo porque ya no tenga fuerzas: le falta interés, ya no quiere vivir. Se queda tumbado en silencio y no quiere que nadie lo toque. El hambriento no quiere comer […] no quiere que le molesten: quiere que le dejen en paz».

De los campos de trigo llegaba un hedor insoportable, y la gente hambrienta se arrastraba hasta allí para cortar las espigas y comérselas, pero al no poder digerirlas morían allí mismo. Era tal la cantidad de cadáveres que se acumulaban en los campos, que los soldados de la GPU tuvieron que emplear trenes para retirar los cuerpos sin vida y cavar gigantescas fosas comunes para evitar que se propagasen enfermedades. Los campesinos que eran capturados por la GPU eran sometidos a terribles torturas en los centros de detención.

Nadezhda Alilúyeva, segunda esposa de Stalin, pidió a su marido que reconsiderase su política en Ucrania. Nadezhda se había negado a llevar la vida cómoda que le ofrecía el Kremlin y quiso ingresar en la Escuela Técnica. Allí descubrió la realidad de la miserable vida que llevaba la mayoría de la población. Sus compañeros de trabajo le hablaron de las detenciones y de los fusilamientos arbitrarios que su marido le negaba que sucedieran. Este baño de realidad unido a las continuas infidelidades de Stalin sumergieron a Nadezhda en una profunda depresión. Una noche, en noviembre de 1932, al regresar de una celebración conmemorativa del aniversario de la Revolución, Nadezhda fue hallada muerta en su habitación junto a un revólver Walther, aunque Stalin obligó a los médicos a redactar un informe en el que se informaba que había muerto de apendicitis.

El Holodomor fue silenciado en muchos países gracias al eficiente aparato de propaganda del Komintern (Internacional Comunista), que logró desviar la atención del problema y vender una buena imagen de la URSS a nivel internacional. El antiguo Primer Ministro de Francia y líder del Partido Radical, Édouard Herriot, viajó a Ucrania en 1933 para conocer de primera mano la situación, pero lógicamente las autoridades soviéticas le hicieron visitar granjas donde había comida en abundancia y los campesinos parecían felices. Sorprendido por el resultado de la visita, sus palabras fueron: «¡Pues bien, afirmo que he visto al país como un jardín a pleno rendimiento!».

Gran Bretaña, Estados Unidos y la Sociedad de Naciones adoptaron la misma postura que Francia. Tan sólo unos periodistas italianos presentes en Kharkov, Odessa y Novorossisk quisieron denunciar lo ocurrido, aunque no pudieron informar de los hechos debido a que la Italia fascista de Benito Mussolini, que en aquellos instantes estaba intentando normalizar sus relaciones diplomáticas con la URSS, les prohibió hacerlo.

A inicios de 1934, el Holodomor finalizó en toda Ucrania, Kazajastán y el norte del Cáucaso. El resultado fue que alrededor 7 millones de personas murieron de inanición, y hasta un total de 40 millones de personas en toda la Unión Soviética se vieron afectadas por la hambruna. Para muchos historiadores, el Holodomor que tuvo lugar entre 1932 y 1934 fue el mayor crimen cometido en época de Stalin y de toda la historia de la Unión Soviética, constituyendo una de las mayores tragedias humanitarias del siglo XX.

Para saber más acerca de las bondades del socialcomunismo, les recomiendo que lean ustedes:

«Las desventuras de la bondad extrema»

Mauricio Rojas expone en su libro una de las principales paradojas del marxismo: cómo la bondad extrema de los supuestos fines –la salvación de la humanidad, la búsqueda del hombre nuevo y la construcción del paraíso en la tierra–, se convirtió en la maldad más cruenta y extrema capaz de exigir cualquier sacrificio de vidas humanas para imponer el «progreso». El texto es un recorrido personal que comienza en el doloroso desengaño sufrido ante la utopía marxista y desemboca años después en la asunción personal de los principios de la democracia liberal, donde en vez de la liberación colectiva del género humano prevalecen ya los derechos del individuo, la libertad y la responsabilidad moral de la persona.

 Aquí puede descargar el libro en formato PDF.

El socialismo es una forma de locura criminal / Socialism is a form of criminal madness

El socialismo es tierra fértil para gobernantes con delirios psicopáticos y claros trastornos de ego.

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Como lo relata Orwell en «Rebelión en la granja», las falsas promesas derivan en represión. (Foto: Flickr)

Mi amigo Asier Morales Rasquín señalaba recientemente en su columna del PanAmPost que la conducta de políticos que juegan con los temores de la población impulsando soluciones falsas a problemas reales es psicopática. Morales es Psicólogo clínico con varias maestrías y amplia experiencia, además de egresado de un programa de estudios superiores en economía con mención en teoría del capital y teoría del ciclo económico. Cuando afirma que una política económica es una solución falsa que empeorara un problema en lugar de resolverlo, lo hace como un calificado estudioso de la teoría económica, tanto como cuando explica mediante la Psicología aquellas conductas.

La inviabilidad del socialismo

Que el socialismo es un sistema económico inviable condenado a prolongarse mediante el parasitismo y la explotación para finalmente colapsar, es un hecho bien explicado por la teoría económica desde principios del siglo pasado –algo que economistas socialistas han pretendido falsamente refutar mediante subterfugios teóricos inconsistentes y trucos propagandísticos deleznables–  que todos los experimentos socialistas de la historia –de 1534 a nuestros días– han dejado claro para en todos y cada uno de los casos en que se intentó realmente. Se trata de experimentos insensatos que han ocasionado más sufrimiento, miseria y exterminado más víctimas inocentes que ningún otro en la historia. Negarlo (e insistir tercamente en lo imposible, una y otra vez, con total indiferencia por la destrucción material y moral que en todos y cada uno de los experimentos previos asesinó a cientos, miles o millones, según el alcance criminal de cada caso) es más que un error y peor que una insensatez: es un crimen moral.

La locura socialista

La conducta psicopática del gobernante –o del político que a ello aspira– antes mencionada es casi inconcebible fuera del amplio catálogo de ideas falsas del socialismo en sentido amplio. Serán casi siempre falsedades socialistas las que hagan posible al gobernante psicopático –el que logra sus fines a costa del daño a inocentes mediante la manipulación de la ignorancia y el temor–. Existe una razón para ello: la razón es que la idea misma del socialismo puede y debe ser definida como una forma de locura. La locura la define el diccionario de la RAE como privación del juicio o del uso de la razón. Sin juicio ni uso de razón se llega necesariamente a una desconexión de la realidad externa, física y social. El término «locura» implica que alguien perciba o construya mentalmente una realidad falsa por la que guíe su conducta en el mundo real. Sea la locura producto involuntario de una enfermedad o decisión voluntaria, lo cierto es que ese crimen moral de la insistencia en el error socialista es una forma de locura, una muy ampliamente extendida.

Una patología social

Hay dos grandes subconjuntos de socialismos. Los que tienen el poder y los que luchan por alcanzarlo. No olvidemos que los socialistas entienden por “alcanzar el poder” mucho más que el ejercicio –temporal o permanente– del gobierno de Estado. El poder que buscan es el de rehacer completamente el orden social –de cada consciencia individual a la totalidad de las relaciones de producción y consumo– por un ideal de igualitarismo colectivista que exige destruir todo –hasta los cimientos la cooperación social y la tradición moral– para finalmente imponer sobre las ruinas materiales y morales el más completo, gris y miserable totalitarismo.

Orwell logró en una fábula moderna –Rebelión en la granja– mostrar la realidad tras la falsa promesa socialista, desde la miseria, explotación, propaganda y represión omnipresentes, hasta la última y más descarada mentira en nombre de la que se ha sacrificado a millones, la de una igualdad en que finalmente algunos serán “más iguales que otros”. Los animales de la granja animal le creen al profeta del “animalismo”, el cerdo mayor. Por ello, elevan al poder a los cerdos y se condenan a sí mismos a una espiral de locura mortal bajo el control totalitario del peor cerdo psicópata. Lo que ilustra incluso que inevitablemente serán los peores los que gobernaran en la locura.

Las siete formas de la locura socialista

Con profundo y justificado pesimismo sobre los españoles de su tiempo –previo a la locura del experimento totalitario del frente popular que ocasionó el baño de sangre de la guerra civil y concluyó en el duro mal menor del prolongado autoritarismo que la ganó– Pio Baroja los clasificaba en siete categorías:

  1. Los que no saben;
  2. los que no quieren saber,
  3. los que odian el saber;
  4. los que sufren por no saber;
  5. los que aparentan saber;
  6. los que triunfan sin saber y;
  7. los que medran gracias a lo que los demás no saben.

Estos últimos, concluía Pio Baroja, se llaman a sí mismos políticos a veces hasta intelectuales.

Son también las siete formas del ser socialista –todo socialista entra en una o en varias– porque se trata de negar la realidad. Saber no es otra cosa que comprender y explicar la realidad. Cuando prevalecen tales insensateces, el socialismo triunfa en las mentes. Estamos ante una sociedad condenada que irá, tarde o temprano, a la destrucción y miseria material y moral, mediante la envidia y resentimiento triunfantes en búsqueda del totalitarismo a través de una orgía de destrucción y muerte. Sabemos que tal infierno será minimizado, justificado, defendido, ocultado y finalmente encubierto tras infinidad de mentiras compartidas por los socialistas que en todo el mundo buscan eso –y no otra cosa– en su locura. Esta locura está dotada de una ideología criminal, para mediante la mentira extender la destrucción para alcanzar el poder y materializar el infierno en la tierra. Ser socialista es prometer el cielo para traer el infierno. Creer que es otra cosa y apoyarlo negándose a verlo como es en realidad, también es una forma de locura socialista, la de los tontos útiles sin los que el socialismo poco o nada lograría.

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#PodemosBasura: 15 M: el triunfo sobre el individuo.

#PodemosChusma

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ASÍ SE COCINÓ AQUEL MOVIMIENTO

Samuel Vázquez / El Club de los Viernes

Lo único auténtico del 15M fue la indignación de mucha gente sencilla. Pero estaba gestionado por una élite con otras intenciones. Ésta es la verdadera historia de aquel artificio exitoso.

