Día: 5 de noviembre de 2017

¿Por qué atacamos al mundo? / Why do we attack the world?

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Por su extraordinario interés, reproducimos por extenso un artículo de Ghasan Charbel, director del diario internacional en lengua árabe Asharq al Awsat.

Siempre que una explosión sacude una ciudad, se repite la misma escena. La atención se fija en los boletines especiales. Escucho a mis colegas: esperemos que el autor no sea árabe, que no sea musulmán; no necesitamos más…

Los escucho y comparto sus esperanzas. Pero los acontecimientos enseguida dan la réplica a nuestros deseos. Ya no es un secreto que los ataques son una vergonzosa especialidad en la que somos únicos.

(…)

¿Quién nos ha dado el derecho a violentar mapas, ciudades y Estados? ¿Quién nos ha dado el derecho a asesinar a un grupo de jóvenes que celebraban la vida en Estambul? ¿Quién nos ha dado el derecho a asesinar a los que estaban en las Torres Gemelas de Nueva York?

La invocación a la injusticia aquí o allá es sólo una cortina para ocultar un profundo deseo de matar al otro; de eliminar a quienes no tienen nuestras características o afiliaciones. Supongamos que sí, que hay injusticia: ¿tenemos que responder infligiendo una injusticia aún mayor a gente inocente? Lo de que el mundo nos odia no es cierto.

Uno no puede negar el daño limitado que a veces producen en Occidente ciertas prácticas en respuesta a nuestras brutales actuaciones, pero ciertamente no son equiparables a los mortíferos banquetes que organizamos en escenarios tan distintos y distantes.

Quienes conocen Occidente saben que allí la ley es soberana (…) [y] que beneficia incluso a los intolerantes. Muchos saben que las comunidades árabes y musulmanas disfrutan en Europa de una libertad de la que a menudo carecen en sus países.

¿Por qué atacamos al mundo? ¿Porque ha decidido poner rumbo al futuro, mientras nosotros estamos determinados a navegar hacia el pasado? ¿Es porque ha inventado el avión en el que viajamos, el coche que conducimos, los tratamientos contra el cáncer que aplicamos en nuestros hospitales?

¿Cuál es la justificación del odio a Occidente, si lo que deseamos es ver a nuestros hijos y nietos graduarse en sus universidades?

¿Por qué atacamos al mundo? ¿Es porque hemos fracasado a la hora de erigir Estados modernos, de alcanzar el desarrollo, de generar empleo, de garantizar las libertades y de consolidar el imperio de la ley?

¿Acaso vemos en el progreso del otro una derrota propia y una amenaza a nuestra existencia? ¿Cuál es la solución, ponernos un cinturón explosivo y reventarnos o salir de los túneles en los que hemos decidido meternos?

¿Es cierto que estamos horrorizados por la multiplicidad de colores, elecciones y oportunidades que se nos presentan y que buscamos preservar el mundo monocolor que percibimos como la garantía de nuestra existencia y de la continuidad de nuestra identidad, bien lejos de cualquier interacción o enriquecimiento?

¿Es cierto que nos saltan todas las alarmas cada vez que escuchamos el campaneo del advenimiento de una nueva era? El campaneo de la ciencia, la tecnología, la medicina, las ideas, la cultura, la educación, la música…

¿Por qué atacamos al mundo? ¿De dónde sacamos semejante carga de odio? ¿Por qué sentimos la tentación de colisionar con el mundo y no de vivir con él y en él?

¿Por qué anteponemos las explosiones al diálogo, la muerte a la interacción y el acuerdo; los escombros al acomodo en espacios comunes; las cenizas a la multiplicidad? ¿Por qué preferimos retirarnos en lugar de tender la mano? ¿Por qué preferimos la receta de la muerte en vez de la del diálogo y el reconocimiento?

No podemos seguir atacando al mundo. Eso significa destruir sociedades antes que destruir un café,un museo o un rascacielos en [otros lugares]. Los asesinos itinerantes asesinan a sus países mientras piensan que están atacando a otros.

Esos países, que parecen frágiles, son capaces de vivir con el peligro porque tienen Estados e instituciones que cometen errores, [pero] los corrigen, revisan sus cálculos y refuerzan sus capacidades.

Ha llegado la hora de considerar la guerra contra el extremismo la gran prioridad de nuestra vida. Es imperativo erradicar el vocabulario del extremismo de nuestros hogares, vecindarios, escuelas y manuales. Hay que detener el torrente de odio que anega nuestras pantallas y redes sociales.

