
Hubo un tiempo en España en el que los gobernantes tenían un sentido de la responsabilidad y la ejercían pagando con su dimisión los errores en la gestión, las apuestas equivocadas y las estrategias fallidas, por no hablar, naturalmente, de los malos resultados electorales, que son la cuenta de resultados de la actividad política. Recuerde el alma dormida aquel ejemplo de responsabilidad que dio Joaquín Almunia, el secretario general del PSOE que heredó a González. No tuvo el día inspirado aquel 8 de febrero del año 2000 en que firmó un pacto de Gobierno con el secretario general del PCE, Paco Frutos. El resultado se hizo evidente en las elecciones del 12 de marzo: Aznar, que había obtenido 156 diputados cuatro años antes sacó 183 escaños, Almunia, que partía con 141, se quedó el 125 y Frutos pasó de los 21 diputados que habían sido la tónica de Izquierda Unida…
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