Mao no solo fue un inquisidor de cualquier espacio que generara atisbos democráticos; no solo fue un ególatra asesino que impuso un bestial culto a su personalidad, sino una figura corrupta, desvergonzada e inmoral como tirano-dictador del comunismo en China: el camarada organizaba orgías con jóvenes obligadas a participar en los actos de sexo decadente que se le ocurrieran; ni más ni menos que un Caligula de corte asiático que disfrutaba con transmitirle la sífilis a cualquiera de las miles de mujeres que designaba como compañeras de sus estados diarios de lujuria incontrolable.
Cuando Mao falleció en 1976, alguien dijo que la imponente multitud que desfiló ante sus despojos lo hicieron para cerciorarse de que realmente había muerto.
En 1976, un grupo encabezado por la viuda de Mao fue encarcelado bajo acusaciones de responsabilidad notoria por los excesos de la Revolucion Cultural (1966-1976) y por violar la…
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