 

Si buscan ustedes en Youtube el video “Los primeros 40 de Sol” podrán ser testigos de cómo empezó todo. El chico que coge el megáfono se llama Miguel Arana, y será el primer portavoz del Movimiento, el primer indignado.

En esos días se presenta como estudiante, pero no es verdad, en realidad ya es profesor de Física Teórica en la Universidad Autónoma de Madrid, y está desarrollando una herramienta de software destinada a gestionar la inteligencia colectiva de manera masiva.

Una herramienta que presentará al año siguiente bajo el nombre de Incoma, y que perfeccionará más tarde con Labodemo, el laboratorio democrático que postula el Open Goverment  financiado por el multimillonario de izquierdas Soros a nivel mundial (el mismo que financió las primaveras árabes).

Con Carmena

A día de hoy, Miguel pone en práctica todos sus conocimientos ocupando el puesto de Director de Participación del Ayuntamiento de Madrid que gobierna Podemos. Se trata de pasar de una democracia representativa como la actual donde los ciudadanos pintan poco, a una virtual colectiva donde los ciudadanos no pinten nada.

Así, en dicho ayuntamiento ya se están aprobando leyes y proyectos millonarios con apenas 8000 votos telemáticos… en una ciudad de casi 4 millones de habitantes.

‘Inteligencia’ colectiva

 Miguel dará un paso atrás pronto, apenas el 15M se convierte en un fenómeno mundial se esconderá en la Comisión de Legal, a pesar de no haber leído un libro de leyes en su vida.

De repente aparecerá como nuevo portavoz y al mando de la Comisión de Comunicación (la más importante) un tal Tomasz Szabelewski, un Business Consultatnt que trabajaba para la Fundación Everis presidida por Eduardo Serra(Secretario de Estado con el PSOE, Ministro con el PP) e integrada por 100 empresarios de prestigio -la mayoría habituales del capitalismo de amiguetes tan propio de la socialdemocracia-, tales como: Benjumea (Abengoa), Falcones (FCC), Alierta (telefónica), etc. Todo muy antisistema ¿no?

Para ampliar los mensajes que surgían de Sol, algo fundamental para el éxito del Movimiento, el Presidente de Jazztel, Martín Varsavsky, instaló de manera ¿desinteresada? varias foneras en la emblemática plaza.

Y el periodista que más ha investigado sobre el movimiento, Daniel Stulin, descubrió que Vlad Teichberg -que luego sería el promotor del Occupy Wall Street, y que había estado también en las revueltas árabes que inspiraron el 15M-, permaneció durante toda la acampada en un palacete de la Calle del Pez de Madrid, donde tenía más de medio millón de dólares en equipos informáticos, y desde donde controlaba todo lo que trascendía desde Sol al exterior.

Teichberg, es un exbroker de Wall Street, además de un genio informático y matemático que asesora a empresas como JP Morgan para que se forren en la Bolsa.

Disidencia controlada

Existen dos formas de enfrentarse a la vida desde una perspectiva política: el colectivismo (socialismo, fascismo y comunismo) y el individualismo (liberalismo).

El 15M no es más que un exponente del primero. A través de la inteligencia colectiva y la disidencia controlada un grupo reducido de personas lidera a toda una masa que, desconcertada y confundida por no controlar más que una pequeña parte del proceso en el que se ven inmersos, decide acogerse a la seguridad que da el rebaño y seguir al pastor de turno que piensa y decide por todos.

Una vida desahogada

Entre las veinte personas más importantes del 15M no hay ni un solo joven sin futuro, ni un solo obrero maltratado por el sistema…. nada de eso. Todos sin excepción eran mentes privilegiadascon una o varias carreras universitarias y una vida desahogada.

Algunos formados en prestigiosas universidades privadas norteamericanas como UCLA o Harvard, donde estudió uno de los promotores de DRY (Democracia Real Ya) que convocó la manifestación del 15M: Enrique Dans, antiguo asesor de Núñez Feijoo en Galicia.

Las miles de personas que acudían a la plaza no sabían nada de esto, no sabían que formaban parte de un rebaño, y que en un rebaño nunca hay libertad de elección.

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Pensamiento único

Todo rebaño tiene un pastor… y un perro pastor para las ovejas descarriadas que en este caso lleva la forma de pensamiento único impuesto a través de los medios de comunicación.

La gente se acercaba a la plaza harta de la situación que estaba viviendo, con buenas intenciones… sin saber que estaban allí para que nada cambiara.

Es todo tan artificial que en el momento de la protesta España llevaba siete años gobernada por el PSOE, con Zapatero al frente. Y el heredero natural de esa protesta, el que más beneficiado salió de aquella ola de indignación, Pablo Iglesias, dijo del mismo Zapatero que era un referente progresista mundial… y el mejor presidente de la democracia.

 ¿Protestaban contra el mejor presidente de la democracia?

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DE PERSONAS COMO TÚ ES EL REINO DE HITLER Y DE STALIN: TÚ QUE ESTÁS LEYENDO ESTO REPRESENTAS EL MAYOR PELIGRO PARA LA LIBERTAD

La tragedia de hoy es que tú – que eres responsable de la inminente dictadura totalitaria en América – no conoces tu propia responsabilidad. Tú serías el primero en negar la parte activa que estás jugando, y en proclamar tu fidelidad a la libertad, a la civilización, al estilo de vida americano. Tú eres el tipo más peligroso de quintacolumnista: un quintacolumnista subconscientemente inocente. De personas como tú es el reino de Hitler y de Stalin.

A todos los quintacolumnistas inocentes  

por Ayn Rand

 
Carta abierta que Ayn Rand escribió a finales de 1940instando a los intelectuales conservadores a formar una organización nacional que defendiese el individualismo. Publicada en el libro Journals of Ayn Rand. Supuestamente esa carta iba ser usada por dicha organización.

[Durante la Guerra Civil Española, un general rebelde habló de sus cuatro columnas militares avanzando sobre Madrid, y dijo que además tenía una “quinta columna” formada por colaboradores clandestinos dentro de la ciudad. Desde entonces, a los espías y simpatizantes enemigos dentro de un país se les conoce como “quintacolumnistas” – N. del T.]

Donde dice “América” debe entenderse “Estados Unidos de América”. Hoy, 75 años más tarde, en su esencia esta carta es tan actual como cuando fue escrita.
Tú que estás leyendo esto representas 
el mayor peligro 
para América (la libertad).
No importa cuál sea el resultado de la guerra en Europa, el totalitarismo ya ha ganado una victoria completa en la mente de muchos americanos, y ha conquistado toda nuestra vida intelectual. Tú le has ayudado a ganar.
Tal vez estés en tu derecho de destruir la civilización y traer la dictadura a América, pero no a menos que entiendas exactamente lo que estás haciendo.
Si eso es lo que quieres hacer, dilo abiertamente, díselo por lo menos a tu propia conciencia; y nosotros, los que creemos en la libertad, lucharemos abiertamente contra ti.
Pero la tragedia de hoy es que tú – que eres responsable de la inminente dictadura totalitaria en América – no conoces tu propia responsabilidad. Tú serías el primero en negar la parte activa que estás jugando, y en proclamar tu fidelidad a la libertad, a la civilización, al estilo de vida americano. Tú eres el tipo más peligroso de quintacolumnista: un quintacolumnista subconscientemente inocente. De personas como tú es el reino de Hitler y de Stalin.

¿No te lo crees? 

Compruébalo tú mismo. 

Haz el test que te proponemos aquí.

  • 1) ¿Eres el tipo que se considera que diez minutos de su tiempo son demasiado valiosos para leer esto y pensar un poco en ello?
  • 2) ¿Eres el tipo que se queda sentado en casa quejándose del estado del mundo, pero no hace nada al respecto?
  • 3) ¿Eres el tipo que dice que el futuro está predestinado por alguna cosa, por algo que él no puede nombrar del todo ni explicar, y no lo tiene muy claro, pero el mundo está condenado a convertirse en una dictadura, y no hay nada que nadie pueda hacer al respecto?
  • 4) ¿Eres el tipo que dice que le gustaría poder hacer algo, que le encantaría hacer algo, pero… “qué puede un solo hombre hacer”?
  • 5) ¿Eres el tipo que está tan dedicado a su propia carrera, a su familia, a su hogar o a sus hijos, que vas a permitir que los horrores más monstruosos consigan destruir tu carrera, tu familia, tu casa y tus hijos, porque estás demasiado ocupado ahora para prevenirlos?

¿Cuál de ellos eres tú? 

¿Un poco de cada?

Pero, 

¿realmente estás demasiado ocupado 

para pensar?