Tenemos que reflexionar sobre una cultura que promueve esa tendencia a atacar al mundo. Si no le hacemos frente con coraje y sensatez, nos hundiremos aún más en la sangre y el fango y produciremos más asesinos itinerantes.

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Because of his extraordinary interest, we reproduced extensively an article by Ghasan Charbel, director of the international Arabic language newspaper Asharq al Awsat.

Whenever an explosion shakes a city, the same scene is repeated. The attention is fixed in the special bulletins. I listen to my colleagues: let’s hope that the author is not Arab, that he is not Muslim; we do not need more …

I listen to you and share your hopes. But events immediately respond to our wishes. It is no longer a secret that attacks are an embarrassing specialty in which we are unique.

(…)

Who has given us the right to violate maps, cities and States? Who gave us the right to kill a group of young people celebrating life in Istanbul? Who gave us the right to kill those who were in the Twin Towers of New York?

The invocation of injustice here or there is only a curtain to hide a deep desire to kill the other; to eliminate those who do not have our characteristics or affiliations. Suppose so, that there is injustice: do we have to respond by inflicting an even greater injustice to innocent people? The fact that the world hates us is not true.

One can not deny the limited damage that certain practices sometimes produce in the West in response to our brutal actions, but they certainly are not comparable to the deadly banquets we organize in such different and distant settings.

Those who know the West know that there the law is sovereign (…) [and] that benefits even the intolerant. Many know that the Arab and Muslim communities in Europe enjoy a freedom that they often lack in their countries.

Why do we attack the world? Why have you decided to set course for the future, while we are determined to navigate towards the past? Is it because he has invented the plane in which we travel, the car we drive, the treatments against cancer that we apply in our hospitals?

What is the justification of hatred for the West, if what we want is to see our children and grandchildren graduate in their universities?

Why do we attack the world? Is it because we have failed to erect modern states, to achieve development, to generate employment, to guarantee freedoms and to consolidate the rule of law?

Do we see in the progress of the other a self-defeat and a threat to our existence? What is the solution, put on an explosive belt and burst or leave the tunnels we have decided to get into?

Is it true that we are horrified by the multiplicity of colors, choices and opportunities that are presented to us and that we seek to preserve the monocolor world that we perceive as the guarantee of our existence and the continuity of our identity, well away from any interaction or enrichment?

Is it true that we miss all the alarms every time we hear the bell of the advent of a new era? The campaign of science, technology, medicine, ideas, culture, education, music …

Why do we attack the world? Where do we get such a load of hate? Why are we tempted to collide with the world and not live with it and in it?

Why do we put explosions before dialogue, death with interaction and agreement; the rubble to the accommodation in common spaces; the ashes to the multiplicity? Why do we prefer to retire instead of reaching out? Why do we prefer the recipe of death instead of that of dialogue and recognition?

We can not continue attacking the world. That means destroying societies rather than destroying a café, a museum or a skyscraper in [other places]. Killer assassins murder their countries while they think they are attacking others.

These countries, which seem fragile, are able to live with danger because they have states and institutions that make mistakes, [but] they correct them, revise their calculations and reinforce their capacities.

The time has come to consider the war against extremism the great priority of our life. It is imperative to eradicate the vocabulary of extremism from our homes, neighborhoods, schools and manuals. We must stop the torrent of hatred that floods our screens and social networks.

We have to reflect on a culture that promotes this tendency to attack the world. If we do not face it with courage and good sense, we will sink even deeper into the blood and mud and produce more itinerant killers.

FUENTE / SOURCE: elmedio

 

 

La reforma constitucional del PP y PSOE no es fiable y constituye un grave riesgo para España

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Por Francisco Rubiales

El drama catalán ha terminado uniendo en alianza al PP y al PSOE, pero los socialistas han impuesto al PP el compromiso de abordar en seis meses una reforma constitucional, lo que constituye para España un riesgo y una amenaza que podría ser peor que el independentismo catalán. 

PP y PSOE han acordado cambiar la Constitución, lo que representa un gravísimo riesgo para España. Son los dos partidos más corrompidos de Europa y los culpables de la actual situación de España. Uno y otro alimentaron el independentismo catalán durante décadas, pactando con los nacionalistas, concediendoles más poder y cerrando los ojos ante sus violaciones a la Constitución y a los derechos humanos, a cambio de votos para mantenerse en el poder. Permitir que esos dos partidos cambien la Constitución sin las aportaciones de los ciudadanos es un suicidio para España. 

