Una de las características distintivas de este gran parque urbano de la ciudad siempre ha sido que los animales, incluso los de cierto tamaño, estaban en libertad y en contacto directo con el público. Los turistas siempre se sorprendían de tan curiosa armonía.
Grandes pavos reales, con sus colas de casi dos metros de circunferencia, realizaban su despliegue multicolor para atraer a las hembras, ante un público atónito y hechizado, que soltaba un «¡¡ohhh!!» cuando la criatura erizaba todo su poder hipnótico, justo a su lado:

Había también formidables ocas, que siseaban si te acercabas demasiado sin su permiso. Eran un poco impertinentes y chulas, pero servían para que un niño comprendiese que un animal no es un juguete, que no es un dibujo animado de Disney y que ese ser vivo tiene mente e instintos propios. Con agrado aceptará el pan que le…
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