¿Quien “determina” el futuro? Estás bastante confuso en eso, ¿verdad? ¿Qué es exactamente “la humanidad”? ¿Es una entidad mística con voluntad propia? ¿O eres tú, y soy yo, y es la suma de todos nosotros juntos? ¿Qué fuerza existe para hacer historia, excepto los hombres, otros hombres igual que tú? Si hay suficientes hombres que creen en un futuro mejor y están dispuestos a trabajar por él, el futuro será lo que ellos quieren que sea. ¿Lo dudas? ¿Por qué entonces, si el mundo está condenado a la dictadura, invierten los dictadores tanto dinero y esfuerzo en propaganda? Si la historia está predestinada a su favor, ¿por qué no dejan Hitler y Stalin simplemente que la marea les lleve al futuro sin ningún problema? ¿No parece más probable que la historia será lo que las mentes de los hombres quieren que sea, y los dictadores son lo suficientemente inteligentes para preparar esas mentes de la forma que ellos quieren, mientras nosotros hablamos del destino y no hacemos nada?
Tú dices, ¿qué puede un hombre hacer? Cuando los comunistas llegaron al poder en Rusia, eran un pequeño grupo de dieciocho hombres. Sólo dieciocho, en un país con una población de 170 millones. Se rieron de ellos y nadie los tomó en serio. Según su propio profeta, Karl Marx, Rusia sería el último país donde el comunismo podría ser históricamente posible, debido al atraso de Rusia en desarrollo industrial. Sin embargo, lo consiguieron. Porque sabían lo que querían y fueron en pos de ello, destino histórico o no. Adolf Hitler fundó el partido nazi en Alemania con siete hombres. Se rieron de él y lo consideraron un locuelo inofensivo. La gente decía que, después del Tratado de Versalles, Alemania no tenía cómo convertirse en una potencia mundial de nuevo, no en varios siglos. Sin embargo, Hitler tuvo éxito. Porque sabía lo que quería, y fue tras ello, historia o no historia. ¿Nos ponemos a creer en destinos místicos, o hacemos algo por el futuro?
Si eres uno de los que ha tenido una vida plena, rica y exitosa, y todavía estás trabajando duro para ganar dinero, para y piensa un momento. ¿Para qué estás trabajando? Ya tienes suficiente para mantenerte cómodamente el resto de tus días. Pero estás trabajando para asegurar el futuro de tus hijos. Muy bien, ¿y qué vas a dejarles a tus hijos? El dinero, el hogar o la educación que piensas dejarles no tendrán ningún valor, o se los quitarán. En vez de eso, tu legado será una América totalitaria, un mundo de esclavitud, de hambre, de campos de concentración y pelotones de fusilamiento. La mejor parte de tu vida la has dejado atrás, y la viviste en libertad. Pero tus hijos no tendrán nada más que su existencia como esclavos. ¿Es eso lo que quieres para ellos? Si no lo es, aún puedes hacer algo. Aún hay tiempo de abortarlo, pero no mucho tiempo. Tú compras seguros para proteger a tus hijos, ¿no? ¿Cuánto dinero y esfuerzo de trabajo te cuesta un seguro? Si inviertes una décima parte del dinero y del tiempo para asegurarte contra el futuro de la esclavitud de tus hijos, los salvarías y salvarías para ellos todo lo demás que tienes intención de dejarles, y que de otra forma nunca conseguirían.
No te engañes a ti mismo minimizando el peligro. Ya ves lo que está pasando en Europa y cómo le está afectando a tu país y a tu propia vida privada. ¿Qué otras pruebas necesitas? No digas con aire de suficiencia que “eso no puede suceder aquí”. Para un momento y mira hacia atrás.
La primera dictadura totalitaria ocurrió en Rusia. La gente dijo: bueno, Rusia era una nación oscura, atrasada y primitiva donde cualquier cosa podía ocurrir, pero eso no podría ocurrir en ningún país civilizado.
La siguiente dictadura totalitaria ocurrió en Italia, uno de los países civilizados más antiguos de Europa, y madre de la cultura europea. La gente dijo: bueno, los italianos no habían tenido mucha experiencia con un autogobierno democrático, pero eso no podría ocurrir en ningún otro lugar.
La siguiente dictadura totalitaria ocurrió en Alemania, país de filósofos y científicos, con un largo historial de los mayores logros culturales. La gente dijo: bueno, Alemania estaba acostumbrada a la autocracia; y, además, ahí está el carácter prusiano, y la última guerra, etc., pero eso no podría ocurrir en ningún país con una fuerte tradición democrática.
¿Podría ocurrir en Francia? La gente se habría reído de ti si hubieras hecho esa pregunta hace un año. Pues ha ocurrido en Francia. En Francia, madre de la libertad y de la democracia; en Francia, la nación de mente más independiente en la Tierra.
¿Y bien?
¿Qué precio le pones a esa petulante confianza en ti mismo? A la vista de los millones de divisas y de agentes extranjeros que están entrando en nuestro país, a la vista de un paso tras otro por los cuales nuestro país se va acercando cada vez más al totalitarismo, lo único que haces es decir: “No puede suceder aquí”. ¿Estás oyendo a los totalitaristas responderte: “¿Ah, sí…?”
 
No te dejes engañar por consignas y generalizaciones históricas sin sentido. Puede ocurrir aquí. Puede ocurrir en cualquier lugar. Y la historia de un país no tiene nada que ver. El totalitarismo no es un nuevo producto de evolución histórica. Es más antiguo que la historia. Es la tentativa de incompetentes y criminales de asumir control de la sociedad. Ese elemento siempre está ahí, en cualquier país. Pero una sociedad sana no le da ninguna oportunidad. Es cuando la mayoría en un país se vuelve débil, indiferente y confusa que una minoría criminal, maravillosamente organizada como lo están todas las bandas, toma el poder. Y una vez que han tomado el poder, ese poder no puede ser recuperado en varias generaciones. Por fantástico que pueda parecer pensar en una dictadura en los Estados Unidos, es mucho más fácil establecer una dictadura que derrocarla. Con la técnica moderna y las armas modernas a su disposición, una minoría despiadada puede mantener a millones de personas en la esclavitud indefinidamente. ¿Qué pueden hacer mil hombres desarmados y desorganizados contra un solo hombre con una ametralladora?
Y la tragedia de hoy es que al permanecer desorganizados y mentalmente desarmados estamos contribuyendo a imponer esa esclavitud en nosotros mismos. Al quedarnos indiferentes y confusos, estamos actuando como quintacolumnistas inocentes para nuestra propia destrucción.
 

No hay neutralidad personal en el mundo hoy

Repítelo y grítate eso a ti mismo. En todas las grandes cuestiones hay sólo dos lados, sin término medio. O estás vivo o estás muerto, pero no puedes estar “ni uno ni otro” o “entre los dos”. O eres honesto o no lo eres, no hay un neutro “medio-honesto”. Así que, o estás en contra del totalitarismo o estás a su favor. No hay neutralidad intelectual.
Los totalitaristas no quieren tu apoyo activo. No lo necesitan. Ellos tienen su pequeña minoría, compacta, bien organizada, y eso es suficiente para llevar a cabo sus objetivos. Lo único que quieren de ti es tu indiferencia. Los comunistas y los nazis han declarado en repetidas ocasiones que la indiferencia de la mayoría es su mejor aliado. Simplemente quédate en casa, ocúpate de tus asuntos privados, encógete de hombros sobre los problemas del mundo… y eres el quintacolumnista más efectivo que puede ser concebido. Estarás haciendo tu parte exactamente igual que si estuvieras conscientemente obedeciendo órdenes de Hitler o de Stalin. Así que, estás en el ajo, lo quieras o no, estás ayudando a llevar al mundo a la destrucción, mientras gimes y te preguntas qué hace que el mundo sea como es hoy. Lo estás haciendo.
Los totalitarios han dicho: “Quien no está contra nosotros, está con nosotros”. No hay neutralidad personal.
Y puesto que ya estás involucrado, y tienen que estarlo, ¿qué prefieres? ¿Hacer lo que estás haciendo y ayudar a los totalitarios? ¿O luchar contra ellos?
Pero para poder luchar, primero debes entender. Debes saber exactamente qué crees, y debes agarrarte a esa fe de forma honesta, consistente y constante. Una fe que asumes de vez en cuando, como el traje de ir a misa los domingos, no tiene ningún valor. El comunismo y el nazismo son una fe. La tuya deberá ser tan fuerte y tan clara como la de ellos. Ellos saben lo que quieren. Nosotros no. Pero veamos, antes de que sea demasiado tarde, si tenemos una fe, qué es y cómo podemos luchar por ella.
En primer lugar y ante todo: ¿qué es el totalitarismo? 
Todos oímos hablar mucho de él, pero no llegamos a entenderlo. ¿Cuál es el punto más importante, la base, la esencia central tanto del comunismo como del nazismo? 
No es la “dictadura del proletariado”, ni la nacionalización de la propiedad privada, ni la supremacía de la raza “aria”, ni el antisemitismo. Esos son síntomas secundarios, detalles superficiales, son los efectos y no la causa. 
¿Cuál es la causa principal, común a ambas la Rusia Soviética y la Alemania nazi, y a todos los otros dictadores, pasados, presentes y futuros? 
Una idea, y sólo una: Que el Estado es superior al individuo. Que el colectivo tiene todos los derechos y el individuo no tiene ninguno.
 
Párate aquí. Este es el punto crucial. Lo que pienses sobre esto determinará si eres un quintacolumnista mental o no. Este es el punto que no permite ningún compromiso. Tienes que elegir uno u otro. No hay término medio. 
 
O crees que cada hombre individual tiene valor, dignidad y ciertos derechos inalienables que no puede ser sacrificados por ninguna causa, por ningún objetivo, por ningún colectivo, por ningún número de otros hombres, sean quienes sean. 
O crees que un grupo de hombres –da igual cómo lo llames: un colectivo, una clase, una raza, o el Estado– tiene todos los derechos, y cualquier individuo específico puede ser sacrificado si algún bien colectivo – da igual cómo lo llames: una mejor distribución de la riqueza, la pureza racial, o el Milenio – lo exige. No te engañes a ti mismo. Sé honesto sobre esto. Los nombres no importan. Sólo el principio básico importa, y no hay opción intermedia. O cada hombre tiene derechos individuales inalienables, o no los tiene.
Tus intenciones no cuentan. Si estás dispuesto a creer que los hombres deberían ser privados de todos sus derechos por una buena causa, entonces eres un totalitario. No te olvides, Stalin y Hitler sinceramente creen que sus causas son buenas. 
Stalin piensa que él está ayudando a los oprimidos, y Hitler piensa que él está sirviendo a su país como buen patriota. Son buenas causas, esas dos, ¿verdad? 
Entonces, ¿qué es lo que está creando los horrores de Rusia y de Alemania? ¿Qué está destruyendo toda la civilización? Esta única idea: que a una buena causa todo puede ser sacrificado; que los hombres individuales no tienen derechos a ser respetados; que lo que una persona cree que es bueno puede imponérsele a otros por la fuerza.
Y si tú –en la intimidad de tu propia mente– crees tan firmemente en algún bien específico que tú tengas, por el cual estarías dispuesto a privar a los hombres de todos sus derechos, entonces eres tan culpable de todos los horrores de hoy como lo son Hitler y Stalin. Estos horrores sólo los hacen posibles los hombres que han perdido todo el respeto por seres humanos individuales; que aceptan la idea de que clases, razas y naciones importan, pero personas individuales no; que la mayoría es sagrada, pero la minoría es bazofia; que los rebaños cuentan, pero el Hombre no es nada. ¿Cuál es tu posición sobre esto? 
No hay término medio.

