Pero no sólo por las memeces que legislan, sus contradicciones, la doble vara de medir o los indeseables con los que se juntan.
También y sobre todo, por lo que mienten. Se acerca una señora a Irene Montero, que andaba por Valencia haciendo campaña en favor de los zarrapastrosos locales, y tras comentar que su marido trabaja desde los 14 años y nunca han podido comprarse un chalet, pregunta a la Ministra de Igualdad cómo se las ha arreglado para adquirir una mansión con piscina y casita de invitados en Galapagar.
Y va la consorte del Coletas y en lugar de contestar educadamente, se aproxima a una cuarta del rostro de la mujer e histérica como una hidra le grita que su padre falleció de cáncer con 60 años y le dejó una herencia, añadiendo que…
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