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No tenemos constancia de que la noticia sea cierta, pero tampoco ha sido desmentida formalmente. El periodista Carlos Cuesta, sin duda uno de los mejor conectados con las altas esferas de Moncloa, publicaba el lunes que Mariano Rajoy ofreció a Carles Puigdemont, a través de intermediarios, una reforma constitucional extremadamente favorable para Cataluña si renunciaba a la declaración de independencia, o bien su procesamiento. 

Este es el contenido de la propuesta de reforma constitucional ofrecida a Puigdemont, que cuenta con el visto bueno del PSOE, en el caso de que se retracte de la declaración de independencia: 

– Cataluña es una nación constituida como estado libre asociado al reino de España para seguir en la Unión Europea y no perder sus privilegios. 
– Nuevo modelo de financiación similar al cupo vasco-navarro. Agencia Tributaria, Seguridad Social y Sistema de Pensiones propios. Las ventajas fiscales supondrían al resto de España un déficit de 60.000 millones de euros anuales. 
– Representación exterior propia con embajadas catalanas independientes de las de España en todos los países y organismos internacionales. Cataluña sería una nación diferente de España a estos efectos. 

Si Rajoy ha sido capaz de ofrecer esas concesiones a un delincuente como Puigdemont y a una Cataluña dominada por sediciosos y traidores, entonces no es de fiar y permitirle que cambie la Constitución, junto con el PSOE, es todo un suicidio para España. 

Otorgar a dos partidos como el PP y el PSOE, inmersos en la corrupción y culpables de haber construido una España nada ejemplar, injusta, desigual y con gravísimos deficits democráticos es un privilegio que no merecen. 

La Constitución de 1978 fue el resultado de compromisos y acuerdos difíciles y complejos y fue redactada por políticos que amaban a España mucho más que los actuales e impulsada por partidos que todavía no estaban podridos por la corrupción y el abuso de poder. De aquel debate, en el que no se permitió la participación de los ciudadanos y de la sociedad civil, surgió un documento que al menos es garantista y que, aunque no se cumpla, es democrático, equilibrado y homologable con las constituciones de nuestro entorno. 

Pero una Constitución redactada por los actuales grandes partidos, dos organizaciones habituales en los banquillos de los tribunales, con tantos delitos acumulados y políticos imputados y condenados que se han convertido en las organizaciones más delictivas del país, junto con la extinta ETA, no sólo no representa una esperanza y una ilusión sino un verdadero peligro de muerte para España. 

No es la Constitución de 1978 la que ha llenado España de corruptos, la que nos ha impuesto un Estado tan lleno de políticos y de privilegios que es imposible de financiar, ni la que ha permitido que los impuestos sean agobiantes, que la desigualdad sea hiriente y que los partidos lo dominen todo, incluyendo una Justicia politizada y una ciudadanía marginada, sino que fueron los gobiernos de los dos partidos que ahora quieren reformar la Constitución, toda una amenaza que debería causarnos estremecimiento y pánico. 

La única manera de reformar la Constitución sería abrir un periodo de libertad constituyente en el que intervinieran cabezas decentes e independientes, al margen de los actuales partidos políticos, y en la que la voz de los ciudadanos tuviera cauces reales para influir. 

Si los únicos que van a imponer los cambios son el PSOE y el PP, tendremos una nueva Constitución más partitocrática, con menos defensas civiles, con menos protagonismo de la ciudadanía, con los poderes básicos del Estado y todos los recursos en manos de los partidos y en la que la unidad de España quede debilitada por un «sistema federal» que constituye la más absurda obsesión del PSOE que controla Pedro Sánchez.

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XX) El complejo socialista frente al nacionalismo catalán

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Ciudadano Adrián

En 1977 se celebraban las primeras elecciones Generales en España desde antes de la Guerra Civil. En un país sin tradición democrática, muchos no acababan de entender la gran cantidad de siglas de los nuevos partidos políticos. En Catalunya, los comicios se enfocaron también bajo la idea de quién podría defender mejor los intereses catalanes en el Congreso. En estas tierras, una amplía mayoría demandaba la autonomía y un estatuto para Catalunya. Así que, bajo esa consigna, se formó una coalición llamada Pacte Democràtic per Catalunya, liderada por Jordi Pujol, y en la que, además de Convergència, Esquerra Democràtica y el Front Nacional, participaba también el PSC-Reagrupament.

Aquel pacto no duró mucho, el PSC-Reagrupament se disolvió y formó parte del PSC-PSOE, un Partido con dos almas ya que, mientras el PSC tenía fuertes inclinaciones catalanistas, el PSOE contaba en Cataluña con una Federación que basaba su fuerza, sobre todo, en…

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