Si aceptas la idea totalitaria, si las palabras “Estado” o “colectivo” son sagradas para ti, pero la palabra “individuo” no lo es. . . puedes parar aquí mismo. No hace falta que leas más. Lo que tenemos que decir que no es para ti, y tú no eres para nosotros. Separémonos, pero sé honesto, admite que eres es un totalitarista y únete al Partido Comunista o a la Liga Germano-americana, porque ese es el final lógico del camino que has elegido, y vas a acabar en uno de ellos, lo sepas ahora o no.

Pero si eres un humanitario y un liberal –en el verdadero sentido, no en el sentido prostituido de esas palabras – entonces dirás, con nosotros, que el Hombre– cada Hombre individual, único y singular – tiene un valor sagrado que tú respetas, y derechos inalienables sagrados que nada puede quitarle.
¿Crees eso? 
¿Estás de acuerdo con nosotros que esa es la esencia del verdadero americanismo (libertario), el principio básico sobre el que América fue fundada y lo que la hizo grande: los Derechos del Hombre y la Libertad del Hombre? 
Pero ¿oyes muchas voces que estén diciendo eso hoy?
¿Lees muchos libros que digan eso? ¿Ves a muchos hombres prominentes predicando eso? ¿Conoces una única publicación dedicada a esa creencia, o una sola organización que la represente? 
No. En vez de eso, te encuentras con un torrente de palabras, de libros, de predicadores, publicaciones y organizaciones que, bajo “Frentes” muy ingeniosas, trabajan incansablemente para venderte el totalitarismo.Todas ellas están camufladas bajo consignas muy atractivas: te gritan que son defensoras de la “democracia”, del “americanismo” de las “libertades civiles”, etc. 
Todos y cualquier uno usa esas palabras, que han perdido su significado. Son generalidades vacías, son engañabobos. Hay una única prueba verdadera que puedes aplicar a todas estas organizaciones; pregúntate a ti mismo: ¿Cuál es el resultado final de su trabajo, debajo de esos bromuros tan brillantes? ¿Qué te están vendiendo realmente, adónde quieren llegar? Si preguntas esto, verás que te están vendiendo colectivismo en una forma u otra.
Ellos predican “democracia”, y luego añaden algo más: “democracia cconómica”, o una “democracia más amplia”, o una “verdadera democracia”, y exigen que le entreguemos toda la propiedad al Gobierno; “toda la propiedad” significa también “todos los derechos”; que todo el mundo tenga todos los derechos en conjunto, y que nadie tenga ningún derecho de ningún tipo individualmente. ¿Es eso democracia, o es totalitarismo? 
Has oído hablar de una comentarista popular que quiere que todos estemos dispuestos a morir por la democracia, y que luego define la “verdadera” democracia como socialismo de Estado. 
Has oído al Secretario Ickes definir la “verdadera” libertad de prensa como la libertad de expresar la opinión de la mayoría. Has leído en una revista nacional muy respetable la afirmación de que la Declaración de Derechos, de la forma como se enseña hoy en nuestras escuelas, es “egoísta”; que una “verdadera” Declaración de Derechos consiste no en exigir ningún derecho para uno mismo, sino en darles esos derechos a “otros”. Que Dios nos ayude, compatriotas americanos. 
¿Estamos ciegos? ¿Ves lo que esto significa? ¿Ves las implicaciones?
Y esto es lo que hay, mires donde mires. Ellos “se oponen” al totalitarismo y “defienden” la democracia – predicando su propia versión de totalitarismo, algún tipo de “bien colectivo”, “derechos colectivos”, “voluntad colectiva”, etc. Y lo único que nunca se dice, que nunca se predica, que nunca se materializa en nuestra vida pública – la única cosa que todos esos “defensores de la democracia” odian, que denuncian y derriban sutilmente, gradualmente, sistemáticamente – es el principio de los Derechos Individuales, de la Libertad Individual, del Valor Individual. Ese es el principio contra el que va dirigida la actual gran conspiración mundial. Esa es la esencia de todo el problema mundial. Eso es lo único opuesto al totalitarismo, y nuestra única defensa contra él. Si abandonas eso, ¿qué mas da el nombre que le pongas a la sociedad que resulte? Será totalitarismo, y todos los totalitarismos son idénticos, todos tienen los mismos métodos, la misma esclavitud, el mismo derramamiento de sangre, los mismos horrores, no importa cuál sea el noble lema con el que comiencen, como lo atestiguan la Rusia Soviética y la Alemania nazi.
Los principios son mucho más consistentes que los hombres. Un principio básico, una vez aceptado, tiene una forma de llegar por sí mismo a su conclusión lógica, incluso contra la voluntad y la gran sorpresa de quienes lo aceptaron. Basta con aceptar la idea de que no existen los derechos individuales inalienables. . . y pelotones de fusilamiento, ejecuciones sin juicios, y una Gestapo o una GPU seguirán automáticamente, sin importar quién tenga el poder, sin importar lo noble y lo benevolente que sean sus intenciones. Esa es una ley de la historia. Puedes encontrar bastantes ejemplos. 
 
¿Puedes nombrar un solo contraejemplo? 
¿Puedes nombrar un único caso en el que un poder absoluto – en manos de quien sea – no haya terminado en un horror absoluto? 
Y, por el amor de Dios, compañeros americanos, no seamos totalmente imbéciles, démosle a nuestra inteligencia una pequeña posibilidad de funcionar, y reconozcamos lo obvio:¿qué es un poder absoluto? Es un poder que posee todos los derechos y no tiene que respetar ninguno. ¿Importa si tal poder está en manos de un dictador autoproclamado, o en manos de un órgano representativo elegido? El poder es el mismo, y sus resultados serán los mismos. Mira a lo largo de toda la historia. Mira a Europa. Y no te olvides, siguen teniendo “elecciones” en Europa. No te olvides, Hitler fue elegido.
Ahora bien, si te das cuenta de qué forma tan completa el totalitarismo intelectual ya tiene control sobre nuestro país, si ves que no hay ni acción ni organización que defienda el único principio anti-totalitario verdadero, el principio de los derechos individuales, te darás cuenta de que hay sólo una cosa que podemos hacer: actuar al respecto y formar dicha organización. Si realmente te opones al totalitarismo, a todo él, en cualquier aspecto, forma o color, entonces te unirás a nosotros. 

Proponemos unir a todos los hombres de buena voluntad que crean que la Libertad es nuestro bien más preciado, que es más grande que cualquier otra consideración, sea cual sea, que ningún bien se ha logrado jamás por la fuerza, que la Libertad no debe ser sacrificada a ningún otro ideal, y que la Libertad es una entidad individual, no una entidad colectiva.

No sabemos cuántos de nosotros quedamos en el mundo. Pero creemos que somos muchos más de los que los totalitarios sospechan. Somos la mayoría, pero estamos dispersos, desorganizados, silenciados y desamparados. Los totalitarios son una minoría eficiente, organizada, y muy escandalosa. Han aprovechado posiciones clave en nuestra vida intelectual y hacen que parezca que ellos son la voz de América. Ellos pueden, si no se les controla, secuestrar a América y convertirla en una dictadura. ¿Vamos a dejar que se salgan con la suya? Ellos no son la voz de América. Nosotros lo somos. Pero se nos tiene que oír.
Sin embargo, para ser escuchados debemos estar organizados. Esto no es una paradoja. Los individualistas siempre han sido muy reacios a formar cualquier tipo de organización. Los mejores, los más independientes, los miembros que más trabajan y los más productivos de la sociedad siempre han vivido y trabajado solos. Pero los incompetentes y los inescrupulosos se han organizado. El mundo de hoy muestra lo bien que se han organizado. Así que vamos a intentar lo que nunca se ha intentado antes: organización contra organización. O sea, una organización para defendernos de la inminente organización obligatoria que se tragará a toda la sociedad; una organización para defender nuestros derechos, incluyendo el derecho a no pertenecer a ninguna organización forzada; una organización, no para imponerle nuestra ideología a nadie, sino para evitar que alguien nos imponga su ideología usando violencia física o social.

¿Estás con nosotros?

  • Si eres consciente de que el mundo está yendo hacia el desastre, pero no ves ninguna fuerza efectiva capaz de evitarlo.
  • Si estás deseando unirte a una gran causa y aceptar una gran fe, pero no encuentras en ningún sitio ninguna causa o fe que te sea ofrecida hoy.
  • Si no eres una de esas condenadas medusas para quienes la palabra “Libertad” no significa nada.
  • Si no puedes imaginarte viviendo en una sociedad sin libertad personal, en una sociedad en la que te dicen qué hacer, qué pensar, qué sentir, en la que tu vida misma será sólo un regalo del colectivo, a ser revocado cuando le plazca y en cualquier momento.
  • Si no puedes imaginarte entregando tu libertad por cualquier bien colectivo, sea el que sea, y no crees que tal bien pueda jamás ser logrado por ese tipo de entregas.
  • Si crees en tu propia dignidad y en tu propio valor, y mantienes que tal creencia no es “egoísta”, sino que es tu mayor virtud, sin la cual no vales nada ni para tus semejantes ni para ti mismo.
  • Si crees que es malvado exigir que tú debes existir única y exclusivamente por el bien de sus semejantes, otorgándoles a todos y a cada uno de ellos un derecho sobre ti.
  • Si crees que es malvado exigir que cada uno se sacrifique por el bien de los demás, y que tal exigencia no hace más que crear víctimas mutuas, sin beneficiar a nadie, ni a la sociedad ni al individuo.
  • Si crees que los hombres pueden decirte lo que no debes hacerles a ellos, pero nunca pueden asumir la arrogancia de decirte a ti lo que tú debes hacer, no importa cuántos sean ellos.
  • Si crees en el principio de que la mayoría rige pero sólo si hay protección para los derechos de las minorías, ambos estando limitados por derechos individuales inalienables.
  • Si crees que la mera mención de “el bien de la mayoría” no es motivo suficiente para justificar cualquier posible tipo de horror, y que quienes vociferan más fuerte “el bien de la mayoría” no son necesariamente amigos de la humanidad.
  • Si estás harto de “izquierdistas”, “humanitarios”, “místicos” e “idealistas” profesionales que te harían el bien como ellos lo ven, aunque te mate, cuya idea de benevolencia en el mundo es un mundo de esclavitud .
  • Si estás harto, disgustado, descorazonado, sin fe, sin dirección, y lo has perdido todo menos tu valor.

