Al cabo de varios minutos estábamos fuera del pueblo. “¿Cómo lo has conseguido?” preguntó Luisa. “El mérito no es mío sino del coche” respondí.
Este resollaba más de lo habitual, como si la proeza realizada lo hubiese agotado.
“Entonces habrá que felicitarlo” dijo Pedrote. “Es lo menos que podemos hacer”.
La alegría fue efímera. ¿Nuestro destino no era Aracena? ¿Adónde nos dirigíamos ahora? Por último, la carretera que enfilaba el seíta tenía visos de ser bastante peligrosa.
“Esto ya no tiene gracia” declaró Carmelina. “¿Alguien podría explicar por qué seguimos viajando si ya hemos llegado? ¿O es que alguien nos está gastando una broma?
“Creo” respondí a la defensiva “que ese pueblo no es Aracena” “¡Cómo!” “Aracena está más lejos” “Entonces ¿qué pueblo es ese?” “No lo sé. Puede ser cualquiera” “A lo mejor estamos en Portugal y no nos hemos enterado” “Todo es posible” apuntó Pedrote con regocijo…
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