Ven y únete a nosotros.

Hay tanto en juego, y queda tan poco tiempo. . .
Construyamos una organización tan fuerte, tan segura y tan entusiasta como cualquiera de los totalitarios podría aspirar a lograr. Sigamos nuestra fe con la misma consistencia con la que ellos siguen la suya. Ofrezcamos al mundo nuestra filosofía de vida. Expongamos toda la propaganda totalitaria en cualquier medio y en cualquier forma. Respondamos a cada argumento, a cada promesa, y a cada “línea del partido” de los totalitarios. Rechacemos cualquier concesión, cooperación o colaboración con quienes predican cualquier marca de totalitarismo en letra o en espíritu, en nombre o en realidad. No tengamos nada que ver con las organizaciones “Frente”, sus agentes o sus ideas. No tenemos que proscribirlas por ley. Podemos acabar con su existencia con un boicot social. Pero eso significa: nada de concesiones. No hay concesiones entre la vida y la muerte. Tú no haces concesiones con la peste negra. No toquemos nada contaminado por el totalitarismo. Arranquemos las máscaras, saquémoslos a la luz y. . . dejémoslos solos. Perfectamente solos. No hay “pro-soviéticos” o miembros de la junta directiva “pro-nazis” en nuestra organización. No hay “benévolos” caballos de Troya. Permanezcamos juntos, como ellos hacen. Ellos nos silencian, nos obligan a salir de la vida pública, cubren los puestos clave con sus propios hombres. Permanezcamos juntos, y ellos serán incapaces de continuar. Tienen millones de dinero extranjero de su parte. Nosotros tenemos la verdad.
Como un primer paso y una primera declaración de lo que abogamos, te ofrecemos los siguientes principios:
Creemos en el valor, la dignidad y la libertad del Hombre.
Creemos:
  • Que cada hombre tiene derechos inalienables que no le pueden ser quitados por ninguna razón en absoluto. Esos derechos son a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.
  • Que el derecho a la vida significa que el hombre no puede ser privado de su vida para la conveniencia de ningún otro grupo de hombres.
  • Que el derecho a la libertad significa libertad de decisión individual, elección individual, juicio individual, e iniciativa individual; significa también el derecho a estar en desacuerdo con otros.
  • Que el derecho a la búsqueda de la felicidad significa que el hombre tiene libertad para elegir lo que constituye su propia felicidad personal, y luchar para conseguirla; que esa búsqueda no es ni malvada ni condenable, sino honorable y buena; y que la felicidad de un hombre no le puede ser prescrita a él por ningún otro hombre, ni por ningún otro grupo de hombres.
  • Que estos derechos no tienen sentido a menos que sean una posesión incondicional, personal y privada de cada hombre, que le son otorgados por el hecho de nacer, mantenidos por él independientemente de todos los demás hombres, y limitado solamente por el ejercicio de esos mismos derechos por otros hombres.
  • Que la única forma justa, moral y benéfica de sociedad es una sociedad basada en el reconocimiento de esos derechos individuales inalienables.
  • Que el Estado existe para el Hombre, y no el Hombre para el Estado.
  • Que el mayor bien para todos los hombres puede ser logrado sólo a través de la cooperación voluntaria de individuos libres para beneficio mutuo, y no a través de un sacrificio obligatorio de todos por todos.
  • Que “voluntario” presupone una alternativa y una opción de elegir entre varias oportunidades; y por lo tanto que incluso un acuerdo universal de todos los hombres para tener un único curso de acción no es ni libre ni voluntario si no hay algún otro curso de acción posible para ellos.
  • Que la independencia de espíritu de cada hombre y el respeto de los demás hombres por esa independencia es lo que ha creado toda la civilización, toda la cultura, todo el progreso humano, y ha beneficiado a toda la humanidad.
  • Que la mayor amenaza a la civilización es la propagación del colectivismo, el cual exige el sacrificio de todos los derechos individuales a los derechos colectivos, y la supremacía del Estado sobre el individuo.
  • Que el bien común que tal colectivismo profesa tener como objetivo nunca puede ser logrado sacrificando la libertad del hombre, y que ese sacrificio sólo puede conducir a sufrimiento, estancamiento y degeneración general.
  • Que tal concepción del colectivismo es la mayor maldad posible, bajo cualquier nombre, en cualquier forma, o para cualquier propósito, sea cual sea.
Esa es nuestra definición de Americanismo y del estilo de vida americano. El estilo de vida americano siempre ha estado basado en los Derechos del Hombre, en la libertad individual, y en el respeto a cada personalidad humana individual. A través de toda su historia, esa ha sido la fuente de grandeza de América. Ese es el espíritu de América que estamos dedicados a defender y a preservar.
En la política práctica nos guiaremos por una fórmula básica: de cada ley y cada concepción exigiremos la máxima libertad para el individuo y el mínimo poder para el gobierno que sean necesarios para alcanzar cualquier objetivo social determinado.
Si crees en esto, únete a nosotros. Si no, enfréntate a nosotros. Ambas son tus prerrogativa; pero el único acto verdaderamente inmoral que puedes cometer es estar de acuerdo con nosotros, reconocer que tenemos razón, y luego olvidarte y no hacer nada.
Hay una cierta excusa, por pequeña que sea, para un quintacolumnista abierto y honesto. No la hay para uno que sea inocente, pasivo, subconsciente. 
 
De todas las cosas que 
te hemos dicho aquí, 
deseamos estar 

equivocado en una sola: 
en nuestra primera frase. 
Demuéstranos que estamos 
equivocados en eso. 
 
Únete a nosotros.
El mundo es un lugar hermoso, y vale la pena luchar por él. Pero no sin Libertad.
Fuente:
“Journals of Ayn Rand” — capítulo 10: Communism and HUAC (House Un-American Activities Committee).
Traducido por Objetivismo.org, con permiso del Ayn Rand Institute. Derechos reservados.

El socialismo del siglo XXI. Un fracaso en todos los ordenes – Juan Ramon Rallo

socialismo

POR: Juan Ramón Rallo

En 1998 Venezuela era el cuarto país más rico de América Latina por renta per cápita; en 2012, había descendido a la séptima posición pese al pelotazo petrolero que vivió el país y al muy favorable entorno regional. El legado de estos catorce años de aplicación del socialismo del s. XXI se ha saldado con un exiguo crecimiento de la renta media real del 0,8% anual, unas cuatro veces menos que países no bolivarianos como Chile, Colombia, Perú o Uruguay.

Los hay que, aun así, han intentado poner en valor la herencia económica chavista apelando a los grandes logros sociales cosechados por el régimen, como si las mejoras en la calidad de vida de los ciudadanos no fueran consecuencia directa del enriquecimiento de esos ciudadanos, es decir, del crecimiento económico. Si Venezuela prosperó bajo el gobierno de Chávez (y lo hizo, aunque mucho menos que sus vecinos), entonces inexorablemente  nos toparemos con diversos indicadores que mostrarán una cierta mejoría y que los palmeros de turno interpretarán de manera descontextualizada como una reivindicación de la poco razonable y muy liberticida política económica del régimen bolivariano.

Sería como tratar de defender la labor partitocrática y el pelotazo burbujístico de PP y PSOE por el hecho de que entre 1998 y 2012 muchos indicadores de nuestro bienestar hayan mejorado. De nuevo, como tantas otras veces en Economía, nos topamos con el célebre problema de “lo que se ve y lo que no se ve”: lo realmente significativo es la riqueza y la prosperidad que Venezuela habría sido capaz de crear en unas condiciones tan favorables como las que vivió. De ahí que convenga comparar sus presuntos “logros sociales” con los de otros países vecinos que no contaron con unos ingresos anuales derivados de la exportación de petróleo equivalentes al 40% del PIB pero que, al menos, se libraron de imponer muchos dislates socialistoides. Para ello, echaremos mano de la base de datos del Banco Mundial, comparando la evolución de los distintos parámetros analizados desde 1998 hasta el último disponible.

Pobreza, salubridad y esperanza de vida

Por ejemplo, mucho se ha escrito sobre que la tasa de pobreza venezolana ha caído del 50,4% al 31,9%, pero no convendría olvidar que la de Chile cayó del 21,6% al 15,1%, la de Uruguay del 24,3% al 13,7%, la de Colombia del 49,7% al 34,1% y la de Perú del 58,7% al 27,8%. Ciertamente, la tasa de pobreza relativa es un (mal) medidor de la desigualdad económica, pero en este caso los indicadores de pobreza absoluta –porcentaje de la población que gana menos de dos dólares diarios– nos proporcionan unos resultados bastante similares (en este caso, los datos terminan en 2007): en Venezuela pasa del 20,4% al 12,9%, en Chile del 6,2% al 3,2%, en Colombia del 27,2% al 17,7%, en Perú del 26,3% al 18,2% y en Uruguay permanece en el entorno del 3%. La minoración de la pobreza, por tanto, es algo generalizado en la zona, fruto del crecimiento económico.

Al tiempo, las condiciones de salubridad también han experimentado una cierta mejora durante el chavismo. Los habitantes del campo con acceso a agua corriente pasaron del 74% al 94%; pero en Perú lo hicieron del 53% al 89%, en Chile del 62% al 99%, en Colombia del 70% al 98% y en Uruguay del 85% al 99%. Asimismo, el porcentaje de la población con acceso a instalaciones sanitarias apenas mejoró en Venezuela entre 1998 y 2007 (último dato disponible): subió del 88% al 91%, mientras que en Perú creció del 61% al 69%, en Colombia del 71 al 76%, en Chile del 91% al 96% y en Uruguay del 96% al 100%.

El crecimiento económico, la reducción dela pobreza y la mayo salubridad desembocaron en una menor mortalidad infantil, una menor mortandad de las madres al dar a luz y, en suma, en una mayor esperanza de vida. Los datos de Venezuela no son malos a este respecto (la tasa de mortalidad de los menores de 5 años pasa del 24 por mil al 15 por mil, la tasa de mortandad de las madres se mantiene en el 0,9 por mil y la esperanza de vida aumenta de 73 a 74 años), pero de nuevo son relativamente peores que los de los otros países: la mortalidad infantil se reduce del 45 al 18 por mil en Perú, del 12 al 3 por mil en Chile, del 27 al 18 por mil en Colombia y del 18 al 10 por mil en Uruguay; la mortandad materna cae del 1,3 por mil al 0,9 por mil en Colombia, del 1,2 por mil al 0,67 por mil en Perú, del 0,29 al 0,25 por mil en Chile y del 0,35 al 0,29 por mil en Uruguay; y la esperanza de vida sube de 70 a 74 años en Perú y Colombia, de 74 a 76 años en Uruguay y de 76 a 79 años en Chile.

Alfabetización, comunicaciones y medio ambiente

Aparte de los anteriores, existen otros indicadores que ilustran cómo ha evolucionado el bienestar de los venezolanos bajo la bota del chavismo en comparación con el de sus vecinos, por ejemplo la tasa de alfabetización, que mejora no sólo en Venezuela (del 93% al 96%) sino en todos los restantes países fruto de su mayor riqueza (en Colombia pasa del 91% al 93%, en Perú del 87% al 90%, en Uruguay del 97% al 98% y en Chile del 96% al 99%).

La penetración y el uso de las telecomunicaciones es otro ilustrativo parámetro. Los usuarios de internet ascendían al 40,4% de la población venezolana, frente al 40% de Colombia, al 36,5% de Perú, al 53,9% de Chile o al 51,6% de Uruguay; pero las diferencias se vuelven mucho más acusadas cuando analizamos la calidad de la conexión a internet (en Venezuela sólo el 0,87% tienen acceso a la banda ancha, frente al 3,5% de Perú, al 6,9% de Colombia, al 11,6% de Chile o al 13,4% de Uruguay) o la presencia de servidores seguros (sólo ocho en Venezuela, frente a los 19 de Perú, los 21 de Colombia, los 67 de Chile o los 70 de Uruguay). Asimismo, Venezuela también se queda atrás en el número de teléfonos móviles por cada 100 personas: 98 para Venezuela o Colombia, frente a los 110 de Perú, los 130 de Chile o los 141 de Uruguay.

Otro posible indicador es el consumo de electricidad anual per cápita, que en Venezuela apenas ha crecido un 23%, desde los 2.656 kWh por persona a 3.287, frente a la mayor expansión de Perú (de 645 kWh a 1.106), Uruguay (de 1.817 kWh a 2.673) o Perú (de 645 a 1.106); sólo Colombia aumentaba menos este consumo, de 893 kWh a 1106. Y, por cierto, los izquierdo-ecologistas que esperen ver en Chávez un modelo de gestión política respetuosa con el medio ambiente deberían pensárselo dos veces: Venezuela producía el 0% de su electricidad de fuentes renovables, frente al 0,9% de Colombia, al 2% de Perú, al 5,7% de Chile o al 8,8% de Uruguay. También fue el país que más toneladas métricas per cápita de CO2 emitió en 2009 (último año disponible): 6,5 frente a las 3,9 de Chile, a las 2,4 de Uruguay o a las 1,6 de Colombia y Perú. Y, asimismo, también fue el territorio que más vio retroceder su masa forestal: de 2000 a 2010, cayó del 55,7% al 52,5%, mientras que en Perú pasó del 54,1% al 53,1%, en Colombia del 55,4% al 54,5%, en Chie del 21,3% al 21,8% y en Uruguay del 8,1% al 10%.

Seguridad, corrupción, impuestos y regulaciones

Otros indicadores de bienestar son, desde luego, la seguridad, la transparencia y no arbitrariedad de los poderes públicos, la agresividad fiscal o la flexibilidad para gestionar la propia empresa. En todas estas rúbricas, Venezuela aparece muy mal parada frente al resto de países: los homicidios intencionados se dispararon bajo el chavismo, pasando del 0,19 por mil al 0,49, a diferencia de lo que pasó en Chile, Perú o Uruguay (donde se mantuvieron en torno al 0,05 por mil) o de Colombia, donde se hundieron del 0,6 por mil al 0,33. Venezuela es el peor calificado en el Índice de Percepción de la Corrupción (1 indica máxima corrupción), al obtener 19 puntos, frente a los 36 de Colombia, los 38 de Perú o los 72 de Chile y Uruguay. Asimismo, la presión fiscal venezolana no sólo es bastante superior a la de sus vecinos (37%, frente al 31% de Uruguay, al 27% de Colombia, al 23% de Chile, o al 21% de Perú), sino que la variedad de impuestos y las molestias derivadas de su pago también son muy superiores: en Venezuela las empresas han de hacer frente al pago de 71 impuestos, y los individuos han de dedicar 792 horas anuales a gestionar su pago; frente a los 33 impuestos de Uruguay y las 310 horas, los 9 impuestos de Perú y las 293 horas, los 9 impuestos de Colombia y las 203 horas, o los 6 impuestos de Chile y las 291 horas. Todo lo cual, obviamente, también se refleja en la facilidad de gestionar la propia empresa: Venezuela obtiene una puntuación de 180 (siendo 1 la máxima facilidad), Uruguay de 89, Colombia de 45, Perú de 43 y Chile de 37.

Para terminar, han sido muchos quienes han alabado al régimen chavista por su reducción de las desigualdades sociales. Ciertamente, el índice Gini (donde el valor cero expresa la máxima igualdad) cayó de 47,2 a 43,5, pero Chile y Perú lo redujeron a una tasa parecida o superior: Chile pasó de 55,5 a 51,9 y Perú del 56,1 al 47,2. Por su parte, en Colombia se mantuvo estable (en el 56,5) y en Uruguay subió ligeramente hasta 45,3.

Por resumirlo: Chile y Uruguay, que arrancaron 1998 siendo igual de ricos que Venezuela, presentan en estos momentos indicadores social muy superiores en casi todas las rúbricas a Venezuela, mientras que Perú y Colombia, que arrancaron 1998 siendo mucho más pobres, han experimentado una evolución de las mismas mucho más sobresaliente en casi todos los otros indicadores sociales. A diferencia de estos otros países, sin embargo, Venezuela ha construido su ligera mejoría sobre los endebles pies de barro del pelotazo petrolero, de la estatalización de la economía, de la rapiña tributaria de su población y de la destrucción de las clases medias.

En este sentido, un último dato será suficientemente ilustrativo: el del valor bursátil de las compañías cotizadas (uno de los activos por excelencia donde la clase media puede comenzar a construir su patrimonio). Desde la llegada al poder de Chávez, el valor de la bolsa se ha derrumbado desde el 8,3% del PIB al 1,6%: en cambio, en Chile creció del 65,3% al 108,7%, en Colombia del 13,6% al 60,4% y en Perú del 20,5% al 44,8%. Chávez en ningún momento pretendió crear una sociedad de propietarios libres, autosuficientes y autónomos del Estado, sino un territorio repleto de siervos de la gleba dependientes de las dádivas del gobierno. Y eso es ahora mismo Venezuela. Ojalá cambie de rumbo en el futuro.

LA COARTADA DEL “BIEN COMÚN”

Tu libertad y la mía están en jaque. Incluso tu libertad para acceder a esta o a cualquier otra información en Internet podría verse negada o reducida pronto: y todo ello en nombre de la lucha contra el terrorismo, contra la delincuencia, contra la contaminación, o de la protección del medio ambiente. La mayor tragedia de nuestra edad moderna es el declive de la libertad a nivel mundial, conducente al establecimiento de un neofeudalismo altamente tecnológico. El totalitarismo está en nuestro futuro y, en un grado alarmante, está ya en nuestro presente. (Edward Griffin – Freedom Force International)

Así es. Vivimos tiempos de cambio, y desgraciadamente no son para mejor. Antes de que nos demos cuenta, nuestras libertades se habrán reducido a la mínima expresión, a un mínimo representativo. Y lo más extraño y sorprendente de todo, es que ese proceso se habrá desarrollado ante nuestros propios ojos y ante nuestra propia condescendencia.  

El fenómeno del desprecio a las leyes ha llamado la atención de algunos filósofos, que han investigado sus causas. Pero se trata de un fenómeno mucho menos sorprendente que el fenómeno inverso del respeto a la ley, de la deferencia a la autoridad. Toda la Historia nos muestra enormes masas de hombres que soportan yugos odiosos y prestan a la conservación de un poder detestado la ayuda unánime de su consentimiento.

La causa final de la obediencia consistiría en el fin que persigue el Poder, que no es otro que el supuesto bien común, sea cual fuere la forma en que se conciba. Para que merezca la docilidad del individuo es preciso y basta que el Poder busque y procure el bien común.(Bertrand de Jouvenel, en Sobre el poder)

¿Os habéis fijado en que todo lo que se hace de un tiempo a esta parte es por “el bien común”? La mengua de libertades es por el bien común; el aumento de obligaciones es por el bien común; la sangría impositiva es por el bien común; la censura mediática es por el bien común, etc., etc. Y siendo así, ¿cómo es posible que las medidas que supuestamente sirven al bien común sean tan impopulares? En el fondo, pensamos que se nos está haciendo comulgar con ruedas de molino, pero por otra parte se nos presenta bajo un argumento de coacción irresistible: “Debemos hacer esto por el bien de todos”. A pesar de que nadie crea en tan noble motivación, lo cierto es que cada vez que se recurre a este discurso demagogo, la ciudadanía no puede dejar de asentir mostrando aceptación. Por eso esta estratagema es tan socorrida, y nociones como “el bien común” o “el bien público” han servido como justificación moral en la mayoría de los sistemas sociales de la historia, incluyendo en las tiranías.

Hablar hoy de derechos individuales parece estar invitando a recibir valoraciones de “egoísmo”, “insolidaridad”, etc. El término “individualismo” está hoy mal visto; sin embargo, la única base sobre la que pueden sustentarse los derechos colectivos o las aspiraciones comunitarias es la de los derechos o las aspiraciones individuales que les dan origen.

La unidad básica del grupo son los individuos que lo componen

Un grupo está compuesto por individuos, su unidad más importante. ¿Puede existir el grupo sin los individuos? Ciertamente no, de la misma manera que el bosque no puede existir sin los árboles. Por lo tanto, cuando se sacrifica una libertad o un derecho individual en nombre del bien mayor o del grupo, lo que se está haciendo es sacrificar al grupo pero no enteramente, sino una a una de sus partes. Y no hay que olvidar que cuando el vecino pierde hoy su libertad, mañana podemos ser nosotros los siguientes en perderla.

Un solo momento de reflexión basta para darse cuenta de que el mayor bien para el mayor número no puede alcanzarse si no es protegiendo a los individuos. En realidad, el mayor bien para el mayor número se alcanza antes mediante el individualismo, que mediante el colectivismo. Sin embargo, se nos ha adoctrinado en la creencia de que quien piensa en el individuo es mezquino; por contra, quien piensa en la colectividad es solidario y altruista. El mayor bien para el mayor número: los modernos totalitarios siempre se presentan bajo una apariencia humanitaria.

Cuando alguien argumenta que los individuos deben sacrificarse por el bien superior de la sociedad, lo que realmente está diciendo es que algunos individuos (normalmente una mayoría) sea sacrificados para el bien superior de otros individuos (normalmente una minoría elitista). Irónico y contradictorio, ¿no es cierto? Pero aun así la moralidad del colectivismo siempre se basa en el número. Cualquier acción está justificada con tal de que el número de personas que se beneficien sea supuestamente mayor que el número de personas que se sacrifiquen. Supuestamente porque, en el mundo real, quienes deciden quién debe sacrificarse no suelen entrar en la ecuación, de manera que a ellos nunca les llega el turno de sacrificarse. Los dictadores siempre proclaman que representan al bien superior de la mayoría pero, en realidad, ellos y su camarilla normalmente representan a menos del 1% de la población. La teoría es que alguien debe hablar por las masas y representar su mejor interés, porque esas masas son demasiado ineptas para entender qué les conviene. Pero no hay que preocuparse: los líderes colectivistas, en su inmensa sabiduría y virtud, toman las decisiones por nosotros, y hacen que las cumplamos revistiéndolas de legalidad, dejando un margen nulo para la disensión. De ese modo, es posible explicar cualquier atrocidad o injusticia que cometan estos iluminados como una medida necesaria para alcanzar el bien superior de la sociedad y como un deber hacia la humanidad.

Todos podemos identificar el doble discurso de los dictadores externos. En cuanto a la situacióninterior, eso requiere ya colocarse las gafas de aumento y estar dispuesto a observar el incómodo grano que nadie parece querer ver. En nuestras maltrechas democracias, el Estado y sus instituciones parten del razonamiento de que su finalidad es siempre superior y que está por encima de los derechos de los individuos, de manera que las libertades individuales pasan a considerarse en un primer momento como estorbos que superar, para después convertirse en verdaderos obstáculos para el “progreso”. Finalmente, los derechos de los individuos son tachados de “inmorales”, “fuera de la norma” e incluso “peligrosos” para los fines del Estado.

Y así es: porque la finalidad de un Estado que aclama estos principios no es ni más ni menos que agrandar y ejercer el poder. Y unos súbditos con derechos es un escollo en su camino. La historia demuestra que cuanto mayor poder acopia el Estado, más oprimido está el individuo. Y ello ha sido así con independencia del signo de ese poder: llámese fascista, comunista, o de cualquier otro modo. El denominador común en todos los casos es el totalitarismo.

Manifestaciones del enfoque colectivista

La primera señal de una mente colectivista es el pensamiento de que debe haber una ley para todo. El colectivismo no confía en la libertad. La libertad es un concepto cuyo ejercicio corresponde en exclusiva al individuo. Por lo tanto, no debe ser potenciada. Cuando las unidades que conforman el grupo gozan de mayor libertad, el grupo queda más disperso en sus objetivos, en sus puntos de vista y en su radio de acción; y eso es algo que, sencillamente, no interesa desde la perspectiva colectivista.

Por otra parte, la filosofía política del colectivismo se basa en una visión del hombre como un incompetente congénito, una criatura incapaz de gobernarse a sí misma, y que debe aceptar ser gobernada por una élite especial que alega algún tipo de sabiduría o de legitimidad superior, pues de lo contrario reina el caos.

Es por ello que el colectivismo trata a los individuos como a niños, y favorece una relación de potestad similar a la que ejerce un padre con sus hijos. En sus actos se refleja la esperanza de mantener a los individuos en la infantilidad y en la dependencia constantes frente al poder. Cuanto más dependientes seamos, más fortalecido saldrá el sistema. Y esa dependencia ha sido potenciada por las mentes colectivistas que guían al sistema a través de las diferentes etapas de la vida: nos hemos rodeado de una estructura de normas y directrices tan densa, que sin ella muchos se sienten perdidos.

Mecanismos para la dinámica colectivista

No resulta fácil comprender cómo el Poder ha conseguido dirigir cada vez más completamente las acciones individuales y apropiarse de una parte cada vez mayor de los recursos existentes en la sociedad. Todo acrecentamiento de la autoridad del Estado es, al parecer, una disminución inmediata de la libertad de cada uno; cada aumento de los recursos públicos, una amputación inmediata de las rentas particulares. Esta amenaza visible debería fomentar una conspiración unánime para detener eficazmente el avance del Poder.(De Jouvenel)

¿Cómo es posible que el Poder haya conseguido arrollarnos y prosiga a través de la historia su marcha triunfal?, se pregunta Jouvenel. De forma creciente, los Estados se han ido haciendo grandes acreedores de la obediencia y de los servicios de los individuos, sin que en realidad apenas nadie se percatara de ello. Y he ahí otro gran misterio. ¿No salta a la vista que el individuo, respecto al poder público, es cada vez más deudor de obediencia y de servicios?

¿A través de qué mecanismos se acrecienta ese poder que engulle cada vez más la esfera individual de sus ciudadanos, mientras que por lo general se interpreta su avance histórico como una liberación progresiva del individuo? ¿De qué medios se vale para perpetuarse? A continuación examinamos algunos de ellos:

Adoctrinamiento en la escuela

La manipulación y la homogeneización de las mentes se facilita desde la infancia a través del monopolio más o menos completo de la enseñanza, donde comienzan a inculcarse valores colectivistas, como la pertenencia al grupo. Si un niño no desea seguir al grupo o expresa alguna forma de individualidad, se le tacha de revoltoso y rebelde, cuando no de antisocial. La primera función de la escuela es formar al “buen ciudadano” según las cualidades que ese concepto abstracto pretenda favorecer en cada momento.

Por otra parte y en general, cuanto más se eleva la educación y la inteligencia de los individuos, más se diversifican sus opiniones y sus gustos, y es menos probable que lleguen a un acuerdo sobre una particular jerarquía de valores. Por lo tanto, conviene mantener un nivel bajo de independencia moral e intelectual. Conviene no potenciar capacidades de individualidad y originalidad. Por el contrario, se aplican la uniformidad y la negación de la capacidad crítica.

Y si alguien no quiere “educar” a sus hijos en el sistema público colectivista, hay leyes creadas para castigar a los padres que decidieron educarlos en casa. Queda muy poco o ningún espacio para el cumplimiento voluntario, pues esas leyes se imponen con la violencia legitimada por el poder: ¿qué podría ser más violento que arrebatar a los hijos de una familia debido a la “revolucionaria” idea de educarlos en casa?

Propaganda

Como explica Hayek, el camino más eficaz para hacer que todos sirvan al sistema único de fines que se propone el plan social consiste en hacer que todo el mundo crea en esos fines, hasta que lleguen a ser sus fines propios, de forma que los individuos se conduzcan de manera espontánea por la vía que el planificador desea.  

Evidentemente, esto se logra mediante las diversas formas de propaganda y de desinformación. Si todas las fuentes de información ordinaria quedan bajo un mando único, la cuestión no es ya persuadir a la gente de esto o aquello. El propagandista diestro tiene entonces poder para moldear sus mentes en cualquier dirección que elija, y ni las personas más inteligentes e independientes pueden escapar por entero a esa influencia si quedan demasiado tiempo aisladas de las demás fuentes informativas.

Las consecuencias morales de la propaganda totalitaria son, por consiguiente, la destrucción de toda la moral social, porque minan uno de sus fundamentos: el sentido de la verdad y su respeto hacia ella.

La misma palabra «verdad» deja de tener su antiguo significado. No designa ya algo que ha de encontrarse, con la conciencia individual como único árbitro para determinar si en cada particular caso la prueba (o la autoridad de quienes la presentan) justifica una afirmación; se convierte en algo que ha de ser establecido por la autoridad, algo que ha de creerse en interés de la unidad del esfuerzo organizado y que puede tener que alterarse si las exigencias de este esfuerzo organizado lo requieren. (Hayek, en Camino de servidumbre)

Instauración del pensamiento único

El colectivismo sostiene que la persona debe estar encadenada a la acción colectiva y al pensamiento colectivo en aras del “bien común”. Por lo tanto, su visión es que en los asuntos humanos, el colectivo es la unidad real y el estándar de valor. No hay cabida para la crítica individual.

Como hemos visto antes, se nos adoctrina desde muy temprana edad para abrazar el colectivismo, y con él al poder que lo representa. A su vez, un gobierno que crea y mantiene el control a través del propio sistema educativo garantiza una continua aceptación de la ideología durante varias generaciones. Se necesita mucha reflexión, pensamiento crítico, lectura y estudio de la verdadera historia para liberarse de la ideología que nos inculcan desde que llegamos a la vida social.

Globalización y pensamiento único van de la mano. Es por ello que asistimos a la potenciación de los entes transnacionales y multinacionales, y a la instauración de “valores” universales. Es algo que incluso tiene su reflejo en el lenguaje que empleamos y que eficientemente va calando en nosotros: conceptos tan reiterados hoy en día como “nuevo orden mundial”, “aldea global”, “economía global”, “todos somos uno”, “responsabilidad social corporativa” (tan cacareada por parte de empresas multinacionales que son las que menos la representan), “políticamente correcto” (la manipulación a través del lenguaje opera constantemente en lo políticamente correcto. Hay que aclarar que el hecho de que algo sea “políticamente correcto” no significa necesariamente que sea cierto).

¿Por qué interesa fomentar valores colectivistas? Actitud frente a las libertades

Ya hemos visto que el colectivismo ve en las libertades individuales la génesis de toda corrupción y egoísmo (eso sí, solo del ajeno). Por eso desea tutelas de todo tipo. Las épocas de crisis y los escenarios bélicos son campos de cultivo ideales para el germen del colectivismo.

Así es: la aceptación o la imposición del enfoque colectivista es el mejor medio para establecer obligaciones, cobrar impuestos, fomentar proyectos públicos mastodónticos que nadie ha solicitado, destinar el dinero público a causas ajenas y, en definitiva, coaccionar al ciudadano.

Por eso escuchamos con tanta frecuencia últimamente discursos como: “Todos debemos sacrificarnos”, “todos debemos hacer un esfuerzo extra”, etc. Y épocas como las actuales lo sirven en bandeja. Curiosamente, mientras que se niega al individuo para que deje de ser receptor y titular de libertades, se le tiene muy en cuenta a la hora de ser objeto de todo tipo deobligaciones.

En la ética colectivista, el principio de que el fin justifica los medios se convierte en la norma suprema; no hay, literalmente, nada que el colectivista consecuente no tenga que estar dispuesto a hacer si sirve «al bien del conjunto», porque el «bien del conjunto» es el único criterio, para él, de lo que debe hacerse. (Hayek).

Vemos que cada vez hay menos límites a lo que como ciudadanos debemos estar dispuestos a hacer o a soportar, y que bajo estas premisas las tropelías que presenciamos en nombre del bien común pasan por un embudo cada vez más ancho. Vemos que los niveles de poder están cada vez más alejados del individuo. A los entes nacionales sobrepasan ahora los organismos transnacionales; las Constituciones quedan supeditadas a tratados internacionales o a Declaraciones de derechos como las de Naciones Unidas, y las grandes multinacionales imponen sus propias condiciones por encima de las fronteras.

El poder económico, en las manos de los particulares jamás es un poder exclusivo o completo, poder sobre la vida entera de una persona. Pero centralizado como un instrumento de poder político, crea un grado de dependencia que apenas se distingue de la esclavitud. (Hayek)

El colectivismo trata de homogeneizar intereses utilizando el método de la tiranía de las mayorías, donde quien no está de acuerdo con la mayor parte de los integrantes del grupo debe someterse al “interés general” puesto que, en teoría, la mayoría siempre tendrá razón. Y de ahí al totalitarismo solo hay un paso.

Existe una enorme diferencia entre tratar a la gente con igualdad e intentar igualarlos. Mientras que lo primero es la condición de una sociedad libre, lo segundo significa, como lo describe De Tocqueville, “una nueva forma de esclavitud”. (Hayek)

Referencias:

Camino de servidumbre. Hayek, Friedrich A. 

Sobre el poder. Historia natural de su crecimiento. De Jouvenel, Bertrand.

Freedom Force International.

Recomendable ver esta serie de vídeos (individualismo vs colectivismo).

FUENTE: Yo, esclavo

Ingeniería social, PURIFICACIONISMO OBSESIVO y genocidio

POR: Domovilu Melimilla

Convengamos en que, a excepción de un puñado de desquiciados que jamás faltan en ninguna época y lugar, a la gente no le gusta ser o sentirse «mala». Lo que motiva a todo activista comprometido es el sentido del ideal, el anhelo de «salvar el mundo», el deseo de plegarse a «las fuerzas de la luz que impulsan la historia». Dicho en palabras más duras: los grandes atropellos y masacres multitudinarias del mundo se han cometido siempre, pero SIEMPRE, invocando algún elevado propósito, un motivo sagrado, un ideal sublime. Se cometieron genocidios en nombre de D’s, de la Virtud, de la Patria, de la Justicia Social, del Pueblo, de la Raza, de los Pobres y Oprimidos, y la lista es larga y sigue. Las hordas desbocadas no salen pues a cometer genocidios por simple maldad, ¡sino todo lo contrario!

El típico argumento reduccionista es: si se cometieron atropellos en nombre de D’s (de la Virtud, de la Patria, de la Justicia Social, del Pueblo, de la Raza, de los Pobres y Oprimidos; elija el que prefiera), ergo D’s (la Virtud, la Patria, la Justicia Social, el Pueblo, la Raza, o los Pobres y Oprimidos; ídem anterior) es malo. Es un argumento que no solo peca de simplista, sino que además adolece de una peligrosa superficialidad. Es más, he constatado que quien usualmente lo esgrime, suele ser fanático partidario de cualquier otro de los motivos citados… Quiero decir: le parece monstruoso cometer masacres en nombre de la Raza, por ejemplo, pero si es en aras de la «Dictadura del Proletariado», ah, bueno, entonces está bien…

Este es un problema en el que llevo décadas reflexionando. Con el tiempo, creo que alcancé a comprender el mecanismo de fondo: qué conduce a esas masas organizadas de idealistas a perpetrar atrocidades, llegando hasta el genocidio.

No se trata solamente del problema de que cuando uno está en grupo se envalentona, y comete actos radicales que en solitario jamás se le pasarían por las mientes. No se trata solo de la pérdida de responsabilidad que implica el difuminar la propia identidad dentro de la masa amorfa y más o menos sumisa a la verborrea del líder. Todo eso se ha señalado muchísimo antes por otros, no es nada nuevo. Pero nadie nace masificado. El líder es líder porque antes aglutinó a esa masa en torno a su liderazgo. En algún momento previo, el líder tuvo que vender sus ideas. Y esas ideas prendieron.

Nos engañaríamos si nos empeñáramos en creer que «es que al principio esos líderes desarrollaban un discurso hermoso y agradable, que solo radicalizaron después, cuando ya tenían el corazón de la masa conquistado». Porque no: jamás fue así. «Mein Kampf» ya estaba escrito y era bien claro en sus objetivos mucho antes de que el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán llegase al poder. Lo mismo que estaban escritos y eran bien claros el Manifiesto Comunista, o los panfletos incendiarios de Lenin, etc. La gente se adhirió masivamente a esos movimientos (y lo sigue haciendo a pesar de un demostrado historial de crímenes monstruosos), no a pesar de que predicasen la necesidad de una cierta violencia, sino precisamente a causa de ese discurso. A muchas personas les encanta sentirse buenas mientras hacen cosas espantosas. No entiendo por qué la psique humana funciona así, pero lo veo en funcionamiento en todos los atropellos deliberados… E incluso en una enorme proporción de la producción cinematográfica habitual: los «buenos» ejercen su bondad matando; o en el mejor de los casos, repartiendo justicieros mamporros.

Claro que si el líder hubiese advertido desde el principio: «vamos a masacrar a MILLONES de personas perfectamente desconocidas, quizás incluso inocentes», muchos se habrían echado atrás en el acto. La masacre no habría comenzado jamás. Pero ningún líder mesiánico hace eso. Lo que te dicen es: «vamos a construir el paraíso sobre la Tierra, pero antes debemos PURIFICAR la sociedad. Debemos limpiarla de enemigos, de aquellos que obstruyen el camino hacia nuestro ideal». Y entonces se señala al enemigo a aniquilar.

El enemigo a aniquilar es inicialmente minoritario: «un puñado de gusanillos insignificantes, nada más, y el camino hacia la gloria quedará expedito». De modo que las masas se abocan con entusiasmo a participar de la misión purificadora, o cuando menos la aplauden con entusiasmo. Mucha propaganda continua se asegura de conseguir que quien ose disentir, inmediatamente sea identificado con las fuerzas de la oscuridad. ¿Quién puede ser tan perverso o mezquino de oponerse a los magníficos ideales que propugna el movimiento purificador?

Pero más tarde o más temprano, acabamos constatando que la espiral purificadora no tiene fin. Y el futuro radiante prometido se aleja como el horizonte a pesar de que la masa corre alocada a su encuentro: por desgracia, a medida que la sociedad se purifica, siempre se detectan nuevas impurezas. La labor purificadora, una vez iniciada, no parece querer detenerse jamás, sino lo contrario: a medida que avanza amplía círculos y métodos. Los enemigos a eliminar son cada vez más, y los medios empleados contra ellos se van volviendo cada vez más inhumanos.

Esta es la espiral del Purificacionismo Obsesivo que está en la base de todas las ideologías potencialmente genocidas: se empieza eliminando a lo que se considera «negro», una vez eliminado lo «negro», empieza a molestar lo «gris oscuro», y a medida que los matices de gris más oscuro van siendo eliminados a su vez, el proceso continúa hacia los grises más claros. Por definición, solo el líder representa al blanco impoluto. El líder y sus perros asesinos, aunque en algún momento ya avanzado de la obsesión purificacionista, pueden empezar las «purgas» incluso entre los perros más fieles del régimen.

Aquí es donde, demasiado tarde para tantas víctimas inocentes, el proceso se suele interrumpir: cuando los propios amos de las vidas ajenas empiezan a sentir que las suyas propias peligran. Y en ocasiones, ni así: algunos regímenes purificacionistas solo han sido detenidos por la fuerza de algún enemigo exterior.

Digamos pues que la raíz del genocidio no se encuentra en los motivos que se esgriman para justificarlo; porque aquellos no son constantes, sino que cambian según la época y el lugar. Sino en la arrogancia de los que se pretenden autoridades sobre la vida ajena, amos de la sociedad para moldearla según su capricho, los obsesionados con la purificación nacional, con el nuevo hombre, con la sociedad perfecta: los ingenieros sociales y sus borreguiles masas de seguidores.